miércoles, 6 de noviembre de 2013

LOS MERCADOS DE TRABAJO EUROPEOS Y LA CRISIS ECONÓMICA







La Revista Internacional del Trabajo (RIT), publicación de la OIT, ha dedicado su número 132 monográficamente al análisis del impacto de las políticas frente a la crisis en Europa sobre los mercados de trabajo. Se puede encontrar el sumario en esta dirección: Revista Internacional del Trabajo nº 132 -2 (2013). El coordinador del número es Raymond Torres, director del Instituto Internacional de Estudios Laborales de la OIT, con sede en Ginebra y a su vez presidente del consejo de redacción de la RIT.

Se trata de un conjunto de artículos muy interesantes porque se sitúan en la perspectiva de los estudios de economía del trabajo y políticas económicas y ofrecen una visión muy diferente – y crítica – de la que machaconamente se repite de forma reiterada por los medios de comunicación, los asesores especializados, los grandes organismos financieros  y los gobiernos. La revista de la OIT parte de la constatación de un dato de la realidad laboral. Más de 27 millones de europeos están desempleados, ocho millones más que cuando comenzó la crisis mundial a finales del 2008. La crisis de empleo no es un “bache” transitorio, y será difícil y costoso reparar los daños sufridos por los mercados laborales europeos. En los casos más graves – como señalan para Grecia K. Bander, A.Economou y I. Theodossoiou – el desempleo a largo plazo tiene un impacto sobre la salud y sobre el incremento de la mortalidad. La incertidumbre y el “franco temor” de quienes tienen trabajo hace que se extienda el empleo de baja remuneración. Muchos trabajadores se ven atrapados en puestos mal pagados, desperdiciando su capacidad productiva. La inversión empresarial se ha congelado.

Frente a ello las políticas europeas frente a la crisis consistentes en la “austeridad” no han producido “ningún resultado”. La reducción que se ha practicado en el gasto público “no tiene precedentes en la historia reciente” de los países desarrollados. El recorte del gasto público se ha producido debilitando las medidas destinadas a impulsar el empleo y a proteger los ingresos salariales. Todas las reformas se centran en las prestaciones sociales y en las instituciones del mercado de trabajo, en la mayoría de los casos facilitando el despido y debilitando la negociación colectiva. No han conseguido ninguno de los resultados que las justificaban, la creación de empleo y el incremento de la productividad. Sin embargo, las reformas que deberían haberse priorizado, relativas al sector financiero, han sido de alcance limitado y se han producido tímidamente. Mientras tanto la inversión y el empleo continúan deteriorándose, y la austeridad no ha logrado tampoco lo que declaraba ser su objetivo fundamental, estabilizar las cuentas de los Estados. 

Hay nuevas alternativas políticas que permitirían un enfoque diferente al que se ha llevado a cabo. Los artículos de P. Tridico de una parte y F. Sell  y D. Reinisch por otro, describen posibles vías de desarrollo en torno a una política macroeconómica prudente, la reglamentación en profundidad del sector financiero y la instauración de mecanismos de coordinación del mercado laboral, o destacan la importancia de combinar políticas del lado de la demanda y del lado de la oferta para afrontar la crisis. Más en concreto, se propone una política de garantías de empleo juvenil que permita el acceso a programas de enseñanza o formación, a programas de empleo o a ayudas especiales para la búsqueda de trabajo. La OIT estima el coste de una política de este tipo para la zona euro en 21.000 millones de euros, pero sería un gasto muy productivo. Desbloquear el crédito para las empresas sostenibles para que creen oportunidades de empleo decente es otro de los objetivos posibles, junto con la estabilización de las finanzas públicas al tiempo que se liberan recursos para impulsar el empleo y asegurar la protección social. Una buen parte de los estudios incluidos en la parte final de este monográfico se dedican al estudio de los costes y efectos de las políticas sociales y de empleo – en Alemania o en España – y en general se afirma que el mantenimiento y el refuerzo de las instituciones centrales del mercado de trabajo son decisivos, entre ellos los referidos no ya a unos servicios de empleo bien dotados y eficaces, sino fundamentalmente a través de la vigorización y fortalecimiento de la negociación colectiva.

A nivel europeo, se recomienda la construcción de un “pilar de solidaridad” bien fuerte, y evitar “la espiral descendente en lo que respecta a salarios y normas del trabajo”, puesto que los ajustes basados en nivelación a la baja “no sólo no generan empleo sino que además debilitan las economías incluso de países con buenas tendencias previas de crecimiento”. Una fuerte gobernanza política europea y el impulso y el desarrollo del diálogo social forman parte asimismo de la necesaria actuación en el espacio de la Unión Europea.

No se trata por tanto de unos textos que pretendan ofrecer una visión alternativa radical, se mueven en una cierta ortodoxia económica y en la prudencia de la visión institucional de la OIT respecto de lo países europeos y la propia UE. Pero supone una elaboración importante en cuanto desautoriza y critica, desde esa misma posición moderada, las políticas de austeridad como políticas antisociales y erróneas desde el propio punto de vista económico. La justificación de lo que es llamado  ”austeridad” es por tanto clara, sólo se explica por su componente político e ideológico, el de romper un cierto equilibrio de poderes en las relaciones de trabajo y en los lugares de producción y reforzar el poder privado sobre las personas en términos de incrementar la explotación del trabajo asalariado.


LOS MERCADOS DE TRABAJO EUROPEOS Y LA CRISIS ECONÓMICA.
Raymond Torres (Introd), Revista Internacional del Trabajo vol. 132 (2013) junio 2013, 396 pp.


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