La Revista Internacional del Trabajo (RIT), publicación de la OIT, ha
dedicado su número 132 monográficamente al análisis del impacto de las
políticas frente a la crisis en Europa sobre los mercados de trabajo. Se puede encontrar
el sumario en esta dirección: Revista Internacional del Trabajo nº 132 -2 (2013). El coordinador del número es Raymond Torres,
director del Instituto Internacional de Estudios Laborales de la OIT, con sede
en Ginebra y a su vez presidente del consejo de redacción de la RIT.
Se trata de un conjunto de
artículos muy interesantes porque se sitúan en la perspectiva de los estudios de
economía del trabajo y políticas económicas y ofrecen una visión muy diferente
– y crítica – de la que machaconamente se repite de forma reiterada por los
medios de comunicación, los asesores especializados, los grandes organismos
financieros y los gobiernos. La revista
de la OIT parte de la constatación de un dato de la realidad laboral. Más de 27
millones de europeos están desempleados, ocho millones más que cuando comenzó
la crisis mundial a finales del 2008. La crisis de empleo no es un “bache”
transitorio, y será difícil y costoso reparar los daños sufridos por los
mercados laborales europeos. En los casos más graves – como señalan para Grecia
K. Bander, A.Economou y I. Theodossoiou
– el desempleo a largo plazo tiene un impacto sobre la salud y sobre el
incremento de la mortalidad. La incertidumbre y el “franco temor” de quienes
tienen trabajo hace que se extienda el empleo de baja remuneración. Muchos
trabajadores se ven atrapados en puestos mal pagados, desperdiciando su
capacidad productiva. La inversión empresarial se ha congelado.
Frente a ello las políticas
europeas frente a la crisis consistentes en la “austeridad” no han producido
“ningún resultado”. La reducción que se ha practicado en el gasto público “no
tiene precedentes en la historia reciente” de los países desarrollados. El
recorte del gasto público se ha producido debilitando las medidas destinadas a
impulsar el empleo y a proteger los ingresos salariales. Todas las reformas se
centran en las prestaciones sociales y en las instituciones del mercado de
trabajo, en la mayoría de los casos facilitando el despido y debilitando la
negociación colectiva. No han conseguido ninguno de los resultados que las
justificaban, la creación de empleo y el incremento de la productividad. Sin
embargo, las reformas que deberían haberse priorizado, relativas al sector
financiero, han sido de alcance limitado y se han producido tímidamente.
Mientras tanto la inversión y el empleo continúan deteriorándose, y la austeridad
no ha logrado tampoco lo que declaraba ser su objetivo fundamental, estabilizar
las cuentas de los Estados.
Hay nuevas alternativas políticas
que permitirían un enfoque diferente al que se ha llevado a cabo. Los artículos
de P. Tridico de una parte y F. Sell
y D. Reinisch por otro, describen posibles vías de desarrollo en
torno a una política macroeconómica prudente, la reglamentación en profundidad
del sector financiero y la instauración de mecanismos de coordinación del
mercado laboral, o destacan la importancia de combinar políticas del lado de la
demanda y del lado de la oferta para afrontar la crisis. Más en concreto, se
propone una política de garantías de empleo juvenil que permita el acceso a
programas de enseñanza o formación, a programas de empleo o a ayudas especiales
para la búsqueda de trabajo. La OIT estima el coste de una política de este
tipo para la zona euro en 21.000 millones de euros, pero sería un gasto muy
productivo. Desbloquear el crédito para las empresas sostenibles para que creen
oportunidades de empleo decente es otro de los objetivos posibles, junto con la
estabilización de las finanzas públicas al tiempo que se liberan recursos para
impulsar el empleo y asegurar la protección social. Una buen parte de los
estudios incluidos en la parte final de este monográfico se dedican al estudio
de los costes y efectos de las políticas sociales y de empleo – en Alemania o
en España – y en general se afirma que el mantenimiento y el refuerzo de las
instituciones centrales del mercado de trabajo son decisivos, entre ellos los
referidos no ya a unos servicios de empleo bien dotados y eficaces, sino
fundamentalmente a través de la vigorización y fortalecimiento de la
negociación colectiva.
A nivel europeo, se recomienda la
construcción de un “pilar de solidaridad” bien fuerte, y evitar “la espiral
descendente en lo que respecta a salarios y normas del trabajo”, puesto que los
ajustes basados en nivelación a la baja “no sólo no generan empleo sino que
además debilitan las economías incluso de países con buenas tendencias previas
de crecimiento”. Una fuerte gobernanza política europea y el impulso y el
desarrollo del diálogo social forman parte asimismo de la necesaria actuación
en el espacio de la Unión Europea.
No se
trata por tanto de unos textos que pretendan ofrecer una visión alternativa
radical, se mueven en una cierta ortodoxia económica y en la prudencia de la
visión institucional de la OIT respecto de lo países europeos y la propia UE.
Pero supone una elaboración importante en cuanto desautoriza y critica, desde
esa misma posición moderada, las políticas de austeridad como políticas
antisociales y erróneas desde el propio punto de vista económico. La
justificación de lo que es llamado ”austeridad”
es por tanto clara, sólo se explica por su componente político e ideológico, el
de romper un cierto equilibrio de poderes en las relaciones de trabajo y en los
lugares de producción y reforzar el poder privado sobre las personas en
términos de incrementar la explotación del trabajo asalariado.
LOS MERCADOS DE TRABAJO EUROPEOS Y LA CRISIS ECONÓMICA.
Raymond Torres (Introd), Revista Internacional del Trabajo vol. 132 (2013) junio 2013, 396
pp.
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