El martes
10 de junio fallecía, a causa de un tumor cerebral, Jose Enrique Serrano
Martínez, “un servidor público ejemplar y hombre de diálogo", como
señaló la Presidenta del Congreso al pedir un minuto de silencio en su honor, que fue jefe de gabinete de dos presidentes de gobierno, de Felipe González primero
y de Jose Luis Rodríguez Zapatero después. Su carácter de “hombre de
Estado” ha sido valorado en toda la prensa y en los diversos recuerdos que
sobre su figura han tenido destacados dirigentes socialistas y de otras fuerzas
políticas que tuvieron trato directo con él. Esta entrada sin embargo se quiere
centrar en otro aspecto de su biografía que las noticias al uso no han podido
resaltar, y es su condición de profesor universitario especialista en derecho
del trabajo y de la seguridad social, y tiene una fuerte componente
autobiográfica al coincidir con él durante toda esta primera etapa.
Si la memoria no me falla, cursé
la asignatura de Derecho del trabajo en la Facultad de derecho de la
Universidad Complutense de Madrid en el año académico 1973-1974 cuyo titular
era Manuel Alonso Olea. En aquella época era frecuente que acompañaran a
los catedráticos los profesores ayudantes, y asi por las mañanas – la clase
comenzaba a las 8,30 - junto con el
titular de la asignatura venían a clase y se sentaban en la mesa Maria
Emilia Casas, Jose Enrique Serrano y Joaquin Aparicio. Eran los PNNs –
profesores no numerarios – cuya clara orientación antifranquista la conocíamos
todos y a los que Alonso Olea les dejaba en alguna ocasión dar la clase
en su lugar. Desde ese año por tanto
conozco a Jose Enrique Serrano (de ahora en adelante JES) y daría
comienzo a una relación de amistad con mis tres profesores, afianzada al
acceder yo en el curso 1975-1976 a una beca de formación de profesorado e
ingresar en el Departamento de Derecho del Trabajo en la cátedra “rival” cuyo
titular era Gaspar Bayón Chacón. Eran tiempos de lucha democrática en la
que el movimiento estudiantil y el movimiento de los PNNs adquirieron un
protagonismo evidente en el combate contra la dictadura, recrudecido tras la
muerte del dictador en 1975. En el quinto piso de la Facultad, donde se
encontraba el Departamento, coincidíamos todos los profesores con dedicación
exclusiva y trabajábamos y debatíamos juntos tanto sobre la universidad y
nuestra peculiar forma de estar en ella como sobre la política y la necesidad
de crear las condiciones para una democracia social(ista) que pudiera
establecerse en nuestro país tras la ruptura con la institucionalidad
franquista.
JES era un investigador
excepcional en derecho del trabajo. En aquella época la pesadilla de todos
nosotros era la de empezar/acabar la tesis doctoral que supuestamente nos
permitiría optar a una plaza “en propiedad”, dado que nuestros contratos
administrativos de uno o dos años de duración tenían que ser continuamente
renovados, en un proceso de precariedad estimulada institucionalmente. JES
quería hacer la tesis sobre un tema teórico excepcionalmente importante, el
interés de empresa, pero en aquellos momentos además (o con independencia de)
la escritura de ese primer trabajo de
investigación que se suponía era la tesis doctoral, todos los iuslaboralistas
publicábamos comentarios jurisprudenciales, escribíamos artículos y capítulos
de libros y dábamos conferencias con independencia del tema sobre el que en
principio deberíamos desarrollar la tesis. Discutíamos cada texto que íbamos a
publicar, y valorábamos su funcionalidad en términos políticos. La crítica
colectiva servía para enfocar mejor la versión definitiva. No creíamos en el
talento individual ni nos preocupaba el impacto de lo que escribíamos cada uno
de nosotros basado en el prestigio de las revistas o editoriales, por lo demás
siempre las mismas en las que se podía hacer pública nuestra contribución.
JES tenía un protagonismo
relevante en la asamblea de PNNs de la Facultad de Derecho y además daba clase
en un colegio universitario en Segovia. Los PNNS manteníamos la reivindicación
del contrato laboral como forma de inserción en las estructuras universitarias,
rechazábamos la relación de servicio de la función pública. Queríamos ser
definidos como trabajadores, dado que esa era nuestra percepción de la
actividad que llevábamos a cabo: trabajadores de la enseñanza. Ligados por un
contrato administrativo de carácter temporal a la UCM, sin embargo entendíamos
que esta relación contractual debía ser sustituida por la relación laboral
común en los colegios universitarios. JES dedicó un luminoso trabajo en el
primer número de la Revista Española de Derecho del trabajo que Alonso Olea había
creado en la editorial Civitas (1980) a intentar demostrar este tema criticando
la deriva jurisprudencial que negaba la laboralidad de este personal. Una propuesta
que le llevó asimismo a hacer huelga por los derechos laborales de este
profesorado en el Colegio de Segovia y que culminó con su despido – y de Joaquin
Aparicio como su sustituto – por participar en esta acción colectiva.
Los temas sobre los que JES
escribía – aunque fura de encargo – tenían inmediatamente una enjundia teórica relevante.
Asi sucedió con la dimisión del trabajador, en las lecciones que el
Departamento organizaba comentando la Ley de Relaciones Laborales (1977), o con
el abordaje de la titularidad y el ejercicio del derecho de huelga a partir del
sujeto sindical en el libro que presentamos colectivamente a un premio del
Centro de Estudios Constitucionales sobre la primerísima jurisprudencia
constitucional (1983), pero ante todo el tema que eligió para las lecciones en
honor a Bayón y Del Peso (1980) sobre el convenio colectivo de franja en el
ordenamiento español, que fue un referente fundamental en cualquier estudio
sobre esta unidad de contratación en adelante.
Como profesor universitario tenía
una inmensa curiosidad por estudiar y aprender también de otras experiencias
comparadas. Para toda nuestra generación, el iuslaboralismo italiano y en
general el laboratorio de ideas que se estaba desplegando en Italia era
terriblemente atractivo. Con él realicé un viaje para mí iniciático a Italia en
septiembre de 1978 en el que compartimos experiencias y emociones varias, en un
contexto en el que el debate ideológico italiano en la izquierda era muy cruento
y en donde nuestra aproximación que podríamos llamar “movimentista” se confrontaba
con la perspectiva radical de autonomía obrera y la emergencia de una situación
insurreccional fallida y combatida institucionalmente de forma en muchas
ocasiones brutal. Estuvimos en Perugia – una ciudad a la que JES volvería más
veces y con la que tendría siempre un ligamen fundamental también a través de Luisella
su profesora de italiano – y una mayor estancia en Roma, en la casa de
familia de un diputado del PDUP, Giorgio Bonomi a cuyo través tuvimos
relación con Valentino Parlato y
la gente de Il Manifesto. Recuerdo el retorno a Madrid en coche – creo
que era un Ford fiesta azul – en el que pasamos la noche antes de atravesar la
frontera de España. Nuestro aspecto debía ser tan sospechoso que el guardia
civil nos obligó a abrir el portaequipajes del coche en donde su asombro fue
mayor al comprobar que en él viajaba la colección entera de la revista Politica
del Diritto que el funcionario interpretó como un solo libro repetido
doscientas veces hasta que conseguimos sacarle de su error.
La gestión universitaria le ocupó
a JES un largo espacio de tiempo. Fue vicesecretario de la Facultad con el
primer decanato democrático de Aguilar Navarro (1977) vicedecano con Horacio
Oliva y secretario general de la UCM con el rectorado progresista dirigido
por Francisco Bustelo (1981). Organizó encuentros fundamentales que perseguían
la construcción de una etapa universitaria constituyente, en donde se desplegó
un debate en profundidad sobre la universidad que requería el sistema
democrático. En esos momentos tan terribles la Facultad sufrió un ataque armado
por parte de grupos fascistas frente al cual JES mantuvo una arriesgada actitud
de enfrentamiento y con el golpe militar del 23 de febrero de 1981, estuvo con
muchos de nosotros en la Asamblea de Facultad del día siguiente defendiendo la
democracia frente a un nutrido grupo de lo que hoy se llaman ultraderechistas
en aquel momento golpistas franquistas. La policía encontraría una lista de
siete profesores – todos no numerarios - de la facultad que deberíamos ser
localizados y previsiblemente “anulados” si el golpe triunfaba. Uno de ellos
era, naturalmente, JES.
Es hoy complicado reproducir lo
que en aquellos momentos implicaba estar en la Facultad de Derecho,
donde JES invertía todas las horas del día y de la tarde, en un compromiso
permanente con un proyecto universitario de servicio público exigente y participativo,
con una influencia muy apreciable del movimiento de profesores no numerarios en
la gestión y en la contratación de profesorado, y con una intervención activa
del estudiantado tanto a través de las asambleas como mediante su participación
en las muy coloridas Juntas de Facultad. Tantos amigos y amigas se deben
acordar de aquellos momentos en los que la idea del servicio público y de la
enseñanza como trabajo colectivo era compartida por esos sectores que nosotros
considerábamos la punta de lanza de nuestra actuación, PNNs y estudiantes. Miguel
Mora, Emilio Octavio de Toledo, María de la Válgoma, Fernando Sequeira, Javier
Álvarez, Fernando Amérigo, pero también Juan Terradillos, Carmen Galán,
Anabela Silva, Enrique Olivas, Lola Cid.
La capacidad de ordenar el
aparato legislativo en materia laboral que iba segregando el cambio normativo a
partir de la Constitución habría de ser asimismo una de sus preocupaciones más
insistentes. La editorial Civitas le confió realizar un compendio legislativo
sobre la regulación del trabajo, y, en colaboración con Marcial Sequeira y
otros profesores primero, enseguida en solitario ambos, configuraron la Legislación
Social Básica, un clásico en este estilo de códigos legales que llegó a tener
35 ediciones. En un más difícil todavía se atrevió con una Legislación sobre
clases pasivas del Estado que nos dedicaría a Joaquin Aparicio y a
mí. Más tarde, legaría toda la importante biblioteca de su padre, Serrano
Guirado, a la Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de la UCLM, en Ciudad
Real, en lo que entendimos que era un regalo para sus dos amigos catedráticos
de Derecho del Trabajo en esa universidad.
A partir de 1987 inició lo que
podríamos llamar su carrera política, en donde seguramente su experiencia de
gestión universitaria le precedía como un dato positivo. Y ese es el tramo de
su vida por el que más se le conoce, especialmente como jefe de gabinete de dos
presidentes de gobierno socialistas en dos etapas diferentes, con el interregno
asimismo de serlo del secretario general del PSOE, además de diputado en el
Congreso en varias legislaturas. Era un hombre sólido y convencido de la
necesidad de encontrar soluciones eficaces ante cualquier tipo de problema
planteado e intervino en muchos acontecimientos siempre de manera discreta, sin
dejar traza pública. Tenía un convencimiento profundo de que el Estado era un
espacio de construcción del interés general al que debían cooperar las fuerzas
políticas que representaran mayoritariamente las tendencias opuestas progresistas
y conservadoras.
Tras la llegada de Aznar a
la presidencia del gobierno, JES, que solo tenía como fuente de ingresos el
salario de profesor asociado, exploró un terreno insólito, el de productor
cinematográfico. No suele tampoco hablarse de esta aventura que no culminó exitosamente,
pese a que el resultado fuera una muy digna La Luz prodigiosa de Miguel
Hermoso, protagonizada por Nino Manfredi que a JES le encantaba
recordar en uno de sus films favoritos, C’eravamo tanto amati, de Ettore
Scola.
Pero ante todo JES ha sido
siempre el amigo de aquellos tiempos de la universidad, a los que siempre ha
mantenido una suerte de fidelidad y de lealtad. Con Maria Emilia Casas en
tantos momentos y con Joaquin Aparicio y conmigo siempre mantuvo una relación
de cariño y de complicidad. Sus cumpleaños veraniegos – el 25 de julio habría
cumplido 76 años – durante mucho tiempo eran siempre un espacio amable de
encuentros, y la celebración de su 60 aniversario resultó una enorme fiesta en
la que pudo unir las diferentes etapas de su trayectoria vital. Hace diez años
sim embargo, la enfermedad pulmonar que padeció le restringió mucho su
capacidad de movimiento y de relación, pero siempre había tiempo para mensajes
o, especialmente con Joaquin Aparicio, llamadas telefónicas para
ponernos al día.
Con él desaparece una persona compacta,
culta y amable, de una gran elegancia que simultaneaba con la sencillez en el
trato humano, un tipo de político posiblemente en vías de desaparición ante el
rumbo que ha adoptado nuestro espacio público en el que la prudencia y el
respeto personal parecen haberse perdido definitivamente. Pero ante todo para
quienes le conocimos y le quisimos, desaparece un buen amigo, una mejor
persona. Que la tierra le sea leve.