Los
resultados de las elecciones locales y autonómicas han generado frustración y
bastante decepción entre la audiencia de este blog (y en tantas otras personas
que habían ejercido su derecho de voto en Ayuntamientos y Comunidades
Autónomas). Casi sin dar tiempo al duelo correspondiente ante el resultado, el
presidente del gobierno ha decidido disolver las cámaras y convocar elecciones
para el 23 de julio de este año, adelantando así el ciclo electoral que
correspondía en diciembre. Serán muchos los comentarios que esta convocatoria
electoral genere, pero era previsible que también en este blog se intentara
emitir alguna opinión aunque apresurada y no contrastada con otros pareceres
amigos.
La primera aproximación ya la
están haciendo las fuerzas políticas. Y es la necesidad de reorganizar las
diferentes formaciones dispersas de la izquierda transformadora en el conjunto
de SUMAR, donde el liderazgo de Yolanda Díaz es indiscutible, y generar
un programa mínimo de acción que insista en las conquistas sociales efectuadas
a la vez que articule un proyecto de reformas en sectores clave, como la
vivienda o el territorio, además del fortalecimiento potente de los servicios
públicos de sanidad y educación, y el despliegue de los derechos laborales en
torno a la democratización efectiva de las relaciones laborales. Un movimiento
que necesariamente tiene que abarcar a la totalidad de las figuras
organizativas existentes, sin que quepa frente a ello resistencias ni reproches.
La coalición de progreso que ha sostenido el gobierno ya puede darse por
descontada ante la deslegitimación de estas elecciones, y es previsible que
dentro del PSOE se esté manejando la posibilidad de una recomposición del
bipartidismo, dado el ejemplo que suministra el propio PP con la anexión de
Ciudadanos. Lo cierto es que el espacio a la izquierda del PSOE se encuentra en
una posición complicada si no reacciona rápidamente en la línea señalada.
El problema de fondo es que el
triunfo de las candidaturas del Partido Popular, la capacidad que ha tenido de
absorber la totalidad del voto de Ciudadanos y de subsumir en sus filas
a los intelectuales que militaban en ese partido, como recientemente ha
sucedido con Luis Garicano, se acompaña de la apropiación del circuito
democrático-representativo por una ideología neoliberal en lo económico y
claramente iliberal en materia de derechos de ciudadanía, gracias a la
normalización de la fuerza política de la ultraderecha, VOX, que entra de
manera natural en la gobernanza del país en alianza con el PP. Es importante
destacar este hecho, porque el mecanismo electoral ha permitido que el
negacionismo de derechos fundamentales derivados de la igualdad de género, la
exaltación de la xenofobia y de la agresión racial, el antisindicalismo como programa, la banalización del cambio
climático y la reivindicación del golpe militar y de la dictadura como reacción
frente a las mayorías sociales, constituyan hoy un elemento legitimado por
importantes partes de la población e integrado sin ninguna problematicidad por
el partido de la derecha política española. Frente a esta conjunción del PP y
Vox no se ha alzado ningún cuestionamiento profundo en torno a la evidente
inconstitucionalidad de las propuestas de la extrema derecha que, por el
contrario, están permeando y sustituyendo las propias del Partido Popular, como
sucede con la de ilegalización de partidos políticos plenamente
constitucionales.
Esta contaminación autoritaria
que sugiere el resultado de las elecciones supone desde luego que el
instrumento de verificación de la voluntad popular, organizado en torno a un
sistema electoral que castiga las minorías, no es capaz de reflejar fielmente ésta,
en un contexto de desinformación y de creación de opinión pública en manos de
poderes económicos muy relevantes, pero a su vez llama la atención sobre la
deriva del discurso de las fuerzas políticas de izquierda hacia cuestiones que
posiblemente no afectan directamente a las condiciones de existencia de una
parte importante de la población que normalmente debería reaccionar
positivamente ante los proyectos de reforma de estas fuerzas de progreso.
El futuro que se describe a
partir de una posible repetición de estos resultados en julio de este año interpela directamente a las personas que trabajan y a los
sujetos colectivos que las representan. Es un momento crucial para mantener los
derechos laborales que en estos cuatro años se han ido afirmando a través de un
fatigoso proceso de diálogo social que ha conseguido además un cuadro económico
extremadamente favorable y positivo. Un marco institucional que debería tener
una segunda fase de despliegue de derechos que precisamente se quiere impedir,
procediendo también a la cancelación de posiciones colectivas e individuales de
respeto del derecho al trabajo, así como a la eliminación de prestaciones y
ayudas sociales. El PP no habla de su programa laboral (que será económico)
ahora porque en este proceso electoral el marco de su discurso tenía que evitar
hablar de la situación económica general y de cómo evoluciona el mercado
laboral, pero ya hay algunas señales muy directas. Su recién incorporado
intelectual cimero ha indicado en un tuit que se trata de acabar con el
“peronismo electoral”, consistente en “el reparto generalizado de ayudas y la
criminalización de las empresas”, lo que a su juicio “es ampliamente rechazado
por los ciudadanos”. Este ex diputado no parece atender a las recomendaciones
del Parlamento del que formaba parte hasta que decidió su salto a la derecha
política extrema, pero es bien indicativo del discurso antisindical y
antisocial que nos espera.
En efecto, el Parlamento Europeo, que afronta a su vez su
renovación dentro de un año pero que no se caracteriza por una contundente mayoría
progresista, acaba de aprobar una resolución, el 11 de mayo de este año, sobre
una “hoja de ruta sobre una Europa social, dos años después de Oporto”,
(P9_TA(2023)0203) en la que coincide con la importancia de reducir las
desigualdades de ingresos y luchar contra la pobreza, y esta misma resolución
critica que el Pilar de Derechos Sociales no ha sido todavía suficientemente
desarrollado y que por tanto son necesarias acciones legislativas en especial
en el tema de protección social y de vivienda, además otras medidas en materia
de salud y seguridad en el trabajo y las condiciones de vida de los ciudadanos,
recalcando a su vez que “el diálogo social, la democracia en el lugar de
trabajo y el derecho a la negociación colectiva son fundamentales para la
aplicación del pilar europeo de derechos sociales y la consecución de una
convergencia al alza de las condiciones de vida y de trabajo en toda Europa”.
En concreto, la Resolución “pide a la Comisión, a los Estados miembros y a los
interlocutores sociales de la Unión, por tanto, que trabajen para alcanzar una
mayor cobertura de la negociación colectiva, de al menos el 80 %, de aquí a
2030, con vistas a mejorar las condiciones de vida y de trabajo en la Unión, lo
que contribuirá al bienestar en el trabajo, a una convergencia social al alza y
a reducir la pobreza de los ocupados, la exclusión social y la desigualdad
salarial; señala que la pobreza de los ocupados debe abordarse garantizando
salarios dignos; destaca la necesidad de impulsar la adopción de programas de
mejora de las capacidades y reciclaje profesional para empoderar a los trabajadores
y reforzar la competitividad”, recuerda que se han salvado miles de puestos de
trabajo gracias al instrumento SURE que “debe seguir en uso durante toda la
situación excepcional actual y seguir basándose en préstamos y activarse
rápidamente en caso de nuevas conmociones financieras o económicas externas”, y
señala “la importancia de reducir las
desigualdades de ingresos y luchar contra la pobreza, ya que el 21,7 % de la
población de la Unión en 2021 (95,4 millones de personas) estaba en riesgo de
pobreza o exclusión social, y pide un compromiso para alcanzar el objetivo de
reducción de la pobreza de la Unión a este respecto”.
Lo cierto es que el programa
social y laboral que se ha ido puesto en marcha por el gobierno de coalición
progresista a partir de noviembre de 2019 está en peligro tanto en cuanto que
una buena parte de sus contenidos han sido objetados tanto por el Partido
Popular como de la extrema derecha de VOX. Pero además la posible victoria de estas
figuras políticas en julio de este año implicaría asimismo la imposibilidad de
desarrollar y debatir un programa de reformas en materia laboral imprescindible.
En este sentido, hay tres grandes campos de debate que se deben explorar y
sobre los cuales tanto la Fundacion 1 de mayo como el grupo de profesores NET21
iban a trabajar tras el verano: en primer lugar, la recomposición y propuesta
del sistema de despido, aprovechando el más que previsible fallo del CEDS sobre
la incompatibilidad del sistema indemnizatorio basado exclusivamente en la
antigüedad del trabajador con el art 24 de la Carta Social Europea resolviendo
las dos reclamaciones colectivas de UGT y CCOO al respecto. El segundo tema
para el debate, el relativo al uso del tiempo de trabajo y su relación con el
tiempo de vida y de cuidados y en ese contexto el análisis de los mecanismos de
flexibilidad contratada de gestión del tiempo y la reducción de jornada, y el
tercero el muy decisivo debate sobre la democratización de la empresa, los
procedimientos de negociación y consulta, la estructuración orgánica de la
participación de los trabajadores y otras iniciativas. Son por consiguiente
elementos centrales en un programa de reformas que evidentemente no podrían tener
viabilidad en el contexto político que se diseña.
Un contexto político terrible que
no se detiene en la frustración de estas expectativas, sino que, en razón de la
mayor o menor aceptación del ideario político de Vox, supondrá el fin del
diálogo social y la confirmación del cesarismo político que ya conocimos en el
ciclo de la crisis 2012-2014 en nuestro país dirigido por el Partido Popular. Junto con la restricción de la libertad sindical,
de la participación institucional y del derecho de huelga, que forma parte del acquis
político de la extrema derecha española que a partir de ahora se legitima
electoralmente como fuerza de gobierno.
El sindicalismo confederal sabe
que se encuentra ante una encrucijada. Debe volcarse en explicar a sus
afiliados y en general a la población lo que está en juego, la pérdida de
tantos derechos imprescindibles y la posibilidad de avanzar en el desarrollo de
derechos básicos para las personas que trabajan. No debe confundir la
autonomía de su proyecto político con la indiferencia ante el devenir político
de figuras asociativas sustancialmente comprometidas con la defensa de la
desigualdad y el desarrollo ilimitado de los poderes salvajes que acentúan la
asimetría del dominio en la producción y la desprotección dispar en el área de
la reproducción social. También para estos sujetos colectivos el tiempo electoral
en lo político es un tiempo de compromiso en la defensa de lo social,
manteniendo siempre la autonomía en su campo de acción, pero interviniendo en
el debate desde sus propios planteamientos y en sus espacios privativos, los
lugares de trabajo, los medios de información propios, los emplazamientos donde
se realiza el trabajo de reflexión y de análisis.
Julio está aquí al lado. Esperemos
que se sepa tejer una trama que no solo resista la irrupción del dominio
autoritario, sino que ayude a construir un tejido fuerte y permanente que
preserve los derechos individuales y colectivos ya obtenidos y ayude al
desarrollo de un proyecto de reforma social fuerte y decidido. A ello hay que
dedicarse a partir de mañana mismo.