El Primero
de mayo es una fiesta internacional. Tiene una larga tradición preservada hoy
fundamentalmente por los sindicatos en todo el mundo. En esta entrada, Silvia
Borelli, profesora en la Universidad de Ferrara y el titular de este blog
hemos decidido que sería bueno cruzar dos textos de celebración, pensando
respectivamente en Italia y en España. El primero de ellos, ha sido publicado
en el diario local Nuova Ferrara, el segundo es la entrada prevista para
este blog. Ambos se unen por tanto en este espacio como forma de enlazar a las
personas trabajadoras de nuestros dos países.
I
El Primero de Mayo celebra las
luchas que han librado los trabajadores para que se reconozcan sus derechos. Es
decir, esta festividad nos recuerda que los derechos de los que disfrutamos hoy
(como el derecho a no ser despedido sin causa justa o justificada) son fruto de
esas luchas. Y nos insta a seguir luchando por defender nuestros derechos y
nuestra dignidad, contra las desigualdades y la explotación laboral.
Desde hace algún tiempo, por
desgracia, asistimos a un aumento de la pobreza y del trabajo precario. Aumenta
el número de trabajadores precarios. Los salarios se estancan y no pueden
compensar en modo alguno la inflación, que ha vuelto a aumentar en los últimos
años. La brecha entre ricos y pobres es cada vez mayor, hasta el punto de que,
según el último informe de Oxfam sobre la desigualdad, el 1% de los más ricos
acaparará el 63% de la riqueza mundial producida entre 2020 y 2021, mientras
que la fiscalidad sobre sus activos sigue disminuyendo.
El debilitamiento del trabajo
como sujeto político se presenta como un proceso inexorable. El Primero de Mayo
nos recuerda que esto no es cierto, que las desigualdades, el trabajo precario,
los salarios bajos son el resultado de opciones políticas precisas. Las plazas
llenas, en muchas ciudades italianas y en otros países del mundo, nos dicen que
somos un colectivo que puede -y debe- luchar unido para cambiar el proceso de
empobrecimiento del trabajo, de los bienes públicos y del medio ambiente, al
que estamos asistiendo. Somos muchos y muchas, y compartimos los mismos
valores. El trabajo no es una mercancía y -nos enseña la Organización
Internacional del Trabajo- debe ser decente.
El Primero de Mayo de 1886, los
trabajadores y trabajadoras de Chicago se declararon en huelga para exigir una
reducción de la jornada laboral. Hoy deberíamos manifestarnos para que se
prohíban los contratos a llamada y otras formas de empleo precario, para que se
respeten las medidas de seguridad, para que se garanticen efectivamente el
derecho de huelga y todos los derechos sindicales, para que se aseguren
salarios adecuados y para que se establezca un procedimiento de expedición de
permisos de residencia que no obligue necesariamente a los inmigrantes a pasar
por irregularidades para conseguir un empleo y a arriesgar su vida y la de sus
amigos y familiares para llegar a Italia.
Hay que luchar por la prohibición
de las largas cadenas de subcontratación, por la prohibición de la deslocalización
de empresas que se benefician de ayudas públicas, por la prohibición de la
creación de empresas buzón para eludir las normas laborales y fiscales, por el
castigo a las empresas que contaminan y no a las que protestan contra la
devastación medioambiental a la que asistimos, inertes, desde hace demasiados
años.
En las plazas el Primero de Mayo
habrá personas unidas sin distinción de género, orientación sexual, religión y
nacionalidad. Habrá discapacitados y no discapacitados. Habrá jóvenes y
mayores. Porque el trabajo y sus valores unen. Por eso la nuestra es una
República fundada en el trabajo.
A la celebración del Primero de
Mayo asistirán los sindicatos, aquellos que cada día intentan resistir y
coordinar la lucha por la defensa de los derechos de los trabajadores. El
Primero de Mayo es el Día en que los trabajadores y trabajadoras hacen oír su
voz. Por eso es un Día para la Democracia.
II
¿Vuelve el trabajo a situarse en
el centro de la explicación política de la necesidad de fortalecimiento de la
democracia como forma de salir de las crisis que sacuden la economía y la
sociedad? Tras dos años de pandemia y de paralización de actividades y de la
vida social durante los cuales la actividad de los sindicatos impresionó por su
cantidad y calidad, nos encontramos ahora con un conjunto de elementos que
distorsionan la previsible recuperación económica y que nos sitúan en un
espacio de incertidumbre. La recuperación de perspectivas neoliberales que sin
embargo han resultado enormemente desgastadas tras la crisis del Covid, está
generando una fuerte reacción fundamentalmente obrera en Reino Unido respecto
de la preservación de los servicios públicos, pero también en Francia respecto
de la ampliación de la edad pensionable, dos ejemplos que han traspasado las fronteras
de la atención mediática. En otros países, la conflictividad laboral crece
exigiendo la preservación del poder adquisitivo de los salarios y es
sintomático que en Alemania una huelga del sector del transporte, como no se
conocía desde hacía años paralizara todo el país.
Este es el contexto en el que se
desarrolla el primero de mayo en toda Europa. Para algunas voces especialmente
líricas, como la historiadora francesa Danielle Tartakowsky , es “el
sueño de una humanidad diferente”. El diario Il Manifesto definiría este
día como “una fiesta revolucionaria contra el trabajo mercantilizado y
alienado". El sueño de otra forma de organizar la vida y el trabajo, la
afirmación del trabajo vivo y activo frente a su consideración puramente
mercantil y alienada, son ideas que siempre han estado en la base del Primero
de Mayo a lo largo de una historia que comenzó con la masacre de Haymarket
Square en Chicago en 1886, relanzada en 1889 como Día Mundial en París.
Entonces, el Primero de Mayo era una lucha por la reducción de la jornada
laboral. Luego adquirió otros significados y se convirtió también en una fiesta
en la que participaban los sindicatos y los partidos obreros (en muchas
ocasiones mostrando en esta la confrontación entre dichas organizaciones).
En España los primeros de mayo celebran
desde hace mucho tiempo una unidad de acción entre los dos grandes sindicatos confederales,
CC.OO. y UGT. Una unidad de acción sin fisuras ni alharacas que ha conducido al
sindicalismo español como señalaba Pere Rusiñol hace pocos días, a una
buena situación en el conjunto de la representación de las personas que
trabajan, que no sólo se ejercita a través de la negociación colectiva sino, de
manera muy especial, en el plano de la acción sociopolítica y en la negociación
de reformas del marco institucional que, en los últimos cuatro años, han sido muy
importantes y positivas para la extensión y consolidación de derechos
laborales.
El Primero de Mayo es una fecha
en la que se marca tradicionalmente la prioridad de las reivindicaciones
sindicales. En este año, los objetivos son muy cleros: Subir salarios,
bajar precios, repartir beneficios. Es decir, una acción dirigida
necesariamente a la contención de la inflación, la preservación del poder de
compra de los salarios y la llamada a la redistribución vía fiscalidad de los
ostentosos beneficios empresariales que disparan el índice de desigualdad de
nuevo tras la terrible época de la pandemia.
Unai Sordo, en un reciente
artículo publicado en Infolibre, condensaba el razonamiento que llevaba a esgrimir
esta reivindicación: “Pese a que España ha conseguido reducir de forma
importante la inflación tras la aplicación de la llamada “excepción ibérica” y
sus efectos sobre la contención de precios energéticos, muchos de los productos
básicos para los hogares siguen en niveles disparatados. A la vez, una buena
parte de las personas trabajadoras de nuestro país sufren una importante merma
de sus salarios reales, porque los sueldos suben de media bastante menos que la
inflación. Corregir esta situación es la gran prioridad sindical en este año
2023”. Pero además ello exige necesariamente lo que se denomina “un pacto de
rentas”, que reparta el impacto del aumento de costes entre excedente
empresarial, salarios y recursos públicos.
“Es muy relevante señalar – sigue
diciendo Unai Sordo - que en la secuencia de dos crisis inéditas —la
pandémica y la de precios—, por primera vez no se han aplicado las viejas
recetas del manual neoliberal. Es decir, la conocida fórmula de facilitar el
despido para permitir el ajuste de las empresas al ciclo económico mediante la
destrucción de puestos de trabajo; la precarización de la contratación para —se
nos decía— facilitar la incorporación al mercado laboral en las fases de
crecimiento; y, por supuesto, la rebaja de los salarios empezando por los más
bajos para así ganar competitividad externa por la vía de reducir costes (…) Pero
es que más dogmas y mantras han caído con estrépito. La respuesta a la crisis
dada en Europa ha transitado desde las políticas de austeridad y devaluación de
los países, hasta la puesta en marcha de un fondo sufragado con deuda común
para impulsar las transformaciones de nuestro modelo energético y productivo. Y
todo ello en medio de profundos movimientos tectónicos en el escenario
geopolítico mundial. Momento de riesgos, muchas incertidumbres y también
oportunidades. Se vuelve a hablar de política industrial, de desarrollo
sectorial, de Estado emprendedor”.
Es este contexto por tanto en el
que el Primero de Mayo reivindica el abordaje de un amplio espacio de diálogo
social y especialmente un acuerdo sobre salarios que abra la posibilidad de un
proceso ordenado de negociación colectiva. La cercanía de las citas electorales
no debe ser un obstáculo. Pero tampoco cabe mirar estos procesos con indiferencia.
“Las personas trabajadoras nos jugamos el seguir avanzando en la mejora de la
calidad de vida y de nuestros derechos laborales y sociales, o poner en riesgo
todo lo conseguido hasta ahora”, se lee en el manifiesto unitario UGT-CC.OO. “Instamos
a la ciudadanía a participar masivamente en los procesos electorales y a
apoyar las propuestas electorales de progreso, que apuesten por la
profundización democrática, el refuerzo de los servicios públicos, la
fiscalidad suficiente y progresiva, la igualdad como condición de ejercicio de
la libertad, los salarios dignos y el empleo de calidad. El riesgo reaccionario
está más presente en la sociedad española que nunca desde la transición a
la democracia y nuestro país no puede retroceder”.
Fortalecer la democracia supone profundizar
los derechos laborales y reforzar el alcance y las garantías de derechos
fundamentales de la ciudadanía social, empezando por la vivienda, la sanidad,
la educación. Una referencia en la defensa del progreso, la democracia, la
igualdad y los valores de ciudadanía social, valores y realidades por las que
el sindicalismo de clase debe luchar ante el riesgo de su erosión y negación,
lo que en el discurso político de la derecha ha cobrado el nombre de “derogación”,
que sin duda implica la anulación de las normas y situaciones que tanto ha
costado obtener hasta el momento.
¡Viva el Primero de Mayo! Evviva il Primo Maggio!