martes, 17 de junio de 2014

EUROPA TRAS LAS ELECCIONES DEL 25 DE MAYO.HABLA ANTONIO LETTIERI (II)




Se continua en este nuevo post el texto de Antonio Lettieri que examina el panorama europeo tras las elecciones del 25 de mayo. Mientras tanto, la movilización ciudadana avanza y se producen actos vandálicos por las masas como el que subraya la fotografía, sólo apta para mayores con reparos.

5. Por muchas razones, que van de la historia a la política actual de la Unión, es indispensable mirar a Francia, donde el resultado electoral ha sido para el gobierno simétricamente opuesto al del italiano. François Hollande ha llevado al partido socialista francés a la peor derrota electoral de la historia de la V República. Si, por un lado, Renzi necesita imprimir un giro a la política europea para darle sentido a su victoria, Hollande, por otro lado, tiene necesidad de un giro no menos profundo en relación con la eurozona para no llevar a la masacre a su partido, repitiendo la triste experiencia del partido socialista griego de Papandreu y del español de Zapatero.  Efectivamente, no se trata de una opción diplomática sino de una línea dictada por los hechos. 


Pero volvamos al caso italiano. Seis años después del brote de la crisis, la situación económica y social es la peor de las  últimas décadas.  La renta nacional ha retrocedido un 9 por ciento; la deuda pública, que estaba al 106 por ciento del PIB en 2008, ha alcanzado el 13 por ciento; el desempleo se ha más que doblado, pasando de poco más del 6 por ciento a más del 13 por ciento. Peores cosas sólo las encontramos en Grecia.

Las reformas, de las que está repleto el programa de gobierno de Renzi, que deberían servir como mercancía de cambio con Berlín y Bruselas, en algunos aspectos son socialmente mortíferas. Por ejemplo, en los casos del trabajo y la reforma electoral, que apunta a concentrar todos los poderes en una mayoría parlamentaria artificial, privada de los contrapesos ordinarios que distinguen un régimen democrático de uno autoritario.  En otros casos son reformas deseables las de la justicia y la fiscalidad, aunque tienen algunos contenidos inciertos.  Sin embargo, unas y otras no pueden corregir un cuadro macroeconómico donde el crecimiento sigue siendo un espejismo, y la única certeza es el aumento del desempleo masivo y el rampante empobrecimiento de las familias.  

El cuadro económico con el que el gobierno está llamado a confrontarse es claro, y no basta la retórica del cambio para enmascararlo. No es casual que, siguiendo sus “Recomendaciones”, la Comisión europea dibuje las perspectivas económicas italianas para el 2014 – 2015.  Basta con echarle una mirada. El crecimiento real del PIB debería ser el 0,6 por ciento en el 2014 y el 1,2 en e 2015. Calculando un nivel de inflación, según la Comisión, del 0,6 y del 1,2 respectivamente el crecimiento nominal del PIB alcanzaría en dos años el 3,6 por ciento.  Admitiendo que se realice plenamente la previsión –aunque el Benco Central Europeo indica una menor inflación, con la consiguiente reducción de los valores que la Comisión tiene como hipótesis--  el PIB nominal aumentaría en dos años cerca de 50.000 millardos y los ingresos fiscales poco menos que la mitad.  En ese mismo periodo de dos años –es bueno recordarlo--  Italia deberá pagar unos 170 millardos por los intereses. ¿En base a qué recursos? Después, a partir de 2016 debería observar el Pacto de estabilidad que impone la reducción de la deuda de una veinteava parte durante veinte años. Lo que equivale a un ahorro de otros 50 millardos que hay que sumar al gasto de los intereses. Esto es la imposición de las autoridades europeas. Hay que decidir si se trata de una posición irrazonable o símplemente grotesca. En el pasado, Italia hizo frente al gasto de los intereses (y en algunos años de crecimiento favorable a una reducción de la deuda) utilizando un primer anticipo elevado (el surplus del presupuesto antes del pago de los intereses). Pero la consistencia del elevado anticipo depende del aumento de la renta y de los ingresos fiscales. Sobre la base del crecimiento previsto, el primer adelanto –actualmente en torno al 2,5 por ciento del PIB—puede cubrir en el curso del bienio menos de la mitad del servicio de los intereses. La suma que falta debería buscarse incrementando las tasas o recortando el gasto social o aumentando la deuda en contraste con la disciplina europea, que impone el equilibrio estructural del presupuesto.   En efecto, se trataría de perpetuar la ruinosa situación de los últimos años durante los cuales hemos tenido el aumento de los impuestos (no es casual que la Comisión recomienda el aumento de los indirectos), la reducción del gasto social y el inexorable incremento de la deuda.


El gobierno Renzi, a pesar de la consumada experiencia del ministro de Economía Giancarlo Padoan, ex jefe de los economistas de la OCDE y la agilidad mental que distingue a sus jóvenes ministros, todavía no nos ha dado luces acerca de cómo intenta salir de este embotellamiento que amenaza con aplastar definitivamente la economía italiana.  Pero así como las “Reconmendaciones” a las que nos hemos refernido serán formalizadas y se convertirán en definitivas sólo despues de la aprobación del Consejo de ministros europeo, ¿qué hará Renzi, las aprobará?  ¿Tal vez con algunos ajustes en el margen, lejos de la posibilidad de cambiar la imagen?. ¿Quizás con algún ajuste marginal lejos de la posibilidad de modificar el cuadro general? ¿O pondrá la exigencia de elaborar una alternativa a las políticas de austeridad ya experimentada con los desastrosos resultados que están a la vista de todos?

 6. La alternativa está en mostrar que el rey está desnudo. Y si lo está a los ojos de Italia, lo está también para Francia (y como ya lo hemos visto, para otros muchos países).  No es por casualidad que en Holanda la Comisión europea ha recomendado que se acelere la vuelta al déficit –significativamente más alto que el italiano--, aumentando la carga fiscal y acelerando las notorias reformas de estructura, entre las cuales destacan la reducción del gasto en pensiones y atención de salud que, por cierto, es considerado por su eficiencia y calidad como uno de los más altos niveles de excelencia de los sistemas de salud pública.   


¿Está dispuesto el gobierno francés  a seguir pasivamente este trayecto que está destinado a desembocar en el suicidio del Partido socialista, que fue protagonista de la construcción europea abriendo las puertas del Elíseo a Marine Le Pen? La pregunta es si los dos gobiernos, italiano y francés, se han puesto o intentan poner la cuestión del papel que todavía pueden y deben jugar para salir de una crisis que no tiene nada de fatal sino solamente el fondamentalismo ideológico de la tecnocracia de Bruselas con el apoyo determinante de Alemania.

Francia e Italia, conjuntamente (y ciertamente con el consenso de otros países en condiciones similares si no peores) no pudieron parar la espiral de una política económica insensata y autodestructiva. Pueden, pero las primeras señales tras las elecciones de mayo no van en esta dirección.
El gobierno italiano tiene como objetivo lograr cambios marginales de la flexibilidad del presupuesto desde el punto de vista de ciertos tipos de inversiones a cambio de reformas estructurales fundamentales. Francia se está moviendo en una dirección similar con referencia a un año de equilibrio del presupuesto y la promesa de reducción del gasto público.

 La necesidad de un giro no debería razonablemente dejar lugar a dudas. No se puede buscar el equilibrio del presupuesto en el actual clima de deflación y desempleo rampante. Todavía menos se puede reducir la deuda de más de dos mil millardos de una veinteava parte al año como prescribe el Pacto de Estabilidad.   Las “Recomendaciones” de la Comisión europea tienden a perpetuar las condiciones ya experimentadas después de la crisis.

 Sin la previa reactivación de un crecimiento sostenido y duradero es insensato continuar manteniendo el  equilibrio del presupuesto y la reducción de la deuda. No obstante, no es posible ningún crecimiento en las condiciones actuales que son, a su vez, la premisa indispensable para dar confianza a los inversores privados.

7. Mario Draghi, presidente del BCE, ha relanzado el papel de la política monetaria con el anuncio de nuevas medidas. Indudablemente los bancos y los mercados financieros se beneficiarán de la ampliación de la liquidez y de una nueva reducción de las tasas hasta proporcionar una penalización del 0,1 por ciento para los fondos depositados en el Banco Central Europeo con el propósito de estimular una mayor erogación del crédito a las empresas y a las familias. Se mantiene que la oferta de liquidez no puede ampliar las inversiones, empezando por las pequeñas y medianas empresas, si la demanda de sus productos se estanca o sigue disminuyendo. Draghi ha afirmado incluso que otras medidas no convencionales pueden adoptarse si lo exigiera una profundizacón de la inflación. Una vez más la curación del enfermo se envía a la agravación de la enfermedad como si ya hoy no estuviera espantosamente grave.

 En todo caso, la política monetaria puede ser un complemento útil, pero ella sola no puede curar la crisis e inducir a las empresas, en un contexto deflacionista, a invertir, a aumentar la producción y el empleo.   No es necesario profesar una particular fidelidad keynesiana para entender que la clave está en las inversiones públicas. 


Se ha comparado la crisis del 2008 con la de 1929, pero se han oscurecido sus enseñanzas.  El New Deal fue una combinación de grandes intervenciones públicas y reformas sociales que cambiaron para el resto del siglo la fisonomía de las democracias occidentales. Hoy todo parece converger hacia una especia de anti New Deal.


Se ha afrontado la crisis por las autoridades que dirigen la Unión y particularmente la eurozona con políticas equivocadas y desgraciadamente contraproducentes. Las elecciones de mayo han tenido el mérito de ser la única rebelión democrática posible que expresa un masivo voto de desacuerdo. Estos resultados podrían ser la última señal de alarma para las élites de gobierno de los tres principales países de la Unión después de Alemania.

 Recoger dichas señales e imprimir un cambio radical de política a la nueva Comisión europea que será elegida con el necesario consenso de los gobiernos es hoy una posibilidad concreta y, al mismo tiempo, algo árduo porque implica un choque con Alemania, que es el verdadero dominus de la eurozona e indirectamente de la Unión europea. Las razones y las posibilidades de un cambio radical de las destructoras políticas europeas son paradójicamente la única salida positiva tanto para los gobiernos que han salido derrotados como para Renzi que ha resultado victorioso. Con la condición de hacer una lectura transparente y realista.  La alternativa al cambio es una lenta agonía de la construcción europea tal como la hemos conocida o imaginada en su ya lejana fase ascendente. 
 

Traducción:  el Dómine Zépol

 

 

 

 

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