La Audiencia Nacional ha declarado nulo el ERE de Coca-Cola. Es un triunfo de la movilización de los trabajadores y de una defensa jurídica arrolladora del sindicato. Ese contexto se acompaña de movimientos significativos por parte del empresariado español. A analizar éstos se dedica la siguiente columna.
La Asociación Empresarial
CEOE-CEPYME está atravesando desde hace tiempo una grave crisis de legitimidad.
La conducta criminal de quien fue su presidente, unido al descubrimiento de
actuaciones ilegales e irregulares de miembros muy relevantes de su dirección,
desvío de fondos públicos y percepciones incorrectas, han marcado su última
trayectoria. Los sobresaltos internos – manifestados asimismo en la expulsión
de cuadros dirigentes muy experimentados en materia de negociación colectiva,
como José de la Cavada – se han
visto acompañados de una pérdida de relieve estratégico en beneficio del grupo
de las mayores empresas españolas, que es
considerado por el poder público – ya desde Rodriguez Zapatero, que fue el que formalizó el conglomerado
financiero-empresarial ligándolo a la palabra clave, productividad – el interlocutor válido a la hora de diseñar las
medidas legislativas y de adoptar las políticas económicas y sociales en el
momento. Esta crisis de legitimidad la padecen fundamentalmente las empresas
medias y pequeñas del país, que sufren las restricciones del crédito y la
dificultad de liquidar sus pedidos, pero que a cambio reciben como premio la
posibilidad de sustituir sin apenas coste la mano de obra temporal y de baja
cualificación y de terminar sus actividades sin excesivos costes
indemnizatorios. Los grandes acuerdos sobre negociación colectiva en la versión
del ANC del 2001 y sucesivos, fueron desperdiciados en la crisis del 2010-2012
con la firma de unos textos que lograban un pacto de contención salarial
importante junto a un reconocimiento muy amplio de la flexibilidad del trabajo
por parte de los sindicatos que la CEOE-CEPYME prefirió no defender y sustituir
por un apoyo sin restricciones a la reforma legal del 2012, obteniendo así un
mayor reconocimiento a sus posiciones que la que podría haber obtenido a través
del acuerdo social.
Todos conocemos sin embargo que
esta crisis de legitimidad social de la asociación empresarial española no ha
sido presentada como tal ni en los medios de comunicación social ni en el
debate político, frente a lo que sí ha sucedido con el sindicalismo confederal,
objeto prioritario de un ataque mediático e ideológico sin precedentes en la
historia reciente de la democracia. Sostenida por todos como una organización
compacta, autosuficiente e influyente, se beneficia además de su posición
institucional de interlocutor social privilegiado tanto en el nivel
interfederal como en su capacidad de generar reglas para las organizaciones sectoriales
de la misma, lo que lleva a los sindicatos más representativos a tener que
contar necesariamente con ella.
En estos días, sin embargo, la
CEOE-CEPYME ha conseguido un amplio espacio mediático. Primero, mediante su
toma de posición contra el derecho de huelga, en medio de una campaña sindical
de denuncia de la criminalización de los piquetes, apostando por elementos tan restrictivos del ejercicio de este derecho que resultan claramente
contrarios a la interpretación constitucional que hasta el momento se ha venido
haciendo sobre el contenido, los sujetos y el procedimiento del derecho de
huelga. Pero la CEOE también en ese documento de largo título - que quiere mejorar el clima de negocios y el entorno empresarial - en el que expresa una serie de
reivindicaciones de futuro que entiende se deberían satisfacer en un tiempo
próximo, es decir a partir del año 2015. Los objetivos presentados en el
documento son bastante claros, y han sido de esta manera oportunamente
resaltados ante la opinión pública. Se basan en una situación de emergencia
económica que requiere mayores medidas de intervención para recuperar la tasa
de ganancia y el crecimiento con riqueza.
Un aspecto de este programa carga
sobre el lado impositivo, otro, el más relevante, sobre las relaciones
laborales. En este campo, se promueve la descausalización plena de la extinción
del contrato indefinido en el primer año del mismo, la inaplicación
generalizada de los convenios colectivos en un plazo de dos años, la gestión
plena de prestaciones de seguridad social por las Mutuas de accidentes de
trabajo y enfermedades profesionales. El documento ha sido contestado por el
secretario de acción sindical de CC.OO. Ramón
Górriz definiéndolo como un acto de “deslealtad institucional” que
dificulta el proceso de negociación que
se quería iniciar ahora. Además de esa calificación, lo que parece claro es que
la CEOE se mueve de forma neta en un espacio contrario al que reconoce el marco
constitucional. Con el pretexto de una situación de excepcionalidad social y
económica, entiende inaplicable el art. 37.1 de la Constitución que garantiza
la fuerza vinculante de los convenios colectivos, considera incompatible la
libertad de empresa en el marco de la economía de mercado con el derecho al
trabajo del art. 35 CE, rechaza la existencia de un sistema de seguridad social
público que administra y gestiona las prestaciones sociales del art. 41 CE. Es
decir, que la CEOE, cuya existencia institucional está avalada por su presencia
en el art. 7 de la Constitución española, se coloca fuera de ella, manteniendo
otro modelo social opuesto al que se deriva del reconocimiento del Estado
Social en el art.1 CE y haciendo explícito por consiguiente su alejamiento del
consenso constituyente de 1978. Lo que no es una novedad en estos días,
ciertamente.
Ahora bien, esta presentación
pública de un programa de acción de la CEOE esconde otras intenciones. Por una
parte, se mueve en un discurso duro, porque sabe que estas posiciones principistas son bien recibidas por sus
bases, educadas desde la presidencia de Díaz
Ferrán y la presencia de Arturo
Fernández a estas arengas neoliberales reconfortantes. Otra cosa es el
efecto pedagógico que tiene sobre el empresariado este peculiar alimento
espiritual. Se muestra frente
a los señores de la productividad
como la fiel infantería que avanza arrollando a su paso los obstáculos a la
consideración del espacio laboral como espacio con controles y con garantías
colectivas e individuales, indicando que cumple con eficiencia su función de
incorporación del pequeño y mediano empresariado a las directrices estratégicas
marcadas por la gran empresa. En lo que se refiere a los sindicatos, presenta
un programa máximo que sabe que no puede
cumplirse ni negociarse tal como se presenta. Pero que permite un suelo de
partida a partir del cual parecerán concesiones a los sindicatos todos los
compromisos posteriores. Compromisos que van dirigidos a un solo objetivo.
Hacer que el interlocutor sindical asuma por acuerdo la mayoría de las reformas
legales en materia de negociación colectiva, en especial en lo relativo a la
inaplicación del convenio, la primacía de la negociación de empresa, la
modificación unilateral de las condiciones de trabajo y la ultra-actividad de
los convenios. De esta manera, el acuerdo, aunque lleve consigo alguna mejora
parcial sobre lo establecido en la norma, podrá ser alegado como indicio
indudable de la irreversibilidad de las reformas legislativas del 2012. Lo que
tiene especial interés en un tiempo electoral próximo en el que el compromiso
bipartidista no está seguro y las políticas europeas de austeridad están siendo
fuertemente confrontadas desde varios puntos de vista.
Frente a esta posición, no hay un
movimiento simétrico por parte de los sindicatos. A nivel europeo, se sostienen
algunas reivindicaciones de corte clásico, como la que obliga a un plan de
choque de inversiones en bienes y servicios colectivos y generales, y en el
caso español, CCOO ha lanzado con un fuerte impulso un proyecto de reforma
impositiva que se está publicitando en el interior y exterior del sindicato.
Pero los sindicatos, más allá de lo que plasmaron en la Iniciativa Legislativa
Popular del año 2010, no han hecho público un programa de máximos, de objetivos
hacia los que caminar y las coordenadas que sustituyan las que ahora fija el
marco legislativo plasmado en la Ley 3/2012. El esfuerzo sindical se concentra,
por impostergable, en eliminar las consecuencias más negativas de la reforma
laboral sobre la negociación colectiva, el derecho al trabajo y los derechos
laborales individuales y colectivos. Con la CEOE-CEPYME se busca fundamentalmente
un acuerdo que reglamente ordenadamente el problema de las transiciones de
regímenes laborales sobre la base del reconocimiento convencional de la
prórroga de los contenidos del convenio vencido hasta la conclusión de un nuevo
acuerdo y que pautas de política salarial. Pero no se ha debatido ni analizado
el horizonte de sentido al que se debe referir la construcción jurídica y
normativa sobre el trabajo asalariado en sus vertientes colectiva e individual.
Se trata de una verdadera y propia asignatura
pendiente del movimiento sindical. Aunque no sólo de él.
Es útil continuar la información en
ResponderEliminarhttp://www.infolibre.es/noticias/economia/2014/06/13/el_tribunal_constitucional_punto_conceder_aval_definitivo_reforma_laboral_18275_1011.html
Perdón, el enlace correcto en esta entrada es al de el blog de López Bulla, que se debe leer conjuntamente con esta entrada:
ResponderEliminarhttp://lopezbulla.blogspot.com.es/2014/06/ceoe-por-ahi-no-que-no-esta-el-horno.html