lunes, 11 de mayo de 2015

¿DE VERDAD HEMOS DEJADO ATRÁS LA CRISIS?


La versión oficial del gobierno del Partido Popular sobre la situación económica, en la que ha basado una gran parte de la legitimidad de su actuación, es la de que la crisis ha pasado y entramos, lentamente, en una etapa de recuperación, como lo atestigua el hecho de que España crece al doble de la media de la Unión Europea. Todos deberíamos estar contentos como los retratados en la foto (que expresan su alegría por encontrarse, no porque la crisis haya terminado, ciertamente).

La economía nacional habría entrado en un ciclo de crecimiento para los próximos ejercicios, pues el PIB subirá más de un 3% en 2015 y el país contabilizará 600.000 nuevos empleos. Entramos en un “largo período de bienestar” pronosticado por el propio presidente del Gobierno. Son vaticinios avalados en esta parte positiva por el propio Fondo Monetario Internacional, que, junto con el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, dan pleno apoyo a la situación española como alumno aventajado de las políticas de austeridad. Para no faltar a su cita, también la OCDE insiste en ese elogio, aunque lo acompaña de la necesidad de nuevas y más incisivas reformas...sobre el despido. En el plano de las consignas, se impulsa la de que se abre una época de “reactivación empresarial” después de la crisis.

Sin embargo, la situación macroeconómica ponderada olvida algunos aspectos importantes, consecuencia de lo que Varoufakis denomina “el abrazo mortal de los bancos quebrados y los Estados insolventes”. Como el de que  el montante de deuda de las administraciones públicas acaba de superar el billón de euros a finales de 2014, según el protocolo de déficit excesivo, lo que supone un incremento de 300.000 millones de Euros, y  si atendemos a las Cuentas Financieras de Banco de España, a cierre del tercer trimestre de 2014, dicha cifra supera en realidad los 1,4 billones de euros, lo que supondría un aumento de casi 600.000 millones de euros,  que implica un incremento de la deuda pública como nunca se había producido en la historia española reciente. Una parte de la deuda privada se está compensando mediante el endeudamiento público. Claro que este hecho no se valora porque  está en la naturaleza de las cosas que las políticas de austeridad quieren promover y respetar.

La proclamada bonanza económica no es percibida por la mayoría de la población, porque el elemento más terriblemente preocupante sigue siendo la existencia de un desempleo masivo. La EPA declara que  5.444.000 personas están en paro, que ha repuntado en el primer trimestre del 2015. Es casi un cuarto de la población activa española, una cantidad inmanejable. Eso implica una tasa de paro en el primer trimestre del 2015  del 23,8% de la población activa (frente a la media del 11,2% en la zona euro), que se ha mantenido en esos términos constantes durante todo el 2014, habiendo llegado al 26,9% en el primer trimestre del 2013 – y manteniéndose en torno al 26% durante todo ese año – y plantea  por tanto una situación de  grave crisis de empleo muy problemática. El paro juvenil supera el 51%.  Los estímulos al empleo no provocan la reactivación empresarial que se publicita, y el modesto crecimiento del empleo en el 2014 – que se presenta como un triunfo – no se corresponde con la realidad.

En efecto, en el 2014 se ha creado empleo con tasas de crecimiento muy bajas. A la vez ha disminuido la población inscrita como demandante de empleo, en cuyo decrecimiento tiene una parte importante no sólo el desánimo de los parados de larga duración sin prestaciones, o lo que Ricardo Morón denomina la “transmigración” de los trabajadores a la condición de autoempleados – “emprendedores” en la terminología de la ley – en una cantidad modesta, de 123.000 personas, sino la inmigración de trabajo joven y cualificado que se calcula en ese mismo año en una cifra que oscila entre 400.000 y 700.000 personas. Esta pérdida de personas inscritas como desempleadas explica una parte de la disminución de los dos puntos de la tasa de desempleo. Por lo demás, en gran medida el empleo creado es temporal y de bajos salarios. A pesar de la creación de cerca de medio millón de empleos durante el último año, en 2014 la renta de los hogares apenas ha crecido un 2%; mientras que la recaudación de la Seguridad Social, con cerca de 400.000 afiliados más se ha incrementado en el mismo periodo tan solo en un 1%.

Algunos datos amplían estas apreciaciones. La mayoría de los nuevos contratos son temporales, y se ha producido un importante efecto de sustitución de empleo estable por temporal. Además, la duración de los contratos temporales es cada vez menor (mientras que en 2008 era de 78 días de media, en la actualidad es de 54 días). En el 2014 se han registrado 40.000 contratos de un día de duración. Promovidos por la normativa que prolonga la reforma laboral en el 2013, la proporción de trabajadores a tiempo parcial sobre el total ha aumentado en casi 3 puntos porcentuales en sólo 3 años. En este tiempo han desaparecido 645.400 ocupados a tiempo completo y han aparecido 335.200 ocupados a tiempo parcial. Es importante destacar que el 62% de todos ellos desearía trabajar a tiempo completo. La remuneración de los nuevos empleos es notablemente reducida: la mitad de los nuevos contratos producidos entre 2007 y 2013 tienen un salario por debajo de los 978 euros. La brecha salarial general se profundiza, en el 2014 suben los sueldos de los directivos un 12 % - 17% el de los Consejeros – mientas que el salario de los empleados baja un 0,64%. La diferencia salarial hombre / mujer se agranda. Desde el inicio de la crisis ha subido tres puntos, ahora las mujeres ganan por término medio un 19,3 % menos que los hombres.

El “milagro español” consiste por tanto en un desempleo masivo permanente que se acompaña de una modesta creación de empleo a un ritmo muy lento, de baja calidad y de inicuas condiciones laborales. Se trata de contratos temporales, a tiempo parcial, con salarios reducidos, con alta inseguridad laboral, con niveles de explotación destacables, y en actividades de bajo valor añadido, que explican que el porcentaje de trabajadores pobres no deje de aumentar y haya alcanzado la cota del 12,3% (más de dos millones de personas),  creando una bolsa de exclusión social que tiende a convertirse en permanentemente “inempleable”. Y todo ello sin olvidar que los que no tienen empleo también empeoran: el porcentaje de parados que reciben prestaciones por desempleo ha caído al 55,72%, un 7,7% menos que el año anterior. El Estado gasta ahora un 17,8% menos que hace un año en estas actuaciones.


¿Se puede hablar entonces de que hemos salido de la crisis? ¿Realmente alguien puede mantener que hemos dejado atrás la crisis sin tener en cuenta el paisaje desolado en el que nos encontramos gracias a las políticas de austeridad impulsadas y mantenidas por el Partido Popular?

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