La versión oficial del gobierno del Partido Popular sobre la situación
económica, en la que ha basado una gran parte de la legitimidad de su
actuación, es la de que la crisis ha pasado y entramos, lentamente, en una
etapa de recuperación, como lo atestigua el hecho de que España crece al doble
de la media de la Unión Europea. Todos deberíamos estar contentos como los retratados en la foto (que expresan su alegría por encontrarse, no porque la crisis haya terminado, ciertamente).
La economía nacional habría entrado en un
ciclo de crecimiento para los próximos ejercicios, pues el PIB subirá más de un
3% en 2015 y el país contabilizará 600.000 nuevos empleos. Entramos en un “largo período de
bienestar” pronosticado por el propio presidente del Gobierno. Son vaticinios avalados en esta parte positiva por el propio Fondo Monetario Internacional,
que, junto con el Banco Central Europeo y la Comisión Europea, dan pleno apoyo
a la situación española como alumno aventajado de las políticas de austeridad. Para no faltar a su cita, también la OCDE insiste en ese elogio, aunque lo acompaña de la necesidad de nuevas y más incisivas reformas...sobre el despido. En el plano de las consignas, se impulsa la de que se abre una época de
“reactivación empresarial” después de la crisis.
Sin embargo, la situación macroeconómica ponderada olvida algunos aspectos
importantes, consecuencia de lo que Varoufakis denomina “el abrazo mortal de
los bancos quebrados y los Estados insolventes”. Como el de que el montante de deuda de las administraciones
públicas acaba de superar el billón de euros a finales de 2014, según el
protocolo de déficit excesivo, lo que supone un incremento de 300.000 millones
de Euros, y si atendemos a las Cuentas
Financieras de Banco de España, a cierre del tercer trimestre de 2014, dicha cifra
supera en realidad los 1,4 billones de euros, lo que supondría un aumento de
casi 600.000 millones de euros, que
implica un incremento de la deuda pública como nunca se había producido en la
historia española reciente. Una parte de la deuda privada se está compensando
mediante el endeudamiento público. Claro que este hecho no se valora
porque está en la naturaleza de las
cosas que las políticas de austeridad quieren promover y respetar.
La proclamada bonanza económica no es percibida por la mayoría de la
población, porque el elemento más terriblemente preocupante sigue siendo la
existencia de un desempleo masivo. La EPA declara que 5.444.000 personas están en paro, que ha
repuntado en el primer trimestre del 2015. Es casi un cuarto de la población activa
española, una cantidad inmanejable. Eso implica una tasa de paro en el primer
trimestre del 2015 del 23,8% de la
población activa (frente a la media del 11,2% en la zona euro), que se ha
mantenido en esos términos constantes durante todo el 2014, habiendo llegado al
26,9% en el primer trimestre del 2013 – y manteniéndose en torno al 26% durante
todo ese año – y plantea por tanto una
situación de grave crisis de empleo muy
problemática. El paro juvenil supera el 51%.
Los estímulos al empleo no provocan la reactivación empresarial que se publicita,
y el modesto crecimiento del empleo en el 2014 – que se presenta como un
triunfo – no se corresponde con la realidad.
En efecto, en el 2014 se ha creado empleo con tasas de crecimiento muy
bajas. A la vez ha disminuido la población inscrita como demandante de empleo,
en cuyo decrecimiento tiene una parte importante no sólo el desánimo de los
parados de larga duración sin prestaciones, o lo que Ricardo Morón denomina la “transmigración” de los
trabajadores a la condición de autoempleados – “emprendedores” en la
terminología de la ley – en una cantidad modesta, de 123.000 personas, sino la
inmigración de trabajo joven y cualificado que se calcula en ese mismo año en
una cifra que oscila entre 400.000 y 700.000 personas. Esta pérdida de personas
inscritas como desempleadas explica una parte de la disminución de los dos
puntos de la tasa de desempleo. Por lo demás, en gran medida el empleo creado
es temporal y de bajos salarios. A pesar de la creación de cerca de medio
millón de empleos durante el último año, en 2014 la renta de los hogares apenas
ha crecido un 2%; mientras que la recaudación de la Seguridad Social, con cerca
de 400.000 afiliados más se ha incrementado en el mismo periodo tan solo en un
1%.
Algunos datos amplían estas apreciaciones. La mayoría de los nuevos
contratos son temporales, y se ha producido un importante efecto de sustitución
de empleo estable por temporal. Además, la duración de los contratos temporales
es cada vez menor (mientras que en 2008 era de 78 días de media, en la
actualidad es de 54 días). En el 2014 se han registrado 40.000 contratos de un
día de duración. Promovidos por la normativa que prolonga la reforma laboral en
el 2013, la proporción de trabajadores a tiempo parcial sobre el total ha
aumentado en casi 3 puntos porcentuales en sólo 3 años. En este tiempo han
desaparecido 645.400 ocupados a tiempo completo y han aparecido 335.200
ocupados a tiempo parcial. Es importante destacar que el 62% de todos ellos
desearía trabajar a tiempo completo. La remuneración de los nuevos empleos es
notablemente reducida: la mitad de los nuevos contratos producidos entre 2007 y
2013 tienen un salario por debajo de los 978 euros. La brecha salarial general
se profundiza, en el 2014 suben los sueldos de los directivos un 12 % - 17% el
de los Consejeros – mientas que el salario de los empleados baja un 0,64%. La
diferencia salarial hombre / mujer se agranda. Desde el inicio de la crisis ha
subido tres puntos, ahora las mujeres ganan por término medio un 19,3 % menos
que los hombres.
El “milagro español” consiste por tanto en un desempleo masivo permanente
que se acompaña de una modesta creación de empleo a un ritmo muy lento, de baja
calidad y de inicuas condiciones laborales. Se trata de contratos temporales, a
tiempo parcial, con salarios reducidos, con alta inseguridad laboral, con
niveles de explotación destacables, y en actividades de bajo valor añadido, que
explican que el porcentaje de trabajadores pobres no deje de aumentar y haya
alcanzado la cota del 12,3% (más de dos millones de personas), creando una bolsa de exclusión social que
tiende a convertirse en permanentemente “inempleable”. Y todo ello sin olvidar
que los que no tienen empleo también empeoran: el porcentaje de parados que
reciben prestaciones por desempleo ha caído al 55,72%, un 7,7% menos que el año
anterior. El Estado gasta ahora un 17,8% menos que hace un año en estas
actuaciones.
¿Se puede hablar entonces de que hemos salido de la crisis? ¿Realmente alguien
puede mantener que hemos dejado atrás la crisis sin tener en cuenta el paisaje
desolado en el que nos encontramos gracias a las políticas de austeridad
impulsadas y mantenidas por el Partido Popular?
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