INCITACIÓN
A LA LECTURA DE CLÁSICOS: LORENZ VON STEIN
El ritmo de la vida en verano, o más en
concreto del periodo vacacional, por las menos urgencias cotidianas a las que
atender es más propenso a la lectura reposada de obras de autores que no se
perciben sometidas a la exigencia de respuestas pedidas por problemáticas de la
actualidad, pero, transcendiéndolas, no dejan de decirnos algo sobre ellas.
Parece que es un buen tiempo para dirigirse a “los clásicos”.
Claro, lo primero que
habría que dilucidar es que es lo que puede entenderse por clásico más allá de
esa inicial aproximación que acaba de exponerse. Si la obra en cuestión no nos
dice nada sobre la problemática actual, precisamente porque la transciende,
¿deja de ser clásica? No tiene porqué ser así. Italo Calvino en su Perché
leggere i classici, se planteó en el primero de los ensayos que componen
esta obra a qué deberíamos llamar clásico y, tras ofrecer catorce propuestas de
definiciones, algunas tan interesantes como que entre las personas que se
supone de vastas lecturas cuando hablan de clásicos no suelen decir que están
leyendo uno, sino releyéndolo (lo que no deja de ser una pequeña hipocresía),
o aquella otra en la que dice que “un clásico es un libro que no ha jamás
acabado de decir aquello que tiene que decir”, termina recordando, con Cioran,
que cuando estaban preparando la cicuta Sócrates trataba de aprender una
pieza para flauta, a lo que le preguntaron para que le serviría ya. Su
respuesta fue “para saber esta pieza antes de morir”.
La obra científica de
Lorenz von Stein publicada entre 1842 y 1856 fue decisiva en el avance de las
ciencias sociales, por lo que puede ser considerada “clásica”. En 1957 el
Instituto de Estudios Políticos publicó, con prólogo de Diez del Corral y
traducción de Tierno Galván, Movimientos Sociales y Monarquía, en donde
se vierte al castellano la parte central de lo publicado por von Stein hacia
1851. La lectura o relectura de esta obra es altamente recomendable, mucho
mejor si es acompañada del estudio que con el título “La teoría de la sociedad
en Lorenz von Stein” publicó M. García Pelayo en 1949, en el nº 47 de la Revista
de Estudios Políticos.
Como García Pelayo
resalta, la obra de von Stein que aquí se comenta tiene la intencionalidad
práctica de ser respuesta a los procesos revolucionarios que tuvieron lugar en
Europa en 1848, pero va allá al ofrecer un nuevo método de aproximación a los
procesos sociales, con muchas similitudes al de Marx, pero mientras este ofrece
una solución revolucionaria aquel da la conservadora. En cualquier caso a
partir de ese momento queda claro que las revoluciones no son ya meramente
políticas, sino que empieza la época de la revolución social.
Von Stein descubre una
tensión dialéctica entre Estado y Sociedad, y esa oposición es el contenido de
la vida de la comunidad. En la sociedad no reina la libertad, sino la sujeción
y ello porque para su desenvolvimiento personal todo individuo depende de la
adquisición de bienes y, aquí, establece el axioma de que “los bienes están en
la propiedad” (p. 22) y los bienes, que es lo que sirve para la satisfacción de
las necesidades humanas, se alcanzan por el trabajo, pero mientras todo
individuo tiene fuerza de trabajo, la materia es limitada y se haya en la
propiedad, de donde se infiere “que todos aquellos que no poseen más que su
fuerza de trabajo están en dependencia de los que poseen una propiedad” (p.
23). Ese es el movimiento de la comunidad humana y sus leyes que dan lugar a
las clases sociales divididas entre los que poseen y los que no poseen y la
dependencia de estos últimos de los primeros, lo que lleva a una situación de
conflicto. “Mientras el producto siga siendo un bien y lo elaborado una
propiedad, aquel conflicto formará por si solo los dos grandes polos de la
comunidad humana y en el acercamiento y repulsión de ambos consistirá la vida
de esa comunidad” (p. 23). El ámbito de la sociedad es el ámbito de la
dependencia y la sujeción de unos por otros.
El principio del Estado
es, por el contrario, “la elevación de todos los individuos a la plena
libertad, al pleno desenvolvimiento personal”, lo que está en contradicción con
el principio de sociedad que es el la realización del individuo mediante la
dependencia de otro (p.56). El puro concepto de Estado, que se compone de
constitución y administración, es el reino de la libertad y la igualdad, y para
eliminar la dependencia de la clase inferior “formulará primeramente en la
constitución, como supremo principio jurídico, la igualdad de derecho público;
en la administración convertirá en objeto principal de su actividad la
abolición de la clase inferior” (p.62), lo que indudablemente va en contra “de
la situación social de la clase dominante”. El conflicto con esa clase es en lo
que se resume el conflicto entre Estado y sociedad. Von Stein bien sabe que ese
tipo de Estado es abstracto, que el estado real es otra cosa porque en el
movimiento social la clase dirigente se apodera del Estado y entonces, haciendo
uso del derecho excluye a la clase inferior de la adquisición de los bienes. La
sujeción ya no es solo social, sino jurídica y se establecen los privilegios,
estamentos y castas por el poder supremo que gobierna la clase dominante
(p.97).
Pero esa contradicción
debe resolverse en lo que propone como movimiento a la libertad, que es
entendida como “la autodeterminación de la persona tanto en el mundo espiritual
como el material. Supone por tanto para la persona individual el dominio sobre
la esfera del bien espiritual, así como del bien material” (p. 118). La
educación de todo el pueblo es requisito para avanzar en ese camino hacia la
libertad porque con ella se alcanzan los bienes espirituales que hacen después
posible la adquisición de los materiales. “El principio de la capacidad igual
de formación es el de la igualdad entre los hombres” (p. 121), pero esto entra
en conflicto con el orden de la sociedad y aquí el trabajo despliega toda su
potencia porque, al ser el medio de alcanzar bienes, como ya se dijo, “es
natural que el trabajo sea mejor y más valioso cuanto mayores sean al
conocimiento y la capacidad…cuanto más alta es la formación de un pueblo o de
una parte del mismo, más resueltamente alcanza éste en parte, y en parte,
exige, la adquisición de bienes materiales” (p. 123).
Destaca que en el mundo
industrializado un movimiento social discurre basado en leyes de adquisición
del capital que es producido merced “al excedente de los salarios una vez
cubiertas las necesidades del obrero […que ] se junta al capital como
ganancia […] por eso cuanto mayor es el salario menor es la ganancia del
capital y por tanto, su crecimiento, y cuanto más reducido es el salario mayor
es la ganancia” ( p. 152). He aquí una clara expresión de la ley de bronce de
los salarios, y añade que “es completamente insensato querer hacer de esto un
reproche al capital adquisitivo; su naturaleza es precisamente obrar así y no
de otra manera” (p. 153). Pero esto refuerza la dependencia social y abre un
camino muy distinto en la historia de Europa donde “la reforma y la revolución
política tocan a su fin. Reforma y revolución social las han suplantado y
superan todos los movimientos de los pueblos con su terrible poder y sus graves
dudas” (p. 159). La propuesta que hace no es la de la revolución social, sino
la reforma social que trata de resolver la cuestión social mediante el
desarrollo de cada personalidad individual, no se trata de eliminar las clases
sociales, sino que “hasta las últimas fuerzas obreras posean la capacidad de
llegar a la propiedad de capital” (p. 193). La reforma social consistirá en “la
actividad, las proposiciones, ensayos, leyes e instituciones que quieren hacer
esto posible al trabajo” (p. 194), y a ello contribuirá también el interés de
la clases propietaria. Como destaca García Pelayo, la idea de reforma social de
von Stein implica que la pobreza sea afrontada por la asistencia, pero al
proletariado hay que darle la posibilidad de adquisición, y así su teoría
dialéctica, que parte de la incapacidad política del proletariado “viene a
desembocar en una especie de liberalismo” en el que está ausente el
desarrollo dialectico. La forma política es la monarquía social, porque es la
que representa la más genuina idea del Estado, pero con esa exaltación de la
monarquía “von Stein, nos dice de nuevo García Pelayo, introduce un elemento
irracional y hasta místico en el seno de su muy racional sistema”, un sistema
elaborado con intención conservadora, pero que su contenido y estructura no
tiene nada de tal (p. 87), de lo que es muestra su claridad al indicar que el
nacimiento del proletariado tiene lugar en el momento en que la clase dominada
empezó “poco a poco a considerarse como un todo autónomo, con un contenido
propio, y a formar una clase consciente de sí misma” (p. 248) y de ahí que la
historia del comunismo comience “como historia de la conciencia social en el
proletariado” ( p. 250).
Es imposible no darse
cuenta que las ideas de la reforma social de von Stein están muy presentas en
la política social que unos treinta años después puso en marcha Bismarck y que
después han tenido una gran influencia en toda Europa.
No estaría mal seguir
la incitación que aquí se hace con la lectura de otras obras que también tratan
los sucesos de 1848 como son La Lucha de clases en Francia de 1848 a 1850,
El dieciocho brumario de Luís Bonaparte, ambas de Carlos Marx y Recuerdos
de la Revolución de 1848 de Alexis de Tocqueville, de la que hay una
edición de la editorial Trotta con magnifico prólogo de Ramón Ramos.
Querido Joaquin, tu incitación ha dado sus frutos, la aceptaré en tiempos en que me encuentro saliendo a la calle, el último reducto de lucha, para pelear por la educación Universitaria Publica Y Gratuita, conmovida por las recientes tomas de diferentes Facultades, como la de Arquitectura, una de las más conservadoras y menos participativas, que hoy felizmente interviene activamente de esta gran protesta.Creo necesario renovar los votos leyendo a los clásicos. Te envío un fuerte y combativo abrazo
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