miércoles, 23 de enero de 2019

EN RECUERDO DE MIGUEL GONZÁLEZ ZAMORA, UN HOMBRE BUENO



Ayer, 22 de enero, en un salón abarrotado de personas, se celebró un acto de homenaje y recuerdo a la memoria de Miguel González Zamora, fallecido el 30 de noviembre del 2018. En él una serie de personas amigas y cercanas a MGZ dirigieron unas palabras glosando aspectos de su vida y de su acción política y sindical. En la mesa se hallaban además de Rosa, su mujer, Héctor Maravall, que ejerció de moderador, Paquita Sauquillo, Juan Moreno, Enrique Lillo, Antonio Gutiérrez e Ignacio Fernandez Toxo.

La foto con MGZ, Joaquin Aparicio, Enrique Lillo y Amaia Otaegui está tomada en la manifestación de la Marcha Negra de los mineros sobre Madrid, julio 2012

La biografía de MGZ coincide con la lucha antifranquista y la consolidación de un sistema democrático en España. Se trata de una trayectoria de vida que hoy en día aparece difuminada para una buena parte de la población, precisamente las generaciones más jóvenes que alientan su rebelión contra una situación de injusticia y desigualdad,  prendidas de un relato según el cual el final del franquismo y la transición fue un largo proceso de desfallecimiento de los ideales de progreso, que habría de desembocar necesariamente en el denominado “régimen del 78”. Lejos de cualquier enaltecimiento de un tiempo heroico como el que realmente fue aquella lucha antifranquista – Rosa, su mujer, recordó en la intervención de cierre que Miguel nunca miraba hacia atrás, ni añoraba ni presumía de aquel tiempo – MGZ transcurrió su existencia en un compromiso militante con la clase obrera que acompañaba de afectos y emociones con amigos y compañeros. Era ante todo – lo subrayó Enrique Lillo – un hombre que se caracterizaba por su tolerancia y por la defensa neta del pluralismo ideológico dentro de la izquierda política y social, una persona excelente, amable y a la vez tozudo en la defensa de sus convicciones que siempre intentaba llevar a cabo a través del diálogo y la persuasión. Para todos y todas que le conocimos, un hombre bueno.

Con ocasión de su fallecimiento, Juan Moreno glosó su figura en un artículo aparecido en Nueva Tribuna que es una referencia imprescindible para conocerla (Miguel gonzalez Zamora, abogado militante CCOO) En su historia personal, MGZ atravesó varias fases. Natural de un pueblo de Cáceres que realizó sus estudios primarios en el seminario de Plasencia, se trasladó a Madrid a estudiar derecho en la década de los sesenta del siglo pasado. Estuvo en el mayo francés comprobando que debajo de los adoquines de las calles no estaba la arena de la playa. Militante de la ORT – organización maoísta –  a donde llegó tras la estancia en el Colegio Mayor de Nuestra Señora del Buen Consejo, regido por los jesuitas, entró de abogado en el despacho de Lista que dirigían Paquita Sauquillo y Jacobo Echevarría, y, como recordó ésta en su intervención, con Juan Canet se trasladó a Extremadura a crear un despacho en Don Benito. Estuvo en la cárcel y abandonó la ORT para ingresar en el PCE.

En la creación de CCOO como sindicato, MGZ tuvo un papel relevante como abogado de la recién nacida confederación y fue el responsable del Gabinete Técnico Confederal de CCOO. A este organismo pudo traer a Enrique Lillo, que le acompañó en él hasta que en 1984 las desavenencias con la dirección del sindicato respecto de la presencia en la negociación del AES le hicieron abandonar CCOO, y tras un corto paso por la UGT, formar parte de la fontanería de La Moncloa. Un lugar que no estaba hecho para él, que se había batido por la democratización del país y no por la modernización del mismo sobre la base de un proyecto socioliberal, por lo que, ya cuando se forjaba la unidad de acción entre UGT y CCOO, volverá a CCOO, donde se situó en el ámbito de las relaciones internacionales, que era un campo en el que había ya mostrado su experiencia y habilidad en las sesiones de la OIT a las que acudía en la delegación de CCOO. Con Juan Moreno, MGZ tuvo un papel extremadamente relevante en la consecución del objetivo decisivo para CCOO de lograr su ingreso en la CES, un ingreso obstaculizado demasiado tiempo sobe la base de un comportamiento sectario e interesado de los sindicatos de obediencia socialdemócrata espoleados por la UGT. Ayer los testimonios de Georges Dassis – que le consideraba su amigo personal – y Jean Lapeyre dieron cuenta de la trascendencia de su actividad en este terreno. Un constructor de la nunca estudiada diplomacia sindical que ha conseguido asimismo el fortalecimiento de la presencia – y del prestigio – de CCOO no sólo en Europa, sino también en América Latina, un ámbito donde también MGZ tuvo una intensa actividad .

En su última etapa, presidió la Comisión de Garantías Confederal, el órgano que da efectividad a la democracia interna sindical y en el que una vez más dio pruebas de su firmeza en el respeto del pluralismo ideológico endosindical, y fue asesor de la Secretaría General de CCOO de Ignacio F. Toxo. Ya jubilado, acompañaba siempre las movilizaciones sindicales, crítico y a la vez no sectario, analítico y sensato, amable y siempre con la sonrisa en los labios cuando se encontraba entre amigas y amigos de tanto tiempo.

Muchos y muchas de éstas se dieron cita ayer en el Salón de Actos de Abogados de Atocha. Otros excusaron su asistencia o mandaron un mensaje por estar impedidos de actuar por encontrarse fuera de España en otros cometidos. La sola mención de algunos de ellos da cuenta de la amplitud de la memoria de Miguel. Magistrados como Fernando Valdés, Carlos Uribe, Antonio Heras, Juanjo del Águila, abogados como Juan Puig de la Bellacasa, Jose María Mohedano, Charo Martin Narrillos, Julio Santos, Antonio García, Federico de la Torre, profesores universitarios  como Maruja (Candelas) Sánchez, Alejandro Ruiz-Huerta, dirigentes sindicales de aquel tiempo como Agustín Moreno, Teresa Nevado, Máximo Abad, Salva Bangueses, Laureano Cuerdo, o actuales como Joan Coscubiela, Lola Santillana, Fernando Lezcano, Ramón Górriz, Juan Blanco, Antonio Ruda, entre tantos otros amigos y amigas como Amaia Otaegui, Lola Cid, Pepe Campos, Paco Soriano, Francisco Naranjo. Gente mayor, pero todos ellos y ellas con una historia personal que se entrecruza en un tiempo y un lugar en el que un amplio colectivo de personas – aunque no tantos como pensábamos entonces – se comprometieron en diferentes niveles por conseguir y desarrollar un sistema democrático de relaciones laborales en un régimen de libertades públicas. En el acto todos los intervinientes fueron marcando anécdotas personales que les ligaban a la memoria de Miguel. Gente mayor para los que el recuerdo de MGZ permitía evocar su trayectoria personal como fragmentos de su propia memoria.

Yo tuve también el placer de conocer a MGZ en un período muy intenso de mi propia vida. Mi relación más intensa la mantuve en el quinquenio 1979-1984, cuando Miguel era responsable del Gabinete Confederal, y yo acudía con frecuencia a la cuarta planta de Fernandez de la Hoz como un “forajido de leyenda” que era el apodo que Rosa me había dado y del que estaba tan orgulloso. En esa época, mi recuerdo de MGZ se entrelaza con las reuniones de Gaceta Sindical, y a la presencia de Manolo Morales, el inolvidable director de la revista, y de mi amigo y compañero Enrique Lillo, innumerables encuentros y discusiones, muchas risas y grandes esperanzas que se prolongaban indefinidamente. Los artículos de MGZ en Gaceta Sindical eran entonces – y aun hoy cuando se releen – unas piezas de convicción y de información decisivas para los trabajadores y, como señaló Ignacio F. Toxo en su intervención, servían para el debate vivo en las asambleas de las fábricas. Junto con Aurelio Desdentado publicábamos entonces en Gaceta Sindical cuyas puertas nos había abierto Miguel, que asimismo mantenía relaciones cordiales y de cariño con su compañero de Facultad y amigo común, Joaquín Aparicio, ambos también ligados por su condición de extremeños, aunque uno de la sierra de las Villuercas – Berzocana -  y otro de la Vera – Jaraiz. Para nosotros, jóvenes profesores universitarios, Miguel fue un anfitrión y un compañero, siempre modesto y abierto al debate y a la discusión, siempre optimista crítico con un convencimiento sustancial sobre la necesidad de combatir permanentemente por la justicia y la desigualdad que se cebaba sobre los trabajadores de este país. Pero a su vez un colega bien divertido y simpático, buen conversador y un gran constructor de afectos y de emociones positivas. Su devoción por Rosa y su hijo Miguel, le impedía en muchas ocasiones participar en unas noches tan largas como las que recorríamos en esos días lejanos, porque esa parte de su existencia era algo fundamental en su vida y la defendía con cuidado.

MGZ ya no está entre nosotros, ni lo encontraremos más en las manifestaciones que recorren las calles de Madrid ni podremos comentar las últimas películas estrenadas, o las circunvoluciones de la izquierda política en estos tiempos sombríos. Es inevitable experimentar la melancolía ante su ausencia, pero la evocación de su recuerdo cumple un doble objetivo. Rememorar la aparente sencillez de una trayectoria vital comprometida que construyó una actuación colectiva determinante en la derrota de la dictadura y su sistema autoritario, y recordar que entre todas las personas que conocimos desde entonces, Miguel González Zamora sobresale por su afabilidad y comprensión, por su bondad y su tolerancia. Haberlo conocido nos ha hecho también un poco mejores.



8 comentarios:

  1. Muy bien Me ha gustado mucho
    Un abrazo

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  2. Compartí tus apreciaciones y juicios. Gracias Juan.

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  3. Muchas gracias "Forajido de Leyenda", te agradezco mucho tus palabras de recuerdo de mi Miguel. Rosa

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  4. Un recuerdo merecido, cariñoso y grande como Miguel!!

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  5. Querido Antonio:

    ¡Maravillosa semblanza de Miguel!

    No sabía que había fallecido. Aunque hacía bastante tiempo que no le veía, guardo un gran recuerdo de él.

    Un abrazo fuerte
    Ignacio

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  6. No conocí mucho a Miguel, aunque físicamente lo recuerdo.
    "Nunca miraba hacia atrás, ni añoraba ni presumía de aquel tiempo". Cuánto me queda por aprender!
    Abrazos.
    Juan

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  7. Qué semblanza tan entrañable y tan bien escrita.
    Enhorabuena!
    JPR

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