El
profesorado universitario discute muy poco sobre sus derechos. La construcción
de la carrera profesional que ha ido marcando la legislación les ha conducido a
una fuerte competitividad individual sancionada por las acreditaciones que les
permiten la expectativa de una plaza – de contratado o de funcionario – y que
por tanto se conecta directamente con un discurso del mérito y de la capacidad
medida objetivamente sobre la base de un número importante de aportaciones en
diversos campos, fundamentalmente el de la investigación, que deberían asegurar
su éxito y promoción profesional.
Esta construcción de la
profesionalidad sobre el esfuerzo personal, en su caso incorporado a un trabajo
en equipo pero en competencia con otros grupos de investigación, en una
ininterrumpida escalada de pruebas y valoraciones – acreditaciones a ayudantes
doctor, contratados doctor, titulares, catedráticos, sexenios de investigación,
proyectos nacionales, regionales y europeos, contratos de colaboración en
régimen de competitividad, etc – hace que este personal haya perdido cualquier
referencia a su condición de trabajador o empleado público provisto de derechos
que garantizan un determinado tratamiento normativo delimitador de situaciones
de tutela, individual y colectiva. Un solo ejemplo podrá bastar para expresar
esta idea. La obtención de un sexenio de investigación no se valora en lo que
tiene de complemento salarial, sino en función del prestigio que incorpora al
reconocimiento del impacto y excelencia del trabajo del profesorado en tanto
investigador universitario. Por consiguiente, la cuestión salarial no es
relevante en este – como en tantos otros – aspecto sino el sexenio aparece como
un ascenso en la jerarquía de los saberes del profesorado, como una distinción
de la comunidad científica al esfuerzo personal.
Sin embargo, la postración y en
ocasiones el ensañamiento de las restricciones presupuestarias contra la
Universidad – en la UCLM la llegada del PP al gobierno regional supuso la
reducción de más del 60% del presupuesto de investigación y la no renovación de
los contratos de más de 200 profesores asociados – ha llevado a situaciones de
extrema precariedad en el profesorado, en un doble sentido. En primer lugar, mediante
la restricción de las figuras de contratación laborales a tiempo completo,
incluidos los ayudantes, que dificulta de manera importante las posibilidades
de acceso de nuevos contingentes a la universidad provenientes de becas o
contratos de investigación, que además se dotan en un número reducido. En
segundo término, mediante la utilización prioritaria de la figura del asociado
a tiempo parcial, un tipo de profesorado que empieza a representar el grueso de
los docentes en muchas universidades, contrariando los ratios entre profesores
permanentes y temporales y funcionarios y laborales que señalaba la legislación
universitaria y, lo que es aún peor, utilizando esta figura contractual a
tiempo parcial que requiere un empleo principal fuera de la universidad como mano
de obra precaria y permanente mediante el llamado “falso asociado” (en paralelo
al “falso autónomo”). La creación de una figura no prevista en la ley del
contratado doctor interino, como fórmula para evitar la consideración de este
contrato por tiempo indefinido y estable, como estaba previsto legalmente, es
otra muestra de esta precarización acentuada – y no contestada – en las
universidades públicas. Forma parte de esta degradación de las condiciones de
empleo del profesorado universitario la discriminación entre el personal
temporal e interino respecto del personal estable funcionario o contratado al
negar a éstos capacidad investigadora general y apartarlos por tanto de la
posibilidad de concursar a los sexenios de investigación, una cuestión que ha
suscitado alguna respuesta positiva mediante acuerdos sindicales en algunas
universidades.
El profesorado universitario
español tiene salarios más bajos que el resto de sus colegas europeos y una
mayor dedicación docente. Cada vez más su cometido profesional se encuentra
atravesado por labores fundamentalmente burocráticas que obligan a confeccionar
decenas de informes, transcripción de actas, asistencia a reuniones y formar
parte de tribunales de toda clase. El llamado período lectivo se ha ido
aumentando y no hay disponibilidad – salvo por arreglos intradepartamentales –
de poder dedicar algún tiempo a efectuar estancias de estudio o de
investigación salvo las reguladas por becas o ayudas específicas, escasas y en
régimen de competitividad una vez más. El tiempo de formación del profesorado se
tiene que obtener del tiempo de ocio del mismo, como también el reciclaje de
los profesores seniors. La
institución del “año sabático” se construye jerárquicamente y la ausencia del
profesor se carga sobre el conjunto de miembros del departamento que permanecen
en el centro de trabajo de donde se ausente justificadamente el sabático, que realmente es una figura
excepcional. Los propios mecanismos de formación se han degradado
significativamente tanto por la forma de computar éstos a través de la
actividad del investigador medida en presentación de comunicaciones, paneles o
asistencias a toda clase de congresos y seminarios, como por la inexistencia de
un protocolo en el que se precise el recorrido de las diversas fases que
componen la totalidad del proceso.
La Universidad pública está bajo
asedio. No solo porque el presupuesto del que le dotan es manifiestamente
insuficiente y ha sido especialmente castigado tras las políticas de austeridad
– con diferencias no obstante entre las Comunidades Autónomas, la de Castilla
La Mancha posiblemente ostente el dudoso privilegio de ser la más postergada de
todas – sino porque en las regiones en las que gobierna la derecha proliferan
las universidades privadas que el estado alimenta en condiciones de igualdad
con las universidades públicas, con la merma consiguiente de la calidad de la
enseñanza y su consideración como un servicio público. Las tasas universitarias
han aumentado de manera exponencial y en muchas regiones los estudios
universitarios – en las universidades públicas – requieren un núcleo familiar
estable que los sostenga desde una posición económica desahogada. Las becas de
estudio son insuficientes y la progresiva mercantilización de los masters
universitarios no favorece tampoco el acceso a la enseñanza superior como una
opción libre y voluntaria de los ciudadanos que la requieran.
Hay mucho de qué preocuparse,
pero el profesorado universitario discurre sobre estos asuntos como si no estuviera
concernido y se tratara de aspectos más bien anecdóticos narrados por una u
otra persona, es decir, no les asigna un carácter colectivo y problemático. Ese
es – entre otros – el motivo por el que la actuación sindical es percibida como
algo “extraño” al actuar universitario de su personal docente e investigador,
porque el sindicato desvela una estructuración plenamente insuficiente de los
recursos públicos y consiguientemente una larga serie de irregularidades y de
problemas de difícil solución de carácter esencialmente colectivo y que
trasciende el encuadramiento académico de gestión y administración de los
asuntos cotidianos, que para el profesorado se reparte entre la acción de los
organismos públicos universitarios en sus diferentes niveles (Rectorado, Junta de
Gobierno, Decanatos, Departamento) y su actuación individual. Rescatar esa
perspectiva colectiva resulta disfuncional al modelo y por eso en tantas
ocasiones se expresan no tanto las autoridades académicas cuanto el profesorado
más “profesionalizado” en el sentido de afirmar que la acción sindical es disfuncional
a la proyección académica individual de cada individuo.
En este contexto tan complicado, Joaquin Pérez Rey, como Director del Departamento
de Derecho del Trabajo y de la Seguridad Social de la UCLM y Francisco Trillo como profesor de ese mismo departamento en la
Facultad de Derecho y Ciencias Sociales de Ciudad Real, han organizado una
Jornada de Estudio que se celebró el 21 de febrero pasado en Ciudad Real, en
retransmisión en directo via streaming y
en videoconferencia con los campus de Albacete, Toledo, Talavera, Cuenca y
Almadén. El objetivo de la jornada era reflexionar sobre las condiciones en las
que actualmente trabajan los profesores de universidad en la UCLM. “Reflexionar
desde una perspectiva crítica porque estas condiciones no son las mejores, ni
por la situación de financiación de las universidades ni por la precariedad en
la que muchas veces se desarrolla la actividad científica y docente”, como
manifestó a la prensa Pérez Rey, quien añadió que “si la
universidad no trata bien a su propio personal, es evidente que el trabajo se
basa muchas veces en el esfuerzo no recompensado”.
La Jornada estaba organizada
directamente por el Departamento de Derecho del trabajo y Trabajo social de la
UCLM, con la colaboración no obstante del Aula de Estudios Laborales y de
Seguridad Social UCLM-CCOO y la participación del sindicato de enseñanza de
CCOO de Ciudad Real. En ella, tras la presentación de la misma, intervinieron
en primer lugar Carmen Perona, abogada
y responsable del gabinete jurídico de la Federación de Enseñanza de CCOO, que
expuso las líneas generales de la litigiosidad más abundante del profesorado
universitario, la que corresponde a la negación de la capacidad investigadora a
temporales e interinos y, posiblemente de mayor trascendencia, la relativa al
profesorado asociado a tiempo parcial y la utilización espúrea de tal figura
como mano de obra temporal sobre la que reposa la docencia, con indicación muy
detallada no solo de las sentencias del Tribunal de Justicia europeo sino de su
recepción ( y de alguna forma neutralización) por la jurisprudencia del
Tribunal Supremo. A esta intervención siguió un enorme debate, también por
videoconferencia, sobre diversos asuntos siempre en vías de demanda judicial,
incluido de manera muy recurrente la violación de los derechos de conciliación
entre la vida laboral y la profesional
Este fue justamente el tema que
abordaría Patricia Espejo, profesor
ayudante doctor en la Facultad de Ciencias sociales de Cuenca, con lo que
concluyó la sesión de mañana del encuentro. Por la tarde, Juan Carlos Álvarez Cortés, profesor titular DTSS en la Universidad
de Málaga, donde ha sido tanto representante de los trabajadores como posteriormente
vicerrector de profesorado en dicha universidad, presentó una intervención
crítica sobre la carrera profesional del profesorado universitario, y Ricardo Morón Prieto, profesor titular
en la Universidad Autónoma de Madrid, quien habló de la importancia de la
negociación colectiva en la determinación de los derechos individuales y
colectivos del profesorado universitario. La jornada tuvo un seguimiento
directo e indirecto en el ámbito de la UCLM, pero todos los asistentes e
invitados coincidieron en que se trataba de una iniciativa que debería ser
exportada a otros distritos, como forma de interesar a una buena parte del
profesorado que vive en la precariedad o que se encuentra en unas situaciones
de exclusión de derechos básicos. La inminencia de las elecciones a Juntas de
Personal y a Comités de Empresa en las distintas universidades avalan la
conveniencia de este tipo de encuentros de extraordinario interés.
La organización de esta Jornada
por otra parte, ha sido fruto de un compromiso político y profesional de los
profesores Pérez Rey y Trillo Párraga que no cabe sino agradecer y celebrar. Una
iniciativa fundamental que sirve como llamada de atención a quienes ignoran que
también el profesorado universitario tiene que conocer los derechos de los que
norma y convenio colectivo disponen y que delimitan de forma directa su
posición universitaria, su “modo de estar” en el trabajo concreto de la docencia
e investigación de la Universidad.