Hace
mucho tiempo que nuestro amigo y colega (en el sentido más literal y popular
del término) Juan López Gandía, no recalaba en esta bitácora. Ciudadano de
la mítica Parapanda prácticamente desde su fundación, suele comunicar sus
pareceres en el muro de Facebook donde intermitentemente mora, y donde van /
vamos a visitarle una larga serie de frecuentadores y devotos de ambos sexos.
El tema estrella desde mediados de marzo es, como no podía ser de otra manera,
el de la crisis sanitaria y económica que ha irrumpido con el Covid-19. El
tratamiento informativo de esta cuestión ha sido desde su inicio un rasgo
característico, y el espacio de la comunicación resulta asimismo privilegiado para
l circulación de noticias, de alarmas y de falsedades. Son ya muchas las personas
que prefieren no escuchar ni ver los noticiarios ni los programas informativos,
ni siquiera ya las ruedas de prensa oficiales en las que se da cuenta del
desarrollo de la gestión de la epidemia.
Juan López Gandía habla y comenta en su muro muchas cuestiones,
pero en esta ocasión ha decidido abordar un fenómeno sobre el que muchos de sus
seguidores creemos que dice lo que muchas de estas personas pensamos. Así que
le hemos solicitado permiso para poder publicar su comentario como entrada del
blog, en la idea de que quienes no se sumergen en las redes sociales y si, con
acierto, constituyen la distinguida audiencia de este blog, puedan compartir
esta reflexión de nuestro amigo sobre la narrativa de los medios de comunicación.
Otro día analizaremos su discurso (aunque seguramente es mejor que eso se lo
dejemos a Ignacio Muro).
He aquí la opinión de Juan López Gandía:
NARRATIVAS DEL CUARTO PODER
Aunque he llegado a un punto de
hartazgo, no por el confinamiento, sino por tener que soportar este país, que
es más duro que el coronavirus, todavía esta situación me motiva para hablar un
poco del tratamiento mediático. No ya solo por lo penoso que resulta ver la
participación de los medios en las ruedas de prensa diarias del equipo
científico y político del gobierno. No ya solo por su bajo nivel, por no estar
a la altura de lo que se pide a un medio de comunicación, sino por la
imposibilidad o incapacidad de salirse de las preguntas que llevan preparadas,
respondan o no a la realidad. Hay que tener mucha paciencia para estoicamente
tener que repetir siete u ocho veces a distintos medios la misma cosa, como se
ve obligado a hacer el Ministro de Sanidad diariamente. Es como dar una clase y
explicar con muchos datos, informes, etc., una cuestión y el estudiante entiende
lo que él cree o le han dicho que debe entender y persiste con el raca raca y
venga darse cabezazos en la pared.
En una crisis sale lo mejor de
cada país, pero también lo peor. Yo veo más lo segundo, y un ejemplo es el bajo
nivel del país en algunas profesiones, la prensa es una de ellas. Hay buenos
profesionales, por ejemplo, en el sector sanitario, en los cuerpos y fuerzas de
seguridad, en todos los trabajadores que siguen ahí al pie del cañón, en los
enseñantes, y hasta en muchos ministros y cargos públicos. Pero en la mayoría
de los medios no veo más que malos profesionales, que no están ahí para aportar
algo al interés general. Y además no se les puede criticar…Son el cuarto poder
y cualquier crítica provocaría una gran reacción como si se estuviera
cometiendo un atentado a la libertad de expresión. Como pasaba antes de la
sentencia de la manada cuando se criticaba a los jueces, al poder judicial.
Pero yo en muchos de ellos no veo más que expresión, si, pero de petulancia,
ignorancia y maldad. Me consuelo pensando que no pueden ser tan malos
periodistas, a fin de cuentas son los empresarios los que dirigen los medios. Y
entonces pienso que es que tampoco parece que andemos muy bien de empresarios,
grandes, medianos, pequeños y autónomos.
Y además los medios en realidad
solo fabrican relatos que a veces se aproximan a la realidad, y otras fabrican
la propia realidad al servicio de lo que creen que tiene efectos dramáticos,
que provoca interés y engancha al espectador. Que sea una construcción casi
ficcional a partir de una realidad alterada poco importa, que haya que
enarbolar continuamente esa bandera, diga lo que diga el gobierno, los
científicos y médicos, qué más da...
Pero de este modo ocupan el lugar
del cine. De eso se encarga normalmente el cine, no “el cuarto poder” que se
supone que tiene la responsabilidad de informar y que además ejerce gran
influencia sobre la visión de la realidad. El cine tiene la ventaja de que
sabemos que es pura ficción. Las “noticias” y sus titulares de prensa muchas
veces es lo mismo, pero tienen la pretensión de verdad, de “información” y asi
es más fácil el engaño, al desdibujarse la frontera entre ficción y verdad.
Un ejemplo de estos días es la
famosa desescalada o deshibernación. Les gustan mucho a los plumillas estas
metáforas, muchas veces mostrencas, como lo de las arcas de Noé. Pese a las
declaraciones del gobierno, los medios se empeñan en construir algo propio, un
giro narrativo, dramático, noticiable, pues volver a casi lo mismo de hace dos
semanas no interesa, no vende, luego hay que distorsionarlo y construir un
género cinematográfico. Que como consecuencia muchos ciudadanos se lo crean y
les empiecen a caer multas o detenciones, o pongan en peligro las medidas de
confinamiento, poco les importa. No están ahí para el interés general sino para
tener lectores, conseguir audiencias y además desgastar al gobierno.
Pero resulta ya cansino, solo se
puede seguir la pandemia por algunos medios que me merecen confianza, como los
públicos del Estado y los periódicos digitales respetuosos con el lector.
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