El 8 de
mayo de 1920 se constituía el Ministerio de Trabajo en España, bajo el gobierno
de Eduardo Dato. Significaba, de manera explícita, la institucionalización del
reformismo social, puesto que heredaba la obra formidable de la Comisión de
Reformas Sociales primero y el Instituto de Reformas Sociales después, que construyeron
los materiales legislativos y los informes sobre la situación de la clase
obrera y la industria en la España de la Restauración.
El Ministerio de Trabajo conoció
posiblemente su mayor esplendor durante la II República, puesto que fue el
organismo del gobierno en torno al cual se articularon las propuestas
legislativas más importantes que conformaron el marco de regulación laboral que
puede por vez primera en nuestra historia ser conocido como Derecho del
Trabajo. El compromiso del Estado republicano, afirmado de manera contundente
en los arts. 1 y 46 de la Constitución, con la protección del trabajo a través
de las leyes, que debían asegurar “las condiciones de una existencia digna a
cada trabajador”, dio un protagonismo indudable a este Ministerio durante el
bienio republicano-socialista, con Francisco Largo Caballero al frente
del mismo. La regulación cotidiana de las relaciones laborales a través de las
bases de trabajo emanadas por los Jurados Mixtos, expresión del tripartismo
promovido por la OIT, y la red de delegaciones del Ministerio a lo largo de
todo el país, junto con la reestructuración provincial de la Inspección de Trabajo,
fueron todos ellos elementos fundamentales para construir una Administración
del Trabajo eficaz y activa. La rebelión
militar contra la democracia republicana pondría fin a esa experiencia de reforma
y progreso social.
Bajo la dictadura, el Ministerio
de Trabajo tuvo también un papel decisivo no tanto en la labor de propaganda y
loa del Régimen, sino en la organización concreta de las relaciones de
dominación en el trabajo. Al suprimir y criminalizar a los sindicatos y sus
medios de acción, el Ministerio de Trabajo, y en especial la Dirección General
de Trabajo, elaboró las Reglamentaciones por ramas de actividad y puso toda la
fuerza del Estado en asegurar la posición de supremacía empresarial en la
regulación del trabajo. Mientras que la Delegación Nacional de sindicatos y
luego la OSE no pasaron nunca de ser unos entes para - administrativos encargados
del control social e ideológico sobre la clase obrera vencida militar y
políticamente, y de administrar obras sociales para propiciar clientelismos y
corruptelas, el Ministerio de Trabajo construyó eficazmente las estructuras
fundamentales del autoritarismo social sobre las que el franquismo se basaba.
Con el desarrollismo, el Ministerio tuvo una posición muy activa en la
modernización reaccionaria del sistema, en especial a través de la Dirección
General de Jurisdicción del Trabajo y la creación y alimentación del Tribunal
Central de Trabajo como órgano de dirección de las líneas de interpretación que
debían seguir las Magistraturas de Trabajo, y asumió un papel extraordinariamente
relevante en aplicar las líneas maestras de las políticas económicas de los
sucesivos planes de desarrollo – en especial los topes salariales – aunque en
gran medida acabó desbordado por la presión colectiva de un movimiento obrero
reconstituido y extraordinariamente activo pese a la represión feroz del
Régimen que no cesó ni con la muerte del dictador en 1975.
En la transición política, la
gestión del proyecto del nuevo marco democrático de relaciones laborales se
delegó en el Instituto de Estudios Sociales, un órgano dependiente del
Ministerio que tuvo un protagonismo indudable en el diseño del Estatuto de los
Trabajadores. El Ministerio de Trabajo en toda la década de los ochenta, y especialmente
a partir de la victoria del PSOE en 1982, incidió en un modelo de concertación
social asimétrica que permitió insertar en nuestro ordenamiento jurídico una
suerte de intercambio entre la institucionalización sindical y l
flexibilización – en principio colectiva – de las relaciones laborales. Ya a
partir de final de siglo, acompañando la nueva conformación de la interlocución
política con los agentes sociales, ya en la unidad de acción sindical partir de 1988, progresivamente el Ministerio
de Trabajo compatibiliza su función de administrar la cotidianeidad de las
relaciones laborales con sus responsabilidades en lo referente al empleo y la Seguridad
Social, en especial las pensiones, de manera que ya en el nuevo siglo, se
convierte ante todo en el rostro del gobierno que da cuenta de las
fluctuaciones del empleo y que sostiene la necesidad de mantener el equilibrio
financiero que garantiza el sistema de pensiones. Pero en el contexto de los
equilibrios internos de poder en el seno del gobierno, su peso específico va
progresivamente disminuyendo, en relación con los llamados Ministerios
Económicos, que son quienes imponen las pautas de regulación generales sobre
las relaciones de trabajo, consideradas fundamentalmente en relación con su
incidencia sobre el empleo.
La crisis financiera seguida de
la de la deuda soberana devaluó la posición del Ministerio de Trabajo que hasta
perdió su nombre y se convirtió en Ministerio de Empleo, explicitando así el
significado económico de su función reguladora del trabajo, considerado exclusivamente
en cuanto integrante del mercado de factores de producción que arroja como
resultante un nivel de empleo determinado. En paralelo, la sostenibilidad de las
pensiones dio lugar a la visión negativa de la suficiencia de las mismas, garantizada
constitucionalmente, como un elemento contraproducente para la recuperación
económica, que exigiría reducir severamente el crecimiento del gasto público.
A partir de la moción de censura
que expulsó al gobierno Rajoy, el Ministerio de Trabajo – que recuperó
su nombre - se vio envuelto en el debate decisivo sobre la reversibilidad de la
reforma laboral de la crisis, en un tira y afloja que no llevó a cuajar en una
resolución definitiva que no gustaba al ala económica, y que resultó víctima de
la propia provisionalidad política del gobierno socialista de aquel momento,
sometido además un presión insoportable
ante la judicialización de la cuestión catalana.
Con el gobierno de coalición
progresista, el Ministerio de Trabajo se separó de la Seguridad Social fruto de
un compromiso político entre las dos fuerzas que componían la coalición, y la nominación
de Yolanda Díaz vino a inaugurar una nueva etapa en el gobierno del
organismo que debía poner en práctica los aspectos laborales del Gobierno de
Progreso. En el centro de este programa se encuentra desde luego la
reversibilidad de la reforma laboral adelantando la actuación sobre algunos
puntos especialmente sensibles y el compromiso de un nuevo Estatuto de las
personas trabajadoras para el siglo XXI, todo ello optando por un principio de
diálogo social como método de gobierno. Sobre los primeros pasos de esta acción
de gobierno – alguno de los cuales muy conocidos, como el acuerdo sobre salario
mínimo o la derogación de la causa de despido objetivo por absentismo – ha irrumpido
la crisis del Covid-19 y la urgencia de ir arbitrando medidas que conforman el “escudo
social” durante esta crisis.
La atención prioritaria al
Covid-19 ha impedido que el Ministerio celebre como debía este centenario de su
nacimiento. Es evidente que se pospondrán los actos clásicos que acompañan a
tales efemérides, pero la importancia del hecho a festejar aconseja que en
cualquier caso, una vez finalizado, tras el verano, este (¿primer?) período de
excepción, se debería recuperar como una forma de afirmación de la relevancia
del momento político y de la forma de gobernanza con la que se ha conducido
esta grave crisis. Y naturalmente para recuperar el horizonte de bienestar,
trabajo decente y progreso humano que era una exigencia colectiva en aquel
lejano 8 de mayo de 1920, que sigue reclamando su espacio en la acción de
gobierno que orienta la actuación del equipo del actual Ministerio de Trabajo.
En donde además se integran tantas personas con las que nos liga un estrecha
relación de amistad y de compañerismo, que deben tomar este centenario como un homenaje a su propia dedicación y entrega
Ayer el Ministerio de Trabajo, con Yolanda Diaz Perez al frente, cumplió 100 años y lo celebró a través del diálogo social. Merece la pena asomarse la historia de esta institución: lean a mi amigo y maestro Antonio Baylos. Y aprovechemos para arrojar el guante a otro amigo y maestro, el profesor Sebastián Martín, para que nos dé alguna píldora sobre este centenario.
ResponderEliminarSebastián Martín Gracias por la sugerencia amigo, pero difícil superar la valiosa síntesis del maestro común y más difícil aún es que el salto al proceloso mundo de la enseñanza virtual le deje a uno respiro para ese menester. En cualquier caso, cumple años el organismo con gente al frente que lo dignifica social y democráticamente! Mi enhorabuena por ello!
ResponderEliminarivina Fernández Nieto Me siento muy orgullosa del trabajo que estáis haciendo en un ministerio que ha retomado su auténtica función y su objeto.
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ResponderEliminarGerardo Luis Argüelles Diego Enorme esfuerzo y buen trabajo el que se está desarrollando por el Ministerio, el que cumple años es el organismo, pero las felicidades a las personas que llegasteis con un aire nuevo y con la voluntad de velar por los trabajadores/as de este país.
Gracias Yolanda, Gracias Joaquín.