Como
tanta gente, he tenido acceso al informe UOPJ de nombre en clave “Sanitario”
que la comandancia de la Guardia Civil de Madrid ha remitido al Juzgado de
Instrucción nº 51 de Madrid sobre “supuestos delitos de prevaricación
administrativa y lesiones por imprudencia”. Como tantos otros, he podido
comprobar que el informe describe hechos supuestamente delictivos sobre la base
de noticias y tweets sacados de contexto, bulos e inexactitudes, opiniones muy
discutibles, e incluso se ha denunciado que la Guardia Civil manipuló la
declaración de un testigo para inculpar al Gobierno por la manifestación del 8M,
que es el leit motiv de la instrucción procesal que se inició por cierto
a instancias de un particular – un letrado que no consta en el censo de
abogados – y que pese a no tener el carácter de urgente, ha sido desarrollada
con celeridad inusitada mientras todos los plazos procesales estaban
suspendidos. Una situación que ha posibilitado que los recursos del imputado
Delegado del Gobierno contra la incoación del procedimiento no hayan sido
resueltos, ante el hecho de que los plazos para ello no corren durante el
Estado de alarma, sin recabar tampoco el informe preceptivo del Ministerio
Fiscal.
Cualquiera puede deducir por
consiguiente que este tipo de actuación pretende intervenir sobre el debate
político en una clara dirección, apoyando la reivindicación de Vox y del
Partido Popular según la cual fue la manifestación feminista del 8 de marzo la
que provocó la gran pandemia en Madrid, y que el poder público conocía de
antemano la gravedad de la situación y lo ocultó a la ciudadanía para que no se
malograse la gran concentración feminista. Y cualquiera puede comprobar que el
atestado de la Guardia Civil se sitúa también decididamente en esta
perspectiva, que es la que justifica su
por otra parte delirante método de investigación apoyado continuamente en
noticias provenientes de OK diario, El Mundo, Libertad Digital o la Cope, que
sostienen esta visión por encima de la veracidad o verosimilitud de su
narración.
No hay que infravalorar la
evidente conjunción de errores, rumores, bulos, incorporación de medios
ultraderechistas y falsas noticias como la base de una investigación criminal y
su repercusión en la salud democrática de un país, además de la corrupción del
mecanismo de imputación delictiva. Sebas
Martin, un gran profesor y un fino analista político, ha advertido que hay
juristas (muchos de ellos constitucionalistas) que menosprecian la corrosión
que sobre la convivencia ejercen los bulos alimentados por agentes de
propaganda y desinformación masiva. “Piensan que con el libre debate de ideas
esos bulos quedan desactivados de manera espontánea en la propia sociedad, no
requiriéndose ningún dispositivo garantista o protector de la democracia porque
se deduce de él una intolerable represión (mayor, se supone, que la que ejercen
los propagadores de bulos en régimen de completa impunidad). Estos juristas
piensan, en efecto, que se trata de patrañas inofensivas fácilmente
neutralizables en sociedad, sin atender a la evidencia de que la sociedad se
conforma culturalmente con arreglo a la distribución del poder social que
existe en su interior: si los bulos son convertidos en doctrina oficial por los
grandes medios propiedad de las grandes corporaciones, la sociedad civil se
encuentra simplemente inerme frente a ellos. Pero los bulos son tan peligrosos
que no solo impiden toda autodeterminación cultural de la sociedad,
inoculándole de forma heterónoma marcos simbólicos de acción política basados
en la manipulación y la mentira (puro Goebbels); es que se están
comenzando a convertir también en este país en el aceite adulterado que gripa
toda la maquinaria estatal (por fanatización de algunos de sus servidores
públicos). Y no hay un escenario peor que el de la mitad de la población
desconfiando de sus instituciones porque funcionan en conformidad con la
mentira interesada”.
Ese informe se ha podido conocer
por coincidir con el cese del Coronel Pérez de los Cobos que ha
provocado a su vez en cadena otros ceses en la cúspide de la Guardia Civil.
Hombre clave en los ministerios de Fernández Diaz y de Zoido, como se pudo de manifiesto
en su protagonismo en la organización de la represión de los sucesos en
Barcelona del 1-0 y la posterior actuación estelar en el juicio del procés,
su cese como jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Madrid ha puesto fin
a una última etapa en la que las filtraciones a la prensa perjudiciales para el
gobierno y la progresiva radicalización derechista de las fuerzas y cuerpos de
seguridad han constituido las constantes de la misma, y en la que el informe de
la Guardia Civil referido ha sido determinante. Tanto que la jueza de
instrucción, al ordenar esas diligencias no urgentes en pleno estado de alarma,
ha amenazado con actuar contra el Ministro Grande Marlaska en caso de
que se relacione el cese de Pérez de los Cobos con su falta de
información al ministro sobre dicho informe.
El cese ha sido considerado por
las fuerzas políticas de la derecha como una injerencia insoportable del poder
público – el ministerio del Interior – sobre el poder judicial. La posición más
fuerte ha sido la del Partido Popular, para quien el cese de Pérez de los
Cobos es arbitrario y quiere ocultar la negligencia del gobierno respecto
de la manifestación del 8M, llegando en algún caso como en el del comunicado –
incompatible con su posición institucional – de Díaz Ayuso, a calificar
al coronel cesado como “un héroe de la democracia española al que le debemos,
entre otras muchas cosas, la defensa del orden constitucional el 1-O de 2017”, tras
de lo cual entiende que la destitución del mismo es una maniobra impropia de un
sistema democrático que demuestra que “Sánchez e Iglesias” buscan la “sumisión”
de los ciudadanos. La línea argumental de la intromisión en el poder judicial
es compartida no solo por Vox y Ciudadanos, sino también por la Asociación
Profesional de la Magistratura, que ha pedido que se restituya en su puesto al
coronel “hasta que finalice la instrucción de la causa sobre la manifestación
del 8M o hasta que la jueza tome una decisión sobre ella”, preocupación que de
forma más matizada comparte la asociación judicial Francisco de Vitoria, que ha declarado que si “de alguna manera el cese
está relacionado con que el algún cargo ministerial ha querido tener
conocimiento sobre cómo iba la investigación o que se sabía o qué estaba
haciéndose eso no sería admisible“, y sólo el portavoz de Juezas y jueces para
la Democracia, Ignacio González Vega, ha recordado que “el estatuto de
inamovilidad y el deber de reserva incumbe a los funcionarios que están
actuando como policía judicial, pero no a sus superiores”.
Lo curioso del caso es que este
mismo enfoque es el que han mantenido de manera unánime los medios de
comunicación, públicos y privados, y los comentarios más o menos autorizados que
se han ido efectuando frente al cese y la dimisión consiguiente de estos altos
cargos de la Guardia Civil, con las honrosas y minoritarias excepciones de
algunos digitales. Es decir, que en estos medios la motivación real de la
decisión del ministro del Interior ha sido la de impedir – o castigar – la investigación
judicial que está llevando a cabo el juzgado de Instrucción nº 51 de los de
Madrid, con la consabida vulneración del principio de “separación de poderes”. No
se contempla de ninguna manera la posibilidad de que el cese del Jefe de la
Comandancia de la Guardia Civil de Madrid sea una exigencia política derivada
de la necesidad de fortalecer un equipo de gobierno que pueda llevar a cabo con
coherencia interna reformas institucionales y una dirección de los cuerpos de
seguridad en línea con el programa de gobierno, más necesarias hoy en un
contexto de profunda involución democrática en una buena parte de los componentes
de las fuerzas y cuerpos de seguridad, cuestión que por cierto se trasluce de forma
indudable en el método y en el contenido de la investigación criminal llevada a
cabo por los agentes de la Guardia Civil. Ese tema, que debería formar parte
del debate público, es silenciado directamente para insistir machaconamente en
la relación de la destitución con la intromisión del gobierno en la instrucción
penal en curso, invirtiendo así los términos del problema de fondo: la
intencionalidad política desestabilizadora de la acción de gobierno que lleva a
cabo la instrucción criminal contra el delegado de gobierno de Madrid por la manifestación
feminista del 8M.
Una instrucción no valorada en la
narrativa de los medios, sin que se analice lo que significa el impulso
judicial que conduce a presentar a la opinión pública que el gobierno tiene
responsabilidad criminal por la pandemia. Un hecho que por sí solo causa repugnancia
política, pero en el que están empeñados los esfuerzos de la ultraderecha – y la
derecha extrema cada vez más clónica de ésta - en utilizar los millares de
muertos y de enfermos que el COVID-19 ha causado como forma de desestabilizar
al gobierno de progreso que ha sido elegido por la mayoría parlamentaria que
estas fuerzas no han sido capaces de lograr. La escalada en este propósito de
desestabilización crece cada día más conforme nos acercamos al final del
período de excepción y se tienen que ir estableciendo nuevas reglas para la
post-pandemia que encuadren el desarrollo económico y social en un período que
será extremadamente crítico. En estos momentos por tanto, se acentúa por las
derechas políticas una presión fortísima no sólo en insistir en responsabilizar
criminalmente al gobierno – en donde el proceso de instrucción contra el
delegado de gobierno en Madrid es la punta de lanza de un ofensiva política apoyada
en los sectores más ideologizados y autoritarios de la Magistratura – sino también
en denunciar simultáneamente lo que se denomina un proyecto de control social del
gobierno que tiene la finalidad de limitar las libertades fundamentales – de manifestación,
de reunión, pero también de movimiento – y la iniciativa económica, empujando a
la ruina a miles de emprendedores y trabajadores autónomos. Una situación verdaderamente
preocupante en donde la argumentación política supone la inversión de la
realidad y en la que la exasperación de los discursos trasluce la violencia
inconcebible del proyecto autoritario que los sostiene.
Verdades decís y caminos difíciles anunciais para la defensa de las civiles libertades...
ResponderEliminarA ver, en cuanto a lo que dices de los atestados es completamente cierto, hasta el punto de que en la jurisdicción penal es en la que más errores judiciales se cometen precisamente por culpa de eso. No me ha gustado hacer Derecho penal por eso: vas vendido. Te podría contar casos verdaderamente sangrantes. Simplemente me referiré a uno que me ocurrió en Manresa. Un seguidor del real Madrid algo desquiciado tenía un pariente mosso d' escuadra y para reblandecerle le detuvieron 72 horas, sin que en el transcurso de las mismas se hubiera practicado ni la más mínima diligencia. Claramente un caso de detención ilegal de libro, y así se lo hice saber a sus superiores. No pasó nada de nada. Y esto es solamente un botón de muestra.
ResponderEliminar