martes, 16 de febrero de 2021

DESAHOGO ELECTORAL (LA CUESTIÓN NACIONAL)


 

Permita la amable audiencia un desahogo. Es el dudoso derecho del administrador y titular del blog que Simón Muntaner, el joven responsable de edición, me permite de vez en cuando. La excusa es el comentario de las elecciones celebradas en Catalunya el día de San Valentín, pero realmente se trata de un apunte que no tiene mucho que ver con este hecho electoral de indudable importancia para la conformación del escenario político español. Son innumerables por otra parte los comentarios televisivos, periodísticos y blogueros ante esta cuestión. Esta entrada la deben interpretar sus lectores y lectoras como un puro interregno entre noticias y comentarios de interés sociolaboral.

Yo pertenezco a una generación que vivió el final de franquismo en años muy determinantes. Como la canción de Ana Belén yo también nací en el 53 y cursé mis estudios universitarios desde 1970 a 1975, poniéndoles fin con la anticipación de unos meses a la muerte interminable del dictador, que a su vez me cogió cumpliendo el servicio militar en la base de Los Alcázares, en Murcia. O sea que soy una persona de otro mundo, con otros puntos de referencia que ya se han perdido en la noche de los tiempos pasados. Como tantos otros, en el otoño de 1975, me entrevisté con mi responsable de Facultad del Partido – no me hagan decir cual era, para eso se vale solo el Presidente del Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León, para quien “La democracia de un país se pone en solfa desde el momento en que el Partido Comunista está en el Gobierno”, y no sigamos porque la cosa se complica – y estuve enviando algunas cartas cada quince días a una dirección de mi supuesta tía carnal en la que narraba las rutinas del cuartel y las anécdotas significativas que sucedían en él, desde la noticia de la Marcha Verde – todo vuelve, ¿verdad? Y hoy el Frente Polisario declara el estado de guerra a Marruecos porque el problema colonial se cerró en falso - hasta los comentarios de los mandos sobre la agonía del dictador, naturalmente sin adjetivar en los escritos. Cuando expiró por fin entre las heces de melena que tanto nos intrigaban en el parte médico, y escuchamos al carnicerito de Málaga en el bar de suboficiales su llorosa melopea de condolencia por el fallecimiento del Jefe del Estado, los mandos militares nos concedieron dos semanas de permiso, lo que fue celebrado con alborozo y vítores, unidos desde entonces a la alegría por la muerte física del dictador asesino y golpista que se había enseñoreado de los destinos del país por 40 años. Ya se que hoy no es educado y que hay que hablar del “anterior Jefe del Estado” con mirada grave y solemne, pero permítanme recordarlo así como éramos.

Tal como éramos. The Way We Were. Y éramos furiosamente antinacionalistas. No como los amables lectores pueden pensar, inducidos por el significado unilateral actual del término. El nacionalismo que despreciábamos era el nacionalismo español, que nos rebosaba por todas partes (y no sólo ni principalmente en el ejército, fíjate por donde, porque allí ya sabíamos que la cosa iba de eso izar la madera, arriar la bandera, jurar la bandera, y asi sucesivamente). La bandera como fetiche, las diatribas huecas sobre la españolidad como forma de estar en el mundo con hidalguía, Gibraltar español, la Hispanidad, el extranjero como enemigo, el enemigo interior, la anti España. Nos identificábamos con eso, al menos yo. La anti-España, qué gran concepto negativo. Gritábamos libertad, amnistía y Estatuto de Autonomía aunque no supiéramos bien que significaba esto, pensábamos desde luego en Euzkadi, Catalunya y Galicia porque ahí estaba el problema, la plurinacionalidad, discursos preconstitucionales, vaya.

Estábamos acostumbrados a ver las cosas desde la contraposición izquierda / derecha, un eje que nunca engañaba, como el papel de tornasol. Luego, andando el tiempo, la cosa se complicó y todo era centro, pero no nos acostumbramos, la verdad. La divisoria se fue deslizando hacia un lado y de este quedamos poquitos, cada menos. Eso tiene que ver con que nunca encajamos bien nuestra subalternidad política a partir de 1977, obtener menos del 10% de los votos, y situarse en un margen subsidiario, modesto, frente a la modernización del país que no necesitaba una ruptura democrática. O eso nos hicieron entender, incluso a la fuerza.

¿A quien le importa?, dirán con Alaska y Dinarama y posiblemente con razón tantas personas que no han compartido el paso de ese tiempo. Luego llegaron cosas importantes otra vez, aunque no les diéramos el relieve que merecían. En el 2011, ETA anunció el cese definitivo de su actividad armada y el 15-M emergió por calles y plazas. Hace diez años, y desde entonces parece que todo se ha inventado de nuevo, y parece como si comenzara otro nuevo ciclo, con sus turbulencias y sus incongruencias, a la vez que una fase de violencia contra el trabajo organizado, degradación de derechos, incremento de la desigualdad. Pero simultáneamente, se produjo el retorno de las banderas.

Con auxilio judicial y policial, toda España otra vez autocelebrándose, grandes mástiles en las plazas públicas, rojigualdas en los balcones, senyeras en el cuadrante nororiental de la península, “a por ellos, oé, oé , oé” mientras se despide a los contingentes de intervención policial, la única nota discordante el simpático Piolín en el puerto de Barcelona. El nacionalismo es siempre un problema difícil, sobre todo si te meten en la cárcel por sedición, la cuestión es complicada, pero la Declaración Unilateral de Independencia no tenía sentido.

Y aquí estamos. Se han celebrado elecciones en Catalunya y la fuerza política que tiene un proyecto que podría dar una solución inteligente y democrática a la cuestión catalana, se ha situado en una modesta posición electoral, con el mérito indudable de no haber sido engullida por los estandartes desplegados. Ahora que la divisoria entre los nacionalismos español y catalán se remiten a la contraposición entre constitucionalismo e independentismo, entre un proyecto unitario monárquico y una secesión nacional republicana, entre la riqueza de las naciones o el federalismo asimétrico, todo ello en un contexto europeo de fondos de recuperación ante la crisis del Covid 19, pareciera de nuevo que la contraposición fundamental entre izquierda y derecha no tuviera el recorrido suficiente para poder expresarse políticamente de forma concluyente, de manera que el contraste fundamental es la identidad nacional diferenciada. Sin los matices de los garbanzos de Mendel - ¿o eran guisantes?-: español / español, español / catalán, catalán / español, catalán / catalán.

O sea que todo en el aire, parece. O quizá simplemente la cosa es difícil de entender.  Los comentarios a los resultados electorales del domingo, los deben encontrar en otros espacios culturales especializados, aunque a mi me gusta mucho lo que comentan Joan Coscubiela y  Guillem Martínez. Cada cual en su estilo, claro.

Catalunya se merece un gobierno de izquierdas, ha dicho Jessica Albiach. Que el tremolar de las banderas no impida llevar a cabo este objetivo fundamental. Ustedes ya me entienden. Yo sólo recuerdo el inicio de un apólogo de Brecht: “El señor K no consideraba necesario establecer su residencia en un país determinado. Malvivir puedo hacerlo en todas partes, solía decir.” Porque se trata de eso, no malvivir ni aquí ni allí. Y a ser posible juntos.

 

2 comentarios:

  1. Lo que ocurre es que los que antes hablaban de un gobierno de izquierdas, ahora les ha entrado pánico y no lo quieren formar, porque sumando los diputados de ERC y CUP, suman más que los de PSC + Comuns y en estas condiciones habría un Presidente independentista y una mayoría gubernamental independentista. La realidad suele hacer volar la fantasías. Curiosamente, el Presidente del Gobierno español, acaba de sugerir un gobierno de izquierdas en Cataluña, prescindiendo de la mayoría de diputados de izquierda en Catalauña. Alucinante. Y, por cierto, yo también nací en 1953.

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  2. Paco Rodriguez de Lecea18 de febrero de 2021, 0:02

    Antonio Baylos ha publicado en su blog un hermoso “desahogo” sobre el tema: habla de lo que representó en la agonía de la dictadura el partido clandestino como tejido social en el que nos encontrábamos y que nos ofrecía refugio, protección, y certezas desde las que afrontar la dureza de una realidad llena de aristas cortantes (1).

    (1) https://baylos.blogspot.com/2021/02/desahogo-electoral-la-cuestion-nacional.html. Se recomienda leer despacio, línea a línea; no en diagonal.

    (DEl post "Intemperie", de Paco Rodriguez de Lecea: https://vamosapollas.blogspot.com/2021/02/intemperie.html)

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