Philip K.
Dick, en una novela de culto magistralmente adaptada para el cine por Ridley
Scott en Blade Runner, preguntó si sueñan los androides con ovejas
mecánicas, y describió un mundo de fuertes desigualdades y de rebeliones
inútiles de los sujetos que aún ambicionaban prolongar su vida inmune al
sufrimiento generalizado e insensible de la sociedad. En esta entrada, sin
embargo, la pregunta es mucho menos poética: ¿Tienen las grandes entidades
financieras españolas un sentido de responsabilidad social?
Ya sé que muchas de las personas
que frecuentan este blog considerarán que se trata de una pregunta retórica,
pero sin embargo es relativamente ingenua. ¿Saben las grandes entidades
financieras lo que supone la noción de responsabilidad social empresarial, un
concepto que fue elevado por la Ley de Economía Sostenible del 2011 – una norma
que parece haber caído en el olvido como si no hubiera sido publicada en el BOE
– a regla fundamental de acción y comportamiento de las grandes empresas? La
responsabilidad social empresarial, es decir el compromiso de la empresa y de
sus accionistas con valores fundamentales de la sociedad, desde la mejora de
los estándares de vida y de trabajo de sus empleados, el respeto y la promoción
de la igualdad efectiva por motivos de género, eliminando las discriminaciones
directas e indirectas y posibilitando una composición equilibrada de sus
Consejos de Administración, hasta la necesidad de preservar el medio ambiente y
la adopción de estrategias de inversión social, supone un contenido adicional
al que clásicamente forma parte de la libertad de empresa regulado en el art.
38 de nuestra Constitución.
Sin embargo, en estos días se han
conocido algunos hechos relativos a las principales entidades financieras del
país que han causado una cierta alarma social. Por ejemplo, el BBVA, reparte un
bonus de 157 millones de euros entre sus directivos tras anunciar un ERE de
3000 personas. Hay que tener en cuenta que en este año se han fijado 6,9
millones de sueldo para el presidente de BBVA y más de 6,2 para el consejero
delegado del mismo. La remuneración variable o bonus se había congelado en 2020
«como gesto de responsabilidad en un año marcado por la pandemia de covid-19 y
como muestra de su compromiso con los clientes, los accionistas, los empleados
y toda la sociedad», es decir como una acción clásica de responsabilidad social
empresarial, que sin embargo no se ha entendido conveniente mantener en el
2021. Por su parte, Goirigolzarri triplicará su sueldo como presidente
tras la fusión de Bankia y CaixaBank, la nueva entidad distribuirá 216 millones
de dividendos en la junta del próximo 14 de mayo, a la vez que anuncia un ERE
que afectará a 8.300 empleos. En este caso, como el Gobierno mantiene una
participación en este entramado financiero, la ministra de Economía y
Vicepresidenta Segunda, Nadia Calviño, critica los altos sueldos de los
directivos bancarios y tratará de "minimizar" el ERE de CaixaBank,
llamando a CaixaBank y en general a la banca, a “actuar con responsabilidad”.
Una llamada que ha sido respondida ya de forma negativa por los principales
bancos, al entender que los sueldos de sus directivos están avalados por sus
accionistas y se encuentran en línea con las empresas del IBEX35.
Los comentarios de los medios de
comunicación insisten en el daño reputacional que esta historia está causando a
las entidades financieras, a la percepción general de la insolidaridad social
que este tipo de conductas están produciendo. En lo que se refiere a la
eliminación de entre un 15 y un 20% de la plantilla de estos bancos, es
conveniente recordar que hasta la reforma del 2012, el gobierno y el poder
público en general tenía un control sobre las decisiones de empleo sobre la
base del sistema de autorización administrativa en los despidos colectivos que
hoy no existe, sustituido por la libertad plena del empresario, condicionado
tan solo por el respeto al procedimiento de consultas y la posibilidad de
impugnar su resultado ante la jurisdicción laboral. Suponemos que en algún
momento el Ministerio de Economía habrá experimentado un sentimiento de
nostalgia activa ante esa modificación legislativa que aún ahora avalan con
carácter general.
El caso es que este tipo de conductas
implican la vulneración flagrante de los compromisos de Responsabilidad Social
que estas entidades financieras se ufanan de proclamar en sus páginas web. Una
responsabilidad social corporativa para el BBVA, que “sirve de equilibrio para
la sociedad y para dar valor a los accionistas”, al parecer el único compromiso
que están dispuestos a mantener, que en el caso de Bankia implica también
cotizar positivamente en el índice Dow Jones de la sostenibilidad, y, de manera
mucho más intensa, para Caixabank, donde la RSE, como está definido en su
misión, “no aspira solamente a contribuir al bienestar financiero de sus
clientes, sino al progreso de toda la sociedad”. Demuestra que la incorporación
de estos compromisos formales no ha condicionado la actuación de tales
entidades, ni siquiera en un contexto en el que la sociedad está sufriendo una
inmensa crisis económica derivada de la crisis sanitaria del Covid19, una
pandemia que sigue todavía presente, y de manera muy evidente, en la realidad
española, y para cuya amortiguación de los efectos sociales más negativos, se
están invirtiendo cientos de millones de recursos públicos. No resulta
razonable, ni socialmente responsable, que las entidades financieras, que han
recibido por otra parte unas excepcionales ayudas públicas con ocasión de la
crisis previa, en el 2012, ahora demuestren que se sienten plenamente ajenas a
este cuadro general.
En efecto, el coste del rescate
bancario, 60.000 millones de euros, que algunos cálculos suben hasta 88.250 al
contabilizarse también el SAREB o “banco malo” que gestiona los activos tóxicos
de la burbuja inmobiliaria, supone un quebranto económico que parece asumirá el
Estado en exclusiva, al estar preparándose la retirada de los bancos privados
de esta institución, y no parece por lo tanto que tenga ninguna repercusión
sobre la contención retributiva de los dirigentes de las entidades financieras.
Algo que sin embargo ha querido retenerse con ocasión de los ERTES por fuerza
mayor o por causas económicas, técnicas, organizativas o productivas,
impidiendo que durante el ejercicio del año 2020 las empresas que acudieran a
la regulación temporal de empleo, repartieran dividendos durante el mismo, una prescripción
que proviene del RDL 18/2020, que las entidades financieras asumieron, como se
ha dicho, pero tan solo durante el ejercicio del año anterior.
Se habla por tanto de salarios
mínimos, y se discute sobremanera respecto de su efectividad económica en
relación con su función social. No se aborda nunca sin embargo la posibilidad
de limitar las altas retribuciones que reciben los directivos de las empresas
privadas y muy en concreto, de las entidades financieras, una cuestión que se
desvincula tanto del esfuerzo de financiación público realizado respecto de su
rescate, como de la financiación de los mecanismos de amortiguación social
puestos en práctica en esta situación de crisis. Al contrario, las entidades
financieras proceden a despedir masivamente a sus empleados, conscientes de la
gravedad de este hecho, calculan que subirán razonablemente las indemnizaciones
por despido para lubrificar la gravedad de la pérdida de puestos de trabajo,
acudirán a las prestaciones públicas de
desempleo y a las jubilaciones anticipadas que el ministro Escrivá aborrece,
y gracias a ello conseguirán importantes incrementos de sus retribuciones,
entusiastas ante la subida del valor de sus acciones. Algo que ya conocemos
también desde algunos films emblemáticos de la época dorada del enriquecimiento
sin fin de los 90.
La reducción de plantilla por
otra parte va acompañada de una restricción del servicio, la eliminación de
sucursales y por consiguiente, la dificultad en la accesibilidad a los bancos privados
de una gran cantidad de personas. Se ha hablado de la “exclusión financiera” de
una gran parte de la España vaciada, y el dato en el 2020 es muy llamativo: a
lo largo de dicho año,se han cerrado
cerca de 5.000 oficinas bancarias, lo que se ha calculado que dejara a más de
tres millones de personas sin acceso a los cajeros automáticos, y se prepara el
cierre de otras tantas para el 2021. Cierre de oficinas que ha sido criticado y
denunciado por movimientos populares como el de los pensionistas en el País Vasco,
y que previsiblemente originará una fuerte respuesta sindical en el momento en
el que se deposite el ERE en cuestión.
Y sin embargo, las entidades
financieras consideran que sus directivos pueden subirse el sueldo a niveles
incompatibles con las percepciones razonables de ganancia en relación con el
nivel salarial medio del país. Se consideran un mundo aparte y cerrado, en el
que reina la desresponsabilidad frente a una situación de crisis profunda y de
sacrificios compartidos. En el ámbito de la responsabilidad social, no parece
que se tenga en cuenta el daño reputacional que implica hacer caso omiso de esa
consideración de progresividad y de colaboración con los intereses públicos y
ciudadanos que debe insertarse necesariamente en las prácticas sociales y en la
conducta dirigente de las grandes entidades financieras.
La respuesta a la pregunta que
encabeza esta entrada es, por consiguiente, negativa. Y eso no sólo repercuta
sobre la percepción social negativa de las entidades bancarias, que además
encarecen y reducen los servicios prestados a sus clientes, sino que contradice
expresamente la construcción jurídica de una libertad de empresa que, en el marco
de la llamada “economía social de mercado”, tiene necesariamente que adecuar
sus conductas y sus prácticas a un canon de responsabilidad social que impide
el obsceno reparto de cientos de millones de euros como recompensa y fortalecimiento
de la desigualdad económica y social que contradice por consiguiente el
proyecto diseñado en el art. 9.2 de la Constitución española.
Nadie se extrañará de que la denuncia
de este rotundo desmentido de los compromisos de las entidades financieras con
la responsabilidad social de sus empresas y sociedades debilita de forma
evidente la virtualidad de tales acuerdos o declaraciones. ¿Para qué proceder
al enunciado de elementos de responsabilidad empresarial cuando la cúpula directiva
se siente plenamente justificada para percibir cientos de millares de euros en
un contexto de incremento del gasto social y mientras se exige moderación
cuando no congelación de los salarios del resto de las y los trabajadores de
todo el país? El resultado de este cuestionamiento no puede escudarse en la
libertad de empresa y su capacidad de determinar el margen de ganancia con independencia
de cualquier solicitación social o política. Hay que intervenir e impedir este
insulto al esfuerzo común y democrático de la sociedad española. Se debe imponer
la responsabilidad social a estas empresas financieras y reducir su capacidad
de determinación de la retribución de su trabajo en momentos de crisis para
todos. Y mientras tanto, insistir y aumentar la crítica que erosione la
reputación, ya de por sí muy reducida, de estas empresas financieras a las que los
recursos públicos de la ciudadanía evitaron su quiebra y desaparición por su mala gestión
e ineficiencia en la crisis del 2010-2013.
Livina Fernández Nieto
ResponderEliminarEs una indecencia y una obscenidad y habría que indagar un poco por si, incluso, en estas circunstancias, los hechos pudieran ser constitutivos de delito. Pero bueno, habría que arañar mucho. De lo que no tengo dudas es de que es una desfachatez y una sangría para las personas trabajadoras y para la economía del país.
ResponderEliminarCecilia Perez Correa
Es una tendencia mundial, los CEOS de las empresas han obtenidos las mejores retribuciones de la historia, por lo bien que redujeron los "gastos de personal" despidiendo trabajadores. Asi lo reporto el New York Time en su edición del 24.4.2021.
Si la responsabilidad social no va acompañada de medios jurídicos para exigir el cumplimiento de las obligaciones que la empresa asume en su declaración de RSE se converte en papel mojado. Hay que buscar efectividad real a esos compromisos. No vendría mal, como dices en la entrada que la administración del trabajo recupere la autorización administrativa para despedir y no dejarlo todo a los tribunales.
ResponderEliminarDe vergüenza
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