lunes, 28 de agosto de 2023

HACIA LA CONSTRUCCIÓN DE LOS ESTADOS DE BIENESTAR EN LAS AMÉRICAS. HABLA TARSO GENRO

 


(Diego Rivera, "El hombre, controlador del universo". Detalle)

Desde 1996, el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD) ha ido celebrando reuniones y debates en los que la idea de poner en pie la noción del Estado de bienestar – como variante del Estado Social – en la región americana era el objetivo fundamental, en un momento en el que la financiarización de la economía y el comercio planetario impulsaba soluciones políticas contrarias. El grupo de discusión en este año surge sobre la base de “reencontrarnos con el paradigma perdido avanzando por un nuevo camino después del neoliberalismo”. No es necesario comentar el interés indudable que revisten estos encuentros. El de este año se ha celebrado en Sao Paulo, y Tarso Genro ha participado en el mismo y ha elaborado en exclusiva para el blog, las reflexiones que a continuación se recogen en esta interesante entrada.

 

Zimmerwald en São Paulo: ¿hacia dónde va la socialdemocracia?

Tarso Genro

Entre los días 11 y 13 de agosto, São Paulo acogió una nueva reunión del Programa Reconstruyendo el Estado de Bienestar en las Américas, lanzado por el PNUD/ONU en 1996 y hoy coordinado por Jorge Castañeda, Gaspard Estrada y Carlos Ominami. En aquel momento, bajo el liderazgo de Roberto Mangabeira Unger, sus primeros miembros se reunieron "impulsados por una intuición común": buscar salidas para la afirmación democrática del Continente Latino. Su continuidad hoy, con la presencia de nuevos líderes democráticos de la joven izquierda recién surgida, ha ido adquiriendo más amplitud y, al mismo tiempo, más precisión de propósitos en las nuevas reuniones. El Programa comenzó convocando al debate a líderes democráticos de izquierda, centroizquierda e incluso centroderecha de América Latina, que tuvieran capacidad de influir en el destino de las políticas de transición de las dictaduras de los años 70 en sus respectivos países, para asentar a sus respectivas naciones en la estructura liberal-democrática que se estaba recomponiendo, luego destruida por los golpes militares que asolaron gran parte de América Central y del Sur.

Como participante del primer encuentro en Chile, seguí varias ediciones del Programa, con Lula, José Dirceu, Marco Aurélio Garcia, Brizola, junto a eminentes economistas como Dante Caputo, cuadros "partidarios" del campo democrático como Ricardo Lagos, Michelle Bachelet, Vicente Fox, López Obrador, Fernando de La Rua y tantas otras personalidades que tomaron caminos diferentes en sus opciones y definiciones políticas.

Agotada la cosecha de presidentes elegidos durante la restauración democrática, los debates se orientaron hacia la búsqueda de soluciones consensuadas a una situación económica sombría, internamente en América Latina y externamente en los centros del sistema mundial. Estaba en marcha un reordenamiento estructural que modificaba los patrones de acumulación,  reestructurando profundamente las formas de provisión de trabajo y servicios en todos los sectores de la economía, con el fuerte impacto de las nuevas tecnologías en la vida ordinaria de millones de personas.

La división  que se produjo en el seno del proyecto fue natural, ya que comenzaron a aparecer "seductoras" alternativas neoliberales tras la expiración de los regímenes militares, que no sólo prometían una transición "protegida" por el capital financiero, sino también para los Estados que se portaran bien para saldar sus compromisos con las respectivas deudas públicas que habían adquirido durante las dictaduras. La hegemonía de los pactos de dominación en ascenso, en torno al "único camino a seguir", que parecía reforzarse dogmáticamente en las "clases altas", absorbió a buena parte de la derecha democrática que participaba en los debates, ya que la izquierda tenía inmensas dificultades para aportar nuevas alternativas: el espíritu del Consenso de Washington se impuso en algunos de los primeros debatientes, a través de la ilusión neoliberal.

En algunos países se repitieron tímidos gobiernos reformistas en el campo de la izquierda más "realista", debido a la falta de mayorías estables para gobernar y a la incomprensión de que, a partir de entonces, las reformas serían distintas de las del siglo pasado, para hacer frente al atraso y al subdesarrollo. El reformismo democrático de centro-izquierda que ha gobernado varios países, aunque ha conseguido pocos resultados sociales – significativos, por cierto, comparados con los gobiernos "liberales" anteriores –, ha dejado importantes muestras de aprecio por la democracia y un mínimo respeto por las instituciones de la República. Ahora es el momento de establecer una conexión de principios entre las nuevas izquierdas que se han organizado en los últimos 15 años, principalmente para que podamos fusionar las viejas y decisivas reivindicaciones sociales con las nuevas reivindicaciones culturales, de nuevas formas de vida, de lucha sin cuartel contra el racismo y todas las formas de discriminación, reproducidas sin cesar por el conservadurismo reaccionario de tradición esclavista. Se trata de una necesidad histórica de una nueva y fuerte unidad popular y democrática, que ya está en marcha para este siglo.

Varios de los participantes en aquellas reuniones llegaron a ser presidentes, por distintas vías políticas – en el ámbito de la democracia liberal – o se convirtieron en ministros, presidentes de partidos y funcionarios del Estado, en diversos puestos de responsabilidad estatal. Sin embargo, desde entonces – hoy en día – las cuestiones se han vuelto aún más complejas, ofreciéndonos otras realidades que desentrañar, como el nuevo sistema de alianzas para gobernar, compatible con la formación de mayorías políticas, por un lado, y – por otro – la aparición por sorpresa de una "nueva izquierda", joven, generosa y brillante – aunque fragmentada por sus mal resueltas cuestiones identitarias, que aparece a la vez desconectada de las experiencias revolucionarias o reformista-democráticas en América, y sin una base popular con capacidad de resistencia similar a la de antaño.

El profesor Vicente Navarro, uno de los grandes estudiosos de la trayectoria socialdemócrata y de la evolución de las disputas sobre el Estado del bienestar, ha demostrado a lo largo de su trayectoria intelectual que las alternativas en Estados Unidos durante la era Reagan – por ejemplo –  no eran una disputa entre "keynesianismo social" y "estrategias neoliberales", sino una disputa entre "keynesianismo militar" y "keynesianismo social" (base histórica de la concepción socialdemócrata del siglo pasado), ambas políticas basadas en la intervención del Estado en la economía. Pero las políticas de Reagan "fueron más lejos que el keynesianismo clásico", porque sus políticas de guerra de gendarmería global reforzaron fuertemente la intervención estatal, especialmente en la industria militar, procediendo a una fuerte intervención estatal en la economía, alejándose de un gobierno liberal en el sentido clásico para convertirse en un gobierno "intervencionista", modernizando (por la derecha) el keynesianismo y aumentando las tensiones de las guerras imperiales.

Geoff Eley en su clásico "Forging Democracy" muestra que antes de 1914 la base militante de la socialdemocracia en Europa tenía aproximadamente dos millones de militantes, y sólo en Alemania contaba con un millón de adherentes, predominantemente entre los pobres, los desempleados, los trabajadores, los estudiantes y la intelectualidad. Con el inicio de la desaparición de la Segunda Internacional, que comenzó en la Conferencia de Zimmerwald en septiembre de 1915 – debido a diferencias de principio sobre la actitud de la socialdemocracia ante la guerra mundial interimperialista –, la victoria de la Revolución en Rusia en 1917 y la transformación del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso en el Partido Comunista, la socialdemocracia y los movimientos comunistas iniciaron sus caminos separados en la historia.

En los tiempos actuales – marcados por los éxitos y derrotas relativas de ambas experiencias- emerge un nuevo desafío civilizatorio: en un momento en que tanto la democracia como una revolución están bloqueadas, con la pérdida de la fuerza moral y política de la socialdemocracia ante el avance neoliberal y el desastre del experimento burocrático soviético, junto con la emergencia de nuevos polos de poder geopolítico en el mundo y el avance del fascismo.

¿Cómo fusionar el Estado de bienestar con las libertades políticas, la seguridad continental con la soberanía popular, la República con las libertades políticas irrevocables, en un amplio movimiento centrado en el deseo de bienestar, de paz y de regeneración de la política como instrumento de lucha por la igualdad y la dignidad humana? La respuesta son los "deberes" que este Proyecto PNUD- ONU está haciendo en asociación con otros centros de apoyo públicos y privados de todo el mundo, que no disocian la democracia del progreso social y que nunca aceptarán el fascismo y la guerra como solución a los problemas de la humanidad.

Utópico, dirán algunos. Pues bien, podemos responder: "ni más ni menos que la búsqueda de un paraíso comunista o de una socialdemocracia perfecta, que pretendía inaugurar una era de paz y de solidaridad humana, basada principalmente en el "sentido común" negociador de las élites políticas de las clases privilegiadas.

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