No es
necesario recordar que el CGPJ caducó el 4 de diciembre del 2018 y desde
entonces está pendiente su renovación, obstaculizada por el Partido Popular al
exigirse su consenso para obtener la mayoría cualificada que se requiere. Es
decir, cinco años y cuatro meses sin cumplir la Constitución. Este incumplimiento
rotundo del mandato constitucional es responsabilidad del Partido Popular, pero
no se han puesto en marcha por el PSOE otras opciones regulativas que podrían
salvar esta situación, como tampoco los vocales del Consejo han decidido
dimitir para dejar sin capacidad de decisión a este órgano que lleva dos
elecciones generales sin adecuarse al mandato popular expresado en las mayorías
parlamentarias.
A ello se ha unido, tras las
elecciones del 23 de Julio y la exhortación del ex presidente Aznar, un
importante movimiento dentro de la magistratura de declarada oposición al
gobierno y a sus proyectos legislativos, especialmente respecto de la amnistía,
por parte de estamentos decisivos de la institución judicial. Un panorama al
que la sociedad española se está acostumbrando – es decir, a la toma de partido
político de una parte relevante de jueces y magistrados y a la resistencia a la
modificación de la composición del órgano de gobierno de éstos – y que sitúa la
función jurisdiccional bajo sospecha en la opinión pública, orientada de manera
ostensible hacia las posturas que sostiene el Partido Popular.
No todo el estamento judicial está
sin embargo capturado por esta deriva conservadora y militante que recibe el
nombre de “partido judicial”. El pasado 14 de marzo, se celebró en Madrid -y
este blog se hizo eco – una Jornada de Estudio fruto de la colaboración entre
el Gabinete de Estudios Jurídicos y la asociación Jueces y Juezas por la
democracia, en esta ocasión también con el concurso del Departamento de Derecho
del Trabajo y Trabajo Social de la UCLM. El acto contó con la intervención de
la magistrada Amaya Olivas, que en su salutación, aludió de manera muy
pertinente a la situación en la que se encuentra la institución judicial en el
panorama político español y la relación que tiene ésta con la forma de
selección y encuadramiento de sus componentes. Por cortesía de la autora, es un
placer para este blog reproducir sus argumentos, que explican y facilitan la comprensión
del proceso de construcción cultural de lo que en otros tiempos se denominaban “cuerpos
separados” del Estado.
Este es el texto de la
intervención :
Buenos días, un año más es un
placer compartir esta jornada de estudio con el Gabinete Jurídico de CCOO, al
que damos las gracias desde Jueces y Juezas para la Democracia.
Desde la edición del año pasado,
hemos vivido muchos acontecimientos complejos que nos sitúan en un panorama
incierto y creo poder afirmar que muchas de las personas que estamos aquí hemos
contenido la respiración ante la posibilidad de que todos los avances
conseguidos por la reforma laboral y el conjunto de normas que suponen una
indudable mayor protección para la clase trabajadora pudieran ser eliminadas.
Por otro lado, hemos asistido con
no poco estupor a las concentraciones convocadas por jueces decanos o
presidentes de audiencias para manifestar su rechazo ante la probabilidad de
una ley de amnistía, así como a interpretaciones más que retorcidas para
extender el concepto del delito de terrorismo. Una clara injerencia en la
política del gobierno que choca de forma radical con la separación de poderes.
Resulta preocupante significar
que la institución judicial está, siempre estuvo, en crisis, en la medida en
que, de todos los poderes del Estado (en el sentido clásico de la división
formulada por Montesquieu) es, sin duda alguna, aquella en la que menos incidió
la débil transición democrática acaecida tras el fin de la dictadura.
Los jueces siguen los rituales,
la entusiasmada creencia de formar parte de los elegidos.
Es normal, entran pocos y a
dificultades. Por la falta de medios económicos para acceder a la carrera, que
se sitúa en una media de ingreso entre los cuatro o cinco años. Por la
dificultad objetiva de acceso, teniendo en cuenta una selección basada en
criterios puramente memorísticos para “cantar”, que no “comprender”, los casi
500 temas exigidos.
No se aprende un oficio como el
de un buen artesano, no se conoce ni de lejos la complejidad de la realidad, ni
se vislumbran las tristezas de un cuerpo social, del que, curiosamente, más se
alejan progresivamente quienes van a juzgarlo.
A la carrera, los jueces acceden mediante
rituales de entrada, de permanencia y de salida. Existe una enorme y casi diría
enfermiza tendencia a la endogamia. Rigen criterios de antigüedad y fidelidad a
la propia casta.
Los jueces se cuadran ante
criterios como la apoliticidad, la negación del conflicto social, la
autoconsideración como operadores independientes, la inclinación a pasar la
legalidad por justicia, la ilusión del derecho como código.
No es ninguna casualidad que en
el Estado español, a diferencia de los otros países europeos, el fascismo no
fuera derrotado militarmente. Ello explica, en parte, que la larga sombra del
franquismo siga proyectándose en el imaginario cultural de los jueces.
Ese sometimiento irreflexivo más
a la autoridad de la ley que a los valores democráticos que ésta representa en
un Estado Social es el que abre la puerta al sentimiento de irresponsabilidad ante los efectos de sus
decisiones en la realidad juzgada.
Los jueces deberían aprender que
los derechos son la ley del más débil, aquello que ninguna mayoría
parlamentaria puede derogar, aquellos que deben ser aplicados de forma
efectiva, junto a las garantías, por si mismos y como interpretación de
cualquier otra norma.
Sin embargo, hoy, hoy es siempre todavía y aquí vale en
forma de tristeza, asistimos a un contrapoder en el peor sentido de sus
acepciones.
Es por ello, por esta reflexión
que quería compartir con ustedes, por la que sigue siendo tan importante un
encuentro como este, donde los jueces intervenimos precisamente para conseguir
realizar mejor nuestro trabajo. Desde un plano de igualdad y de transversalidad
absoluto, pues, efectivamente, este es un espacio en el que poner en común los
respectivos estudios de las novedades legislativas y los criterios
jurisprudenciales existentes que se van produciendo.
Sin más, vuelvo a darles las
gracias por la posibilidad del encuentro que será seguro más que provechoso
para todos los asistentes y para todos los operadores jurídicos que puedan
utilizar los materiales producidos en este para sus respectivos oficios.
Valentía, honestidad, coherencia, virtud, buen saber hacer, compromiso, justedad en justa justicia, exquisita profesionalidad, decencia
ResponderEliminarSolo es un decálogo de adjetivaciones. Ciertas
Señores jueces, politicuchos de tres al cuarto, juristas en general
¿comprenden -y aplican- dichos adjetivos...?
Francisco Alemán Páez