“El
25 de abril de 1974 es un hito histórico que trasciende las fronteras de
Portugal. La Revolución de los Claveles irradió un legado universal de lucha
por la democracia y los derechos sociales. Este movimiento, que culminó con el
fin de una dictadura de 48 años, representa el triunfo de la voluntad popular
sobre la tiranía, de la democracia sobre el fascismo, de los derechos sobre la
opresión, de la liberación nacional sobre el colonialismo. Los claveles que
simbolizaban esta revolución, colocados en los cañones de los fusiles de los
soldados, significaban un rechazo a la violencia y un compromiso con la paz.
Esta imagen resonó globalmente, inspirando movimientos democráticos en todo el
mundo.
El
legado de la Revolución de Abril se basa en la defensa intransigente de la
libertad, la igualdad y la justicia social. La revolución no sólo derrocó a un
régimen autoritario, sino que sentó las bases para la construcción de un Estado
democrático, en el que los derechos humanos ocupan un lugar central y son
respetados y promovidos. Derechos fundamentales como la educación, la sanidad,
la vivienda y el trabajo fueron elevados a la categoría de prioridades
nacionales, reflejo de un compromiso con la dignidad humana que sirve de
ejemplo universal”
(“Carta
de Lisboa : Honrar el legado del 25 de abril de la izquierda y los progresistas
para construir un mundo de justicia y libertad”, Lisboa, 21 de junio de 2024)
HERANÇA
UNIVERSAL DE ABRIL
Los
días 20 y 21 de junio ha tenido lugar en la Fundaçao José Saramago de Lisboa un
coloquio internacional sobre la herencia de la Revolución de los claveles en su
50 aniversario, con una referencia especial a su influencia las luchas
democráticas en América Latina. El coloquio ha estado auspiciado por el
Instituto Novos Paradigmas de Brasil y la Fundaçao José Saramago de Lisboa. Tarso
Genro, ex Gobernador de Rio Grande do Sul y ex ministro de Justicia con el
presidente Lula, por parte del Instituto Novos Paradigmas y Pilar del Río,
presidenta de la Fundación José Saramago, fueron los organizadores del
encuentro en el que participaron personas de Brasil, Portugal, Cabo Verde,
Uruguay, Chile, Francia y España. Al encuentro asistió Joaquin Aparicio, que
es quien realiza esta pequeña crónica del Coloquio internacional.
Los
distintos paneles trataron sobre los principios de la revolución de abril y los
enigmas para el futuro con la democracia en peligro; Europa y América del Sur
entre el mercado y los derechos sociales; la revolución y la descolonización; el
legado de la revolución de abril para una Europa y una América del Sur
democrática y anticolonialista, con un último panel sobre neoreaccionarismo
cultural, transición autoritaria: ¿el fascismo avanza en occidente? Las
conclusiones las realizaron Pilar del Río y Tarso Genro y se
acordó una declaración – la “Carta de Lisboa” - que puede consultarse en lengua
original, junto a una referencia amplia del coloquio en https://novosparadigmas.com.br/
Para
quien esto escribe, al que asignaron participar en el panel sobre revolución y
descolonización, y para tanta gente que vivió con enorme esperanza e ilusión la
Revolución de los Claveles eran nombres míticos Otelo Saravia de Carvalho,
Vasco Lourenço o Rosa Coutinho. Es fácil imaginar la emoción de encontrar y
abrazar al hoy teniente coronel Vasco Lourenço, hoy presidente de la
Asociación 25 de abril. Era obligatorio en la intervención hacer una referencia
a la fraternidad entre el Movimiento de las Fuerzas Armadas portuguesas y la
Unión Militar Democrática española. El ejercito español tenía muchas
diferencias con el portugués. La más importante era que no estaba enfangado en
una guerra colonial, que muy probablemente fue el detonante esencial para que
el 25 de abril de 1974 triunfara como lo hizo la revolución de los claveles. El
conflicto del Sahara, siendo importante, no podía compararse con las guerras
coloniales portuguesas, aunque la descolonización de ese territorio estuvo
determinada claramente por los intereses geoestratégicos de Estados Unidos que
no podía dejar que apareciera en el norte de África un país independiente
aliado con una Argelia que jugaba un papel importante en el movimiento de
países no alineados. El 2 de noviembre de 1975, con Franco con un pie en la
tumba, Juan Carlos, que en pocas semanas sería rey, acudió al Aium como Jefe
del Estado en funciones para asegurar que se garantizarían los derechos del
pueblo saharaui mientras un representante suyo pactaba en Washington con
Kissinger la entrega del Sahara a Marruecos a cambio del apoyo de Estados
Unidos a su monarquía. A pesar de las numerosas resoluciones de las Naciones
Unidas pidiendo la retirada de Marruecos y la organización de un referéndum, el
pueblo saharaui sigue esperando una solución a ese conflicto.
El
envío al Sahara de militares demócratas a modo de castigo no impidió que se
formase en el seno del ejercito una organización clandestina, la Unión Militar
Democrática que no pretendía un golpe como el del 25 de abril, sino impedir a
los sectores ultras del ejercito caer en la tentación de una involución que
evitase la llegada de la democracia. Como decían ellos trataban de “mojarles la
pólvora”. El éxito del 25 de abril alertó a los norteamericanos que se pusieron
en marcha para evitar una profundización de la democracia en Portugal y que en
España ocurriese algo parecido. Había contactos clandestinos entre la UMD y el
MFA y el 29 de julio de 1975 la cúpula de la UMD fue detenida. El sector más
ultra del ejercito sopesó la posibilidad de asesinar a todos ellos y hacer
pasar el atentado como una acción de la ETA. Afortunadamente ese disparate no
se llevó a cabo. Fueron sometidos a juicio, condenados a penas de cárcel y
expulsados del ejército. Estaba previsto que detuviesen a diez personas, pero
solo lo hicieron con nueve porque uno de ellos estaba fuera de España, de
vacaciones, cuando se produjo la detención. Fue el capitán de aviación José
Ignacio Domínguez que acabó acogido en Portugal y protegido por los capitanes
de abril. El teniente coronel Vasco Lourenço lo recuerda muy bien.
En
los 50 años pasados desde la revolución de los claveles la globalización
neoliberal ha producido un enorme aumento de la desigualdad, no solo en los
llamados países centrales, sino de modo muy dramático en África y América
Latina en los que un nuevo colonialismo ha generado pobreza y violencia que
obligan a migrar a cientos de personas, muchas de las cuales mueren en el
intento de llegar a países en los que esperan encontrar una vida mejor y otras
muchas son explotadas en ellos, de forma dramática los niños. Ante esta dura
realidad tanto los Estados Unidos como la Unión Europea han reaccionado
cerrando fronteras con no poca hipocresía. La Unión Europea aprobó en 2008 la
llamada directiva de retorno o de la vergüenza, que permite las expulsiones de
inmigrantes irregulares y los internamientos en centros equivalentes a una
cárcel. En mayo de 2025 los 27 acordaron un pacto de migración y asilo con
distintas medidas para endurecer la acogida de personas expulsadas de sus
países por el hambre o la persecución social y política.
No
era ese el espíritu de la Revolución de Abril, por eso tiene razón Vasco
Lourenço cuando dice que acabar con esta irritante desigualdad merece un
nuevo 25 de Abril. Porque, como concluye la Carta de Lisboa:
“Las
revoluciones no mueren, cambian. Abril subraya la importancia de la memoria
como pilar esencial de la democracia. La revolución nació del deseo de paz, de
poner fin a una guerra colonial que mató a miles de personas en todos los
frentes y bandos. La movilización popular que caracterizó la Revolución de los
Claveles es una advertencia perenne a la izquierda y a los progresistas de que
la democracia no es un hecho, sino una conquista permanente que requiere
vigilancia, acción constante y un lenguaje innovador, incluidas las
especificidades del entorno digital y su potencial para la libre circulación de
mentiras fabricadas. Esta disputa debe basarse en ideas prácticas e iniciativas
normativas renovadas.
Frente
a las amenazas que se ciernen sobre el planeta y la humanidad -en particular la
pesadilla del fortalecimiento de las ideas de extrema derecha en las últimas
décadas, el cambio climático producido por el sistema del capital y las
incertidumbres generadas por la influencia de las redes sociales en las formas
de sociabilidad-, el legado de Abril nos motiva a afrontar estos desafíos con
valentía, tolerancia e imaginación para soñar y construir un mundo mejor.
Las
conquistas y la democracia que el pueblo ha construido no serán destruidas por
las diferentes formas de opresión reproducidas por el neoliberalismo. La
memoria de abril debe reforzar nuestro compromiso con la promoción de los
derechos fundamentales, cuyas semillas la revolución portuguesa esparció por el
mundo como el romero.
La
democracia que hemos construido y que queremos profundizar no se limita a los
procesos electorales. Se trata de reconocer que la democracia debe estar
vinculada a la garantía de los derechos. Garantizar la seguridad, la
alimentación, la educación, la vivienda, el trabajo y la democratización de los
medios de comunicación. Debe estar vinculada a la eliminación del racismo y de
cualquier forma de segregación. Solidaridad y acogida justa de los trabajadores
independientemente de su origen, tolerancia religiosa, igualdad de género
radical, reconociendo los feminismos, porque corresponde a las mujeres generar
vida y cuidados en el mundo.
Nos
reunimos en la casa de los recuerdos y las ideas de José Saramago. Y es
sobre la influencia y los valores del legado de Abril que nos planteamos el
desafío de construir un nuevo mundo de paz, abundancia y esperanza. Avancemos
en la lucha por los ideales de otro mundo posible”.
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