No es
necesario presentar a la amable audiencia de este blog quién es Tarso Genro.
Ha sido gobernador del Estado de Rio Grande do Sul, alcalde (prefeito) de
Porto Alegre, sede del movimiento antiglobalización de final de siglo, ministro
de Justicia, de Educación y de Relaciones Institucionales de Brasil bajo la
presidencia de Lula da Silva. Es sin duda uno de los mejores
intelectuales de izquierda de aquel país, jurista del trabajo y organizador de
un amplio movimiento de discusión y de debate entre intelectuales y
juristas de América Latina, Portugal y España, a partir del Instituto Nuevos
Paradigmas del que forma parte asimismo Boaventura da Sousa Santos y el
ex juez español Baltasar Garzón. Es un compañero de los viejos tiempos y
amigo de este blog desde su creación.
Lo que sigue es un extracto del
artículo que ha publicado en el diario digital Sul 21 en su columna
semanal, donde publica sus intervenciones siempre críticas y lúcidas sobre la
actualidad brasileña e internacional. En ella diseña un proyecto de cambio
político y social que debe afirmarse en el Brasil post- Covid 19 para poder
recuperar la democracia y el estado social. Pero sus reflexiones se pueden
extrapolar a otras latitudes más próximas.
Introduzco – de nuevo – en el debate la palabra partido
Tarso Genro, 18 de abril 2020
Es preciso introducir en el
debate – aunque parezca una obsesión extraña - ´la palabra “partido”, no como una palabra
fría, sino por lo que ella produce. Pienso que sin ella los tiempos de cólera
serán peores después de los tiempos de la peste, pues seremos frágiles para
cambiar un arma de muerte por un arma de esperanza, como señala el verso del
poeta Ferreira Gullar.
Al introducir la palabra partido,
viene la pregunta. ¿Cuál es el partido que nos domina y que consigue contraerse
y expandirse – romperse internamente y recomponerse – sin perder su organicidad
de fondo, ante los temas coyunturales que debe afrontar? ¿Cuál es el “partido”
que consigue una unidad férrea en temas clave tales como mantener el poder del
capital financiero sobre la política nacional y demandar reformas
ultraliberales?
Desde luego no es el
“partido-tipo” que se constituyó de forma explícita en la legalidad
democrática, vinculado a un programa formal, para cautivar a los grupos y
sectores sociales que se tornan mayoritarios en las competiciones electorales,
con sus alianzas y conveniencias.
El partido “dominante” de las
clases dominantes, hoy, es aquel complejo de intereses en red – de comunicación
y virtuales – que intuyó que había que volver al origen de la palabra partido.
El partido como “parte” de la sociedad que se relaciona por “verdades”
políticas e intereses materiales visibles, que hoy convierte a los
partidos-instituciones legales en irrelevantes. Estos pasaron a ser meros
canales de acceso al conjunto de instituciones, clases y sectores de clases que
pueden ser hegemonizados, movilizados o abandonados, según sus conveniencias de
poder.
El mayor o menor éxito de los
partidos formales – conservadores, derechistas o meramente oportunistas –
depende de la aptitud para acoger a este “partido” – articulado orgánicamente
dentro de la legalidad vigente – que tiene capacidad dirigente superior como
órgano ideológico dominante sobre los propios partidos institucionales, cuyos
liderazgos se vuelven pura formalidad, asentada en el clientelismo interno de
las ya caducas organizaciones políticas del siglo XX.
¿Quién compone este “partido”,
“parte” orgánica que procesa el conjunto de intereses de las élites rentistas
burguesas del país? ¿Cómo organiza su Comité Central – que se contrapone a los
partidos democráticos de izquierda o de centro izquierda – que mantiene sus
viejas formas de operar la política dentro de una tradición republicana mínima?
Pienso que su composición es atípica dentro de la tradición política de la
modernidad y que sus relaciones de mando y ejecución están integradas por
“nudos” de relación horizontal, cuya idea común para hacer viable un nuevo
ciclo de acumulación, es la destrucción del Estado social.
Sus integrantes más potentes son
los siguientes : los barones del oligopolio de los medios de
comunicación, fracciones de los partidos tradicionales, liderazgos fuertes de
los empresarios locales y globales – articulados con intelectuales de la élite
conservadora – dotados de un enorme poder económico y comunicacional;
parlamentarios vinculados al neoliberalismo, “thinks tanks” nacionales e
internacionales y grupos religiosos fundamentalistas, ramificados en diversas
organizaciones de la sociedad civil y en los partidos. Estos forman una red de
poder que constituye “el partido de nuevo tipo” de la dominación global, que en
la era del capital financiero se coloca sobre los Estados y administra sus
crisis.
La agenda política de este
“bloque” se despliega dentro del oligopolio de las comunicaciones que se
disputan influenciar el poder político entre sí – como hacen en este momento –
prosiguiendo e induciendo su modelo irrenunciable de “reformas”. La estabilidad
de esta agenda, cuya conservación es la “ley de bronce” para la salida de la
crisis tras el vendaval actual, es lo que hoy mantiene todavía a Bolsonaro en
el poder. Su mandato es rehén de este “partido orgánico de dominación ultraliberal”
que tuvo que crear su figura y su política necrófila al comprometerse con las
reformas que antes él deploraba.
El moderno “partido” orgánico y
plural de dominación – que se alarga y se contrae según los temas económicos en
curso – tiene su Comité Central. Este enlaza los nudos de las redes políticas y
culturales contradictorias en cuanto a las agendas que deben ser abordadas con
prioridad y al mismo tiempo bloquea las posibilidades de compartir de forma
republicana el poder. Este solo puede abrirse a quien se identifica con el
reformismo ultra-liberal que no se atreva a experimentar nuevas salidas para
Brasil fuera de los esquemas primarios de Hayek y Friedmann.
(En la crisis) enarbola un
keynesianismo de ocasión que busca tan sólo dar solidez a una salida
liberal-rentista que no vacile (tras la tempestad y después que se liberen del
grupo fascista que ayudaron a prosperar) en destruir el Estado social. Los partidos
de izquierda y de centro izquierda, laboristas, social-demócratas y comunistas,
incluso sectores centristas democráticos – en nombre del humanismo universal –
deben formar un amplio frente de defensa de la sanidad y de la democracia en
este país. Pero también deben ser conscientes que sus propuestas programáticas
necesitan ser actualizadas y que sus modos de relación social – sus discursos
en busca de nuevas utopías y su visión de la estructura de clases de la
sociedad- no tienen ya el vigor que poseyeron antiguamente.
El mundo del trabajo es aún la
base de la emancipación humana y de cualquier proyecto democrático moderno,
pero las formas de organización de la producción, las transformaciones
tecnológicas y culturales y los modos de interferir en la formación de la
conciencia social son diferentes de los que hemos vivido en el pasado. No es
casual que el poder político actual haya conseguido llevar a cabo una profunda
reforma laboral con una brutal extorsión de derechos, sin disponer ninguna
“protección” en su lugar, con total complacencia o aquietamiento de las clases
trabajadoras adormecidas en sus sindicatos.
Al partido orgánico del
liberal-rentismo, horizontal y descentralizado, otras veces re-centralizado en
función de la disputa en curso, los partidos de izquierda – del socialismo, de
la social democracias, del republicanismo democrático – deben oponer no solo
puntos concretos anti-crisis del coronavirus sino también para después de la
crisis un programa mínimo de unidad contra el fascismo y un programa económico
de salvación de la economía en defensa del empleo, de la soberanía y de la
democracia.
Para ello debemos seguir el
ejemplo organizativo de los enemigos del Estado social y de las libertades
democráticas: iniciar la formación frentista de un macro-partido red, en el
cual cada organización política no pierda sus características, pero que pase a
actuar – en cada escenario crítico de disputa – de manera combinada y armónica.
Es la hora de utilizar el poder de convocatoria de nuestros principales liderazgos
para la formación de una nueva mayoría política en defensa de Brasil.
Introduzco por tanto, la palabra “partido” para que pensemos con esperanza en
nuevas formas de organización y complicidad humanista, antes del desastre
social que nos asola y la muerte física y política que nos acecha.
María Del Rosario Jiménez Moles Como siempre mi querido Maestro, compartiendo material valioso. Este resumen de Simón Muntaner, sin duda descarga la verdadera intención del gobierno brasileño de aplicar políticas Keynesianas (ya superadas por las razones que explicó magistralmente Tarso Genro al traer a la discusión lo que debe ser un verdadero “partido” en el poder), sólo para paliar los efectos de la pandemia. Sin duda, este y todos los países del mundo, deben atender no sólo al estado de bienestar por emergencia, sino de manera permanente, con ayuda de los sindicatos (que por favor sean representativos!) y de ideólogos inteligentes pero también decentes que sustenten teorías relativas una renta básica universal, incondicional, intransferible, personal, a cargo de los empresarios fortalecidos y bla bla bla, todo lo que ya conocemos frente a las nuevas tecnologías y robotización. Abrazo afectuoso hasta Toledo Maestrazo y amigo!
ResponderEliminarSin duda con alto valor analítico el planteamiento del ilustre Genro, referente a la necesidad imperante de reconstruir todo lo que implica la palabra partido en la clara lucha durante y posterior a esta pandemia. Cobra vigencia las lecciones del "Partido: vanguardia del proletariado" de la educación popular que nos regaló Martha Harnecker y Gabriela Uribe. Es necesario en pensar fríamente en una vanguardia para la lucha de la clase obrera frente contra la realidades que se imponen desde los "partidos-tipos" que bien describe Tarso Genro, apuntando a la organización capaz de llevar esta teoría al proletariado, es decir, EL PARTIDO DE VANGUARDIA, que denuncie la barbarie y detrimento del modelo capitalista explotador que apunta a partidos que aplaudan la guerra y aborrezcan la solidaridad entre los pueblos, a tal punto que propician bloqueos económicos y amenazas militares contra aquellos que rechazan el modelo que exigen prevalezca en el mundo. Vale la pena leer todo artículo del cual se ha tomado el fragmento compartido. Saludos.
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