Hasta el
momento, se sabe que tras la irrupción en Europa del Covid-19, todos los
esfuerzos desplegados para solventar las consecuencias de esta crisis sanitaria
han recaído sobre los Estados miembros, que han llevado a cabo políticas muy
semejantes en cuanto a paliar los efectos negativos sobre la actividad
económica. Han sido por tanto los Estados nacionales quienes han llevado a cabo
con sus propios recursos las iniciativas frente a la crisis, mientras que la
respuesta europea ha sido indeterminada, lenta y muy disputada, dando lugar a
importantes incomprensiones entre los países ricos del Norte y los que tienen más
dificultades del Sur, que apenas se estaban recuperando de las llamadas
políticas de austeridad frente a la crisis que había originado un incremento
exponencial de la desigualdad, un aumento de la pobreza y una extensa
devaluación salarial.
La crisis económica que ha
abierto la irrupción del Covid-19 ha sido definida como “pavorosa”y global, y
el FMI ha efectuado ya una evaluación para 2020 señalando la caída del PIB muy
importante, posiblemente la mayor recesión de la economía a nivel mundial desde
la crisis de 1929. Los datos para España son muy malos. El FMI prevé una caída del
PIB en nuestro país en el 2020 de un 8% y el ascenso del paro a un 20,8%; pero
para Italia este organismo calcula una caída del 9% del PIB, para Grecia un
10%, y las pérdidas para Francia y Alemania serían, según este organismo, del
7,2 y 7% de su PIB respectivo, y el crecimiento para el año siguiente, 2021, no
compensa más de la mitad de esta pérdida. Una crisis profunda que requiere, por
tanto, una solución cooperativa, en primer lugar a partir de la propia Unión
Europea.
Aún dejando de lado el debate entre
los economistas en torno a la recuperación que se puede producir – la discusión
ya conocida entre si la recuperación adoptará la forma de “V” o de “L” – es decir
sobre el carácter “exógeno” o no que la
crisis del Covid-19 ha provocado en los distintos marcos económicos, lo cierto
es que las economías más castigadas por la crisis de la deuda del 2010-2013,
como la española, tiene enormes problemas en orden a lograr su recuperación
tras el paso de la crisis por encima de ella. Sólo en la última quincena del
mes de marzo, recordemos que con los datos de la afiliación a la Seguridad Social,
se redujo un 17% en el sector de la construcción y un 14% en el del turismo y
hostelería, dos puntales clásicos del desarrollo en nuestro modelo económico,
frente al 4% en la industria manufacturera. Los expertos – Carlos Berzosa, en
su columna de “El Siglo” lo ha explicado perfectamente y se puede consultar aquí:
https://elsiglodeuropa.es/la-grave-crisis-que-nos-amenaza/
- advierten que “la desaparición de gran parte del tejido productivo y de
servicios puede ser letal en el conjunto, pues la economía es una relación de
interdependencias, de forma que el cierre de unas empresas arrastrará a otras”.
Es por tanto imposible que la crisis pueda ser afrontada con perspectivas de
éxito por los recursos que disponga un solo país, porque ante el aumento del
paro, también se reducirán los salarios y las rentas y no se podrán aumentar
los ingresos fiscales para incrementar el gasto público en la medida necesaria.
Esto revaloriza como única
solución contemplar el problema desde el marco institucional de la Unión
Europea. No sólo es necesario relajar y abatir los límites del equilibrio
presupuestario y de la sostenibilidad financiera, sino que la única forma de
afrontar este impacto en el gasto público es acudir al endeudamiento público de
nuevo, teniendo en cuenta que las economías están fuertemente endeudadas ya
como consecuencia del crack financiero del 2008 y la inyección masiva de dinero
para sostener el sistema en las economías desarrolladas. Como la pandemia ha
afectado a todos los Estados miembros de la UE, es importante mutualizar la
deuda, es decir, compartir el riesgo presupuestario de todos los estados
miembros.
Esta era la propuesta de emitir
eurobonos, títulos de deuda pública emitidos por todos los Estados miembros con
responsabilidad compartida para evitar nuevas crisis de endeudamiento en las
economías debilitadas. La propuesta ha estado circulando desde el comienzo en
las reuniones del Ecofin, y ha suscitado la hostilidad de los planteamientos
más neoliberales e insolidarios respecto de la inconveniencia de someter a
economías fuertes al albur de los marcos económicos débiles, una cuestión que se
solapa con la idea de la incapacidad milenaria de las economías del sur de
Europa de poder evitar el derroche del gasto público y un cierto
asistencialismo social incompatible con un mercado de trabajo dinámico y
competitivo.
Pese a que este tema entra dentro
del dominio de la gobernanza europea, en la que el BCE tiene un papel decisivo
junto con la Comisión, y por tanto el Parlamento Europeo tiene un rol
subsidiario en la adopción de tales medidas, se debatió, con vistas a la
reunión del 23 de abril próximo del Consejo Europeo, en la que se abordará la
respuesta europea a la crisis del Covid-19. En la reunión del europarlamento
del jueves 16 de abril, el Grupo de Los Verdes, a través de una enmienda
presentada por su copresidente, Philippe Lamberts, propuso el siguiente
texto : "Se considera esencial que, con el fin de preservar la cohesión de
la Unión Europea y la integridad de su unión monetaria, se mutualice a escala
de la Unión una parte sustancial de la deuda que se emita para combatir las
consecuencias de la crisis de la COVID‑19".
Esta enmienda fue rechazada por
44 votos, - 326 en contra, 282 a favor – y es importante constatar, como haría
el eurodiputado Ernest Urtasun, que la toma de posición de estos votos
no estuvo basada en la adscripción nacional como se podía suponer, reiterando
una fractura entre norte / sur o entre economías fuertes y economías débiles en
la Unión europea, tal como se había manifestado en las reuniones de los
ministros de economía y finanzas, sino en una división más clásica entre
izquierda y derecha. Los grupos socialista, verde y de izquierda unida votaron
esta enmienda que fue derrotada por el voto en contra del grupo popular europeo
y sus aliados. Una interesante lección para el futuro.
Es también especialmente
interesante conocer el sentido del voto de los eurodiputados españoles, que se
tiene que valorar normalmente en relación con el panorama político del estado
del que provienen. Es natural entonces que el sentido de voto de los partidos
que apoyaron la investidura del presidente Sánchez se hayan decantado
por el voto afirmativo a la enmienda, en el entendimiento que la mutualización
de la deuda favorece las iniciativas del gobierno que requieren un incremento
del gasto público y posiblemente el aumento de la deuda pública por encima del
100 %. Por ello, era evidente el voto afirmativo de las y los diputados
socialistas y de Unidas Podemos tanto en el grupo IU-IUN como en Los Verdes.
También votaron afirmativamente PNV, ERC y EH-Bildu. El panorama sin embargo es
más complejo en la derecha. Los diputados del PP votaron en contra,
coherentemente con su oposición frontal al gobierno, pero también lo hicieron
los diputados de Ciudadanos, salvo Nart, que lo hizo a favor. Sin
embargo, los diputados de Vox se distanciaron de este bloque y votaron a favor
de la enmienda. Los diputados de JuntsxCat se abstuvieron. Aquí la criba del
comportamiento político no solo tiene en cuenta por tanto la posición de origen
en la correlación de fuerzas interna, sino que se tiñe de la ideología de la
que participan y que unifica a Ciudadanos y al PP. Sin embargo Vox, pese a su
oposición brutal y parafascista al gobierno, posiblemente por seguir la estela de Le Pen y la ultraderecha neosoberanista europea, vota a favor de la mutualización de la deuda porque puede favorecer políticas
nacionales frente a la crisis pese a su conformación plenamente neoliberal de las políticas económicas y sociales.
El Parlamento ha aprobado a
cambio una resolución pactada por los cuatro grupos que tienen representación
en la Comisión -populares, socialistas, liberales y verdes – que propone los
'bonos para la reconstrucción' conjuntos emitidos por la Comisión para
financiar un 'paquete masivo de inversiones' relacionadas con la crisis del
Covid-19, pero que rechaza la mutualización de deuda pasada, bonos que se
respaldan con la garantía de presupuesto de la UE. Pero, como ha señalado Urtasun,
para llegar al 1’5 billones de recursos (que es lo que ha pedido el BCE) a
través de garantías del presupuesto UE, este debería aumentarse
exponencialmente, lo que desde luego no se ha producido.
Ya habrá tiempo de analizar con
tranquilidad cuál ha sido la respuesta que la UE está dando a esta crisis. Es
evidente que se requerirían medidas enérgicas y eficaces, tales como ayuda
directa a los estados que no genere mayor endeudamiento; inyección directa del
BCE a los estados; reforma del Semestre Europeo para eliminar los mecanismos de
revisión presupuestaria; concreción en el Plan de Reconstrucción para que éste
pase por el desarrollo de sectores estratégicos desde lo público, y otras
actuaciones más. El problema es cómo cambiar lo que podríamos denominar el “consenso
de Bruselas” que ha regido la gobernanza económica de la Unión desde hace al
menos doce años y que ha generado pobreza y desigualdad entre la ciudadanía,
enormes laceraciones que la nueva y tremenda crisis causada por el Covid-19 no debería
poder reproducir. Por el momento, el debate del viernes en el Parlamento
europeo da una mala señal de cómo podrían ir desarrollándose las cosas en el
futuro inmediato.
En la República de Weimar la derecha militarista y los incipientes nazis, para justificar la derrota alemana en la Gran Guerra lanzaron la mentira de "la puñalada por la espalda" que, sobre todo los comunistas, habrían propinado a la monarquía guillermina con su política pacifista y reivindicativa de mejores condiciones de vida. La política europea del PP, al negarse a la mutualización de la deuda, si que parece una auténtica puñalada por la espalda. El PP es fiel a la intergubernabilidad y las políticas neoliberales que desde hace más de veinte años se extienden por Europa para evitar una auténtica integración europea, aunque eso redunde en dañar a la mayoría del pueblo español (y de otros países).
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