Entre los
calores propios de la época, he escuchado a lo lejos desde un piso cercano –
las ventanas abiertas por la noche – una canción de Ovidi Montllor que me
ha conectado con el pasado remoto: Va com va. En vez de preguntarme quién
podría en Madrid, un 21 de julio por la noche de este año 21 del siglo del mismo
número, estar escuchando esta canción de 1974, y por tanto proceder a una exploración
del vecindario en clave generacional - ¿un baby boomer nostálgico? – y autonómica
- ¿un catalanoparlante habitando en Madrid, quizá un parlamentario talludito? -
lo que me ha provocado esta audición
lejana es un momento de evocación del pasado, traer la memoria de aquellos días
en los que la escuché por primera vez. Como mantener un blog permite distraer a
la audiencia a veces con divagaciones no previsibles, me permito compartir en
esta entrada esa rememoranza.
En 1975, al ingresar la mayoría de
la organización universitaria de Madrid de OCE-BR en el PCE, Enrique Lillo era
el Delegado de la Facultad de Derecho, miembro del Comité de Facultad – y creo
que también del CU, el Comité Universitario – y me ofrecieron la posibilidad de
aceptar el puesto de dirección que en la época era obligado en la organización del
Partido, el de responsable de cristianos en la Facultad, o así le llamábamos en
aquel tiempo, en el que en ella éramos miembros del PCE lo que nos parecía un
número muy importante, 95 estudiantes. Mi misión era organizar y desarrollar un
debate entre los estudiantes que se definían como cristianos en su militancia
en el PCE, teniendo en cuenta que en la época el diálogo sobre cristianismo y
revolución era un elemento de formación ideológica muy relevante. Organicé
entonces una reunión en la que deberíamos discutir dos textos que habían
aparecido en Nuestra Bandera, uno de Manuel Sacristán, otro de Alfonso
Carlos Comín. Mi poder de convocatoria se demostró desastroso, porque solo
acudió a la reunión un estudiante de primer curso, hoy magistrado de lo
contencioso en el TSJ de Andalucía oriental, domiciliado en Sevilla, que sigue
siendo una persona espléndida, trabajadora infatigable y un jurista riguroso y
garantista. No recuerdo donde nos reunimos, debía ser su casa, porque tras un
pequeño resumen por mi parte sobre el objeto de la reunión, extrajo de un cajón
un LP (vinilo) envuelto en cartón, en cuya portada solo se leía el nombre del
cantante, Ovidi Montllor, y en la esquina superior izquierda el título: A
Alcoi. Estuvimos escuchándolo y comentándolo las dos horas y media que
duró la reunión - ¿a quién le interesaba ya discutir lo de cristianos en el
partido y comunistas en la iglesia? -, fijando la traducción al castellano de algunas
expresiones, disfrutando la voz grave y la capacidad interpretativa de ese
cantautor que para mi era desconocido. Debatimos sin embargo sobre algunos
aspectos del texto sostenido por la música. En concreto sobre la traducción de Va
com va. Mi joven camarada mantenía que la traducción literal debería
significar “Depende”, yo insistía en que realmente lo que quería decir es “así
están las cosas”. Por eso el desenlace de la canción:
Si jo ja m'he cansat d'anar
vivint dient
El va com va
Pensa que sols diré fins que
més no podré
Va com vull, com volem
Este es mi recuerdo de ese primer
conocimiento del cantautor de Alcoi hace la friolera de 46 años nada menos. Mientras
recuerdo muy bien este primer encuentro (aunque quizá no se ajuste
a la realidad de las cosas, ese es el defecto de la memoria, pero aqui es irrelevante este extremo), mi desempeño como
responsable de cristianos no fue desde luego muy exitoso. Solo una reunión,
quizá otra más, con idéntico fracaso. En octubre de 1975 comencé mi servicio
militar en la IMEC del Aire, en Los Alcázares, y abandoné la organización de Universidad
del PCE para pasar a la del Ejército, como era la norma. Pero desde luego creo
que haber descubierto a Ovidi Montllor valió la pena y compensó todo el
descalabro de la tarea política que me habían encargado. Además de su presencia
en las pantallas – desde Furtivos hasta Con el culo al aire – sus
canciones me acompañaron a partir de ese momento. Su álbum desde el Olympia de
Paris con Toti Soler aún lo escucho, una vez desplazado el vinilo por el
CD creo que ya al comienzo de la década de los 90.
A tu t'han dat l'herència, a
mi m'han dat la vida
Va com va
A mi em toca lluitar, a tu
prendre la mida
Va com va, va com va
O sea, que las cosas van así. Y
no van muy bien, como dice la canción. No me refiero al ayer, sino al ahora. Estamos en un momento en el que la
presión sobre las instituciones y los sujetos que pueden impulsar un cambio
democrático en nuestro país, es verdaderamente inaceptable. No se trata solo de
esa capacidad de asedio y de erosión de las personas, las agresiones y las
descalificaciones – que en el caso de Iglesias y Montero han
conducido a una verdadera cacería mediática y popular, deshumanizando al
personaje y construyendo paulatinamente un círculo de hostilidad generalizada
contra estos dirigentes políticos – sino la absoluta impunidad con la que se
practica el insulto y la descalificación personal y la categórica uniformidad con
la que se transmiten a la opinión pública desde los medios públicos y privados
más influyentes, sin limitaciones. La fórmula es conocida y se repetirá cuantas
veces sea preciso hasta la aniquilación simbólica – pero no sólo – de los
protagonistas destacados del discurso reformista y emancipatorio. A ello se une
la utilización cada vez más evidente de las instituciones de garantía de los
derechos en una dirección alienada con la erosión directa de la acción de gobierno,
como ha sucedido con la última y criticadísima sentencia del Tribunal Constitucional,
y antes con la cuestión de los indultos por la Sala de lo penal del Tribunal Supremo.
Esta ofensiva política,
ideológica y mediática, que se acentúa ante cualquier iniciativa de reforma que
pueda poner en cuestión la mitografía del dictador y la legitimidad del golpe
de estado que fundaría el régimen franquista que sobrevivió a sus mentores
totalitarios y criminales merced a la guerra fría y el apoyo irrestricto de los
Estados Unidos, sólo puede ser compensada – nunca detenida – por las acciones
reales de reforma que demuestren la capacidad de la política democrática para
definir el nuevo mapa social atendiendo a la capacidad de decisión democrática expresada
por la mayoría parlamentaria que sostiene el Gobierno de coalición. Es por
tanto imprescindible que se demuestre que este gobierno es capaz de cambiar las
cosas como queremos, como se han comprometido a hacer y la ciudadanía espera.
La subida del salario mínimo
siempre postergada con argumentos tecnocráticos que reiteran las tesis neoliberales
que chocan decididamente con una nueva orientación política en la fase
post-pandemia de la presidencia Biden, la urgencia de una reforma
laboral de nuevo aplazada y contestada sobre la base de prejuicios ideológicos
y de planteamientos de gestión empresarial basados en la devaluación de las
condiciones de trabajo y empleo como elementos característicos de la
precariedad laboral que se defiende como la única forma de obtener beneficios,
el fortalecimiento de la negociación colectiva y la remodelación de las formas
de organización de empresa, todo ello son elementos básicos y estructurales de
un cambio que tiene que llevarse a efecto. De lo contrario, bajo la presión
institucional, mediática e ideológica del discurso deslegitimador y muy
agresivo de la derecha política, la inacción del gobierno se leerá como
impotencia de la democracia, que solo puede suscitar desafección ciudadana o
desplazamiento de la acción política fuera del espacio institucional, confrontando
directamente con él.
Dicen los que saben conducir que
cuando el automóvil se desliza en una curva mal peraltada en un firme
deslizante, es conveniente acelerar para salir adelante, no frenar, que conduce
a la pérdida de control del vehículo y al desastre. Esa es la receta para la
situación actual. Que se hagan las reformas que queremos y a las que se ha
comprometido el Gobierno en su programa. Que cesen los obstáculos
internos en el seno de la coalición de gobierno. Que sepan todas las gentes que
es posible mejorar su situación social, garantizar realmente sus derechos, proteger
lo común y promocionar lo colectivo, avanzar en la seguridad de su existencia, encontrar
un trabajo decente y estable que permita vivir dignamente.
El futuro inmediato puede y debe
ser diferente y mejor. Como pensaban esos dos lejanos personajes que escuchaban
a Ovidi Montllor compartiendo un proyecto de sociedad más justa, más solidaria,
radicalmente democrática, en la que pudieran sentirse felices y satisfechos de
haber acompañado el esfuerzo colectivo por hacerla realidad. Como entonces,
ahora. Quizá por eso en la noche del 21 de julio se pudo escuchar en Madrid esa
antigua canción de resistencia y de esperanza.
Paco Rodríguez de Lecea
ResponderEliminarBonito recuerdo. Fueron muchas las horas perdidas, muchas las reuniones fallidas de las que, sin embargo, algo se sacaba a fin de cuentas para retroalimentar el compromiso. Va com va, así es la vida. Y quisimos mucho a Ovidi.
ResponderEliminarDemetrio Vazquez Martinez
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Estoy de acuerdo con el contenido del artículo, cuya lectura recomiendo. Además le agradezco a Antonio Baylos que me haya traido recuerdos de buenos tiempos. Yo también militaba en la organización universitaria de Bandera Roja (OCE-BR) cuando decidimos integrarnos en el PCE. Saber que después de tanto tiempo sigues coincidiendo con gente a la que aprecias y admiras, produce un placer íntimo difícil de describir.