Invitado al 6º Congreso Internacional de ANAMATRA, la asociación de magistrados de trabajo de Brasil en la ciudad de Lisboa para presentar la conferencia de Juan Ramón Capella a los más de 150 magistrados presentes, el viaje ha servido para pulsar la actualidad portuguesa a la que se alude en estos días como consecuencia de las turbulencias sobre los intereses de la deuda y la posibilidad de una intervención de su economía por el FMI o por el Fondo de rescate de la UE.
Como se sabe, el gobierno socialista portugués ya va por el cuarto Plan de Estabilidad y Crecimiento (en la jerga cotidiana PEC IV) que exige reformas a la baja de los derechos sociales en el marco de lo que se viene a denominar “austeridad” como condición para la reducción del déficit. Los anteriores planes de austeridad provocaron la convocatoria, en noviembre pasado, de una huelga general en unidad de acción, lo que no sucedía en veinte años. Las movilizaciones continúan, pero la más importante ha sido la realizada el 12 de marzo, autoconvocada por las redes sociales, y a la que acudieron 300.000 personas en Lisboa y 80.000 en Oporto, en su inmensa mayoría jóvenes. Se trataba de un movimiento social de repudio de las soluciones laborales que se derivan de las tesis neoliberales en relación con el mercado de trabajo, que se sustancian en crear empleos son menos derechos o incluso sin ellos, en salarios bajos para jóvenes y personas de primer ingreso en el mercado de trabajo que se cifran en 500 euros mensuales y en relaciones laborales marcadas por la precariedad. “Hemos estudiado duro y ahora somos esclavos”, dice una canción muy recordada en estos días por la juventud portuguesa. Este movimiento de precarios en donde tienen un peso específico los trabajadores del conocimiento, no pretende sustituir a los partidos políticos ni a los sindicatos. Es conveniente releer el artículo de Tarso Genro que se ha publicado en este blog respecto de los acontecimientos democráticos de Túnez y Egipto y la movilización de los jóvenes, porque en él se apunta con razón que éstos son movimientos relativamente espontáneos, no contra la política, sino por otra política. “Todo espontaneísmo es saludable cuando se desdobla, en algún momento, en organización consciente” afirma Genro, de forma que no puede permanecer durante mucho tiempo en estado líquido sin encarnar una fórmula organizativa, un sujeto que actúe en el campo de lo político, so pena de agotar su fuerza y generar abatimiento y pérdida de resistencia al dominio.
Pero la movilización del 12 de marzo no ha sido – ni previsiblemente lo será – la última. Este sábado, 19 de marzo, la CGTP-IN convocó una manifestación en la plaza de Restauradores de Lisboa contra el paro, la precariedad laboral, contra el recorte de salarios y de pensiones. Se llamaba, de forma muy gráfica, “día de indignación y de protesta”. La manifestación ha sido un éxito –la CGTP – IN ha afirmado que es el acto sindical de masas más importante después de la huelga general – y las gentes han rebosado la amplia plaza y calles adyacentes. La idea central del discurso del Secretario general de este sindicato es que resulta imprescindible salir de esta situación de crisis “a través de una solidaridad efectiva, de la afirmación del modelo social y la limitación de los poderes de los mercados”.
Otra movilización focalizada sobre los jóvenes y el trabajo precario se prepara para el 1 de abril, en un contexto político dudoso que permite prever elecciones anticipadas. Hay por tanto una onda de movilizaciones cada vez más extensas contra el camino de precarización y de recorte salarial que se imponen como recetas neoliberales cocinadas en la Comisión europea. Nada indica que desde lo que en Portugal se llama “el bloque de poder” - que integra a los tres partidos, PS, PDS y CDS como si fueran indistintos - esté dispuesto a cambiar las reglas del juego y a exigir un cambio en las políticas de la Unión Europea que precarizan la vida de los sectores jóvenes de la sociedad, empobrecen a ésta en su conjunto y permiten por el contrario que siga la especulación de los mercados y se incremente de forma exponencial la desigualdad económica y social entre los miembros del mismo Estado-nación. Por eso las elecciones políticas que posiblemente aliente el propio gobierno como fórmula no tanto de reforzar su posición como de escapar a la tutela del FMI, largamente anunciada y rechazada por José Sócrates, no van a modificar esta línea de actuación. El rechazo del trabajo precario, la construcción de espacios de representación en torno a la defensa del modelo social plasmado en la Constitución portuguesa, tienen un campo de juego muy limitado al expresarse en el circuito político-electoral, y eso que las dos fuerzas de izquierda presentes en Portugal, el Bloque de Izquierdas y la Coalición democrática Unitaria (CDU), ésta en torno al PCP, suman en torno al 20% de los sufragios (más de un millón de votos).
El “hecho diferencial” nacional parece que se privilegia frente a la coordinación de las luchas con otros países europeos, y en particular con España o el resto de las naciones afectadas por la crisis de la deuda. Es evidente la crítica “fuerte” a la orientación europea, pero no hay de momento una acción de convergencia con otros movimientos sociales con la misma finalidad, sino que el marco de referencia del conflicto sigue siendo el que se delimita por las fronteras estatal – nacionales.
También a la inversa, conviene “seguir” más a Portugal de lo que tradicionalmente hacen las organizaciones sociales – y entre ellas las sindicales – españolas. Una reflexión sobre la singularidad española, en donde ha cabido un acuerdo que limita el alcance de la reducción de derechos de protección social y los “fija” en un punto de equilibrio que se retiene inatacable por futuras medidas u orientaciones de empleo o de protección social, y en donde se quiere negociar un amplio temario de reforma – no sólo legal, sino también en el espacio de la autonomía colectiva – del sistema vigente de negociación colectiva, puede resultar muy instructiva. Además el núcleo de la reforma laboral de 2010 quiere ser repensado y formulado en clave garantista mediante la discusión pública, lo más extensa posible, de la Iniciativa Legislativa Popular. Desde los contornos del movimiento social, y en especial de la movilización de jóvenes de bajos salarios con cualificación media-alta que prolongan durante mucho tiempo una situación de precariedad, la experiencia portuguesa – como la italiana, ésta impulsada desde el inicio por la CGIL – constituye un buen tema de reflexión, como a la inversa, desde los contornos de las organizaciones estables representativas de los trabajadores, la mediación sindical en España y la capacidad de negociar a la baja en situaciones difíciles como forma de reorientar el proceso de desregulación y de desprotección social, merecería una reflexión de mas calado en aquellos escenarios que, como el portugués, el sindicato mayoritario se autoexcluye de las negociaciones de aplicación del Plan de Austeridad y presiona desde fuera con el conflicto y la movilización mirando la recomposición de fuerzas que se puede obtener en el plano político-electoral.
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