miércoles, 5 de marzo de 2008

SOCIOLOGIA(S) DE LA PRECARIEDAD Y TRANSFORMACIONES DE LA ESTRUCTURA Y ACCIÓN SINDICAL



La precariedad es un dato de la realidad que está planteando muchos interrogantes desde el punto de vista político y social. Recientemente Llamazares, en campaña electoral pero posiblemente buscando dar a esa expresión un alcance más duradero, ha hablado de “precariado” como un sujeto social que ha irrumpido en el trabajo y en la sociedad dotado de perfiles propios y que requiere su consolidación en términos subjetivos para la lucha política. Estas unas notas están fundamentalmente provocadas por la lectura del libro de Maryse BRESSON, Sociologie de la precarité, Armand Colin, Paris, 2007, 126 pp. Hay además varias obras más que inciden en el mismo tema, pero son citadas oportunamente en el texto. En la foto se aprecia al titular del blog reflexivo y con mirada adusta justo antes de decidir acudir a una brasserie cercana a reponer merecidamente fuerzas y a paladear los caldos excepcionales de la región bordelesa.

La precariedad es un concepto diferente de la temporalidad, y esta diferenciación es ya un punto de partida en el discurso de muchos sindicalistas (ver por ejemplo Rodolfo BENITO, en el Observatorio Social nº 63 , del 2007, de la Fundación Sindical de Estudios). “El trabajador es precario cuando su empleo es inseguro y no puede prever su futuro profesional ni asegurar de forma duradera su protección social. Lo es también cuando su trabajo le parece sin interés, mal retribuido y sin reconocimiento en la empresa” (Bresson, 2007, p. 47). Lo primero se identifica con la precariedad en el empleo, lo segundo con la precariedad en el trabajo, “aplicada al contenido de la actividad, al reconocimiento social que se le asigna y a la satisfacción del individuo en el trabajo”. Ambas dimensiones van normalmente unidas: un empleo precario se corresponde “con una función subordinada, explotada” (Bresson, 2007, p. 47).

La precariedad tiene una importante dimensión territorial. Aunque viene de lejos el análisis de la dimensión territorial de los fenómenos de pobreza y marginalidad (estudios de la llamada Escuela de Chicago de los años 30 del pasado siglo) lo que se trata ahora es analizar la concentración espacial de las desigualdades y del cúmulo de dificultades de acceso al mercado de los bienes de consumo que tienen estos sujetos. La constatación de una fuerte condensación de la población juvenil y de una alta proporción de inmigrantes, la existencia de altas tasas de paro y de empleos precarios, unido al alto fracaso escolar y al déficit de servicios públicos y de equipamientos – con escasez de comercios además- en un hábitat degradado, desemboca en una situación de violencia difusa, de desarrollo de actos inciviles y no respetuosos, en ruido y degradación del marco de vida general en determinados espacios urbanos. Es decir que el anclaje territorial es determinante en el fenómeno de la precariedad como también en el de la inmigración, que tiene con el anterior una relación directa. Son muchos los ensayos que ahora en Francia se preocupan por este tema desde el punto de vista de la segregación de la ciudadanía, a través de un verdadero proceso de discriminación negativo, como titula su libro Robert CASTEL (La discrimination negative. Citoyens ou indigènes?, La republique des idées, Seuil, Paris, noviembre de 2007), aunque fundamentalmente éste se centra en la distancia entre una parte y otra de la población francesa fundada en el origen étnico, excluidos de la ciudadanía pero no como los inmigrantes, sino desde el interior de la sociedad. En nosotros esta problemática asoma por el momento sólo de forma demagógica en los planteamientos de la derecha política – el PP - que se refieren implícitamente a la idea del suburbio y del gheto como una especie de lugar infernal para los honestos ciudadanos españoles de las clases populares y de las clases medias.

Esa dimensión territorial de la precariedad que fija en un territorio esa manera de vivir del precario – y no sólo por tanto una manera de trabajar, por tanto - ha sido subrayado por otros estudios que enfocan la precariedad como un índice estratégico de la subjetividad en la producción no totalmente integrada (como subraya Marcello TARÌ , “Strategie della precarietà”, Posse , noviembre 2006). Para estas visiones hay que leer la precariedad como “un indicador lingüístico de un horizonte absoluto y compacto dentro del cual se desarrolla la existencia de cualquiera aquí-y-ahora en un devenir precario que afecta a todos y a todas, comprometiendo y transformado cualquier dimensión de la vida”. Aunque esta radicalización de la existencia dentro del componente de la precariedad no sea un dato incuestionable, si resulta la fijación de estas vidas en un territorio determinado, lo que requiere sin duda una reformulación de los parámetros de la estructura y acción del sindicato en sus estructuras territoriales con carácter de urgencia. Exige la acción política en la dimensión territorial como una componente imprescindible de la tutela de los trabajadores en cuanto tales, de forma general.

De esta forma, la concentración espacial de la existencia colectiva de grupos extensos de trabajadores no puede considerarse un dato ajeno a la actuación del sindicato en la tutela de los derechos derivados del trabajo y cómo organización que tiene como objetivo ampliar y fortalecer la llamada cohesión social. Pero es también un terreno nuevo y diferente de nociones o de categorías que clásicamente se situaban en la periferia de la acción sindical – o que incluso se decía que carecían de interés para la misma – como eran las situaciones de marginación, exclusión y pobreza. De esta manera el sindicato puede interactuar con esta realidad - normalmente construida desde una individualización de masa en el trabajo precario con demasiada frecuencia no sindicalizado, basado en una pura performance individuo – empresa y de donde se ha proscrito la capacidad del conflicto colectivo – reintroduciendo una dimensión colectiva a través del territorio y la situación en el de los trabajadores y de la definición política de tal espacio desde las nuevas necesidades que genera la precariedad como forma ordinaria o normalizada de existencia de amplias capas de población fijadas en determinados territorios, y reconduciendo por tanto a la política, bajo la mediación sindical y la acción colectiva de los sujetos, su capacidad de lucha y de conflicto.

El sindicato entonces es mediador cultural y organizador de la subjetividad colectiva de la precariedad que se expresa con más fuerza y de forma más presente y actual a través del territorio más que mediante la empresa o del lugar de trabajo. Entre otras cosas porque el lugar de trabajo para estos precarios es diferente de lo que solemos conocer por tal y que se relaciona con el centro de trabajo fondista. En estos casos el lugar de trabajo es intermitente, volátil o ya no existe para una gran parte de aquellas personas, que giran por la ciudad trabajando para un empleador sin “estar” en la empresa como lugar físico. Sin embargo el barrio y la casa – habitación es el lugar que “recibe” al sujeto precario que trabaja y le da una cierta identidad común a través del espacio de vida fijado en el territorio urbano. Por eso frente a una realidad frecuente en la que los agentes de intervención en el territorio de la precariedad son únicamente la Policía o las agencias de “ayuda humanitaria” o de “asistencia social”, una intervención política del sindicato sería muy decisiva para un cierto cambio en el modelo, una nueva forma de abordar “la nueva cuestión social”.

Naturalmente que esto requiere o requeriría en condicional formas organizativas sindicales nuevas, generadas a partir de las estructuras territoriales del mismo, que por consiguiente actuaran con más capacidad de adaptación a la geografía de la precariedad en la que se mueven estas columnas de trabajadores mal pagados y sin porvenir. No se trata por tanto de un éxodo de la representación hacia un nuevo sujeto inestable, sino de una reformulación de la organización y de la estrategia del sindicato en tanto representante “general” de toda la fuerza de trabajo de un país.

Es posible concebir que estas exigencias se inscriben en una fase de reconstrucción de la comprensión organizativa del sindicato como mediación para la acción colectiva general que no necesariamente requieren para materializarse la desestructuración de la estructura organizativa clásica de tipo fordista del sindicato tradicional en la que nos movemos (Michel VAKALOULIS, Le syndicalisme d’experimentation, Actuel Marx, PUF, Paris, 2007), sino que puede abrirse camino como elemento de reflexión y de debate desde las experiencias con las que se cuenta de manera dispersa y no sistematizada.

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