domingo, 15 de noviembre de 2009

TRABAJO Y CLASE. ANOTACIONES SOBRE LAS TRANSFORMACIONES DEL TRABAJO Y SU REPERCUSIÓN EN LA CONSTRUCCIÓN DE LA IDENTIDAD DE CLASE TRABAJADORA




Los comentarios a una gran encuesta organizada y desarrollada por la FIOM-CGIL ponen sobre la mesa el problema del cambio en el trabajo como elemento clave en la determinación de nociones básicas de la representación de ese trabajo por los sujetos colectivos clásicos. En este sentido, se han realizado las anotaciones que siguen sobre la base del comentario de Aris Accornero a dicha Encuesta en el último fascículo de la revista Lavoro e Diritto. La transcripción es libre, mas cercana a unos apuntes personales que a una traducción, auqnue hay párrafos entrecomillados que son literales. Pero no ponga el lector en palabras de Accornero algunos de los pareceres que son sólo responsabilidad de quien opina, transcribiendo lo escrito, sobre ello. Para consultar directamente la fuente, vease Aris Accornero, "Lavoro e classe. La grande inchiesta della FIOM", Lavoro e Diritto nº 3 / 2009, pp. 337 ss.





Los cambios en el trabajo lo han hecho difuso, disperso, ya no uniformado y masificado como en el fordismo. Del trabajo en singular al trabajo declinado en plural, o sea los trabajos precarios, atípicos, temporales, diferentes. Muchos basan las novedades del trabajo en hechos muy generales como la globalización de los mercados o las tecnologías informáticas. Otros acuden a la fuerza de la ideología neoliberal, aunque no se sabe si ésta es la causa o la consecuencia de estos cambios. Otros en fin hablan de un nuevo paradigma organizativo que se deduce de innovaciones radicales en la estructura y en la organización de las empresas con vistas a “personalizar” el producto.

Los estudios en Italia sobre el trabajo que cambia tenían un enfoque más especulativo que empírico, y no convergían en muchos casos. Reflexionando sobre la evolución de la conciencia de clase, sobre la visibilidad del trabajador industrial, sobre la soledad del obrero o su “eclipse” en términos sociales, no siempre partían de las condiciones materiales de los sujetos (pese a que hay datos muy eficaces para revelar esa consideración social del trabajador industrial: el nivel retributivo medio de un metalúrgico italiano es de 1.170 € al mes). Y los que hablaban de la desmasificación e individualización del trabajo concreto, desestructurado y polivalente, no abordaban los efectos de “clase” sobre los sujetos que trabajan y sus vidas. Los dos conceptos típicos del post-fordismo han sido recibidos de manera diferente. La flexibilidad, elemento que explicaba el modo de producir y de trabajar, se interpreta a lo Sennett. La precariedad, que revela el hiato entre las relaciones de trabajo y la tutela legal y colectiva del trabajo, se abre a una narrativa poco centrada sobre la condición obrera y más amplia que la dedicada al trabajo obrero. Es difícil conectar los cambios en el modo de trabajar con algunos aspectos de la identidad obrera y de la imagen de clase, esto es, con el debilitamiento social de la condición y de la cultura obrera (por no hablar de la erosión de la idea de la clase obrera como nuevo sujeto histórico ascendente). Por eso es preferible razonar sobre la evolución de los perfiles y de los anclajes de los trabajadores.

En este contexto hay que situar la Encuesta de la FIOM del año 2007: un esfuerzo colosal. Un cuestionario distribuido a 400.000 trabajadores, de los cuales han respondido 96.607 a casi todas las 118 preguntas que contenía el documento. Es quizá la encuesta sociológica más amplia que jamás se haya hecho en Italia ( y no sólo en este país, obviamente). Están publicadas sus conclusiones en un libro coordinado por F. Garibaldo y E. Rebecchi, Metalmeccanic@. Reddito, condizioni di lavoro, ambiente sociale, salute e sicurezza nelle voci di 100.000 lavoratrici e lavoratori metalmeccanici, Meta Edizioni, Roma, 2008. El hecho que sea propiciada por la CGIL en su federación emblemática, la FIOM, debe resaltarse. Además el cuadro general de la condición de los trabajadores que emerge de la encuesta es muy articulado no sólo porque se trata de un sector industrial que va desde la siderurgia a la informática, a la robótica, a la automoción, pero también a la carpintería y a la orfebrería, sino porque es el lugar en donde se pueden apreciar de forma más nítida los efectos que el post-fordismo ha producido en la industria orgánicamente más fordista. Y resulta claro que aún queda mucho fordismo en la fábrica del metal, más aun cuanto que en Italia hay muchas industrias. Sobreviven por tanto fordismo y post-fordismo simultáneamente. Los datos son muy esclarecedores: “el 65% de los metalúrgicos encuestados desarrolla operaciones repetitivas, el 53% con parcelación de tareas, y el 51 % con tiempos reducidos y predeterminados, y estos trabajos suelen desempeñarlos obreros poco cualificados, mujeres e inmigrantes. Pero por otro lado los datos dicen que el 90% de los encuestados sigue procedimientos con arreglo a certificados de calidad (normas ISO o semejantes), el 78% entiende que tiene “buenas posibilidades de discutir sus condiciones de trabajo”, el 73% efectúa autoevaluaciones de calidad, el 67% encuentra autónomamente soluciones a los problemas imprevistos en el trabajo, el 66% efectúa un trabajo apropiado a las capacidades y aptitudes de la persona, el 64% rota en las categoría profesional y el 55% asume nuevas categorías”. En general se retiene – a partir de la comparación con la encuesta de la Fundación de Dublín sobre las condiciones de vida y trabajo – que en esa simultaneidad es posible apreciar un predominio de la organización y de la estructura del trabajo posfordista (un 60-65 % frente al clásicamente fordista, 35-40%).

En todo caso, lo que señala la Encuesta FIOM es la centralidad del redimensionamiento productivo, que se logra fundamentalmente a partir de la variable del tamaño de la empresa. La cuestión de la dimensión de la empresa es determinante. Cuando crece el tamaño de la empresa, crecen sin embargo “los acuerdos de empresa sobre ordenación del tiempo de trabajo, los movimientos repetitivos, los ritmos elevados, los plazos rígidos, el trabajo de grupo, las tareas monótonas, la formación pagada, los trabajadores objeto de intimidación, las discriminaciones de género, el trato discriminatorio por edad” y cuando disminuye, bajan en ese caso “la tasa de sindicalización, la satisfacción por el tiempo a disposición, la presencia de horarios solo nocturnos, el porcentaje de trabajadores con horario rígido, la posibilidad de cambiar de método de trabajo y de la velocidad de trabajo, el porcentaje de trabajadores cuyas categorías corresponden a sus aptitudes profesionales, la posibilidad de discutir la organización del trabajo frente a cambios en la misma sobre la base de los perfiles del trabajador”.

La “cuestión dimensional” es muy importante para el sindicato, porque desvela la exigua presencia de éste en las “fábricas menores”. Posiblemente porque sobre la representación del trabajo y de los trabajadores pesaba un postulado de la socialdemocracia clásica, que el desarrollo capitalista llevaba consigo una creciente afirmación de las economías de escala. La empresa de grandes dimensiones era acorde con una sociedad socialista, mientras que la “pequeña” – tiendas, garajes, establecimientos – no tenía futuro. La descentralización productiva ha producido en Italia unos efectos mucho mayores de los que se preveían por los sindicatos, como un repliegue regresivo, pero se ha convertido en una transformación importantísima: del flujo cotidiano de trabajadores de grandes empresas a nuevas o transformadas pequeñas empresas, se ha pasado a una transmigración que ha afectado a millones de personas. Cuando el tamaño de la empresa disminuye, tienden a modificarse las relaciones sociales y las relaciones de trabajo. Y no necesariamente sobre la base de una “armonía social” entre obreros y pequeños empresarios, en muchos casos, provenientes de la misma capa social. Violencia y autoridad pueden ser mas frecuentes que la participación y el respeto mutuo.

Los cambios que se han ido produciendo en la identidad y en la imagen de los obreros se colocan en un escenario que parte de una estructura de los empleos que alimenta en los servicios perfiles manuales de dependencia y de riesgo sin que se mantenga la “nobleza” de los obreros de mono azul, y que crea y continua generando figuras nuevas de cuasi-autonomía o de cuasi-dependencia que, a veces más fuertes y a veces más débiles, amplían y modifican el conjunto de sujetos cuyo trabajo es necesitado de representación y de protección. La encuesta FIOM cuantifica estos nuevos “trabajos atípicos” sobre los que todavía sabemos poco.

La búsqueda de la identidad obrera en este nuevo contexto de cambio en el trabajo y en la estructura productiva se debe hacer a partir del examen de las nuevas condiciones en las que se presta éste. Hay el riesgo de banalizar el tránsito del trabajo de producción al trabajo de servicios transfigurando el trabajador en consumidor, y anteponiendo el consumidor al productor como centro de una sociedad que vela las relaciones de poder y de desigualdad que se construyen en las de producción. Toda una operación que parte de la clase obrera como una ruina contemporánea y la confina en un pasado como sujeto histórico latente y no actuado, de forma que, como diría Vázquez Montalbán, transitara hoy de la nada a la más absoluta ahistoricidad.


(Una recepción de este texto, con el título "La condición asalariada", en el blog hermano "Metiendo Bulla": http://lopezbulla.blogspot.com/2009/11/la-condicion-asalariada.html )

1 comentario:

Pepe Luis López Bulla dijo...

No hay motivo para el agradecimiento; es lo mínimo que se corresponde con la UHP (Unión de Hebdomadarios de Parapanda). Me he permitido el título de "La condición asalariada" por su brevedad, espero no haber traicionado excesivamente su meritorio trabajo.