Este
tardío otoño está trayendo una ola creciente de conflictividad. En el reflujo
de la pandemia, se ha producido un importante repunte de los precios, insuflados
por el aumento de los costes de la energía. Las asociaciones empresariales se
enrocan en una defensa de los márgenes de ganancia que aseguren su rápida
recuperación en un contexto dominado por la esperanza de grandes inversiones de
dinero provenientes de los fondos europeos. La reforma de la negociación
colectiva, anunciada y prometida al menos desde la Navidad del 2018, no se ha
producido, y la legislación de la crisis sigue vigente, con su potente carga
antisocial.
En este contexto, los sindicatos
de la industria han comenzado una serie de movilizaciones en distintos
sectores. En primer lugar, en el sector de la automoción, donde se encuentran
amenazados más de 15000 empleos, ante la crisis de los semiconductores, el
aprovisionamiento de materias primas, los problemas logísticos y la
electrificación de la movilidad - la escasez de microchips - y frente a los
cuales la inacción del Ministerio de Industria es inconcebible. La
concentración el 22 de noviembre ante este Ministerio ha generado al menos la
convocatoria de la mesa tripartita del auto para el diálogo social, cuya
evolución se habrá de seguir en los próximos días o meses. Pero no parece que
la titular de Industria se encuentre especialmente motivada para desarrollar
una política de intervención activa de su departamento en el abordaje de planes
de reindustrialización efectivos.
La crisis del auto se manifiesta
asimismo en el conflicto de Pilkington en Sagunto, ante los despidos de un
tercio de la plantilla y la deslocalización a Italia de la fabricación de
parabrisas, una huelga indefinida que prosigue con movilizaciones de alta
participación ciudadana en la región, y que puede extenderse a otras empresas,
como Mahle, amenazada de cierre en su fábrica de Vilanova y Mataró. A las 22 horas del miércoles 24 se consiguió un preacuerdo que hace que se quede la línea de laminado en Sagunto y que se eviten los despidos "traumáticos". La huelga y el apoyo cerrado de la población de Puerto Sagunto han sido claves para alcanzarlo.
Junto a estos problemas centrales
para una industria fundamental como la del automóvil, que exige mecanismo de ajuste
temporal como los ERTEs mientras dure la “tormenta perfecta” en la que se
encuentra el sector por las causas ya señaladas, a lo que se añade la necesidad
de inversiones que garanticen lo que se ha venido en llamar “la soberanía
industrial” de nuestro país que garantice la fabricación propia de
semiconductores para seguir produciendo en momentos de gran demanda, se
despliegan otra serie de conflictos directamente ligados a la negociación
colectiva, siempre en este sector de la industria.
Sucede con el convenio del metal
de Alicante, en el que juega un papel importante la industria juguetera de Ibi,
y en donde la patronal del metal alude al clima de “incertidumbre” para no
admitir subidas salariales que se correspondan con el alza de los precios, y
las dos jornadas de huelga convocadas – la última, del 23 de noviembre, con
altísima participación y presencia en las calles – presionan en este sentido.
En el convenio del metal de Toledo, la propuesta de la patronal supone un
retroceso importante en los derechos laborales de descanso, permisos, reducción
de pluses, incremento del capítulo disciplinario. Comienza en este sector la
movilización por el convenio.
El caso más conocido, en razón de
su presencia en los medios, es el del convenio del metal en Cádiz, una
provincia que constituye el enclave industrial más fuerte de Andalucía que ha
sufrido fuertes embates derivados de la deslocalización y desinversión
industrial, desde la situación en astilleros hasta el cierre de Delphi. Se trata
ahora del convenio de la industria auxiliar del metal, dedicada a la fabricación
de productos básicos de hierro y ferroaleaciones, construcción de barcos y
estructuras flotantes, aeronáutica y su maquinaria, fabricación de estructuras
metálicas y sus componentes y carpintería metálica como las principales
actividades de la industria del metal en Cádiz, que da empleo a más de 30.000
trabajadores, la gran mayoría en las empresas auxiliares que subcontratan o
trabajan para las grandes compañías tractoras en ese territorio, Navantia,
Airbus, Dragados y Alestis. Hay algunos interesantes informes periodísticos que
dan cuenta también de la incidencia negativa de la precariedad y los frecuentes
incumplimientos del convenio en un modelo “anclado en el miedo” a la pérdida de
trabajo y la exclusión (https://www.infolibre.es/politica/metal-metal-miedo-precariedad_1_1213861.html).
Los empresarios gaditanos ofrecen
una subida salarial fija del 2% en 2021, 2022 y 2023 y al final de este último
año una revisión que actualizara los salarios de estos tres años con base en el
IPC, con lo que los trabajadores recuperaban, en una paga y, dentro de dos
años, el poder adquisitivo que hubieran perdido en estos tres ejercicios. Con
ello, afirmaban, se podía asegurar una previsión financiera que les permitiera recuperar
lo no ganado durante la pandemia. Los sindicatos pretenden que la subida sea
conforme el IPC interanual para no perder poder adquisitivo y que esta
condición se consolide.
Como de costumbre, una huelga por
la negociación de un convenio colectivo, se ha convertido para los medios en un
espectáculo que debe explotarse sobre la base de las acciones de toma de la
calle que ha llevado consigo la huelga indefinida declarada en este sector. La
policía ha mostrado, como lamentablemente es usual, una actitud represiva de la
huelga que ha culminado, simbólicamente, con la aparición de una tanqueta para
reprimir a los manifestantes y en imágenes muy deplorables de la actitud de las
fuerzas y cuerpos de seguridad golpeando a ciudadanos sin motivo. Se trata de
un conflicto que está plenamente anclado en la comunidad ciudadana, que
responde de manera unitaria y colectiva apoyando estas reivindicaciones. La
represión de los derechos de manifestación y huelga ha sido motivo de conflicto
en el seno del gobierno de la nación, donde la Vicepresidenta Segunda y
Ministra de Trabajo ha recalcado que se trata de un colectivo que ejercita
derechos constitucionales protegidos al máximo nivel y que por tanto
determinados medios de actuación sobre los mismos son plenamente criticables,
cuestionando por tanto la utilización de material de guerra en la represión de
las manifestaciones de los huelguistas. El conflicto sigue abierto y la
autoridad laboral autonómica no piensa intervenir ni mediar por el momento.
Una señal inquietante sobre la
necesidad de mejora de las y los trabajadores de muchos sectores de este país
que en este momento histórico demuestran su hastío hacia una sociedad
esencialmente desigual que les sitúa cotidianamente en el lado perdedor y
derrotado de las relaciones sociales.
Una situación que puede ser aprovechada demagógicamente desde el
discurso político antidemicrático -como ya lo ha hecho Abascal desde Vox,
pese a que su partido se negó a aumentar inversiones y carga de trabajo en la
Bahía de Cádiz en una iniciativa parlamentaria – y que es una llamada de
atención al gobierno sobre la necesidad de reformas profundas y progresivas que
consoliden una ordenación legislativa del trabajo que posibilite la
consolidación de derechos individuales y colectivos fuertes y bien
garantizados.
Ya cerrada esta entrada, se informa que se ha logrado un preacuerdo. El acuerdo consta de la firma de un convenio a tres años en el que se alcanzarán subidas del 2% anual hasta 2024. Llegada esa fecha la industria se compromete a revisar mediante una cláusula de retraso el poder adquisitivo perdido como consecuencia de los posibles aumentos del índice de Precios al Consumo. Los sindicatos habrían renunciado, de confirmarse el acuerdo, a un 0,5%, ya que se sentaban a negociar con la exigencia de un 2,5% de revalorización. La Patronal comenzaba la negociación hace nueve días con una propuesta inferior al 1,5% y tendrá que pagar si, como se prevé, la inflación sigue creciendo en el futuro próximo. De confirmarse su aceptación por las asambleas de trabajadores, sería una muy buena noticia.
Siempre en el amplio sector
industrial, también en la industria cárnica, se ha llevado a cabo una
movilización importante, esta vez también con éxito. En efecto, se había convocado huelga
de la industria cárnica para los días 25 y 26 de noviembre y del 3 al 8 de
diciembre para la negociación de un convenio colectivo. El momento de la huelga
estaba elegido con acierto porque ponía en peligro el suministro en Navidad de
las grandes superficies y otros comercios dedicados a la alimentación. El
anuncio de la huelga ha hecho que los empresarios se avengan a negociar y a acordar:
los salarios subirán el 3% este año, el 2,75% el que viene y el 2,5% en el
2023, además de contar con cláusulas de revisión salarial en función del IPC. Hay
que tener en cuenta, según los datos de que se dispone, que muchas de estas
empresas habían ampliado sus márgenes de beneficios, dado que según datos de la
Federación Empresarial de Industrias Cárnicas (Fecic), la producción en el 2020
de todo el sector aumentó el 5,1%, hasta los 7,5 millones de toneladas.
Aunque el tema del convenio se ha
logrado cerrar, hay que tener en cuenta que en este sector son muy frecuentes
los abusos consistentes en reemplazar y sustituir la contratación de
trabajadores por cuenta ajena para la realización de estas actividades
industriales de elaboración de productos cárnicos y su posterior venta y
distribución, por trabajadores autónomos, una cuestión a la que en las páginas
de este blog se ha analizado en varias entradas (https://baylos.blogspot.com/2021/08/dos-sentencias-y-un-mismo-problema-los.html)
En estos subterfugios se utiliza la cobertura formal de un contrato mercantil
de prestación no directamente con los autónomos, sino que este contrato se
efectúa a través de la cooperativa de
trabajo asociado que encuadra a los trabajadores supuestamente autónomos, con
el consiguiente fraude a la Seguridad social y la facilidad en la extinción de
la relación laboral y la peligrosidad en la prestación laboral, entre los
efectos más negativos. Por eso desde el ámbito sindical, se preconiza una reforma
de la legislación laboral de forma que
se establezca de manera taxativa que los empresarios “no podrán
subcontratar la realización de obras o servicios así como cualquier actividad
productiva, industrial de elaboración o transformación de productos para su
posterior venta o distribución, o subcontrataciones en mataderos y lugares de
sacrificio de aves y animales en general, así como otras actividades
empresariales de otra naturaleza, como transportes o logística entre otras, a
través de cooperativa de trabajo asociado que hayan optado por la aplicación
del régimen de autónomos en vez del régimen general de la Seguridad Social”,
una reforma que debería integrarse en la que se está debatiendo en el seno del
diálogo social sobre los mecanismos de externalización productiva.
Debe resaltarse que en estos
conflictos, como el que se abre en las conservas y salazones en Vizcaya, donde
los cuatro sindicatos representativos del país han declarado huelga para el 30
de noviembre, ante la cerrazón de la patronal en defender la congelación
salarial y pérdida de poder adquisitivo, negándose a negociar el resto de
materias planteadas en las distintas plataformas por parte de los sindicatos,
relacionadas con la precariedad o la salud laboral, se enmarcan en los procesos
de negociación de las condiciones de trabajo. En estos procesos, asume una
especial relevancia el tema salarial y el poder adquisitivo de los salarios,
además de la reacción ante sectores especialmente castigados por la precariedad.
Por eso, el eje decisivo que
explica estas movilizaciones está determinado directamente por el intercambio salarial
básico. Es la determinación del salario y, de forma complementaria, la calidad
del empleo y la necesaria restricción de la precariedad del mismo lo que sostiene
el conflicto. Los sindicatos confederales no pueden esperar a la adopción de
acuerdos que modifiquen las reglas a las que se somete la negociación colectiva
para defender con ahínco estos elementos mínimos de defensa de la condición
básica del trabajo subordinado, la remuneración suficiente y un empleo de
calidad.
La situación es especial. El desbloqueo
de los convenios condiciona la posibilidad de una recuperación económica que no
puede basarse en la percepción de ayudas y subvenciones a los empresarios que
no se repercutan en el aumento de salarios y por tanto en un cierto esquema
redistributivo de los beneficios económicos. Importantes sectores de la
representación institucional del empresariado español demuestran una actitud prepotente
y hostil frente las reivindicaciones del colectivo de los trabajadores, empeñados
en mantener a través de los bajos salarios su diferencial de ganancia. En esta
dirección camina también el contagio de estos sectores por las actitudes
políticas de oposición a las reformas del gobierno que llevan a cabo el PP y
Vox – dando por descontado que Ciudadanos se encamina lentamente a su
decrepitud y extinción – que alentando el conflicto pretenden deducir del un
descontento social que deslegitima la obra del gobierno. Política de
deslegitimación de la coalición progresista y posiblemente nostalgia de la
imposición sin resistencia del programa máximo de reivindicaciones
empresariales que llevó a cabo la reforma del 2012, alientan esa actitud
inflexible. No es este o no debería ser el camino que guía a la CEOE en cuanto sujeto
general de la representación económica, que está inserta en el proceso complejo
de reformulación del marco institucional de las relaciones laborales. Pero si
no hay cambios significativos, el conflicto social se irá extendiendo de manera
cada vez más acelerada ante el bloqueo de la negociación colectiva por parte
empresarial. Y posteriormente puede ir cargándose de otras determinaciones más
intensas, exigiendo cambios mucho más profundos de las estructuras fundamentales
de las relaciones de trabajo en un contexto de fatiga y malestar social en la
fase post Covid 19. Permaneceremos atentos a estas evoluciones.
2 comentarios:
Pilar Flores
La huelga, tildada por un amplio sector de la opinión como recurso "decimonónico" renace ¡Bien! Hay que tener mucho valor y estar muy, muy harta/o para hacer una huelga
Es de justicia social distribuir la riqueza generada y acumulada por las empresa. Ahora le toca a la clases populares y obrera, pero esto se conquista no nos lo regalan
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