lunes, 5 de abril de 2010

EL RETORNO DE PASCUA (SOBRE LA DESTRUCCIÓN DE EMPLEO)


Después de tomar unas merecidas (mini)vacaciones de Pascua, o lo que aqui se sigue conociendo como Semana Santa, el retorno a Parapanda implica siempre un reencuentro con lo que se quedó sin hacer. Desconectado, tan sólo dedicado - como se ve en la foto - a reavivar viejos saberes y sabores, de nuevo hoy comienza todo, como decía el film de Tavernier.


Aprovechando el descanso, se practican algunas lecturas, que a la vuelta se comentan y se recomiendan a los amigos y amigas, entre ellos a los lectores del blog. Es el caso de la última novela de
Belén Gopegui, Deseo de ser punk (Anagrama, Barcelona, 2009, 15 €), que construye un personaje muy sugerente en torno a una chica de dieciseis años para la que el punk es un estado de ánimo y la música una sucesión de canciones que son lugares donde entrar y mostrar la furia prematura de quien sabe que no hay futuro en un presente sin sentido. En la novela se habla del trabajo y de la escuela, y contiene algunas reflexiones muy actuales. Pasa cuando se pregunta sobre un titular de periódico en el que se afirma que un país determinado "destruye empleo" a un ritmo frenético. La enunciación de la noticia en transitivo, sin el clásico pronombre reflexivo que las suele acompañar - "se destruye empleo" - da lugar a que la protagonista se pregunte sobre la voluntariedad de estos procesos cuya finalidad no puede ser otra que la de quebrar la fuerza colectiva de los trabajadores para obtener un trabajo sumiso y en competencia.


El cuestionamiento de Martina, que tiene dieciseis años, permite en efecto plantearse si no hay que despejar ese impersonal con el que normalmente acompañamos la publicación de las estadísticas de empleo. "Se destruye el empleo", "aumenta el paro", como si hubiera en efecto una mano invisible que de forma casi mágica procediera a la eliminación de puestos de trabajo. Sin embargo los procesos de destrucción de empleo no son impersonales, tienen una materialidad que se expresa social y jurídicamente en determinados actos, comunicaciones, mediaciones institucionales. Ante todo hay alguien que toma la decisión de despedir o de no renovar el contrato a un trabajador o de iniciar un expediente de regulación de empleo. Esa persona es el titular de la organización productiva o alguno de sus cuadros dirigentes. Sin embargo, no se manifiesta así. No se hace explícito que son los empresarios quienes están destruyendo empleo. Al contrario, un juicio de este tipo se interpretaría como una culpabilización impropia del grupo social que más está sufriendo la crisis, que, en la inversión de la realidad a la que se nos acostumbra, resulta ser el sector empresarial y no los trabajadores.
Desde esta desresponsabilización en la destrucción de empleo, la posibilidad de establecer pactos de permanencia de plantillas o de estabilidad de efectivos resulta casi una pretensión extravagante. Enlazar el concepto tan publicitado de la responsabilidad social de las empresas con los compromisos en no destruir empleo en las empresas que se declaran socialmente responsables, resulta ilusorio en el caso español. Tampoco se relaciona la capacidad de ganancia extraordinaria de los miembros del Consejo de Administración y directivos de las empresas cotizadas en bolsa con la puesta en práctica de medidas de eliminación de puestos de trabajo. La restricción de esas ganancias exorbitantes derivadas del capital permitirían el mantenimiento de un importante número de trabajadores que se quiere despedir o prejubilar a edades muy lejanas de la pensionable. Recientemente hemos sabido la cantidad que tres personas del Consejo de Administración de Telefónica han cobrado como "bonus" extraordinario en concepto de beneficios, y que ha ascendido a quince millones de euros. Esa cantidad supone prácticamente el salario anual de casi seiscientos trabajadores de esa empresa, que ha anunciado la apertura de un expediente de regulación de empleo para sus trabajadores. Tampoco las indeminzaciones y estímulos a la iniciativa empresarial que llevan a cabo los poderes públicos estatales o autonómicos se condicionan, políticamente, a un compromiso de mantenimiento de empleo.


Es oportuno cuestionarse la destrucción de empleo como un proceso sin sujeto, al modo de un destino ciego. El empleo es destruido por los empresarios, son los empresarios quienes activan, en lo concreto, el mecanismo de eliminación de puestos de trabajo que se traduce luego en las estadísticas del desempleo. Y como todo proceso que guían los sujetos sociales, es susceptible de intervención y de manipulación, de transacción y de acuerdo.

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