En septiembre tendrá lugar el Congreso confederal del TUC, el sindicato británico. Con permiso de Miquel Falguera, recientemente retornado de Londres, ciudad en la que se encuentra casi tan bien como en Parapanda, se incorporan aquí algunas reflexiones sobre la deriva que el debate sindical está tomando en aquel país en relación con el ámbito de la acción política y el proyecto reformista sindical.
Es un lugar común constatar que los efectos de la crisis económica están recayendo de forma terrible sobre los trabajadores. Los datos económicos de los que se dispone son estremecedores, porque evidencian que los beneficios del sector financiero se mantienen gracias a las cuantiosas ayudas públicas e incluso aumentan, y que el fraude fiscal se sitúa directamente en el territorio de la empresarialidad, sea ésta virtuosa o no. Frente a esta situación, la exigencia de reducir la cantidad y la calidad de los niveles de tutela legal y convencional en las relaciones laborales es la salida que muchos ordenamientos europeos están llevando a cabo.
El caso británico es muy peculiar, porque a la devastación thatcheriana ha seguido una tercera vía que colocó en una posición degradada a los sujetos colectivos del trabajo, privándoles de su perfil político y organizativo y confinado ante todo en la decisión individual y en el riesgo asumido en esos términos como condición del progreso y de la creación de riqueza. La presencia permanente en el gobierno del partido laborista no ha repercutido en una legislación pro labour.
En esas condiciones, es previsible que el movimiento obrero británico organizado esté incubando una desconfianza ante la acción política parlamentaria y la relación clásica entre el sindicato y el partido, éste como fórmula de intervención legislativa creadora y ampliadora de derechos sociales. Esta orientación se desprende claramente de algunas noticias últimas venidas de Gran bretaña, y en concreto a través de un importante acto público que se realizará en Liverpool el próximo lunes 14 de septiembre con la participación de las federaciones sindicales más importantes, la dirección confederal del TUC y algunos profesores de derecho del trabajo y de relaciones laborales que colaboran a través de institutos y fundaciones con el movimiento obrero británico. El acto lo organiza el Institute of Employment Rights, presidido por Carolyn Jones, que pretende ser un laboratorio activo de ideas para el movimiento obrero. Coincide con la apertura del Congreso del sindicato británico (Liverpool, 14 a 19 de septiembre 2009) y por tanto es un acto simbólicamente relevante.
La traducción del texto con el que se convoca al acto, es suficientemente demostrativa de los términos en los que parece plantearse el debate, en primer lugar a partir del título, que es el siguiente:
“La política ha fallado. ¿Cómo deben reaccionar los sindicatos?
La explicación de una frase tan impactante es la siguiente:
“Los trabajadores están siendo quienes pagan los costes de una crisis que no han creado. Los activistas son expulsados de sus puestos de trabajo. Los representantes sindicales son perseguidos en el trabajo. Muchos trabajadores ven amenazados sus puestos de trabajo, sus pensiones o sus condiciones de vida.
¿Cómo deben reaccionar los sindicatos? ¿Ha pasado ya el tiempo para las tranquilas, moderadas y modestas peticiones que éstos hicieron para reformar las leyes antisindicales? Si los políticos no cumplieron con el cambio prometido, ¿cómo pueden los trabajadores asegurar la justicia en el trabajo?
Los intervenientes en el acto considerarán las opciones políticas, legales y laborales que son posibles para corregir y suplir las deficiencias en la protección de los sindicatos, para promover la justicia en el trabajo y para diseñar el proyecto de un orden nuevo que sustituya a este desacreditado y cada vez más desfalleciente sistema económico.”
Lo más llamativo de este discurso es la equiparación en el ámbito de lo político de cualquier opción ideológica, todas reducidas a una ajena a los intereses de los trabajadores. “La política ha fallado”. Y en consecuencia ya no hay “políticas” en plural, respondiendo a una orientación que integre al sujeto colectivo que organiza a los trabajadores de un país en el elemento central sobre el que pivota un proyecto de reforma social del mismo. Es cierto que se trata de una tendencia mucho más generalizada en una buena parte del pensamiento político de la izquierda europea, pero el caso inglés es sintomático por la deriva que ha tomado el Nuevo Laborismo en la conducción de Gran Bretaña. La idea que alienta este proceso de debate impulsado por el TUC y sus instituciones de estudios e investigación – entre ellas y principalmente el organismo convocante, el Institute of Employment Rights – es la de recuperar un espacio de proyectualidad que lleve consigo un programa de regulación del marco de libertad y de derechos mínimos para hacer funcionar el contractualismo como regla de funcionamiento de las relaciones laborales británicas con un mínimo de contrapesos que equilibren la desigual posición de poder de los sujetos de las mismas. Cómo recuperar la relación entre este proyecto y la esfera de la política parlamentaria y la administración no se plantea a lo que parece, pero desde luego no pretende articularse a través de los antiguos moldes entre el TUC y el Partido Laborista, por lo que parece deslizarse hacia concepciones de autonomía sindical más semejantes a las que se parte en los países como el nuestro, de pluralismo sindical.
Toda la documentación relativa al congreso del TUC esta aquí http://www.tuc.org.uk/congress/tuc-16887-f0.cfm
Se han adoptado algunas enmiendas sobre algunas resoluciones, por lo que el texto no es definitivo. Cada día, todas las resoluciones adoptadas aparecerán aquí
http://www.tuc.org.uk/congress/index.cfm?mins=596
(a la derecha de la pantalla, ‘Resolutions carried’).
El informe de las actividades hacia el último congreso 2008 esta aquí http://www.tuc.org.uk/congress/tuc-16886-f0.cfm
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