domingo, 2 de abril de 2017

LA AUDIENCIA ELECTORAL DE LOS SINDICATOS FRANCESES


Ha sido una noticia que ha ocupado los editoriales de todos los periódicos franceses, incluso la primera página de algún diario especialmente comprometido con la derecha económica como Le Figaro. En el sector de la empresa privada, la CFDT ha desplazado a la CGT como primera fuerza sindical, lo que  se ha definido como un “seísmo” para el paisaje sindical francés que se encuentra dividido y en muchas ocasiones enfrentado a partir de la presidencia de Hollande y su gestión de la crisis en materia socio –laboral. Entre nosotros este tipo de noticias no producen interés ante todo por la cada vez más acentuada concentración de noticias sobre el gobierno y el sistema de partidos de España, y la escasa atención a lo que sucede en la organización de los espacios de representación del trabajo en Europa tras la crisis, salvo en lo que se refiere a noticias relacionadas con el descrédito o el cuestionamiento de los dirigentes sindicales y los esfuerzos por cooperar a la criminalización de las luchas obreras.

El sistema de representatividad francés cambió de manera muy importante en el 2008, al abandonar los criterios históricos que validaban la presencia de los sindicatos en la negociación colectiva y sustituirlos por voto electoral de los trabajadores. El sistema de la audiencia electoral, que es el que se utiliza entre nosotros como criterio para medir la mayor y simple representatividad, se fue poniendo en práctica de manera progresiva, de manera que el cambio de reglas no fuera excesivamente brusco. La audiencia electoral en Francia se calcula a partir de la agregación de los resultados de las “elecciones profesionales” de representantes del personal en las empresas de más de 11 trabajadores realizadas durante un período de cuatro años, en este caso entre el 1 de enero del 2013 y el 31 de diciembre de 2016, así como en las elecciones en las muy pequeñas empresas y en las cámaras de agricultura. El score requerido para ser representativos a nivel nacional es el 8% de los votos, que es el mismo porcentaje para fijar la representatividad en los sectores o ramas de actividad. En las empresas, sin embargo, se requiere el 10% de los votos expresados. Esta representatividad se emplea como legitimación en la negociación colectiva pero también para designar proporcionalmente a su capacidad representativa, los miembros del sindicato en los Conseils de Prud’hommes que tienen funciones jurisdiccionales en materia de relaciones laborales. La audiencia electoral es importante para medir la implantación real de los sindicatos en ese país, dado el pluralismo sindical existente y la baja tasa de afiliación que es característica del caso francés. La CGT declara tener casi 700.000 afiliados y la CFDT 850.000 en su conjunto, tanto en el sector público como en el sector privado.

Es importante señalar que la representatividad se basa sobre los votos emitidos y no sobre los miembros de los órganos de representación elegidos, como entre nosotros. El total de votos emitidos ha sido 5.245.000, una participación del 42,76%, sobre la cual la CFDT ha obtenido 1.342.000 votos y la CGT 1.302.000. La CGT ha obtenido muy buenos resultados en las muy pequeñas empresas (menos de 11 trabajadores), pero la abstención en estas ha sido abrumadora, un 92,65% y ello explica para los comentaristas la pérdida de ese primer puesto que clásicamente había ocupado la confederación de la que es Secretario General Philippe Martínez (en la foto).

La comparación de los resultados electorales respecto de las elecciones del 2013 – las primeras efectuadas conforme al nuevo sistema de la Ley del 2008 – y las actuales de 2017 se muestra en la siguiente tabla:

Centrales sindicales
2013 (porcentaje voto)
2017 (porcentaje voto)
CGT
26,77
24,85
CFDT
26,00
26,37
CGT-FO
15,94
15,59
CFE-CGC
9,43
10,67
CFTC
9.30
9,49
UNSA
4,26
5,35
Solidaires
3,47
3,46


En las empresas de más de 11 trabajadores, donde la participación ha sido del 62,63%, la CFDT ha ganado en cuatro años 103.000 votos, mientras que la CGT ha perdido en ese mismo lapso de tiempo 2.103.

La ley establece asimismo un “peso relativo” de la representatividad repartiendo el total con la exclusión de las centrales sindicales que no han alcanzado el 8% requerido para medir la representatividad a nivel interprofesional y por ramas. En esta determinación, que es la que recoge la orden que fija la representatividad por parte del Ministerio de Trabajo, el resultado permite acrecer la representatividad obtenida en los sufragios directos, y de esta manera, se establece en un 30,32% CFDT, 28,57% CGT, 17,93% FO, 12,27% CFE-CGC y 10,91% para la CTFC. Estos datos sin embargo deberían desagregarse en  las distintas ramas, en donde la CTFC puede que no alcance el 8% requerido aunque haya llegado al diez por ciento en su total, y la  presencia de los sindicatos minoritarios UNSA y Solidaires, será también muy irregular en las mismas, aunque no en grandes empresas en las que están implantados.Junto a ello, la CFE-CGC, que encuadra ingenieros, técnicos,  encargados, profesionales y cuadros, tiene, en este sector, más de un 19,% de los sufragios, y es la central que más ha subido proporcionalmente en estas elecciones.

Todos estos datos corresponden al sector  de la empresa privada, por lo que tienen que relacionarse asimismo con la función pública, en donde la CGT sigue siendo mayoritaria desde las elecciones efectuadas en el 2014 y por consiguiente eso le permite afirmar que, en su conjunto, mantiene el primer puesto en total, con casi un 25% de los sufragios de los trabajadores y empleados públicos franceses. Ello no le ha impedido afirmar, que “no puede estar satisfecha de ese resultado” y que el mismo se debe interpretar más como ausencia del sindicato en algunos lugares de trabajo que cómo pérdida de credibilidad en la preferencia de los electores, puesto que allí donde la CGT se presenta a las elecciones, obtiene buenos resultados. Es por tanto el “déficit de presencia” del sindicato el que debe ser corregido, sin perjuicio de anotar el retroceso de la central en algunas grandes empresas.

Pero para los comentaristas el cambio  de tendencia en la audiencia electoral del sector privado es importante, porque se interpreta como la aceptación de la línea reformista del sindicalismo francés, representada por la CFDT, frente a la línea llamada “contestataria” que simboliza CGT. En efecto, en un paisaje sindical caracterizado por la división y el pluralismo sindical, el bloque reformista  - en el que junto a la CFDT se coloca el sindicalismo cristiano de CFTC y la Union Nacional de Sindicatos Autónomos (UNSA), que agrupa a una serie de federaciones de sector, la más importante de las cuales de la Educación nacional, la FEN – ha avalado a partir del 2013, todas las reformas laborales llevadas a cabo bajo la presidencia de Hollande por los gobiernos socialistas, desde el Acuerdo Interprofesional sobre la flexiseguridad en el empleo del 2013 hasta la Ley El Khomri, que fue objeto de una movilización social opuesta muy importante. Por el contrario, el bloque "contestatario" que lideran la CGT y Fuerza Obrera (FO), han mantenido una fuerte presión crítica hacia esta rejuridificación de las relaciones de trabajo bajo el signo de las indicaciones de la gobernanza económica europea y han sido especialmente beligerantes frente a las reformas en materia laboral que ha llevado a cabo la Ley El Khomri, promulgada en agosto del 2016. La correlación de fuerzas entre ambos bloques es muy semejante  - 41% en el reformista , 40% en el “contestatario” – pero hay que tener presente que tanto la Unión Sindical Solidaires, manifiestamente alineada en posiciones anticapitalistas, como la CFE – CGC, la Confederación Francesa del Encuadramiento – Confederación General de Cuadros, que ha mantenido asimismo posiciones muy críticas con la reforma laboral del gobierno Valls, pueden hacer oscilar la balanza en un resultado de oposición a la línea liberal del reformismo socialista francés.

La reforma laboral francesa impone ahora determinadas mayorías para obtener acuerdos colectivos con fuerza vinculante. Los sindicatos que lo firmen deben haber obtenido al menos el 50% de los votos si se trata de un acuerdo sobre la duración o el tiempo de trabajo, y un 30% en cualquiera de las otras materias. Por tanto los resultados derivados de la audiencia electoral en este paisaje dividido son muy relevantes, más aun ante la próxima cita electoral en la que los franceses deben elegir la persona que desempeñará el cargo de presidente de la Nación durante siete años, y la más que previsible situación delicada que este hecho generará en los dominios de la democracia económica y la ciudadanía social. Desde este lado de los Pirineos, además, la atención a las evoluciones de la representatividad de los sujetos sindicales y su posicionamiento frente a la gobernanza económica resulta imprescindible para poder conocer el tejido conectivo sobre el que poder ir construyendo una red de solidaridad que pueda traducirse en acciones coordinadas y conjuntas, más allá de la relación bilateral entre las respectivas confederaciones.



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