lunes, 19 de febrero de 2007

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SINDICALISMO EN LATINOAMERICA





Publicado originalmente en el iObservatorio FSE 50/50

ALGUNAS REFLEXIONES SOBRE EL SINDICALISMO EN LATINOMERICA[1]

Antonio Baylos

UCLM

I. EVOLUCIÓN Y SITUACIÓN ACTUAL DE LA PROBLEMÁTICA DEL SINDICALISMO EN LATINOAMÉRICA.

1. El sindicalismo como movimiento social ha sido uno de los principales actores en la consecución y estabilización de derechos económicos y sociales, pero también en la lucha por la dignidad humana en general. En el siglo XX, después de las dos guerras mundiales, el sindicalismo ha sido un elemento decisivo en la reconstrucción económica y del tejido social de un mundo desolado, y en los años 60 del mismo, con el auge de las políticas keynesianas y la implantación a nivel mundial del fordismo como fórmula de organización del trabajo y de regulación social, ha colaborado decisivamente en el desarrollo de los derechos económicos, sociales y culturales que constituyen la base del Estado del Bienestar. El sindicalismo latinoamericano, con sus diferencias y peculiaridades, algunas de las cuales se retomarán mas adelante, ha caminado en esta dirección, pudiéndose por tanto inscribir en ese movimiento de consecución de derechos y de exigencia de políticas sociales democratizadoras que posibilitan a los ciudadanos de un país una cierta capacidad real de control y de decisión sobre las necesidades que condicionan sus trayectorias vitales como personas y como grupo social.

2. El sindicalismo latinoamericano ha sufrido sin embargo un proceso muy dilatado en el tiempo de erosión, debilitamiento y agresión que ha conducido a una disminución de su presencia social y a un aislamiento en la participación en las políticas económicas y sociales de los diferentes países en los que estaba asentado. Este proceso de debilitamiento y de reducción de la capacidad de influencia del sindicalismo como movimiento social se ha producido tanto en situaciones de privación radical de libertades – especialmente en los países del cono sur, Chile, Argentina, Uruguay, Brasil y Paraguay - como en los casos en los que la democracia ha sido restablecida. Es decir, el proceso de fragilidad y agotamiento del sindicalismo latinoamericano lo han producido tanto las dictaduras que sacudieron el continente en los años 70 y 80 del pasado siglo – que se cebaron con especial crueldad sobre las capas populares y exponentes organizados del movimiento obrero – como la posterior recuperación de la democracia en aquellos países – aunque en algunos casos, como Perú, la dictadura se vive junto a un explícito planteamiento neoliberal en la década de los 90, con Fujimori - , al coincidir esta refundación del sistema político democrático con las asunción por parte de sus dirigentes de las políticas neoliberales como eje de su actuación. El neoliberalismo consiste, tal como ha sido sintéticamente definido (Herrera Flores), en un proceso global de desregulación, de destrucción de espacios públicos y de desprecio por la solidaridad, y constituye el marco general de actuación de los Estados latinoamericanos durante la década de los 90 del pasado siglo.

3. Más allá de las etapas directamente represivas del sindicalismo en las dictaduras latinoamericanas, la década de los 90 del siglo XX se ha caracterizado en todo el continente por la configuración de un marco regulador del sistema de relaciones laborales y del marco de protección social en clave neoliberal, lo que implicaba fundamentalmente tres grandes ejes de acción: la desregulación de los marcos nacionales de relaciones laborales, la privatización de los servicios públicos y la práctica desaparición del sector público de la economía y, en fin, la destrucción de los modestos sistemas públicos de protección social y su sustitución por modelos privatizados de asistencia y de aseguramiento.

4. La desregulación de los marcos nacionales de relaciones laborales ha llevado consigo la introducción de reformas de los sistemas legales de los diferentes países coincidentes en una serie de rasgos distintivos. Ante todo, la reducción y en algunos casos virtual desaparición de las normas imperativas en materia de condiciones de trabajo fijadas por la ley, con la consiguiente ampliación de los poderes del empresario, especialmente en lo relativo a la libre extinción del contrato de trabajo. La extensión de la libertad de despido se une a la inexistencia de cualquier sistema de protección por desempleo. Además es muy frecuente un proceso de deslaboralización de figuras de trabajadores que se colocan fuera del ámbito de la tutela del ordenamiento laboral, y la “recepción” de las tendencias sobre la precarización laboral. En paralelo, se restringe directamente la negociación colectiva existente, y se tiende a la empresarialización de la misma, permitiendo además la actuación de la misma como derogatoria de los estándares legales o convencionales anteriores de condiciones de trabajo. El sistema se cierra con una regulación fuertemente restrictiva de la huelga y del conflicto.

Hay muchos ejemplos clásicos de este fuerte proceso de desregulación, pero las experiencias de Chile – compatible con la prolongación de la situación de democracia vigilada, con la presencia de Pinochet – y del Perú de Fujimori y su dictadura provocada mediante el autogolpe – no deben inducirnos a creer que se trata de situaciones de transición o de yuxtaposición con democracias débiles. Argentina bajo el menemismo o las orientaciones de los sistemas legales en Uruguay o en Brasil, pero también en Colombia – donde por otra parte se produce una escalada de agresión y muerte frente a dirigentes sindicales - o en la Venezuela pre-bolivariana, indican que se trata de una tendencia generalizada.

5. Estos procesos desreguladores se acompañan de la aceptación por parte de los gobiernos nacionales de la inclinación a hacer desaparecer progresivamente la estructura existente de los servicios públicos. La tendencia a la privatización de los servicios públicos o sectores nacionalizados, que en la conformación de las identidades nacionales latinoamericanas había tenido tanta importancia, se extiende tanto sobre las fuentes de energía como sobre los servicios de transporte y comunicaciones y el sistema financiero principalmente. La privatización por otra parte es la imagen que desde cada país latinoamericano se presenta la globalización económica y es sinónimo por tanto de la penetración en masa de las Empresas Transnacionales (ETN), que son las principales beneficiarias de este proceso.

La privatización se acompaña de la supresión de empleos públicos y de la degradación de las condiciones de empleo y de trabajo de los trabajadores de este sector. No es necesario resaltar las consecuencias muy negativas que estos procesos tienen sobre el sindicalismo, dado que estos sectores solían tener una fuerte estructuración sindical que resulta afectada de forma muy neta. Además los sectores de Administración Pública y de Educación padecen las consecuencias del recorte del gasto social y de la desinversión en sus estructuras y servicios. Proceso muy extendido del norte al sur de Latinoamérica, aunque con importantes diferencias entre los distintos países – no es lo mismo el caso mexicano que el brasileño, y ambos son bien diferentes del supuesto posiblemente más exasperado, el de la Argentina de Menem y su efímera prolongación con De la Rúa – la privatización también ha generado, paradójicamente, importantes focos de resistencia y la emersión de sujetos sindicales diferentes y críticos respecto del panorama sindical existente en esos países, como se puede observar en México y en Argentina de manera clara.

6. Como un fenómeno específico de privatización, en la mayoría de estos países se ha ido procediendo a desmontar los sistemas públicos de protección social con que contaban, introduciendo un principio general de mercantilización de las necesidades sociales y su gestión por las aseguradoras privadas. La atribución al ámbito de lo privado del aseguramiento de los accidentes de trabajo y, de forma más completa, de todo el sistema de protección social, y la creación por tanto de regímenes profesionales de protección social gestionados por compañías de seguros multinacionales y la canalización de esas reservas hacia fondos de inversión cotizados en bolsa, ha sido una de las señas de identidad más características de los planteamientos neoliberales en América Latina. Sobre la base del modelo chileno, exportado triunfalmente como elemento de modernidad y de eficacia frente a los viejos modelos públicos – por otra parte muy modestos en cuanto al ámbito y al nivel de cobertura - , la mercantilización de las necesidades sociales y la privatización de su gestión se ha extendido por gran parte de los países del continente, desde Perú a Brasil, a Colombia, Uruguay o a Argentina. Naturalmente que las consecuencias de este nuevo modelo en orden a la expulsión de muchas personas necesitadas de la protección social y al aumento de los márgenes de desprotección social son evidentes, sin que el sistema prevea a su vez mecanismos de asistencialización de estas capas de la población. Estas tremendas situaciones se pondrán de manifiesto a final de la década de los 90 y darán lugar a la explosión de movimientos sociales de protesta, en ocasiones junto ligado a otro tipo de reivindicaciones en relación con el origen étnico de los excluidos.

7. Todos estos procesos de reforma y de redimensionamiento de las políticas económicas y sociales tienen un impacto muy negativo sobre el movimiento sindical y su capacidad de construir mediante su acción elementos básicos de ciudadanía social. Pero ha habido también factores intrínsecos que han cooperado en ir configurando una situación de aislamiento y debilidad del sindicato como actor social. Pueden señalarse al menos cuatro elementos: las diferentes concepciones de la estructuración del sindicato en los diferentes paises latinoamericanos, la dependencia muy fuerte del poder público, la configuración del sindicato como representante únicamente de los trabajadores en activo y, en último pero en no menos importante lugar, la carencia de un espacio de diálogo y de negociación colectiva real entre los interlocutores sociales que viabilice un terreno de regulación autónoma del conflicto social.

8. La estructuración del sindicalismo latinoamericano desde el nivel de empresa y la posibilidad de que en una misma empresa convivan varios sindicatos en función de las categorías profesionales de los trabajadores – como típicamente sucede en Chile o en Perú – convive con otro modelo que permite construir las estructuras de acción sindical desde la rama de producción o el sector – como es el caso de Brasil, Argentina o Uruguay. La dificultad que un sistema sindical de empresa tiene de superar el perímetro de la misma a efectos de crear espacios de negociación y de incidencia se encuentra acrecentada en un contexto de desregulación laboral y de privatización del sector público. Aunque este tipo de tendencias hace también mella en aquellas culturas sindicales que se asientan en el sindicalismo de sector como eje de su actuación, la experiencia ha demostrado que este segundo modelo ha tenido mayor resistencia ante los embates neoliberales. Sin embargo, el modelo mas extendido en Latinoamérica es el del sistema sindical de empresa, con posible fragmentación de sus estructuras en el interior de las mismas.

9. El sindicalismo latinoamericano históricamente tiene una fuerte dependencia del poder público, que se ha venido consolidando en las épocas en las que éste ha sido más influyente. Se trata de una dependencia o subalternidad del poder público y no tanto de la acción política del partido, puesto que se manifiesta principalmente en una actuación sindical a través del Estado. Los modelos en los que se plasma esta relación son diferentes, aunque sobresalen el mexicano, a través de la relación del sindicalismo de este país con el PRI en el gobierno ininterrumpidamente hasta los años 90, el brasileño, que proviene del esquema de Getulio Vargas y que se prolonga también hasta la actualidad, aunque sin una referencia a un partido político o a un gobierno determinado, y el argentino, en torno a la relación establecida entre el peronismo como movimiento y la importancia en el mismo de la CGT como sindicalismo nacional. Que la raiz corporativista de estos modelos se haya transformado – es mas apropiado posiblemente hablar de modelos neocorporativos, en donde el sufijo sugiere ese cambio o desarrollo del esquema – no impide que en estos casos se pueda hablar de una cierta delegación de la acción sindical en la acción de tutela del Estado. El sindicato se acostumbra a que la regulación de las relaciones de trabajo pivoten fundamentalmente en la intervención normativa del Estado, que éste orienta y sostiene en una dirección favorable a los intereses sindicales. Este papel relevante del Estado respecto de la acción sindical hace que el cambio en las políticas del poder público en un sentido adverso coja al sindicato con el pie cambiado, sin capacidad para “despegarse” de una acción de gobierno frente a la que ya no tiene interlocución efectiva. El sindicato además se institucionaliza y se inserta en la administración de elementos públicos, como las prestaciones económicas del sistema de protección social o en la asistencia sanitaria. Esta posición del sindicato es muy vulnerable ante el cambio en las políticas de gobierno en un sentido neoliberal. El poder público puede lograr la legitimación de tales políticas sobre la base de que los sindicatos conserven sus prerrogativas institucionales. El sindicalismo a su vez, puede entender el intercambio provechoso, puesto que sus intereses en la administración de prestaciones sociales y en la gestión de servicios los considera prioritarios frente a la resistencia a las políticas de desregulación y privatización. Una gran parte de la emergencia de nuevos sujetos sindicales alternativos o “no oficiales” en México o en Argentina tiene que ver con estos fenómenos.

10. El sindicato en la tradición cultural latinoamericana es ante todo una organización que agrupa trabajadores en activo, a partir, normalmente, de su incorporación a la empresa. De esta manera, quedan fuera del sindicato no sólo quienes no son calificados como trabajadores, sino también aquellos que, siéndolo, no están en ese momento prestando un trabajo efectivo. Es decir, que el sindicato no representa ni a los desocupados o parados ni a los que trabajan sin estar incluidos dentro del ámbito de aplicación del sistema jurídico laboral, todo lo que se viene a denominar el “trabajo informal”, de importancia extraordinaria en América Latina. Además, el sindicato extiende su capacidad de representación sobre los trabajadores del campo, de la industria y de los servicios, pero no incorpora a aquellos campesinos que no son propiamente trabajadores sino que tienen otros títulos jurídicos y que necesitan tierras por cultivar para vivir. De esta manera, la limitación de la esfera representativa del sindicato hace que las tendencias a la deslaboralización, la precarización y la exclusión social que se extienden por los distintos países latinoamericanos en la década de los 90 del siglo pasado sitúen cada vez mas personas fuera del campo de representación del sindicato o, a la inversa, que éste ya no sea capaz de representar a una amplia capa de población que sin embargo necesita del trabajo para vivir. Movimientos como los Sin Tierra en Brasil, o los desocupados y piqueteros argentinos, o movimientos indigenistas en Bolivia y Ecuador, se constituyen fuera de las fronteras del sindicato, sin que la figura social de éste pueda ser un referente necesario para la construcción de una subjetividad colectiva emancipadora ni para la lucha por la consecución de derechos sociales y políticos para estos grupos. En situaciones de debilidad sindical, sustituyen la función de representación del sindicato respecto de los trabajadores las ONGs especializadas en esa función de intermediación por la que compiten en ocasiones deslealmente frente a las organizaciones sindicales hostigadas por el poder público. Las ONGs como interlocutores frente al trabajo asalariado proceden a concretar y hacer específico el conflicto de clase, lo reducen a los supuestos concretos, e imposibilitan por regla general la recomposición de una figura general del trabajo y de la explotación de clase.

11. Es evidente asimismo la inexistencia de un espacio de diálogo y de negociación colectiva real entre los interlocutores sociales que haga posible un terreno de regulación autónoma del conflicto social. Está muy extendido un autoritarismo de empresa que no permite que se cree un espacio de interlocución y de diálogo con el sindicato sobre la regulación de las condiciones de trabajo y de empleo. La recuperación de un amplio terreno para las potestades empresariales de dirección y control de la fuerza de trabajo asi como para la gestión de la misma, que se ha obtenido mediante las reformas legales que fuerzan la desregulación de los sistemas nacionales de relaciones laborales, no se ha visto acompañada de una apertura a la creación de un marco de relación en el plano colectivo basada en un principio de autonomía. La cultura empresarial dominante, que proviene de los planteamientos neoliberales al uso, intenta reducir al máximo la dimensión colectiva de las relaciones de trabajo y manejarse en la vertiente exclusivamente individual de las mismas, en una relación entre el poder organizativo y el individuo trabajador. El sindicalismo no ha conseguido todavía introducir como un elemento connatural a la dinámica de las relaciones de trabajo la existencia de elementos de procedimentalización y de contratación colectivos de las decisiones del empresario. Por otra parte la carencia de una cultura de diálogo social a nivel macro, con la participación de los interlocutores sociales ha ido generando la necesidad de encontrarla, normalmente mediante la institucionalización de este proceso de diálogo en torno a organismos tripartitos en donde se da una participación institucional de los sujetos económicos y sociales, los sindicatos y las asociaciones empresariales fundamentalmente, puesto que en esto punto tienen un papel muy relevante.

II. FACTORES DE CAMBIO Y EVOLUCIÓN EN LA ACTUALIDAD.

Entrado el siglo XXI, se han producido algunos cambios de gran relevancia con incidencia directa sobre el sindicalismo latinoamericano. Se trata de cambios políticos y organizativos de una parte, de la aparición de planteamientos estratégicos novedosos que pretenden superar las inadaptaciones de la figura sindical al panorama actual de los movimientos sociales y en fin, la presencia inevitable de elementos de integración supranacional como elemento central de construcción de una hipótesis de emancipación social en la America Latina de nuestros días.

En primer lugar, hay que anotar el cambio político que se está viviendo en Latinoamérica, desde Brasil a Venezuela, Bolivia y Argentina, Uruguay y Chile, y más recientemente Ecuador y Nicaragua con gobiernos que se alejan de o son declaradamente hostiles a la perspectiva neoliberal. Las elecciones en Perú, aun con la derrota de los planteamientos nacionalistas de Ollanta Humala y la grave crisis institucional provocada en México con la manifiesta manipulación electoral que ha impedido la victoria de López Obrador, manifiestan el auge de estos planteamientos políticos enormemente críticos con la experiencia neoliberal y la dificultad que tienen las fuerzas económicas para hacer inviables tales orientaciones. Naturalmente que para el sindicato estos cambios resultan enormemente positivos. A partir de ellos – y en paralelo también – se está produciendo una cierta refundación sindical que pretende poner en pie el sindicalismo en los países en los que éste se hallaba tremendamente debilitado o que vigoriza y legitima a las organizaciones sindicales alternativas. No obstante, estos fenómenos de mayor democratización del poder político generan situaciones ambivalentes para el movimiento sindical. En algunos casos, en efecto, el cambio político ha generado situaciones de crisis para el sindicalismo, y ello de maneras diversas. Basten tres ejemplos. En Venezuela, la llegada de Chaves al poder supuso la progresiva desaparición del sindicalismo clásico - la CTV -y la construcción, no sin problemas de resistencia interna y de reconocimiento internacional, de uno alternativo, en un esquema de subalternidad al proyecto del gobierno; en Uruguay, la llegada al poder del Frente Amplio con el presidente Tabaré Vazquez, ha implicado el reclutamiento para la Administración y el gobierno de numerosos cuadros sindicales de PIT-CNT, con la consiguiente descapitalización de esta organización en sus dirigentes. En Brasil, la llegada de Lula a la presidencia ha desactivado en gran medida la acción reivindicativa de la CUT, no sólo pegada a la acción del PT, y su contención en la acción de gobierno, sino muy especialmente a la emblemática figura del presidente – compañero. Es importante verificar si el modelo sindical tiene una autonomía relativa tanto respecto de los procesos políticos de cambio en los diferentes Estados nacionales como respecto de los procesos de integración regional de mercados o, mas exactamente, la relación existente en la actualidad entre el modelo cultural y organizativo nacional del sindicalismo y los procesos de cambio político y de integración de mercados. La determinación de ese mapa cultural y organizativo del movimiento sindical latinoamericano permitirá establecer las condiciones y los obstáculos frente a la integración y convergencia del mismo entre sí y en relación con otros movimientos sociales y su capacidad de proyecto de cohesión social y de consolidación de la ciudadanía social en Latinoamérica.

Conviene por tanto plantearse desde una perspectiva de conjunto las políticas del movimiento sindical, sus objetivos generales respecto de un modelo de sociedad. En qué medida por consiguiente existe un horizonte común, más allá de las declaraciones genéricas al respecto, sobre un modelo de sociedad y sobre un modelo de relaciones laborales que la sostenga que pueda considerarse perteneciente al sindicalismo latinoamericano o si, por el contrario, existen diferentes versiones no convergentes, del proyecto de sociedad que pretende el sindicato. Esto obliga a analizar también las tendencias a dotarse de nuevas reglas y de abordar una nueva configuración del rol del sindicato en la actualidad, así como a analizar los medios de acción que éste utiliza para lograr sus estrategias.

También en el sindicalismo internacional se han producido cambios de gran relevancia. A partir de la decisión de llegar a la unidad sindical entre las dos grandes confederaciones mundiales, CIOSL y CMT, se ha avanzado en la necesidad de crear una única central sindical internacional que afilie a los sindicatos latinoamericanos, fruto de la fusión entre la ORIT y la CLAT. Pese a ciertas reticencias solo explicables por inercias históricas y cierto sectarismo miope, la fundación de la CSI en noviembre pasado es un hecho histórico y decisivo en el despliegue de un sindicalismo internacionalizado e internacionalista en América Latina. Este proceso es importante porque favorece la convergencia entre organizaciones sindicales nacionales que tenían filiaciones internacionales diversas y, a su vez, fomenta la posibilidad de coordinar la acción sindical en un nivel supranacional, de forma unitaria, en torno a la confederación sindical internacional – regional en América Latina – recién acordada.

Otros elementos presentes en la actualidad permiten afirmar que se llevan a la práctica planteamientos estratégicos de algunos sindicatos que pretenden superar las inadaptaciones de la figura sindical al panorama actual de los movimientos sociales. En el contexto de la reconstrucción que se está operando del espacio organizativo sindical en cada país y con la emergencia de sujetos alternativos, aparecen nuevas reglas u nuevas concepciones de la noción misma de sindicato. En ese sentido, algunas organizaciones, están permitiendo la afiliación directa del trabajador a la confederación sindical, sin necesidad de que exista un sindicato constituido como tal en la empresa. La CGTP peruana y la CTA argentina, por ejemplo, han iniciado esta experiencia, por razones diversas, con el objetivo de establecer un lazo directo, político y estratégico con los trabajadores individuales mas allá de la organización concreta del sindicato en el lugar de trabajo. Asimismo, en algunos sindicatos latinoamericanos se están creando fórmulas organizativas y estatutarias para abrir la afiliación a trabajadores desempleados y trabajadores informales. También en este sentido la CTA argentina es el sindicato que mas ha avanzado en este proyecto, que implica afirmar la presencia sindical en la reivindicación social de ciudadanía, no sólo en la actuación de tutela sobre las condiciones de trabajo. En este sentido, es importante examinar cuál es la posición que el sindicalismo se confiere en la sociedad, su capacidad de autorrepresentación en un proceso de cambio político y social. De esta posición – y simultáneamente, para definirla con nitidez – se deducirá la visión que el sindicalismo latinoamericano – o los distintos modelos en los que éste se encuadra – tiene de los diferentes movimientos sociales que cooperan en la construcción de un modelo social alternativo al existente y que trabajan por el desarrollo de un sistema democrático que profundice en los derechos humanos y en la construcción de una verdadera ciudadanía sin desigualdades sociales.

Por otra parte, y como consecuencia de la crisis económica derivada de la política de privatizaciones, se proyecta una actuación o práctica de los sindicatos que cuestiona abiertamente las consecuencias desestructuradoras del tejido industrial que estas políticas llevaban consigo y plantean como elemento estratégico la recuperación de una cierta función social de la propiedad privada, muy ligada a la necesidad de las personas de encontrar un trabajo como medio de vida. Ello lleva por tanto a la utilización de medios de presión y de conflicto que no se reducen a la huelga o a la manifestación, sino que afirman la presencia de los trabajadores y de sus movimientos sociales en la esfera de la producción. En esta línea hay que incluir las ocupaciones de fábricas que se extienden por Argentina y Uruguay, fábricas cerradas por sus propietarios y “recuperadas”, como afirma el lenguaje coloquial de los sindicatos, por los trabajadores – con toda la problemática jurídica que este tema plantea y que el ordenamiento legal contempla y al menos parcialmente, legaliza - , o las ocupaciones de predios y latifundios por el MST brasileño. Pero también las ocupaciones o cortes de carretera por los parados y desocupados argentinos significa una voluntad de presencia de este grupo de ciudadanos que reivindica el trabajo como factor de cohesión social o, en su defecto, una política asistencial que evite o mitigue su condición de excluidos. Por intentar cerrar esta nueva efervescencia de los trabajadores organizados y de los movimientos sociales, es también importante resaltar un doble movimiento, el de creación de nuevas organizaciones sindicales alternativas a las existentes, especialmente en los supuestos en los que éstas se encuentran fuertemente institucionalizadas y corporativizadas, como en México y Argentina, y en la elaboración de espacios de convergencia reivindicativa más amplia entre los sindicatos y otros movimientos sociales, como especialmente se está dando en los paises andinos como Bolivia o Ecuador, a través del sesgo concreto del indigenismo como elemento cultural unificador.

El sindicalismo latinoamericano está muy enraizado en las respectivas realidades estatales nacionales, pero a partir fundamentalmente de las experiencias neoliberales de los años 90 del siglo pasado, se ha ido abriendo paso la necesidad de plantear elementos permanentes de coordinación sindical supranacional que establezcan políticas y estrategias comunes. En primer lugar, en el marco de los espacios de mercado unificados que la integración regional latinoamericana ha ido construyendo. En este sentido, la coordinación sindical está mas avanzada en el espacio que crea el Tratado de Libre Comercio entre Canadá, Estados Unidos y México, pero también se desarrolla con cierto vigor en el MERCOSUR, favorecida además por la estructuración sindical semejante entre la CUT brasileña, PIT-CNT en Uruguay y la CGT y la CTA en Argentina. Institucionalmente, la coordinación supranacional del movimiento sindical no cuenta con tantos apoyos como la que se prevé en la Unión Europea, sin embargo es éste el modelo que inspira la actuación de los sindicatos especialmente en el área de MERCOSUR. Sin embargo, las “turbulencias” que en el plano político sufren estas iniciativas de regionalización – especialmente evidentes respecto a la polémica sobre la Comunidad Andina y el MERCOSUR que protagoniza Venezuela - se proyectan sobre las iniciativas de coordinación sindical, de manera que éstas se desincentivan con el efecto inmediato de retrasar la constitución de unas bases sólidas en el plano supranacional. Aquí sin embargo la acción en el plano regional de la recién creada CSI puede resultar muy eficaz. El sindicalismo latinoamericano debe construirse a escala supranacional, no sólo en su relación con las autoridades y poderes públicos, sino también mediante la creación de un espacio de encuentro y de diálogo social con los interlocutores empresariales y económicos coincidente con el espacio de mercado unificado en el nivel supranacional.

Junto al marco supranacional, la cooperación sindical se desarrolla en el espacio transnacional que crea la actuación de las Empresas Transnacionales (ETN). Aquí se siente de forma especialmente intensa esta necesidad de establecer una coordinación permamente intersindical. La peculiaridad de la misma es que no sólo se tiene que establecer entre los sindicatos de los distintos Estados latinoamericanos, sino que es preciso establecer relaciones con los sindicatos presentes en las sedes de las ETN, los sindicatos norteamericanos o europeos. La tendencia actual es que éstos – fundamentalmente los sindicatos europeos, pero con significativas acciones de los norteamericanos de apoyo al sindicalismo de algún pais en concreto, como en Colombia – se encuentran muy interesados en ir construyendo un espacio integrado de acción sindical en las ETN. Se trata de un terreno en el que cada día emergen nuevas reglas y sobre el que existe un interés evidente por desarrollar un tejido de reglas que integren el plano de las relaciones colectivas y la referencia a los diferentes marcos normativos legales de los países en donde se localizan los distintos puntos de la red de las ETN. En este sentido, están ya creados centros de coordinación sindical – los llamados “observatorios” – tanto con carácter general, que focalizan su acción sobre toda Latinoamérica, como aquellos más específicos, que se especializan en un sector determinado, como la banca o la energía o las comunicaciones, o incluso se limitan a uno o dos países que revisten especial interés como sedes de ETN del sector, como sucede con el sector de la automoción. Pero además de estas redes estables de coordinación entre el movimiento sindical del “Norte” y el sindicalismo latinoamericano, ya hay mas de 40 Acuerdos Globales o convenios colectivos marco en ETN fundamentalmente de origen europeo, que se comprometen a mantener en los países en los que se localicen, no sólo las normas básicas de la Declaración de la OIT de 1998 – prohibición del trabajo infantil y del trabajo forzoso, libertad de sindicación y de negociación colectiva, principio de no discriminación – sino también otras precisiones importantes en orden a salud laboral, formación, tiempo de trabajo, etc. Estos Acuerdos Globales involucran no sólo a los sindicatos nacionales, sino también a las federaciones internacionales de rama o de sector y propician por tanto un amplio espacio de convergencia intersindical de distinto origen y proveniencia.

El ámbito de las relaciones colectivas y sindicales en las Empresas Transnacionales (ETN) es sentido como una necesidad imperiosa por el movimiento sindical latinoamericano, en mucha mayor medida incluso que la dimensión supranacional. Es conveniente sistematizar las iniciativas y experiencias de que se dispone en la actualidad, avanzando algunas posibles iniciativas en la línea de culminar en la adopción de un sistema de reglas vinculantes que garanticen un ámbito de tutela adecuada de los derechos de los trabajadores y mecanismos permanente de procedimentalización y de consulta negociada de las decisiones empresariales con los representantes sindicales de la totalidad de los trabajadores de las ETN. Un sistema de reglas basado en la interlocución y el diálogo de creación extraestatal, que se debe extender y desarrollar como forma de regulación tipo en el nivel transnacional, y que posiblemente debe tender a encontrar su anclaje tanto en el plano internacional como a través de su recepción en los distintos ordenamientos internos latinoamericanos, sin perder su matriz autónoma.



[1] Estas reflexiones se insertan en un proyecto de investigación del Programa PAL sobre Progreso sostenible e integración regional en América Latina, coordinado por J. Vidal-Beneyto.

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