jueves, 15 de octubre de 2009

MODELO SOCIAL EUROPEO Y CRISIS ECONÓMICA ANTE LA PRESIDENCIA ESPAÑOLA DEL 2010.





Se ha celebrado el 14 de octubre en Madrid un seminario organizado por CCOO que pretendía analizar a lo largo de toda una jornada la repercusión de la crisis económica sobre el modelo social europeo y todo ello en el contexto de la próxima asunción por el gobierno español de la presidencia europea en el primer trimestre del 2010.

La apertura del seminario estaba confiada, además de al veterano responsable confederal de relaciones internacionales, Javier Doz, al propio secretario general de CCOO, Ignacio Fernández Toxo, junto al Secretario de Estado para la Unión Europea, Diego López Garrido. La mañana se articulaba en dos mesas consecutivas. Por un lado, Walter Cerfeda de la dirección de la CES y Nicolás Sartorius , de la Fundación Alternativas, que examinaron la presencia de la crisis económica y su impacto posible en el modelo social europeo y sobre la evolución del empleo. Por otro, una segunda en la que Jose Maria Zufiaur, del Consejo Económico y Social de la UE y Emilio Gabaglio , ex secretario general de la CES, analizaron más en profundidad la vigencia y los problemas del modelo social europeo a partir de la crisis. La sesión de tarde tenía un sesgo más especializado. La primera mesa se dedicó a examinar las circunstancias de la crisis desde la perspectiva estrictamente económica, con intervenciones en gran medida divergentes de Miguel Angel García, del gabinete jurídico confederal de CCOO, y Enrique Viaña, catedrático de la UCLM. El segundo bloque se dedicaba a un análisis jurídico de la crisis del modelo social europeo, atendiendo a la última jurisprudencia del Tribunal de Justicia en los casos Viking, Laval, Rüffert y Luxemburgo, que llevó a cabo Antonio Baylos. El seminario fue clausurado por Carlos Carnero, eurodiputado y director general en asuntos europeos.

Como puede comprobarse, el seminario tenía un enorme interés aunque sólo fuera por escuchar a los expertos concitados. El tema de Europa se suele asociar a unos discursos muy genéricos, con escasa capacidad de concreción, y en los que se ha producido ya una retórica conocida como “euro-optimismo” que en el caso español se inserta en un cierto triunfalismo optimista respecto de los objetivos y logros de la Unión Europea, acentuado con la próxima asunción de la presidencia en el primer semestre del 2010. La victoria del sí en el referéndum irlandés daría alas a esta mirada ante la casi segura entrada en vigor del Tratado de Lisboa, una vez que la Comisión atienda a otra exigencia insolidaria más como las que han permitido la aceptación del Tratado por Gran Bretaña, Polonia, Irlanda y, ahora, Chequia. En el seminario reseñado, no fue este el tenor general de las intervenciones. Al contrario, la crítica a la evolución de la política de los gobernantes europeos y a la posición nacional fue la tónica dominante.

Entre las intervenciones realizadas, la del Secretario General de CCOO, fue muy crítica y autocrítica tanto respecto de las líneas generales llevadas a cabo por la Comisión Barroso – cuya reelección la consideró una mala noticia sin que se pudiera entender la posición del grupo socialista – como en lo relativo a la “gestión” de la crisis económica de forma no unitaria, favoreciendo las tendencias “renacionalizadoras” de las respuestas. Para Toxo, el movimiento sindical europeo no ha estado tampoco a la altura. No ha dicho nada, no ha sido capaz de presentar un proyecto de reforma social, y no ha sabido defender la “argamasa” del modelo social europeo, la tutela sobre el trabajo y la protección social, erosionada de forma muy incisiva por la aplicación agresiva de las reglas del mercado. También el sindicalismo europeo ha sufrido esa involución hacia dentro del Estado-nación, y de esa culpa tampoco están exentos UGT y CCOO. La necesidad de un cambio de orientación y ganar presencia e iniciativa política resulta imprescindible para el sindicalismo europeo. En cuanto a la presidencia española, Toxo insistió en que se percibía por todo el sindicalismo europeo, no sólo el español, como una oportunidad para un cambio de orientación política, que compatibilice la salida de la crisis con el mantenimiento y la extensión del modelo social europeo. Este pronóstico fue confirmado por López Garrido, que expresó la voluntad política de una presidencia no conformista, de transformación social, elencando toda una serie de medidas de política social y de política económica – las directivas de supervisión financiera – con especial hincapié en los impulsos a la formación y el desarrollo de la movilidad. La promulgación del Tratado de Lisboa posiblemente permitirá hablar de un comienzo de una nueva etapa en la formación de la unidad europea.

No sería posible hacer un resumen aquí de las ricas intervenciones posteriores. En todas ellas se apreciaba la mirada crítica y la observación inteligente que se presuponía. Si acaso en el sesgo de las intervenciones podría apreciarse rasgos de un cierto pesimismo en los pronósticos basado en una razonable estimación de los datos con los que se obra y señalando la importancia decisiva de lograr un giro en la decisión política del sindicalismo europeo – en este sentido la intervención de Zufiaur – o de forma más optimista, confiando en un cierto giro de la “governance” de las relaciones laborales a partir de la entrada en vigor del Tratado de Lisboa – como la intervención de Gabaglio.
El tema tiene una enorme relevancia, y a él se volverá en otra ocasión, recuperando esta ocasión que ofrece la presidencia española de la UE a partir del primer semestre del 2010.

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