miércoles, 12 de mayo de 2010

LA REVISTA DEL MINISTERIO DE TRABAJO ARGENTINO Y UNA ENTREVISTA DE PEDRO GUGLIELMETTI A ANTONIO BAYLOS





Pedro Guglielmetti es una personalidad muy relevante en las relaciones laborales de América Latina. Chileno y socialista, tuvo que escapar de su país ante el golpe de 1973. Trabajó durante muchos años en la OIT, y es el organizador de una iniciativa con Umberto Romagnoli que impulsó un modelo democrático y social para el tratamiento de las relaciones laborales en los sistemas políticos y económicos latino-americanos entonces completamente entregados a las visiones neoliberales. A sus 80 años “IL NONNO” continua imbatible y activísimo. Ha sido encargado por el Ministerio de Trabajo argentino de hacer una entrevista a Antonio Baylos, como jurista del trabajo español, con ocasión del bicentenario de la independencia de las naciones libres de América del dominio español (1810-2010). Se transcribe a continuación un fragmento de la entrevista, el relativo a las relaciones académicas y de influencia cultural entre España y Latinoamérica en materia de derecho laboral y relaciones laborales.

PEDRO GUGLIELMETTI: ¿Cuál crees que puede ser la influencia de la experiencia española en los sistemas de relaciones laborales en América Latina, y mas en concreto, la Incidencia del diálogo social, la negociación colectiva, el sindicato, los marcos sectoriales para productividad y empleabilidad (FORCEM y otros)?
ANTONIO BAYLOS: La influencia del Derecho del Trabajo español en Latinoamérica ha conocido varias fases. Es muy frecuente en los años sesenta y setenta encontrar una relación institucional permanente entre los círculos académicos españoles, en especial en torno a la figura de Alonso Olea, y en mucha menor medida de Bayón Chacón o de Alonso García, y los de toda Latinoamérica, con contactos frecuentes y encuentros multilaterales y bilaterales. Organizaciones como la OISS y la extinta Revista Iberoamericana de Seguridad social (RISS) – sobre la que por cierto se podría hacer una investigación de la que resultara el paradigma dominante en la idea de la seguridad social en las décadas del sesenta y setenta del siglo pasado – favorecieron y potenciaron esa influencia española en la formación y desarrollo de la doctrina laboralista latinoamericana. Una generación posterior conoció la fase del intercambio de ideas y de encuentros que se ligaban mas a contactos personales que institucionales, como sucedió (y sucede aún) con Alfredo Montoya y un grupo de amigos y maestros – la “patota” – entre los que destacan Néstor de Buen y Mario Pasco. En la década de los ochenta, y en la especial relación que se consagra entre la España de Felipe González y la Argentina de Raúl Alfonsín, son “viajeros frecuentes” en este intercambio académico profesores españoles bien conocidos como Tomás Sala, Carlos Palomeque y Antonio Ojeda, sin olvidar la intervención del entonces eurodiputado Vida Soria en la creación y mantenimiento financiero de la revista Relasur.

En los ochenta sin embargo, con los profesores – y sin ellos, o a pesar de ellos en algunos casos – se exporta desde España el modelo de la flexibilidad legislativa que caracterizó nuestro sistema de relaciones laborales en aquella década y que venía a incorporar importantes elementos de desregulación y de precarización de las relaciones de trabajo como fórmula de creación de empleo. Las consecuencias de esta operación ideológica, que tenía además como reclamo ser avalada por un gobierno socialista, son demasiado conocidas para ahora comentarlas. Frente a la desregulación autoritaria, toscamente neoliberal en lo económico y antisindical y descolectivizadora en lo laboral que llevó a cabo el pinochetismo en Chile, esta opción por la flexibilización y la temporalidad como fórmula de creación de empleo tenía el pedigree de provenir de Europa y de ser enunciada por un gobierno inequívocamente democrático que había surgido de la reacción popular frente al intento de golpe de estado de 1981. Es evidente que se cumplió el propósito de esta operación que buscaba legitimar políticas que erosionaron de forma consciente los presupuestos fundamentales de los sistemas jurídicos laborales de varios países, y estoy pensando especialmente en el caso argentino. Esta “importación” se exaspera con el menemismo, en donde además la presencia de las empresas transnacionales españolas funciona como la punta de lanza de la desregulación y flexibilización. La potencia de las aseguradoras privadas fuerza asimismo un sistema de prevención de siniestralidad laboral y un mecanismo de capitalización de las pensiones que conducen a la desigualdad en el goce de los derechos de ciudadanía.

En este proceso de exportación de un modelo de derecho del trabajo al que se hace culpable de los malos resultados del mercado de trabajo se comete un error muy frecuente en el comparatismo, que es el de considerar aisladamente un dato normativo o una institución sin ponerla en relación con el resto de elementos que conforman en su conjunto el modelo normativo de referencia. Recuerdo que en mis primeros viajes a Argentina, a comienzos de la década de los 90, me obstinaba en ligar el problema de la crisis y de la reforma del mercado de trabajo con la construcción y fortalecimiento de un sistema sindical en donde se destacaba la vitalidad de los fenómenos de negociación colectiva y la autonomía en la gestión y dirección del conflicto mediante el ejercicio del derecho de huelga, unido a una garantía estatal de protección social y económica en materia de desempleo, lo que por consiguiente ofrecía un cuadro final resultante más complejo que el que sugería el mero análisis parcial de las medidas puestas en práctica sobre contratación temporal como política de empleo.

Me da la impresión que en los últimos tiempos y a partir de un intercambio permanente de ideas y de contactos personales, de textos de contraste y de estancias de estudio, de seminarios conjuntos, la doctrina iuslaboralista latinoamericana ha metabolizado en sus trabajos la circulación de modelos normativos y jurídicos que está en la base del buen comparatismo. La creación en el 2006 de la Revista de Derecho Social – Latinoamérica que co-dirigimos Oscar Ermida y yo mismo, parte de esa realidad y apuesta por consolidar un espacio cultural común en el estudio del derecho laboral y de las políticas del derecho reformistas y emancipatorias que se beneficie del background doctrinal europeo y de la emergencia de un renovado y potente iuslaboralismo latinoamericano. Este intercambio se aprecia en todos los ámbitos, incluso en los que tradicionalmente estaban más alejados, como en materia de libertad sindical. Puedo poner el clásico ejemplo de Argentina. El nacimiento de CTA, que coincide con el momento álgido del menemismo y su furia privatizadora de los servicios públicos, propició interesantes debates sobre la reforma de las normas de la representatividad sindical que constituían un punto nodal del sistema sindical argentino. Mi cercanía personal a los amigos Gianibelli, Meguira y García, me han hecho testigo de excepción de la evolución que se ha ido produciendo en este punto. Cuando Mario Ackerman organizó en la Facultad de derecho de la UBA un importante encuentro conmemorativo de los 60 años del Convenio 87 de la OIT, pude comprobar que el nivel de la discusión y el tono de la misma implicaban un muy sofisticado grado de elaboración, en donde la referencia al derecho comparado, español y europeo, pero ante todo internacional, era impresionante. El posterior fallo ATE y la aceptación de la Asociación de Abogados Laboralistas como amicus curiae en un caso posterior ante la Corte Suprema – en donde por cierto Moises Meik citó como expertos a Oscar Ermida y a mi mismo – han abierto un espacio de (re)regulación del sistema sindical argentino desde la noción de representatividad hasta la presencia sindical en los lugares de trabajo que resulta extremadamente interesante y que hay que seguir muy de cerca.

Más allá de la referencia a la región de América Latina, me parece por tanto que la circulación de modelos normativos y de perspectivas teóricas es muy fluida entre Argentina y España. Esa ha sido desde luego una parte del trabajo profesional que iniciamos en la Universidad de Castilla La Mancha, donde fuimos organizando poco a poco con mi colega Joaquín Aparicio un grupo de estudio y de trabajo en relaciones laborales que pudiera tender puentes teóricos y políticos entre las dos orillas del Atlántico en una cultura jurídica – laboral común. Pero posiblemente la experiencia más interesante en este terreno la has liderado tú mismo, Pedro, junto con nuestro admirado Umberto Romagnoli. En efecto, sobre la base de la potenciación colectiva e institucional de los derechos sociales y de la tutela de la situación dependiente de los trabajadores, tú mismo contribuiste decisivamente con Romagnoli a la creación de un espacio de reflexión y de trabajo colectivo que, sobre la base de la riquísima experiencia del iuslaboralismo italiano, y muy en particular el que se agrupaba en torno a la Universidad de Bolonia, generara una fuerte corriente de formación y de pertenencia a unas “señas de identidad” muy ligadas por otra parte a una cierta filosofía OIT de potenciación del diálogo social, que quería contribuir a la alimentación de una forma de abordar la regulación de las relaciones laborales que se apartara de los cánones desreguladores al uso. En esa experiencia luminosa, tuvimos la oportunidad inmensa de integrarnos, gracias a la intercesión de Umberto y de configurar el grupo Bolonia-Turin-Castilla La Mancha, que tantas importantes actividades ha desarrollado y aún persiste en su andadura, de momento a través de su reformulación a través de un curso “puente” que espera su desarrollo futuro y que se localiza en la quincena toledana de septiembre en la que tu ejerces de alma mater y de coordinador general. Una buena parte de los amigos argentinos han participado en este curso, y no es baladí que la práctica totalidad del equipo que dirige el Ministerio de trabajo, con Carlos Tomada y Noemí Rial a la cabeza, hayan sido casi “becarios fundadores” del curso y hayan repetido esa experiencia en varias ocasiones. La formación de la Asociación de ex becarios argentinos en torno a la universidad de Bolonia en Buenos Aires ha consolidado esta experiencia de forma definitiva.

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