Juan Ramón Capella escribe a algunos amigos este mensaje sobre las provocaciones policiales y el desarrollo de una estrategia que pretende impedir el derecho de manifestación pacífica. Este relato se une al de tantas otras personas que se conoce a través de las redes sociales y que convergen en la misma idea. Es importante leerlo y actuar en consecuencia.
Queridos amigos: os comunico
lo siguiente
Mi amigo MAL, que tiene más
de 60 años y de profesión, digamos, ejecutivo, estuvo en las marchas del pasado
sábado en Madrid. Cuando ya se retiraba para casa, en Recoletos, se encontró entre
un grupo de jóvenes que hacían lo mismo tocando tambores y con alguna bandera.
De pronto un grupo de antidisturbios, sin provocación alguna, fue a por ellos.
Los jóvenes se apartaron corriendo; MAL, no. Y fue aporreado por porras que
buscaban su cabeza y su cara, que él protegió con sus brazos. Creyó que podían
matarle. Los jóvenes volvieron y lograron rescatarle.
(Las normas de uso de las
mal llamadas "defensas" de la policía prohiben golpear por encima de
la cintura; ya sabéis cómo cumplen con eso).
La compañera de MAL, al ver
su estado al llegar a casa, con los brazos negros y más hinchados que el hombro,
le obligó a ir al Hospital de la Mutua a la que pertenece, donde le practicaron
curas y extendieron parte médico. Curiosamente, esa Mutua es la misma que la de
los policías: MAL encontró a algunos allí, aparentemente sin problemas, y les
preguntó qué les pasaba. Resultó que les habían dado unas botas altas que, al
correr, les habían causado fuertes rozaduras en las piernas. Al quejarse de
eso, sus superiores les habían enviado al Hospital, sin duda para hinchar así
el número de policías heridos el sábado 22 de marzo.
MAL, con anterioridad, había
visto algo que encontraréis en youtube: el destrozo por encapuchados de una
furgoneta policial (bastante bien filmado, por cierto). Pues bien: la furgoneta
era de la Policía Municipal, que la había abandonado sin nadie dentro, y los
municipales habían desaparecido. MAL cree que los autores de los destrrozos,
con la cara tapada, eran provocadores.
El
caso de MAL es sólo uno, pero el pasado sábado se dieron muchísimos más.
Os cuento todo esto porque
me parece peligrosísima esta deriva de la provocación sobre manifestaciones
esencial y vocacionalmente pacíficas. Claro que algunos jóvenes caen en la
provocación, pero lo importante es que ésta existe. Creo que debería haber
algún centro, grupo de abogados, etc., para reunir información y actuar
judicialmente contra los responsables de las provocaciones. Eso es tanto
más necesario cuanto que el Ministerio de Justicia está aprobando normas que
tienden a hacer muy peligroso el derecho de manifestación.
Hasta ahora el agua no ha
llegado al río. Pero se sabe que en Kiev, en El Cairo y en Caracas han actuado
pequeños escuadrones disparando indiscriminadamente sobre multitudes para
causar muertes. Todo en un año. La estrategia es desbaratar el pacifismo de la
gente corriente que se manifiesta. Aquí los medios son distintos. Ya en
ocasiones anteriores se había puesto de manifiesto la provocación (recordad el
"Que soy compañero, ¡coño!"); pero el pasado sábado se dio un
peligroso salto de cualidad que no se puede minimizar.
25.3.2014
Juan Ramón
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