2016 es
un año en el que se está festejando la memoria antifranquista de CCOO. Ya ha
habido importantes actos de celebración, que se prolongarán en el otoño y que
acompañarán el proceso paralelo de reflexión sindical que la confederación está
llevando a cabo bajo el título “repensar el sindicato”. En esta nota se hace referencia
a un elemento casi tangencial de los debates y reflexiones que caracterizan
este proceso. Pero al fin y al cabo, el tiempo del verano permite estas
disgresiones.
Dentro de la evocación histórica
de CCOO, se insiste en las características del “sindicalismo de nuevo tipo” que
ésta forma sindical quería llevar a cabo, y entre ellos siempre se menciona el
calificativo “unitario” y “de clase”. En ese sentido, se recuerda el viejo
objetivo de un congreso sindical constituyente que debería desarrollarse en
libertad para concluir en un sindicato unitario de todos los trabajadores y
trabajadoras del país – de la clase obrera en su conjunto – que tuviera la
soberanía plena a la hora de determinar la estructura del sindicato resultante.
Soberanía de los trabajadores y preponderancia del mecanismo de la elección en
lo que se definía como “un proceso dinámico, desde la base, con garantías para
que la voluntad de ésta sea respetada”. Era por tanto la voluntad mayoritaria
de los trabajadores y trabajadoras del país los que deberían conformar el
sindicato donde todos ellos se debían reflejar, aunque naturalmente sobre la
base de un acuerdo de las organizaciones sindicales ya existentes. El Congreso
sindical constituyente se planteaba así como una confluencia entre el proceso
democrático de base y el pacto con las “organizaciones de oposición sindical”.
Pero ante todo – y esto es
difícil hoy representárselo – el proceso
de desarrollo constituyente de la unidad sindical se concebía como una
fiesta, como la explosión de júbilo de las trabajadoras y trabajadores de un
país que habían vencido a la dictadura y que conformaban un marco de relaciones
colectivas y solidarias en las que el sindicato general adquiriría un papel
protagonista no sólo en la afirmación de los derechos individuales y colectivos
derivados del trabajo, sino en la propia construcción de un espacio público
democrático. Este carácter irruptivo en el que lo colectivo es expresión del
logro de las libertades democráticas, y por tanto, motivo de alegría y de
contento, es (era) una convicción segura para los elementos conscientes que
trabajaban política y socialmente en lo que en la época se llamaba el “mundo
obrero”, y es una sensación que merece ser recordada y valorada hoy, cuarenta
años después.
Lo describía perfectamente Nicolás Sartorius en el libro Qué son las Comisiones Obreras,
publicado por La Gaya Ciencia, en Barcelona en 1976, dentro de su colección “manuales
de educación política”. Decía así:
“Al lado de este esquema de
posible desarrollo constituyente – deducido de los textos de Comisiones y de la
práctica actual de los trabajadores – nos parece conveniente decir algo sobre
el ‘ambiente’ que previsiblemente rodeará ese momento concreto, tan decisivo
cara al futuro: el momento de la libertad. No es necesario que nosotros
pensemos en Portugal, por ejemplo, para saber del entusiasmo popular que ha
rodeado invariablemente toda revolución política, toda conquista de la
libertad. Nuestro país ha conocido unas cuantas. Ahí están sin ir más lejos las
escenas madrileñas y españolas de la proclamación de la II República. Pero como
la historia del hombre es también la historia de su libertad, es lógico que a
medida que pasa el tiempo, ese estallido de alegría y felicidad desbordada, esa
inmensa fiesta popular en que se convierte la revolución triunfante, sea cada
vez más intenso, mas incontenible. Nos parece, pues, inútil resaltar la
singular trascendencia de este generalmente corto período constituyente; corto,
si, en el tiempo, pero amplísimo en riqueza y complejidad , en el que la
energía madura de las masas alcanza sus cotas más altas; en el que toda la
sociedad baila a un ritmo trepidante en busca afanosa de un nuevo equilibrio de
fuerzas e intereses; período en fin en el que con bastante probabilidad se
decida la dirección por la que vaya a encaminarse la nación durante un largo
período de su historia. El hierro hay que forjarlo cuando está al rojo, según
reza el adagio popular, y ese será el momento de la audacia, de la
inteligencia, de la capacidad unitaria de la clase obrera. Hay que tener, pues,
confianza en la voluntad creadora y unitaria de los trabajadores en un clima de
libertad. No es difícil imaginar el ambiente que reinará en esas asambleas de
obreros, de delegados de las fábricas, de los locales sindicales recién
ocupados o en las naves de las factorías, cuando por primera vez, después de
cuarenta años, todos puedan expresar libremente todo lo que cada cual lleva
dentro: aspiraciones, ideas e intereses. No pensamos que le sea fácil a nadie lanzar,
entonces, planteamientos de división sindical que herirían en lo más profundo los
sentimientos que anidan en las masas. Se deberá extremar la atención, eso sí,
para que todas las corrientes obreras puedan manifestar sus puntos de vista,
para que nadie se sienta coartado al expresar su opinión, para que en el libre
juego democrático ninguno pueda imponer su prepotencia y todos tengan
oportunidad de hacer valer sus aportaciones positivas y ver reflejado en los
órganos de coordinación y dirección su fuerza real en la base. Pero habrá que
combatir con igual energía cualquier proclividad a dividir, de una u otra
forma, a los trabajadores”.
Hoy sabemos que esta proyección
no se hizo realidad, que el sueño unitario de 1976 era una ilusión dado el
contexto político europeo, la reacción frente a la revolución portuguesa de
1974, que no podía permitir su reiteración en España y la potencia de las
fuerzas reformistas y su ambivalencia frente a la acción decididamente
represiva de las fuerzas armadas y policía junto con el aparato judicial. Pero la percepción del futuro inmediato como
un espacio de alegría no contenida, un proceso constituyente – en donde el
congreso sindical unitario transformaba realmente en unidad de los trabajadores
la resistencia colectiva y de clase al franquismo – que se acompañaba del
triunfo de un sistema plenamente democrático como salida “natural” de la lucha
antifranquista, es un elemento que no se suele recordar en los análisis
actuales de la “transición política”, de los que se desprende un relato en el
que las élites políticas y sindicales del momento compartieron un proyecto de
democracia de baja intensidad.
El entusiasmo de este párrafo de Sartorius en 1976 hay que ponerlo en
relación con el avance del conflicto social en ese año que provocó la caída del
gobierno Arias Navarro y la llegada al
poder del reformismo post-franquista que trabó un amplio cuadro de convergencia
con el centro y el centro izquierda político dejando en el margen al PCE y a
otras fuerzas minoritarias de la izquierda, junto con el recrudecimiento de la
represión y de las actividades de los grupos de extrema derecha que culminó con
la matanza de los abogados de Atocha. La unidad sindical preconizada por CCOO –
y que todavía estaba presente en la dubitativa resolución de la Asamblea de
Barcelona, como ha recordado recientemente Juan
Moreno con ocasión del acto de conmemoración de su cuarenta aniversario –
se disolvió en una libertad sindical plasmada en pluralidad sindical en la que
además la unidad de acción fraguada en torno a la COS habría de durar muy poco,
convirtiéndose en su contrario, la división sindical entre CCOO y UGT, que era –
por utilizar la expresión de la época – “un auténtico suicidio de clase”.
Han pasado cuarenta años. Pero
rememorando hoy esas propuestas, la iniciación de un proceso constituyente
sindical como expresión de las voluntades y de las aspiraciones de cada
trabajadora y cada trabajador que se adueñaba de su libertad política y quería
por tanto afirmarla también en el seno de la relación de trabajo, y en
consecuencia la consideración d ese momento como un tiempo de contento, de
fiesta, seguramente a muchos lectores y lectoras les vendrá a la mente los
análisis y las propuestas del 2013 y 2014, cuando se hablaba de la inminencia
de un proceso constituyente que devolviera a la democracia su carácter
sustancial, y las calles se llenaban de manifestantes que lo exigían. Aquí también
la reorganización de las fuerzas políticas en una cierta convergencia
bipartidista orientada por las políticas europeas de respuesta a la crisis en
los países del sur de Europa, la emergencia de nuevos actores políticos que
enarbolaban desde el “orden” la consigna de la regeneración democrática, junto
con la dificultad de mantener la tensión entre la movilización social, la
reivindicación sindical y la traducción electoral de estos planteamientos
políticos – por lo demás con lógicas expresiones de división en el campo de los
partidarios del cambio democrático – ha complicado el panorama y ha deprimido
el “ambiente”, por emplear la expresión del documento transcrito.
En ambos casos, sin embargo, lo
importante es encontrar una nueva posición que permita avanzar – no retroceder –
sobre los logros conseguidos, la calidad y el objetivo de las luchas, la
necesidad de recuperar los derechos perdidos. En ello estamos, amables lectores,
y ustedes forman parte de ese mismo cuento.
(Hace 9 años del fallecimiento de Bruno Trentin. En el blog hermano Metiendo Bulla se ha publicado un texto de Antonio Lettieri recordando su faceta europeista. Bruno Trentin y el sindicalismo europeo. Como resumía Trentin, "se trataba para mi de luchar contra la injusticia social, y el terreno esencial de esta acción era el sindicalismo…es el lugar en el que me encuentro más a gusto…el sindicalismo es mi vida, si hubiera podido no habría hecho más que eso”. )
(Hace 9 años del fallecimiento de Bruno Trentin. En el blog hermano Metiendo Bulla se ha publicado un texto de Antonio Lettieri recordando su faceta europeista. Bruno Trentin y el sindicalismo europeo. Como resumía Trentin, "se trataba para mi de luchar contra la injusticia social, y el terreno esencial de esta acción era el sindicalismo…es el lugar en el que me encuentro más a gusto…el sindicalismo es mi vida, si hubiera podido no habría hecho más que eso”. )
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