La amable
audiencia del blog entenderá que hoy tenga que referirme a lo que la totalidad
de los medios están acogiendo como noticia principal, y que se refiere a la convocatoria
de elecciones en la Comunidad de Madrid para el martes 4 de mayo a la que el
todavía Vicepresidente del Gobierno, Pablo Iglesias, concurrirá
intentando una lista común entre Unidas Podemos y Mas Madrid. Este pequeño
comentario quiere subrayar solamente algunas cuestiones que me parecen de interés.
El anuncio de Pablo Iglesias
estuvo precedido de una larga entrevista en el programa matinal de Ana Rosa
Quintana a la que ya es candidata a la presidencia de la CAM, Isabel
Díaz Ayuso, uno de esos programas matinales de las televisiones privadas que
con más ahínco están incidiendo en la desinformación de la ciudadanía y en la
transmisión de valores reaccionarios en lo social y en lo económico, muy
beligerantes con las opciones reformistas o de transformación social. En esta
entrevista plenamente lisonjera a la candidata, Diaz Ayuso se regocijó
de que le llamaran fascista, porque indicaba que lo estaba haciendo bien, para
acabar afirmando, siempre entre risas, que el fascismo siempre está en el
lado bueno de la historia. Un comentario que la entrevistadora aceptó,
también desternillándose, porque hay que ver que simpática y dicharachera es
esta presidenta.
Que alguien como Diaz Ayuso considere
que el fascismo es el lado bueno de la historia no debe sorprender, porque toda
su estrategia consiste en incorporar la forma de hacer política derivada del
desprecio al adversario, de la rotundidad disparatada de sus opiniones y de la
falsedad de sus afirmaciones, en una traslación casi automática de lo que
supuso la forma de intoxicar la política de Donald Trump. El círculo
siniestro de personas de las que se rodea – Enrique López, Miguel Angel
Rodríguez, Fernandez Lasquetty – constituyen la hez de la propaganda y de la
manipulación presente en la rama madrileña del Partido Popular, un partido que
ha hecho de la corrupción económica y de la mentira su modo de estar en la
política.
Diaz Ayuso repite sin
problemas – sin complejos – las frases más absurdas, las opiniones más
hirientes, difundiendo mentiras y juicios de valor sin ningún apoyo en la realidad.
Sabe que lo importante es atraer la atención sobre su persona, llevar el debate
político al terreno del insulto y de la falsedad, llenar las portadas y los
informativos mientras en la sombra se siguen llevando a cabo los grandes
negocios que sostienen a los grandes electores del PP. Díaz Ayuso y la
cámara secreta que diseña su discurso han encontrado finalmente en la campaña
electoral que ella misma ha iniciado para su exaltación como figura central en
la derecha política del país, un slogan victorioso: Socialismo o
libertad, importando así el que Mike Pence, vicepresidente de Trump
empleó en su campaña electoral. Como sucede en el tiempo electoral, el elogio
de la libertad como contrapuesto al socialismo se ha extendido por doquier, concretando
esta exigencia en la reducción de impuestos, la libertad de trabajo, la libertad
de movimientos, la libertad de capitales. La libertad de los propietarios.
Tras de su figura, se construye
el imaginario de quien se ha rebelado – con éxito – frente al Presidente del Gobierno,
sosteniendo la industria de la hostelería – y de la construcción, no hay más
que ver los sobrecostes del Zendal – frente a las exigencias sobre las medidas de seguridad ante la
pandemia que cercenaban la libertad – aunque de los muertos de las residencias
no hablemos – la que ha velado por el progreso y ha hecho de la región un imán
para capitales e inversiones que harán la prosperidad inevitable pese a los
obstáculos de los enemigos de la libertad partidarios de la nivelación social. Las
encuestas señalaban que sus posibilidades de alcanzar la mayoría absoluta en
coalición con Vox eran casi seguras, auguraban la desaparición política de
Ciudadanos, hoy socio denostado de Gobierno, dudaban sobre la supervivencia
electoral de Unidas Podemos, bordeando el 5% requerido para entrar en la Asamblea,
y situaban al PSOE y a Mas Madrid en la continuidad de su oposición impotente
frente a un gobierno, esta vez ya decidido a la amputación traumática de los
derechos sociales y al combate directo frente a la igualdad de género.
En ese punto, la irrupción de Pablo
Iglesias como candidato ha alterado todo, dentro y fuera del espacio madrileño.
Por lo pronto ha revolucionado la campaña y ha dado esperanzas a la
izquierda, con su propuesta de recomponer en una sola lista electoral a Mas
Madrid y a UP, en la idea de compartir lealmente ese amplio espacio del cambio
con el PSOE en un futuro gobierno de coalición. Es una decisión personal
arriesgada, pero que sin duda responde a una exigencia de unidad en la izquierda
frente a la potente maquinaria económica-mediática que sostiene al PP madrileño
como garante de sus inmensos beneficios y que confía en capturar una buena
parte de los fondos europeos para la recuperación económica. El sindicalismo,
los movimientos vecinales, las organizaciones feministas y en general el
conjunto de movimientos sociales de Madrid requerían un proyecto de cambio que
ante todo es de resistencia frente a la hegemonía electoral, política e
ideológica del conglomerado PP-Vox que simboliza el tándem Ayuso /
Monasterio. Una relación descompensada en favor de la primera, que concentra
más atención y despliega más agresividad, y a la que la candidatura de Iglesias
ha cogido a contrapié, alcanzando sólo a alterar los términos de su
oposición: comunismo o libertad es ahora la frase de combate.
A partir de ahora el espacio
mediático será, de nuevo, extraordinariamente relevante. Es seguro que los
ataques sobre la izquierda y en concreto sobre Iglesias se recrudecerán.
Hay demasiados intereses en juego, Madrid tiene tanta riqueza al alcance de sus
propietarios que no será fácil disputarles el pleno disfrute de su dominio, que
garantizarán sin problemas PP y Vox. A lo que sin duda se debe unir, como
ha sucedido hasta el momento, nuevos episodios de lawfare, como el que
ha impedido que Isa Serra pudiera encabezar la lista regional de UP en
estas elecciones. Inhabilitada previsiblemente por participar en una acción de
protesta por un desahucio hace siete años, en el 2014, condenada por el TSJ de
Madrid sobre la base de las declaraciones de los agentes que declararon ser
agredidos por ésta. Ya algunos expertos han comenzado a explicar a la sociedad
que la irrupción de Iglesias producirá un efecto inverso en el
electorado, la izquierda en su conjunto perderá, porque la campaña se
polarizará y los votos posibles al PSOE se retraerán o incluso apoyarán a Ayuso.
El juego de las encuestas está comenzando, pero un castizo diría que ya que
estaba casi con total certeza todo, mejor pensar en una candidatura unitaria de
la izquierda del PSOE que se irrogue el papel de combatir con firmeza a la
ultraderecha y pueda movilizar a grupos de la ciudadanía que se han abstenido
tradicionalmente en estas convocatorias electorales. Al menos dar la batalla y
pensar que el PP de Madrid será derrotado y expulsado del gobierno.
Y más aún. Diaz Ayuso corrompe
la noción de libertad cuando la aplica a la realización de su programa. La
libertad del PP es la libertad del dominio sin controles, la violencia del poder
económico y el desprecio por los ciudadanos económica, social y culturalmente
sometidos. Y cuando habla de comunismo contraponiéndolo a la libertad, no sólo
demuestra la indignidad de su persona, sino su ignorancia descomunal. Se dirá
que quien ha blasonado del hecho de ser llamada fascista, por entender que el
fascismo está en el lado bueno de la historia, no iba a afirmar otra cosa. A muchas
personas de mi generación, sin embargo, nos ha gustado que Pablo Iglesias reivindicara
la radical democraticidad de la noción del comunismo como doctrina política y
que rescatara públicamente la trayectoria antifascista de los y las comunistas
de este país en la lucha contra la dictadura y en la construcción de la
democracia, subrayando su aportación sustancial a la constitución española. Y
le damos las gracias por dar voz a tantos sacrificios y renuncias personales, a
tantas expectativas demasiadas veces defraudadas en un futuro mejor, más
igualitario y amable.
Además de bajar a la arena de la
competición electoral para hacer frente a la ultraderecha y a la corrupción, la
decisión de Iglesias ha tenido otras consecuencias muy importantes fuera
de este campo de acción. La promoción de Yolanda Díaz a la
Vicepresidencia Segunda del Gobierno, manteniendo la cartera de Trabajo y
Economía Social, es especialmente relevante. No sólo porque con ello se
reconoce una actividad política que ha posibilitado paulatinamente una serie de
cambios sustanciales en nuestras relaciones laborales, y que lo ha hecho
generando un consenso social impensable hasta hace muy poco tiempo, sino porque
refuerza su posición en la profundización de las reformas proyectadas que son
imprescindibles en un esfuerzo de adaptación del marco institucional a un
sistema de negociación colectiva articulado y a la fijación de coordenadas
estables que culmine en una regulación completa de las relaciones laborales en nuestro
país.
Además de ello, la propuesta de
que en las próximas elecciones la cabeza de cartel de la coalición UP sea
también Yolanda Díaz supone una noticia extraordinaria con la que
personalmente muchas personas de mi entorno nos sentimos plenamente identificados
y extremadamente contentos. Ella en efecto posee una gran capacidad de generar
consensos en torno a un proyecto esencialmente democrático y emancipatorio que
debe ir afirmándose ampliamente en nuestro país en los próximos tiempos. Tiempo
habrá de ir desarrollando este proyecto, pero es sin lugar a dudas otro
elemento extremadamente positivo.
En el lado bueno de la historia
no está el PP ni Isabel Díaz Ayuso. En ese espacio, que está siempre
marcado por el conflicto y la resistencia, se sitúan las mujeres y los hombres
que combaten por mejorar las condiciones de trabajo, reducir las desigualdades,
sostener la vida y garantizar la seguridad de la existencia de la mayoría de
las personas que vivimos y trabajamos en este país. Ese es el lado correcto de
la historia, siempre acechado por la codicia del dinero y la especulación, el
desprecio por la democracia, la violencia del dominio sobre las personas y la
sumisión de la existencia humana a la lógica de la explotación. No pasarán.
4 comentarios:
Muy bueno tu análisis, Sebastián! Hoy más que nunca en Madrid: ! No pasarán!
Rodrigo Calderon
Buen texto, pero hay además una lección política de el y de lo que hace Pablo Iglesias para el mundo. Muchas veces dejamos pasar los discursos y acciones con un tufillo de fascismo pensando que no era importante hasta que saacn las garras y dicen que el fascismo o el neoliberalismo son el lado bueno de la historia. Hay que contradecir y parar cada acto que huela a fascismo, desde repetir las falsedades de la TV, las ideas de la tierra plana, las teorias conspirativas judeo-izquierdistas (que enmascara al sionismo de extrema derecha) y que la libertad es libertad de mercado, en la vida cotidiana y en la política pública hay que parar esos discursos y actos antes que sea demasiado tarde y hayan formado un sentido común, como hicieron con el neoliberalismo y las supuestas clases medias.
Wilson Ramos Filho
Que texto maravilhoso, querido amigo Antonio Pedro!
Gracias Antonio. Presentas una perspectiva muy interesante y en cierta forma desconocida para nosotros en el Caribe sobre la decisión de Iglesias.
Carlos Alá Santiago
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