El pasado
miércoles 17 de marzo se abrió la mesa del diálogo social en la que se
abordaban algunas reformas de la legislación laboral largamente planteadas
tanto por los sindicatos como por las fuerzas políticas que apoyaron la
formación del gobierno progresista PSOE y Unidas Podemos. Tras las dificultades
enormes que había encontrado el anterior acuerdo sobre los trabajadores de
plataformas, se podía sospechar una resistencia enconada a este nuevo impulso
reformista, porque en esta ocasión comparece con fuerza un elemento simbólico,
la reversibilidad de los aspectos más lesivos de la reforma laboral del 2012
llevada a cabo por el Partido Popular y secundada con estusiasmo por la CEOE, que
enterró el muy ventajoso Acuerdo cerrado con los sindicatos para adherirse a
una reforma legal que incidía de lleno en la negociación colectiva, reforzando
el desequilibrio de poder que este instrumento pretende nivelar.
La postura de la CEOE ante esta
mesa de negociación pasa por desautorizar de lleno esta iniciativa. Para esta
asociación, las reformas planteadas “impactarían negativamente sobre el empleo”
y no daría “ninguna confianza” a las empresas españolas ni a los inversores.
Una posición incomprensible, puesto que el núcleo central de las medidas
adoptadas inciden sobre la negociación colectiva, la ultra actividad de los convenios
y la preferencia aplicativa del convenio de empresa, y sobre los acuerdos de
reorganización productiva, permitiendo la sindicalización de las comisiones que
los negocian por parte de los trabajadores cuando no exista representación
electiva en los centros de trabajo afectados, a lo que se une la remodelación
de los esquemas que rigen la subcontratación en relación con las
responsabilidades empresariales y adecuando la contratación de obra o servicio
determinado a esta figura, como ha establecido el Tribunal Supremo en su
Sentencia de 29 de diciembre de 2020, que con razón se ha definido por Eduardo
Rojo como “la primera piedra” de la reforma del sistema de contratación
temporal (http://www.eduardorojotorrecilla.es/2020/12/contratas-la-recuperacion-de-la-letra-y.html=
)
Pero lo que llama poderosamente
la atención en esta cuestión es el inmediato posicionamiento público en favor
de las tesis de la CEOE de la ministra de economía y Vicepresidenta Segunda in
pectore, Nadia Calviño, que, tras reivindicar su papel fundamental
en el diálogo social presionando para “hacer más equilibradas” las reformas
efectuadas, declaró a una emisora de radio que “la prioridad tiene que ser
impulsar el crecimiento y la creación de empleo, recuperar a los trabajadores
en ERTE y atajar el desempleo juvenil. Eso supone centrarnos en combatir la
dualidad, reducir a tres los contratos –estable, temporal y de formación–, y un
plan de choque de empleo juvenil”. Una desautorización por consiguiente de los
objetivos perseguidos en la mesa de diálogo social, que considera despreciables
frente a las políticas de empleo entendidas en clave de ajuste y creación de
empleo. Y, con la prepotencia que caracteriza a este relevante miembro del
ejecutivo, explicó que llevaba “desde el primer día” tratando de dejar de “mirar al pasado y
empezar a mirar al futuro”, insistiendo en la incorrección de un planteamiento
que insistía en efectuar cambios en regulaciones “de hace diez años”.
De estas declaraciones llama la
atención el alineamiento expreso con las tesis de la CEOE, del que podría
deducirse la confirmación del papel que desempeña la Ministra y Vicepresidenta
del Gobierno de agente político de los intereses económicos de las empresas. Es
un hecho preocupante porque ningún miembro del poder público debe mostrar su
parcialidad de forma tan evidente, más aún si se trata de los intereses económicos
propios de las grandes empresas. Una conducta imprudente a la que nos tiene
acostumbrada la Ministra Calviño posiblemente porque la considera algo
connatural al sistema político, y que no tiene consecuencias negativas ni
genera reacciones de rechazo por parte de otros miembros del Gobierno ni de los
agentes sociales ni desde luego por los medios de comunicación y la opinión
pública. El resultado es que se da por supuesto que los grandes empresarios sientan
en el Consejo de Ministros a un poderoso representante que garantiza sus
intereses en todo momento traduciéndolos en políticas públicas. Un hecho que
subraya la consideración subalterna de las reivindicaciones sindicales consideradas
siempre como “no prioritarias”.
Pero no es esto lo más relevante,
sino la insistencia en considerar una “cuestión del pasado” la reforma de la
legislación del 2012, por entender que lo que ahora conviene es centrarse en
las exigencias de redefinir una política de empleo. Mirar hacia adelante, como “desde
el inicio” – aunque el término temporal de este inicio permanece incierto en su
discurso – dice haber mantenido la Ministra y Vicepresidenta, implica
necesariamente contemplar el espacio de la negociación colectiva como un eje fundamental
de modernización de las relaciones laborales en nuestro país, lo que parece habérsele
escapado a Calviño. Derogar y sustituir determinadas reglas que atenazan
la articulación flexible del sistema de negociación, introduciendo normas
rígidas como la de impedir normativamente que los sindicatos y los empresarios
modulen la estructura de la negociación colectiva, afirmando de manera
imperativa que en todo momento una empresa pueda pactar a la baja un convenio
de empresa con condiciones menos favorables que las regulados en convenios de
ámbito superior, o que las partes no puedan seguir negociando tras un año después
de denunciado el convenio, decayendo en este caso todo el contenido normativo
del mismo, o en fin, que sean los sindicatos representativos quienes puedan
ocupar el espacio vacío de la representación en los centros de trabajo en
procesos de reorganización productiva, garantizando la bilateralidad de
intereses que la propia norma intenta garantizar en los mismos, no son en
absoluto aspectos del pasado remoto que es mejor olvidar. Se trata de elementos
centrales en la revitalización de la negociación colectiva que la Unión Europea
está promoviendo de manera muy potente, especialmente a través de la propuesta
de directiva sobre salario mínimo europeo y fomento de la negociación colectiva.
Modernizar las relaciones
laborales es un objetivo al que se deben someter las políticas de nuestro país
en el marco del plan de recuperación y resiliencia derivado de la crisis del
Covid. La negociación colectiva de una parte, y la racionalización de las
estructuras empresariales que organizan la externalización de actividades, son
elementos muy importantes en este proceso. Abordarlos justo en este momento,
antes de que comience, ojalá en junio, sin que la que se prevé como cuarta ola
de la pandemia produzca excesivos daños, la recuperación económica, es oportuno
e inteligente, porque prepara la negociación colectiva para afrontar en mejores
condiciones los retos que se le presentan en la recuperación proyectada y
facilita la seguridad en la determinación de las responsabilidades empresariales
y garantías de empleo en los supuestos de descentralización productiva. Se
trata de ir afianzando elementos importantes del sistema de relaciones
laborales que vayan preparando la transición hacia un nuevo modelo de futuro
que regule el conjunto de nuestras relaciones laborales, el nuevo Estatuto de
los Trabajadores del siglo XXI, que naturalmente supone mirar hacia adelante,
pero modificando el pasado. Un pasado legislativo por cierto especialmente
negativo para los derechos individuales y colectivos de los trabajadores que expresa
un claro desequilibrio de las posiciones de poder entre empresarios y
trabajadores.
Este es el elemento simbólico que
la CEOE pretende preservar, aunque ello suponga mantener un diseño claramente
disfuncional a unas estructuras económicas y sociales dinámicas, en donde la
centralidad de la negociación colectiva, administrada por los propios sujetos
colectivos que crean sus reglas, sea un elemento decisivo del nuevo marco
regulador. Y donde se incorporen normas que faciliten el funcionamiento del
sistema dotándole de garantías eficientes. Las políticas de empleo no pueden
priorizarse como si fueran algo independiente de la regulación de las
responsabilidades empresariales por su dominio de la organización de sus estructuras
empresariales y la necesaria conectividad de éstas con un principio básico,
afirmado durante todos estos tiempos -¿”desde
el inicio”? – de mantenimiento del empleo. La recuperación económica no puede fundarse
en un empresariado asistido.
Por eso también es disfuncional a
un proyecto de modernización de las relaciones laborales que un personaje tan
importante como la Ministra de Economía y vicepresidenta segunda in pectore
considere inconveniente proceder a regular aspectos muy fructíferos para el funcionamiento
del sistema de negociación colectiva y de la organización empresarial. Debería
saber y asumir como propias las instrucciones de la UE sobre este particular, y
no mostrar un pensamiento reductivista según el cual sólo las políticas de
incentivación pública a las empresas para la creación de empleo constituyen la
clave de una “nueva normalidad” que por el contrario debe estar basada en la
modernización de las estructuras productivas y del sistema de relaciones laborales
en donde los agentes sociales desempeñen un papel muy relevante.
Eso sin mencionar que con su
posicionamiento, la Ministra Calviño no considera prioritario cumplir
con un compromiso del programa de gobierno en el que se integra, un acuerdo que
por cierto ocupó un espacio muy importante en el compromiso de los dos partidos
que lo componen con la ciudadanía de este país y que seguramente influyó
decisivamente en el triunfo electoral de noviembre de 2019. Quizá el compromiso
democrático que sustenta la acción del gobierno le resulte también subsidiario
a la Ministra, pero esto merecería otra reflexión que no es oportuno explicitar
aquí y ahora.
3 comentarios:
Manuel Galán Álvarez
Baylos lo suscribo cien por cien. Un buen artículo descubriendo las intenciones de la vicepresidenta compartiendo los intereses de la COE. 👏👏👏
Albert Recio
El problema es que el 95% de economistas teóricos y de las grandes instituciones se creen el modelo. Algunos trabajan a sueldo del capital, otros gratis. Los "especialistas" en mercado laboral de la línea oficial, ligadas al Banco de España y a Fedea llevan años asesorando al PSOE y vendiendo su historia del mercado rígido, dual. Las facultades de Económicas son centros de pensamiento antisindical. Y los que hemos escrito y pensado de forma distinta considerado basura. No hace falta que la ministra reciba ordenes, es lo que aprendió de pequeña. Más o menos igual que los escolásticos que podían llevar a la hoguera a quien cuestionara que la tierra era el centro del universo. Los sindicatos tampoco han ayudado mucho a fomentar una cultura económica alternativa. Siempre he entendido sus dificultades pero se podía haber hecho algo más. El discurso de los juristas es más claro: el iuslaboralismo parte de que la relación laboral es entre desiguales, la mayoría de economistas parten de una sociedad de individuos aislados sin poder donde todos los intercambios son voluntarios. Por esto hace falta generar un discurso económico más serio y alternativo. Que cuestiona no sólo el modelo del intercambio sino que pone en cuestión muchas otras cosas. Hay gente que trabaja en otras direcciones pero hay que saber trabajarla.
Acertada reflexión, absolutamente de acuerdo sobre todo con la desconfianza en la insistencia de “mirar hacia el futuro y no al pasado”
Como no seamos conscientes del pasado el futuro nos puede hacer recordar tiempos muchos peores. Así que como dice Pedro Flinstone, atentos. 👇
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