domingo, 2 de junio de 2024

SOBRE EUROPA Y EL 9 DE JUNIO (I): UN PLAN ECONÓMICO QUE NO PERMITA NUEVAS POLÍTICAS DE AUSTERIDAD

 


Nadie duda de la importancia de las próximas elecciones del 9 de Junio. Sin embargo, como siempre sucede en estas citas electorales europeas, el debate local discurre sobre acontecimientos estrictamente nacionales, de forma que el resultado de las elecciones se valora exclusivamente en clave interna. En este caso como un plebiscito dirigido contra la figura de Pedro Sánchez, blanco señalado de todos los ataques de la derecha y ultraderecha - cada vez más difícil de distinguir en sus planteamientos e incluso en sus formas de expresión -  que por tanto borra por acumulación otras referencias políticas a su izquierda y en especial la fuerza que forma parte de la coalición de gobierno, SUMAR. En la semana que queda hasta el día de la votación, en este blog se pretende analizar algunos de los elementos más interesantes del debate necesario sobre las consecuencias que va a tener la nueva formación del Parlamento europeo durante los próximos cinco años. Vamos con el primero de ellos.

Todos los medios de comunicación y en general los discursos de las fuerzas políticas activas en esta campaña que tiene la gran ventaja de ofrecer un colegio electoral coincidente con el perímetro del Estado español y en el que por tanto los 61 diputados por elegir se repartirán en razón del voto proporcional, sin otras mediaciones como sucede en las elecciones autonómicas o nacionales, es el del auge de las posiciones de ultraderecha. Coincide con una situación internacional en la que estas propuestas de regulación de la sociedad hostiles a planteamientos democráticos y culturales progresistas pueden tener un mayor espacio de reconocimiento ciudadano, especialmente en el caso de estados Unidos con la posible victoria de Trump en las elecciones de noviembre. En Europa, se teme el avance de las extremas derechas en los países fundadores, como Italia, Francia, Holanda y Alemania, además del fortalecimiento de las posiciones de gobiernos muy reticentes a la supremacía de las políticas de la Unión sobre las nacionales.

Sin embargo, la terrible masacre que se lleva produciendo en Gaza por parte del gobierno de Netanyahu, un criminal de guerra como le ha definido justamente Bernie Sanders , ha irrumpido como hecho político relevante en el debate que se está desarrollando en las elecciones europeas, y ello pese al apoyo decidido de Alemania y de los grupos dirigentes de otros países europeos a la acción criminal y genocida de Israel. Un debate en el que la izquierda está bien posicionada, como lo demuestra que el reconocimiento de Palestina como Estado por España ha generado un ataque desaforado del Ministerio de Asuntos Exteriores israelí, focalizado en la Vicepresidenta 2ª Yolanda Díaz, cuyo cese se exige como cómplice del genocidio…del pueblo judío. Una postura que ha secundado la fuerza de ultraderecha Vox con una reunión en Israel de apoyo decidido al gobierno israelita, incluyendo por tanto este tema en la agenda diaria de los debates electorales sobre Europa y la necesidad de que se de en este ámbito supranacional una respuesta adecuada

En efecto, la situación internacional y especialmente la masacre de Palestina que está llevando a cabo el estado israelí, enjuiciado por el Tribunal Penal Internacional como genocidio, plantea la necesidad de revisar el acuerdo de colaboración UE- Israel, cuyo art. 2 compromete a las Partes a respetar los derechos humanos y principios democráticos, algo que Israel está incumpliendo con sus ataques contra Gaza. Piénsese que en 2022 el 28,8 % del comercio de mercancías de Israel lo hizo con la UE, su principal socio comercial. Este objetivo concreto no lo incorporan en sus programas ni el bloque de las derechas ni el PSOE, y no es previsible que sea una postura que logre imponerse en la UE, pero su popularización como medida de la  exigencia democrática  que caracteriza las relaciones comerciales de la Unión Europea, es muy importante, en el contraste que se verifica a cada instante entre el tratamiento que se ha dado a Rusia por el incumplimiento flagrante del Derecho Internacional ante su agresión militar a Ucrania, y la impunidad de la que se rodea el comportamiento del estado de Israel ante sus crímenes de guerra en Gaza.

La actualidad del peligro ultraderechista se concentra sin embargo entre nosotros en su expresión nacional, con sus secuelas de noticias falsas, utilización sesgada de la judicialización de la política y estrategias de lawfare, exasperación creciente del lenguaje y del discurso tanto en el ámbito parlamentario como en el de los medios de comunicación, y acusaciones de corrupción contra la esposa del presidente, unido a la adopción de la Ley de Amnistía y la imputación consiguiente de lo que se proclama como acto inconstitucional decidido por las mayorías parlamentarias. Aunque el discurso está salpicado por expresiones xenófobas, claramente iliberales y antifeministas, el eje de este ataque ideológico estriba fundamentalmente en elementos que buscan subrayar la degradación democrática que prácticas de corrupción y de ilegalidad a la que está conduciendo el gobierno surgido de las elecciones del 23 de julio de 2023. Y la respuesta es justamente la contraria, es decir, insistir en la legitimidad democrática del gobierno y de los actos legislativos producidos sobre la base un principio de mayorías parlamentarias, negar la corrupción como un montaje sobre la falsedad y la utilización sesgada del aparato judicial, y anunciar el peligro que supone la previsible mayor audiencia de los planteamientos iliberales de las derechas en la convocatoria electoral, tras un largo y frenético proceso de elecciones autonómicas que han impedido que se desplegara el programa del gobierno durante lo que va de legislatura y en donde es palpable el cansancio del electorado.

Es evidente que las contra argumentaciones frente a las insidias de la ultraderecha y la derecha que funcionan al unísono, aunque con un mayor diapasón los miembros de VOX, tienen sentido y son más que razonables. Pero a su vez sitúa el espacio de debate de nuevo en la dimensión cultural e ideológica de democracia/autoritarismo y progresismo/reacción. Y eso impide hablar a fondo de los problemas reales que se plantean en la vida común a las personas a las que se debe interpelar para que sigan optando por las políticas que mejoren sus condiciones de existencia, además de hacer algo de pedagogía explicando la relación que eso tiene con el destino electoral de su voto, el Parlamento europeo.

Desde luego que es difícil escapar al impulso centrípeto que conduce a la advertencia y a la crítica frente a la ultraderecha, tanto en lo que respecta a nuestro país, como también en lo que el avance de estas posiciones supondría en el conjunto del desarrollo de la Unión Europea. Pero las fuerzas de la izquierda, y muy particularmente SUMAR como expresión de una propuesta plurinacional de ámbito estatal, deberían desarrollar un debate más articulado en torno al marco de regulación en el que se quiere interactuar mediante la presencia en el Parlamento Europeo de las personas que forman parte de esa candidatura.

Es cierto que en los mítines e intervenciones públicas, muchos de estos aspectos son apuntados, dentro naturalmente de la brevedad y el esquematismo que requieren estos actos electorales, pero habría que hacer un esfuerzo por trasladarlos como elementos dominantes en la opinión pública, y extenderlo a través de las mediaciones que se puedan efectuar con movimientos sociales y sindicatos, a su vez éstos extremadamente implicados en consolidar alternativas políticas que lleven a la Unión Europea un desarrollo comprometido del Pilar Social Europeo.

Quizá el primer punto sobre el que conviene insistir en el plan económico que han diseñado las reglas de la nueva gobernanza económica que son extremadamente insatisfactorias. Laura Pennacchi, desde las páginas de Il Manifesto subrayaba ayer la necesidad de hacer frente a la obsolescencia del modelo productivo europeo, caracterizado por el descuido de la demanda interna y la correspondiente proyección excesiva hacia la exportación, la dependencia energética y de otras materias primas, y el retraso tecnológico. Y añadía: “En esta situación de gran convulsión, en la que, por declaración explícita de los gobiernos de los países más poderosos, las reglas de la competencia ya no rigen las relaciones económicas mundiales, sería desastroso que la futura Europa se aferrara a principios restrictivos de gestión de las finanzas públicas y a una visión estrecha de la competitividad y del dogma de la competencia. La «reforma de la gobernanza», que acaba de lanzarse, es errónea precisamente por la contradicción entre unas nuevas reglas siempre muy restrictivas y la gran necesidad de inversión en la transición ecológica y en la reorientación de la demanda interna hacia los «bienes públicos europeos» (investigación básica, universidades, educación, cultura, sanidad, medio ambiente y reordenación territorial) que habría que satisfacer para hacer frente a la obsolescencia del modelo”.

Se trata de un aspecto no mencionado en el discurso de las derechas pero tampoco en el  del PSOE, que insiste en cuestiones más genéricas o en propuestas de transición digital y ecológica que sin embargo pueden estar lastradas por las rígidas limitaciones y condicionamientos de la nueva gobernanza. En los mítines Yolanda Diaz insiste en la importancia de frenar la austeridad 2.0 que se agazapa en este esquema, un planteamiento que coincide por cierto con el que mantienen los sindicatos europeos y CCOO y UGT entre nosotros. La apuesta por la Europa Social no es compatible con esta constitución económica reforzada a través del acuerdo sobre la nueva gobernanza que han aceptado los partidos del bloque popular, liberal y socialista, entre nosotros tanto el PP como el PSOE. Es difícil comprender cómo podrían mantenerse los principios de prohibición de ayudas estatales y de recurso al libre mercado financiero ahora que la Unión Europea debe fijarse objetivos de sostenibilidad medioambiental, tecnológica y social extremadamente exigentes y vinculantes, incluso en términos temporales.

Además, y como señala también Laura Pennacchi en el texto referido, hay problemas sin precedente en Europa referidos a la dinámica de la productividad y se plantean principalmente en términos de innovación: producto, proceso y estructura. “La atención debida a las cuestiones de la productividad y el estancamiento de los salarios también debería dar cabida a una relación inversa -del crecimiento de los salarios a la productividad- a la tradicional (de la productividad a los salarios), porque la productividad no puede crecer si los salarios no crecen. La cuestión de la innovación, debe plantearse en términos radicales. La fase actual de la evolución tecnológica conoce muchas turbulencias, vinculadas en particular a los procesos asociados a la Inteligencia Artificial, de la que también hay que señalar una militarización acuciante, y a los temibles monopolios de las Big Tech, a los que, por supuesto, hay que oponerse. La Inteligencia Artificial está siguiendo el mismo camino adoptado por el resto de las nuevas tecnologías, es decir, la orientación de sus mejoras, en lugar de al aumento del bienestar general y la expansión del empleo, a la reducción de costes y el ahorro de mano de obra que, en última instancia, resultan ser un freno al crecimiento de la productividad”. Por no señalar que la necesidad de la innovación tecnológica requiere instrumentos públicos que la promuevan e impulsen, fuera de la aplicación de los principios de la competencia.

Es esta una cuestión decisiva en el debate sobre Europa que se hurta a la discusión política y a la opinión pública. Jorge Uxó en una relativamente reciente intervención en la Revista de Derecho Social 102 (2023), ha explicado de manera clara los límites de esta reforma de las “reglas fiscales”  y la necesidad de evitar un segundo período de austeridad fiscal como el que se produjo en el ciclo 2010-2012 y la necesidad de encontrar, en el plan fiscal-estructural a medio plazo, el suficiente espacio para cada país para poner en marcha el incremento de la inversión pública que se requiere para hacer frente a la transición ecológica y digital, una necesidad que la interpretación de las reglas aprobadas pude que reduzca de forma significativa y con ello la posibilidad de lograr un bienestar más sostenible, ecológica y socialmente para Europa en estos cinco próximos años.

Desplegar ante las personas que tenemos que votar el 9 de junio este elemento crucial para avanzar en la construcción de una Europa Social es imprescindible. Seguiremos en estas páginas avanzando algunos análisis sobre estos retos de futuro que la izquierda política y social afronta en esta ocasión.


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