miércoles, 27 de mayo de 2009

ALGUNAS ANOTACIONES SOBRE LA CRISIS. OPINA PACO TRILLO.





Son tiempos de movimiento. Hoy mismo se ha avistado en la capital al propio López Bulla de incognito, llamado a un trabajo a largo plazo sobre el sindicalismo en la globalización. Ha sido sorprendido en plena calle por dos reconocidos miembros del Colectivo de Juristas Críticos de Parapanda, sección internacional, François Gaude y Luigi del Colle, quienes no han desaporvechado el momento para empujar al cofrade hacia la barra de un bar cuyo nombre tiene las mejores resonancias fordistas: La fábrica total, en donde han trasegado algunas cañas con banderillas. En ese acto de fraternidad han estado comentando lo que otro miembro del Colectivo, Paco Trillo, había propuesto como tema de debate en la reunión de célula del CJC de Parapanda del próximo sábado. El texto, que recoge la intervención oral del joven jurista crítico, es el que se publica a continuación, y ha generado un intenso intercambio de opiniones hasta la hora de la cena.












La crisis económica actual aparece relacionada, como ocurriera antaño, con una situación de superproducción. Dicho de otro modo, la producción de determinados bienes y servicios ha tocado techo, y con ello el sistema financiero dispuesto a su derredor para favorecer aquella producción, desde el momento en que se verifica una saturación del mercado de determinados bienes como la vivienda o el automóvil. Y ello, a pesar de que el sistema de producción capitalista había metabolizado las externalidades de la crisis de superproducción del siglo XX, mutando hacia un nuevo proceso de producción preparado precisamente para evitar este tipo de crisis. Si se recuerda, la producción posfordista se coloca en una relación de causa-efecto respecto de la producción fordista, a modo de vacuna frente a las patologías de interrelación entre producción y mercado. Para ello, se acuñó un nuevo modelo de producción basado en la denominada “producción ligera” y en el manido “just in time”. O lo que es lo mismo, redimensionar las plantillas de las empresas a la baja y ajustar los momentos de la producción para que se produjera una mejor adecuación entre oferta y demanda. A este respecto, los sectores productivos más afectados han hecho gala en todo momento de aquellos principios acudiendo de forma recurrente al adelgazamiento de las plantillas y consiguiente creación de un mapa de empresas satélites; a la instauración de la contratación temporal como modalidad de contratación preferente; o, en última instancia, al recurso de la flexibilidad en materia de jornada de trabajo. Con ello, al menos así se ha defendido –y se defiende al día de hoy por sectores proempresariales del iuslaboralismo- se aseguraba la productividad de las empresas, su posición competitiva y la evitación de crisis relacionadas con la superproducción. Sin embargo, todo el conjunto de acciones y principios de la producción que se conocen como proceso de producción posfordista no han servido mínimamente para evitar la situación de crisis aguda en la que nos encontramos inmersos. Es por ello que, de nuevo, se debe hacer referencia al discurso determinista e interesado del proceso de producción.
¿Cuáles han sido, entonces, los fallos de este sistema que han hecho desembocar esta crisis del año nueve?
El principal motivo, que hunde sus raíces también en la regulación del trabajo por cuenta ajena, ha sido la ausencia de planificación de la economía y de racionalización de la regulación laboral flexible. O lo que es lo mismo, desde la década de los años 90 se ha instaurado un sistema flexibilidad laboral empresa a empresa basado en la obtención del beneficio empresarial desde, estrictamente, el ahorro del coste laboral. Con ello, se ha asistido a una espiral de degradación de condiciones de trabajo justificadas en la buena marcha de la economía, cuando en realidad se estaba dando pábulo a los intereses privados de lucro de un empresariado desinteresado absolutamente por la puesta en marcha de estrategias y de políticas económicas a largo plazo. Ha sido este hecho, y no otros, el que ha desencadenado el feroz desplome económico al que nos enfrentamos hoy. De ahí, que una de las principales soluciones a esta crisis venga de la mano de la necesaria planificación económica. Situación ésta que, a pesar del efecto desmemoria padecido en las últimas dos décadas, encuentra su fundamento en la propia Constitución española cuando afirma que “toda la riqueza del país en sus distintas formas y sea cual fuere su titularidad está subordinada al interés general”, reconociendo “la iniciativa pública en la actividad económica” (art. 128 CE). No se trata, pues, de resucitar fórmulas, sino de utilizar las existentes.
Otro de los arietes que han contribuido a esta crisis ha sido la escisión de dos identidades que, como se demostró en el pasado fordista, se encuentran irremediablemente unidas: la identidad del trabajo y la del consumo. Así, el nivel de consumo de las familias se ha logrado en estas dos últimas décadas a través del endeudamiento de las propias familias. De ahí que cuando la crisis ha explosionado, las entidades financieras se hayan encontrado con la situación consistente en que una buena parte de sus consumidores no se encuentran respaldados por una fuente de ingresos (identidad del trabajo) que le permitiera, aún con dificultades, hacer frente a su endeudamiento. Por ello, otra de las claves de superación del momento actual se localice en una adecuada indexación de los salarios al consumo.
Por último, se debe apuntar a la cuestión del empleo para completar un recorrido de por dónde se debe caminar, desde el ámbito del trabajo, para salir de la crisis en la que nos hallamos. Esto es la superación de las desigualdades sociales que reguardan al tiempo de trabajo. Es decir, superar las desigualdades socioeconómicas que siembran la sociedad salarial por la convivencia en una misma Sociedad de situaciones relacionadas con el disfrute de un empleo cuyo tiempo de trabajo excede con creces de los límites legales y/o convencionales; junto a situaciones de subempleo o de empleo marginal, a consecuencia de un tiempo de trabajo insuficiente para satisfacer las necesidades del propio trabajador; y situaciones de desempleo. A este respecto, un reciente informe de la OIT ha puesto de manifiesto la extensión global de este fenómeno y las repercusiones fatales que de él se derivan[1]. Algunas de éstas acusadas actualmente en España con ocasión de la resurrección del debate sobre la suficiencia de nuestro modelo de Seguridad Social. En resumidas cuentas, otro de los factores nucleares que coadyuvarían a la superación de esta crisis económica sería la instauración de un proceso de redistribución del empleo, con o sin reducción de tiempo de trabajo.

[1] Vid. S. LEE, D. McCANN y J. C. MESSENGER, El tiempo de trabajo en el mundo. Tendencias en horas de trabajo, leyes y políticas en una perspectiva global comparativa. Ministerio de Trabajo e Inmigración, Madrid, 2008.

1 comentario:

Pepe Luis López Bulla dijo...

Perdone usté. También estaba el hijo adoptivo de Parapanda: Sir Henry Lillo. Al parecer fué este caballero quien pagó las cañas. Sir Henry, todo un gran jurista.