En el libro “Un sindicalismo para
el futuro”, publicado por la Fundación 1 de mayo que contiene posiblemente los
materiales de debate más interesantes y críticos sobre la situación actual del
sindicalismo y los caminos para su desarrollo, se analizaba el papel de los
medios de comunicación en relación con el trabajo y las figuras colectivas que
lo representan.
Se decía allí, justamente, que “la globalización no solo ha reforzado el papel de la
comunicación como parte central de la hegemonía ideológica, sino como parte
esencial del poder económico. No solo de la superestructura sino también de la
estructura industrial”. Como consecuencia, “los periodistas están, cada vez
más, sometidos a la lógica industrial y empresarial y pierden espacio y
autonomía en la configuración de los contenidos”. Y Rodolfo Benito, en el
editorial del número 44 de la Revista de Estudios de la Fundación, añadía que “en este escenario la ciudadanía se siente constreñida entre la pinza que
forman buena parte de sus medios nacionales, cortejadores de la hecatombe (como
nuestra derecha mediática) y los medios económicos de referencia, proclives a
justificar el pensamiento y el poder financiero dominante. Cuanta más
incapacidad demuestran las instituciones para afrontar sus causas, más espacio
ganan los tópicos y los recados mediatizados del poder y menos los pensamientos
críticos”. Eso explica que las campañas
mediáticas que tienen que ver con la regulación del trabajo, el conflicto
social o el mantenimiento y desarrollo del Estado social van a estar “preñadas
de ideología conservadora por un lado y de estrategias de comunicación
atendiendo a los intereses económico-empresariales por otro. En definitiva de
un intento de favorecer una hegemonía social y cultural, la dominante, que hay
que quebrar”, como señalaba Benito.
Sin embargo este análisis aparece como una reflexión muy sofisticada en
relación con lo que hoy, 15 de noviembre, se puede leer en los quioscos como
expresión de la información que efectúan los medios de comunicación sobre la
huelga del 14-N. Al margen de la chistosa expresión del ABC sobre la
preferencia de los españoles por trabajar – que quiere contraponer a la huelga,
pero que es fácilmente reconducible a los casi seis millones de parados
logrados gracias a la reforma laboral del PP – la portada de los grandes medios
afines al poder político es idéntica: “De fracaso en fracaso”, “Fracasados”, “Rotundo
Fracaso”. El Mundo, La Razón, Expansión, la Gaceta, todos ellos insisten en esa
idea, que coincide con la expresada por el departamento de interior del
gobierno al iniciarse la jornada de ayer: plena normalidad ciudadana.
La negación de la huelga como alteración de la producción y de la
normalidad ciudadana se une a un efecto político, los sindicatos y las organizaciones
sociales convocantes no han conseguido su propósito y por tanto están
deslegitimadas socialmente. La virulencia de las expresiones de la prensa
contrasta ciertamente con las empleadas por cualquier tipo de prensa democrática
europea, alejadas absolutamente de esta agresividad antisindical. La prensa
democrática europea por el contrario considera normal la existencia de huelgas,
valora el hecho del conflicto como un
fenómeno político de resistencia o de rechazo a las políticas del gobierno, y
llama la atención normalmente sobre la progresiva “ruptura” entre el movimiento
sindical organizado y las líneas directrices de la política económica dictada
por los organismos financieros centrales de Europa. Nunca pretende
desprestigiar la acción colectiva ni a juzgarla en términos rotundos de
deslegitimación de los convocantes, como sucede en la prensa española, también
en este aspecto demasiado cerca de su antecedente franquista.
Por lo demás, el esquema empleado por los medios españoles invierte los
términos de la realidad. Según éstos, son los sindicatos y las organizaciones sociales
convocantes de la huelga los que deben probar en cada acción su
representatividad real y su inserción social medida en términos de
participación masiva como forma de medir su legitimidad política. La realidad
es sin embargo la contraria. Es el gobierno y sus políticas los que resultan
claramente deslegitimados por la movilización social, y cuanto mayor y mas
permanente sea ésta, más erosionadas resultan las posiciones del partido político
en el gobierno y sus decisiones. La prensa concentrada insiste en esa inversión
de la realidad y construye axiomáticamente la intangibilidad del poder - cada vez menos público - y su actuación al
servicio del poder económico-financiero, repeliendo por inconcebibles las
manifestaciones del conflicto, que según ella son siempre frustradas – y frustrantes
-, sucesos “lastimosos, inopinados y funestos” que presagian la caída de sus
convocantes “con estrépito y rompimiento”, tal como sugiere los diversos
sentidos de la noción del fracaso. Es decir, los sujetos sociales alternativos
están estigmatizados ya previamente como loosers,
han nacido ya como perdedores y llevan ese estigma que se confirma ante cada
nueva – y más amplia y extensa -
movilización social.
Por eso no interesa la realidad, lo que ha sucedido realmente. Un conocido
lacayo del poder político que se autodefine como periodista puede grabar su
intervención el día antes de la huelga señalando el absoluto fracaso de la
misma porque la realidad no interesa. Y las portadas de todos los medios
concentrados, como las ediciones de los telediarios, estaban ya escritas antes
de que sucedieran los hechos. Aunque los textos y el subrayado del mensaje sean
grotescos y burdos, y nada sea real.
Hay en esa actitud una confianza de fondo en que el discurso doble que se
mantiene produce la realidad que se quiere inducir. La hostilidad antisindical
y, más allá, la repulsa frente a
cualquier alteración de la producción y
del consumo por obra de sujetos colectivos que representan el trabajo vivo, de
una parte, y la incolumidad del poder político y económico, la imposibilidad de
modificar el proyecto político establecido de manera opaca y unilateral por el gobierno,
son dos líneas de pensamiento que los medios de comunicación - todos los “oficiales” - entienden que tienen
arraigo en una parte importante de la población. La desinformación por
consiguiente es provechosa en términos de creación y orientación de una parte
de la opinión pública y rinde homenaje a los dueños del privilegio económico.
Sin embargo es evidente que esta actitud está generando una creciente
desafección y desconfianza frente a los medios audiovisuales dominantes por una
gran parte de la ciudadanía activa. Que se alimenta de los digitales y de la
información en las redes sociales, pero que carece de canales reticulares o de
redes de información lo suficientemente amplios y estables como para competir
en términos sustanciales en la orientación de la opinión pública. Es cierto no
obstante que no parece posible hoy afirmar un monopolio en la distribución de
la información y de la opinión, y la distancia entre los medios dominantes y la
red del pensamiento subalterno es cada vez mayor. Pero el conocimiento proviene
ante todo de la experiencia colectiva. La participación en la huelga y en las
gigantescas manifestaciones de ayer han inmunizado a muchos ciudadanos y
ciudadanas de estas tentativas groseras de negar una realidad que tozudamente
se obstina en demostrar que hay un espacio público de libertad y de democracia
en el que el privilegio, la injusticia y el sufrimiento de los más débiles no
puede ser el objeto de las decisiones del gobierno de la nación. Reconstruir la
realidad a través de nuestra propia narrativa de los hechos es cada vez más una
necesidad democrática, lo que implicará en un futuro inmediato restringir y
limitar la confiscación de la opinión libre por los poderes económicos a través
de unos medios de comunicación que mienten, difaman y desinforman según las
indicaciones de su propiedad.
Radio Parapanda : La represión hermana a PP y CiU José Luis López Bulla en. los hombres de Harrelson contra la huelga.
Radio Parapanda : La represión hermana a PP y CiU José Luis López Bulla en. los hombres de Harrelson contra la huelga.
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