En estos días de campaña llegan a los domicilios
particulares de quienes estamos censados las cartas e impresos de propaganda
electoral. En ellos se insertan las papeletas de los correspondientes partidos
tanto al congreso de los diputados como al Senado, en esta última marcada con tres
cruces para asegurar el voto a la candidatura de que se trate.
Acompaña a este envío una carta personal del líder de la candidatura, el
rostro conocido que uno identifica con la opción de partido que respalda. Hasta
estas elecciones, nunca he leído esta carta de acompañamiento, en gran medida
porque resultaba superflua respecto de opciones bien conocidas cuya fuerza
electoral en disputa era siempre predecible: tiempo de bipartidismo. Sin
embargo, las elecciones del día 20 parece que van a abrir un paréntesis
previsiblemente largo en este panorama, alterando el cuadro de partidos y
permitiendo la irrupción de nuevos agentes políticos en el Parlamento. Los
grupos emergentes hablan de una “nueva transición” y parece que se prevé
asimismo una reforma del marco constitucional de distinto alcance. Quizá esa
aspiración a la novedad es la que me ha hecho leer esta vez las cartas que me
dirigen como elector.
Lamentablemente por el momento sólo han llegado a mi casa tres opciones. La
del PP, con una larga carta de mi Presidente de Gobierno, como afirma su
firmante, Mariano Rajoy; la del
PSOE, encabezada por Pedro Sánchez
y, en fin, la de Izquierda Unida – Unidad Popular que encabeza Alberto Garzón. Aunque no querría sacar
apresuradas conclusiones, parece que se han adelantado los exponentes de la “vieja
política” respecto a las formaciones emergentes. Seguiré esperando por tanto el
discurso personalizado que éstas vayan a darme.
La carta de Rajoy, con su
fotografía en el borde superior derecho de la misiva, flanqueada por el
anagrama circular de su partido y la fecha de la contienda electoral, subraya
el mensaje de “España en serio”, toda una declaración respecto de la
informalidad y carencia de solvencia de las otras candidaturas frente a las que
concurre. La carta es previsible, aunque siempre sorprende la desfachatez del
candidato, como cuando afirma que la prioridad de su gobierno ha sido el
crecimiento y la creación de puestos de
trabajo. El paroxismo del asunto llega cuando afirma que seguirá creando medio
millón de empleos por año hasta llegar a la cifra de 20 millones de ocupados en
el 2020. Una expresión de obscenidad intelectual de un presidente en cuyo haber
se encuentra tener casi cinco millones de personas en paro, en unas cifras
imponentes respecto del resto de países de la Unión Europea, con un paro
juvenil astronómico y un aumento de la población en riesgo de pobreza o
exclusión social, que ha llegado al 29%. Ni que hablar del incremento
exponencial de la desigualdad, la erosión de los derechos y la devaluación
salarial a través del bloqueo de la negociación colectiva, y la regresividad y
fraude de la fiscalidad.
Es llamativo no obstante que en la carta no se hable de la reforma laboral,
posiblemente porque esta expresión va asociada a la degradación de los derechos
que ha generado, ni de los recortes sociales, de manera que la conservación y
revalorización de las pensiones no
constituye un objetivo específico del programa en la carta del Presidente del
Gobierno salvo en una alusión genérica a la importancia del crecimiento para “aumentar”
las mismas. Dos ausencias muy llamativas, ciertamente, para quienes han hecho
de estos elementos de las políticas de austeridad su bandera, a través de la
reformulación del marco normativo de las relaciones laborales y el equilibrio
presupuestario, la reducción del gasto
social y el “factor de sostenibilidad” de las pensiones, y en un contexto en el
que los otros partidos inciden precisamente, desde diferentes perspectivas
(derogación de la reforma laboral, implantación del contrato único, etc), en
estos temas.
Los otros contenidos destacados por Rajoy
son ya sabidos: la “deriva secesionista” que combatirá “con firmeza y
proporcionalidad, diálogo y escrupuloso cumplimiento de la ley”, y “acabar con
la sinrazón del terrorismo yihadista” que nos amenaza. El último de los ítems abordados
es aquel del que el Presidente “no hay día que no lo lamente”, como afirma
expresamente, y es el de la corrupción en su propio partido, porque enumerar
los casos que se dan en los otros “sería decirte lo que tu ya sabes”. Todo se
reduce, como es lógico a una equivocación, al dar la confianza a personas que
no lo merecían, que están ya fuera de la vida pública y que “ya no pueden hacer
más daño”. Al decir de la carta Rajoy es
el adalid de la anti-corrupción, que le repugna.
El discurso negacionista es simple y lo conocemos reduplicado por todos los
lugares, mezclado con las imputaciones continuas a la corrupción de los otros
como un mal generalizado, pero me parece que no puede tener mucho éxito si se
recuerda lo que se ha sabido desde hace tanto tiempo y con tanto detalle. La
intervención de Pablo Iglesias en el
“debate del siglo” incitando al recuerdo y a la memoria es mucho más efectiva y
coloca las mentiras que nos cuenta el Presidente en su carta ante su propio
espejo, que devuelve un panorama de corrupción como forma de financiación
permanente del Partido Popular y como estilo de gobierno a través de la
estrategia privatizadora de los servicios y espacios públicos.
Tras la carta del PP siempre se recibe de mejor humor la que me envía Pedro Sánchez desde el PSOE. Con su fotografía
destacada en el borde izquierdo del folio, un logotipo del partido discretamente
situado a la derecha del mismo, el lema de la campaña aparece al final,
colocado también a la derecha de la firma del líder socialista: Un futuro para
la mayoría. La carta está personalizada, y la que me dirige a mí es diferente a
la que ha recibido mi mujer, más joven. Sánchez
reconoce y agradece los esfuerzos de los de mi generación en construir un país
mejor, y me asegura que las nuevas generaciones recogerán mi legado y lo harán
continuar. A partir de ese momento, la carta me sitúa en una posición honorable,
de alguien que he hecho mucho por la democracia y la modernización del país y
que ahora debe ayudar a que otros, las nuevas generaciones, prosigan con la
obra iniciada antaño. El legado es la cosa material o inmaterial que se deja en
testamento o se transmite de padres a hijos, de generación en generación. Votar
al PSOE el 20 de diciembre es el acto de transmisión requerido, el paso del
testigo a una nueva generación que sabrá continuarlo. Emocionado, no quiero
seguir leyendo y me refugio en la discreta morada de mis recuerdos heroicos sobre
los hechos sin duda imprescindibles que he realizado para construir esta
democracia. Me siento un poco como Felipe
González respecto de la democracia venezolana, de manera que no sigo
adelante porque me basta el mensaje que ya he captado. Me es suficiente saber
que hay un equipo fuerte liderado por Sánchez
que será el protagonista del cambio al que yo, desde mi situación de antecesor,
podré apoyar mediante mi voto.
Luego leo la papeleta y veo a un viejo y gran amigo
en el número 9, alguien al que desde luego se le podría aplicar las
consideraciones que el líder del PSOE me hace en la carta. Mentalmente le deseo
suerte y que pueda ser otra vez diputado en estas elecciones generales. Y extraño en el número cuatro de la lista a Mari Luz Rodriguez, como se anunció en su momento. Claro que las cosas cambian rápido en estos tiempos. Ella si que previsiblemente estará en el Congreso como diputada por Guadalajara, pero quizá de otra manera que como estaba previsto.
Y al final, me llega el envío postal de IU-UP, “por un nuevo país”. No
viene en sobre, sino en un curioso montaje que duplica la papeleta –sólo la del
congreso, no la del Senado, que tiene otro formato - y que adelgaza y agiliza el envío. La carta la
firma Alberto Garzón, y me manda un
abrazo (frente al saludo de Sánchez
y al “Muchas gracias”, sin signo de afectividad específico, de nuestro
presidente del gobierno), aunque me trata correctamente de usted. El mensaje es
claro, de un lado menciona el incremento brutal del desempleo, la precariedad,
la miseria, la incertidumbre y la desigualdad como responsabilidad de los gobiernos
y los poderes económicos; de otro explica que IU lleva luchando frente a la
injusticia, la guerra o la insolidaridad desde hace mucho tiempo, defendiendo
la sanidad, la educación, las pensiones públicas y los derechos laborales. Me
pide el voto porque quiere un nuevo país en el que cada hombre y cada mujer
puedan construir sus propios proyectos con dignidad.
Es un mensaje breve pero sincero. Y además el candidato Garzón me cae bien. No me parece
correcta la exclusión sistemática que la privatización del debate público a través
de las cadenas privadas de televisión ha efectuado respecto de su persona y la
opción política que representa. Al margen de la confluencia evidente con muchas
de las propuestas de reforma que sostiene ahora Podemos, y del neo-anguitismo que en muchos momentos aparece en el
discurso de Garzón, creo que no es
admisible cebarse contra una opción política que tiene un largo pasado de lucha
y de construcción democrática y que cuenta aún con una significativa
representación parlamentaria. La decisión privada de ignorarla es una muestra
de la gran necesidad de restauración política una vez decaído el intenso ciclo
de luchas que de manera ininterrumpida se ha llevado en nuestro país desde 2010
hasta 2014. Y es extraño que en afirmar esa presencia Garzón esté tan solo, sin que incluso muchos de sus compañeros y
camaradas alcen su voz contra este hecho, al revés, proclamen de forma
imprudente que se declaran insumisos y que no participarán en la campaña. Una forma
rara de reivindicar las viejas banderas.
Personalmente me molesta que no acompañe la papeleta del Senado, aunque
comprendo los motivos y el ahorro que supone. Pero es que quiero votar a Jaldía Abuabarka, la candidata palestina
que IU-UP propone como senadora por Madrid, que Israel retiene en Gaza (http://www.elconfidencial.com/elecciones-generales/2015-12-08/jaldia-abubakra-la-candidata-palestina-de-iu-que-israel-mantiene-retenida-en-gaza_1115963/)
. ¿No les parece una buena idea votar a Abuabarka,
dado que seguramente los tres senadores primeros por Madrid irán encabezados
por Pío García Escudero, como forma
de expresar la solidaridad activa con esta persona y a su través, con la causa
palestina? Dicho sea con perdón del momento histórico, claro está.
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