Acabadas ya las vacaciones escolares, el blog reemprende
sus actividades. El presente post se relaciona directamente con el último del
día de Nochebuena. Se expresa así una opinión – otra más entre las muchas que
se están emitiendo estos días – sobre la dirección que debería adoptar la
política – democrática, desde luego, no la que hemos padecido estos cuatro años
– a partir de la constitución de las Cortes el 13 de enero próximo.
Comienza el año y parece que las festividades propias de la temporada no
han edulcorado la incertidumbre sobre el nuevo curso político. Al contrario, la
vicisitud catalana abre nuevos interrogantes si, como parece previsible, son
inevitables unas nuevas elecciones en marzo. El contexto político en el Estado
español es bastante líquido, con un Partido Popular agazapado en sus
intenciones de formar gobierno sin precisar cómo, Ciudadanos cada vez más
desdibujado como figura política autónoma, salvo en su reiterada
problematización catalana, y con el foco de los medios de comunicación y de los
constructores de opinión centrado en el PSOE de Pedro Sánchez, sus desgarros
internos y sus declaraciones. Un poco en la sombra, pero también destacado, la
posición de Podemos y las candidaturas de confluencia, que van ganando
presencia en el discurso mediático, que
se presenta más bien como un enunciado de límites no traspasables que se suma a
una crítica de los enunciados del partido-centro, el PSOE, pensando quizá en
una nueva convocatoria de elecciones que fuera más definitoria del mapa
político general. En los márgenes, una verdadera marea de opiniones que desean
un gobierno de izquierda, o, de progreso, que reponga los derechos y las
libertades perdidas. Estas opiniones están
enraizadas en el sentimiento de muchos de los votantes que requieren que esta
sea una legislatura de cambio y que piensan que la fragmentación del mapa de la
representación política hace posible esa opción.
Hay ante todo un objetivo que debe ser ineludible. Impedir que el Partido
Popular gobierne, en cualquiera de las opciones que se ofrecen, sólo en minoría
con apoyo externo o en coalición con otras fuerzas políticas. La hipótesis de
la gran coalición, en la que estarían interesados los poderes económicos
españoles y la dirección coordinada financiera y política europea que cuenta
con seguidores de peso en el PSOE, es percibida con razón en el interior del
PSOE como una traición al programa electoral y como un acto de agresión a la ciudadanía.
El PP no tiene ningún escrúpulo en gobernar con cualquier apoyo, aceptará todos
para evitar que se acelere su descomposición interna y para mantener lo
sustancial de su política que consolide la extensa desigualdad material forzada
a partir del 2011, forzar la impunidad de los procesos de corrupción en marcha
y asegurar el control pleno de los aparatos ideológicos del Estado, fuerzas de
seguridad y magistratura fundamentalmente, secundados por la homogeneización de
la opinión pública merced a los grupos de dominio de los grandes medios de
comunicación.
Es imprescindible por tanto que el PP no gobierne. Es el objetivo fundamental al que deberían comprometerse
ya todas las fuerzas de progreso como eje de su estrategia en las
negociaciones, con carácter irrenunciable. Ahora que se habla tanto de líneas
rojas, esa es la única línea roja que se debe tener en cuenta. Impedir un
gobierno del Partido Popular.
Converge con este objetivo otro que se deriva de la conformación plural del
Parlamento, y es el de reforzar la función legislativa y directiva de la
política que el poder legislativo debe tener en una democracia real, y que sin
embargo ha sido sepultada por el juego de las mayorías absolutas, que han
arruinado la función discursiva y de debate que deben tener las cámaras, y el
cesarismo político – financiero que el Partido Popular dispuso como forma de
gobierno desde su victoria en el 2011, con la expropiación real de la potestad
legislativa a cargo de un gobierno legislador por la vía de urgencia. Revitalizar
el Parlamento implica desbordar sus prácticas de sumisión al bipartidismo y al
dominio de la actuación de las cámaras por la iniciativa gubernamental. También
en este punto es pertinente el ejemplo portugués, que durante el largo período
de formación de gobierno – dado que el Presidente encomendó a la derecha que
había perdido las elecciones la formación de un gobierno que no obtuvo la
confianza – el Parlamento comenzó su labor legislativa sobre la base de los
punto de los programas que compartían los tres grupos de izquierda,
especialmente en materia de derechos y
libertades, como la liberalización del aborto o el derecho de las parejas gay a
adoptar.
Es cierto que la democracia parlamentaria portuguesa es mucho más libre y
democrática que la española, donde el Reglamento del Congreso sintetiza el
dominio del ejecutivo sobre el legislativo y está concebido asimismo para
yugular la acción de las minorías, a lo que en el caso actual se une la mayoría
absoluta del PP en el Senado que ejercerá de la manera que conocemos para
obstaculizar las iniciativas legislativas que provengan del Congreso. Pero es
preciso demostrar que la iniciativa legislativa no depende del gobierno, sino
que se puede ejercer directamente por los representantes elegidos por el
pueblo. Para ello no sólo es utilizable la figura de la proposición no de ley –
que es importante simbólicamente pero que no conforma el ordenamiento jurídico –
sino directamente la proposición de ley, aun conscientes de las dificultades
que ésta encontrará en su camino. La primera, que debe ser remitida al Gobierno
(art. 126.2 del Reglamento del Congreso) para que éste “manifieste su criterio
respecto a aquélla, así como su conformidad o no a la tramitación si la
iniciativa supone aumento de los créditos o disminución de los ingresos
presupuestarios”, pero en estos momentos no hay sino gobierno en funciones, con
lo que la iniciativa debería ser aprobada en el Pleno, puesto que implica la
más genuina expresión de participación en la función legislativa y es expresión
del principio de participación política y de la función esencial de la
representación de los ciudadanos en la vida política del país. Es previsible
que el procedimiento sea largo, unos cuatro meses dado el seguro rechazo de
cualquier iniciativa de este tipo por el grupo popular del Senado, pero es importante
que se demuestre la capacidad del Congreso en recoger los elementos centrales
del programa de los partidos que concurrieron a las elecciones. Hay por tanto
voluntad política para derogar las leyes más opresivas del periodo de
neoliberalismo autoritario del PP, ante todo la reforma laboral, la ley de
seguridad ciudadana, el artículo 315.3 del Código Penal y la incriminación de
los piquetes, como las más señaladas. La propuesta de una ley de emergencia
social que ha hecho pública Podemos es otra manifestación en la buena
dirección: expresar ante todos los ciudadanos españoles que el Congreso de los
Diputados es el depositario de la voluntad popular que pretende el cambio
político y social en este país.
En esa misma línea de fortalecimiento de la democracia parlamentaria como
fórmula central de la representación política, es muy razonable el
reconocimiento de más grupos parlamentarios que los que actualmente están
reconocidos. La resistencia del PP a que se puedan constituir cuatro grupos
compuestos por Podemos y las tres confluencias catalana, gallega y valenciana,
se compadece mal con la proclamación de los resultados electorales que efectuó
la propia vicepresidenta del gobierno que de manera correcta diferenció los
votos y los escaños de Podemos (42) de los correspondientes a la confluencia de
fuerzas políticas diferentes en Catalunya, Valencia y Galicia con sus
respectivos rótulos electorales. Ese resultado que se manifestó el 20 de
diciembre tiene que tener un reflejo
inmediato en la composición de los grupos parlamentarios no sólo porque lo
contrario implicaría un fraude a la voluntad de los ciudadanos y a su
compromiso electoral, sino porque de esa manera el Congreso se dota de muchas
voces plurales que contribuyen desde su realidad nacional a la conformación de
una representación adecuada “del pueblo español” como subraya el art. 66 de la
Constitución. En un sentido paralelo, la constitución de un grupo parlamentario
para IU-CUP, que paree posible gracias a la disponibilidad de ERC, es
importante para que desde la pluralidad ideológica de las fuerzas de progreso,
IU siga teniendo una presencia parlamentaria plena. El PSOE debería apoyar estas
reivindicaciones como elemento fundamental de su estrategia de pacto de
gobierno.
Y el tercer movimiento es el de lograr un acuerdo de gobierno de progreso. Que
no necesariamente tiene que consistir en un compromiso que se proyecte sobre
los cuatro años siguientes, sino , de manera posiblemente más segura, en la
apertura de un período razonable de estabilidad que permita realizar las
reformas mínimas para concurrir a unas nuevas elecciones con nuevas reglas de
juego y en las que se pueda realmente consolidar el cambio político y social
requerido. Es decir, un gobierno de transición que se comprometa a en el plazo de
un año o año y medio a la reforma del procedimiento electoral, un acuerdo
mínimo sobre reformas legales que sustituyan a las normas del período de
austeridad y de recortes sociales, y que se comprometa a defenderlas en Europa, combata firmemente la corrupción y adopte
un compromiso de revisión de la organización del Estado en un sentido federal.
En este sentido, es posible encontrar una interpretación del art. 92 de nuestra
Constitución y garantizar el derecho a la consulta – que no tiene por qué
concretarse en un referéndum sobre la autodeterminación - creando un amplio grupo de estudio de las
condiciones de la pregunta que se debe
formular y las consecuencias que debe tener – mayoría “suficiente”, opciones
presentes en la consulta – los resultados de la misma con vistas a una
negociación política bilateral con posterioridad a ella. Algunas de estas
medidas pueden permitirse una cierta geometría variable, puesto que Ciudadanos
está interesado en el cambio de las reglas electorales y en eliminar la
corrupción como condición de eficacia de la lógica empresarial, y esta
extensión a una de las fuerzas emergentes de la “nueva política” no debería ser
dejada de lado. El hecho de tener aprobados los presupuestos para todo este año
facilita paradójicamente la estabilidad de ese gobierno de transición en sus
reformas políticas.
Las dos fuerzas concernidas en este posible proceso son desde luego el PSOE
y Podemos. Para el PSOE, por sus resistencias internas, puede que le resulte
más difícil caminar en esa dirección, pero su líder actual sabe que ese es el
único camino que se le ofrece para que el partido no se fracture aún más y se
diluya su apoyo popular en otras opciones de la “nueva política”, y que su
posición de liderazgo interno se consolide con la presidencia de gobierno. Un
posible gobierno socialista con el apoyo externo de Podemos y las confluencias
con IU junto con otros grupos sobre la base de un programa claramente de
progreso y de reversión del panorama autoritario en el que el PP ha sometido a
la ciudadanía durante estos cuatro años. En cuanto a Podemos, debería entender
que esta posibilidad le es más favorable que la repetición de las elecciones, y
que por el contrario, le sitúa como fuerza capaz de incidir en el gobierno de
un país y no sólo en la crítica justa a las decisiones de éste, lo que se
valorará por la ciudadanía en la siguiente cita electoral que respete el
principio de representación proporcional que la actual legislación ignora. La
dialéctica entre las “confluencias” y Podemos puede ser extremadamente enriquecedora
en este proceso, permitiendo volcarse en propuestas creativas sobre un programa que
viabilice el desalojo del gobierno del Partido Popular y abra la posibilidad de
ir recuperando para la democracia las instituciones de las que éste se ha
apropiado partidariamente, desde la justicia y la policía hasta el gobierno de
las relaciones laborales y el diálogo social o el control ideológico de los
medios de opinión públicos.
Esperemos acontecimientos, pues, a partir del día 13.
1 comentario:
PROPUESTAS MÏNIMAS PARA UN PROGRAMA COMÚN DE LA IZQUIERDA
Pedro Flinstone, el doble de mi amigo Antonio Baylos, plantea unas propuestas interesantes para un programa común de la izquierda que hay que destacar aquí.
Comparto su propuesta de un gobierno de transición que se comprometa a en el plazo de un año o año y medio a la reforma del procedimiento electoral, un acuerdo mínimo sobre reformas legales que sustituyan a las normas del período de austeridad y de recortes sociales, y que se comprometa a defenderlas en Europa, combata firmemente la corrupción y adopte un compromiso de revisión de la organización del Estado en un sentido federal, garantizar el derecho a la consulta – que no tiene por qué concretarse en un referéndum sobre la autodeterminación - creando un amplio grupo de estudio de las condiciones de la pregunta que se debe formular y las consecuencias que debe tener – mayoría “suficiente”, opciones presentes en la consulta – los resultados de la misma con vistas a una negociación política bilateral con posterioridad a ella.
Lo que ya no veo tan claro es que haya consenso en el PSOE para esta propuesta sobre el asunto territorial y la ley electoral y puede que a Podemos y a ERC les parezca corta. Estas cuestiones directamente políticas desgraciadamente están dejando en segundo plano la grave situación laboral y social que exige propuestas sociales y de emergencia formuladas y que son en estos momentos prioritarias.Y son los medios de comunicación los que la focalizan y dejan en la sombra como siempre lo social. Es cierto que la cuestión territorial tiene profundas implicaciones políticas pues Cataluña aporta el 20 % del PIB. Pero la verdad es que se está colocando como la cuestión clave que crea fronteras y que acaba dividiendo a la izquierda y bloquea la posibilidad de alianzas a la portuguesa. España es diferente, y además habría que contar con ERC para sumar.
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