Hoy es 25 de abril y no es un día cualquiera para una
parte de la Europa del sur. En Portugal y en Italia es fiesta nacional, y en
ambos países se celebra la caída de la dictadura. En Portugal, mediante la
revolución de los claveles, la relación pueblo / fuerzas armadas acabó con la
terrible dictadura corporativista del fascismo portugués y su aventura colonial
dando un ejemplo de movilización pacífica y terminante. En Italia, el 25 de
abril es la fiesta partisana, el día de
la liberación de Italia del nazifascismo que es celebrado de forma solemne en todas las
ciudades, con especial significación en las ciudades del centro y norte en
donde la resistencia partisana fue más intensa y la pérdida de vidas más
prolongada, como en Milán, liberada precisamente el 25 de abril de 1945, cuando
se proclamó por la radio la huelga general contra la ocupación alemana y la
insurrección general, la toma de todos
los poderes por el Comité de Liberación de la Alta Italia y la condena a muerte
de todos los jerarcas fascistas.
En Italia y en Portugal ambas revoluciones trajeron una Constitución democrática,
antifascista, que creó un marco de derechos que prometía una transformación
social, un cambio político en profundidad y la progresiva eliminación de un
sistema injusto y desigual como el capitalismo. La democracia, ganada por las armas
ante el fascismo, era una promesa de libertad que lograría controlar y
finalmente sustituir el sistema de marcado y sus presupuestos de violencia y de
desigualdad. Hoy ese legado democrático y antifascista ha sido vaciado
progresivamente de contenido, y la gran crisis del 2008 junto con las políticas
de austeridad dirigidas por el conglomerado político – financiero que dirige
Europa, están poniendo en peligro de manera muy concreta los propios fundamentos
de la democracia como sistema político.
La problemática actual del 25 de abril es la del cambio político. Cómo
actuar los ideales del 25 de abril, que se materializan en las constituciones
democráticas, en una Europa en la que el capital financiero considera
disfuncionales los derechos de la clase trabajadora e impone de nuevo a sangre
y fuego ( o a golpe de restricción de recursos) la re-mercantilización del trabajo y la violencia
del beneficio privado para aumentar las desigualdades y conservar y aumentar
sus tasas de ganancia. En Portugal y en Italia los caminos de la libertad son
diferentes, porque los resultados electorales difieren como la propia
concepción de la política. En Portugal hay una unidad de acción de la
izquierda, pero en Italia la izquierda real sigue perdida en su laberinto, y
sólo el sindicato – dividido a su vez – es el sujeto social que mantiene, a
través de la promoción de movilizaciones e iniciativas que afectan a toda la
sociedad, un proyecto democrático e incluyente democrático.
En España, tras cuatro años de incesantes e intensas movilizaciones, un
ciclo de luchas realmente impresionantes, la votación del 20 de diciembre ha
transformado de manera importante el panorama político, mediante la emersión
con fuerza de nuevos sujetos en esa esfera, junto con una forma diferente de
proyectarse en la misma. No ha habido sin embargo posibilidad de dar una salida
concreta a esta realidad, y hoy parece inevitable volver a repetir las
elecciones para el 26 de junio. De hecho hoy en España se concentra la
información en la ronda de entrevistas que el Rey está efectuando en lo que
parece un paso previo antes de volver a convocar elecciones.
Si eso es así, es importante que el nuevo encuentro electoral – que se
realizará todavía bajo una normativa que busca la obstaculización del
pluralismo político – modifique en un sentido favorable la correlación de
fuerzas que se dibujó el 20 de diciembre. Y una forma de intentar que esto se
produzca, pese a todos los negros presagios que se avecinan ante una mayor abstención
y una campaña electoral en donde los golpes bajos y la desinformación general
se acentuará, es la de intentar una confluencia entre las fuerzas partidarias
del cambio real, que han apostado por el fortalecimiento de la democracia y el
desarrollo de los derechos de las clases subordinadas, dando por consiguiente
la centralidad al trabajo como eje de esta reconstrucción política.
Una serie de personas, que en un tiempo eran llamados “intelectuales y
artistas”, han elaborado un manifiesto. Es sobradamente conocido, pero no está
de mas reproducirlo en las páginas de este blog. No sólo como expresión de
deseos razonables, sino como una forma de presión para que se constituya un
bloque que defienda los elementos más preciosos de nuestra democracia, el
respeto de los derechos laborales y sociales, la igualdad social y la libertad
de los ciudadanos frente a la extorsión y la violencia del autoritarismo
político y económico.
Este es el texto del
manifiesto
POR LA CONFLUENCIA
POLÍTICA Y ELECTORAL DE LAS FUERZAS DEL
CAMBIO EN EL ESTADO ESPAÑOL
Hay que reunir en una articulación política común y una única opción electoral
el dinamismo de Podemos y las distintas confluencias de organizaciones y activistas procedentes de
movimientos sociales –como se ha hecho, con éxito, en Cataluña, Galicia, País
Valenciano y otros lugares en las pasadas convocatorias municipales,
autonómicas y generales—, junto con la
experiencia militante e institucional de Izquierda Unida y la incipiente Unidad
Popular. No nos importa qué fórmula se adopte, siempre y cuando se plasmen en
la práctica los principios de democracia
interna, plurinacionalidad, participación activa de quienes apoyen la
iniciativa y respeto al pluralismo en un marco que tienda hacia una nueva
organización política, un partido-movimiento que lo sea de verdad, más
allá de la retórica y los buenos deseos.
El momento es ahora. Podemos, IU y
las confluencias diversas han sido capaces de sacudir inercias y conectar con
millones de ciudadanas y ciudadanos
hartos de la vieja política y de los abusos de los poderosos: estas formaciones
se han ganado autoridad para encabezar el proceso. Pero en esta confluencia no sobra
nadie y todo el mundo debe recibir
reconocimiento por sus aportaciones específicas a la resistencia frente a la
oligarquía y sus agentes políticos. La generosidad, la responsabilidad y el espíritu
cooperativo deben presidir el proceso.
Es esencial construir un instrumento a la vez estable y ágil para la
defensa de los de abajo y la irrupción de éstos en la esfera política. El
malestar y la desesperación de las y los desfavorecidos obligan a unirse para
construir el instrumento para el cambio. Urge disponer de una herramienta
política capaz de revertir las políticas austeritarias, impulsar los procesos
constituyentes democráticos y frenar el ecocidio. No comprenderíamos que
personalismos, prejuicios enquistados o mentalidades sectarias hicieran abortar
el esfuerzo unitario.
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