martes, 23 de abril de 2019

CONVERSACIONES TRAS EL DEBATE ELECTORAL: IRRACIONALIDAD DEL DISCURSO Y VOTO REACTIVO EMOCIONAL COMO PELIGROS




Es ineludible en estos días referirse a los debates sobre las elecciones generales del domingo 28 de abril. Los periódicos no hablan de otra cosa, en especial tras la mesa redonda de ayer lunes en RTVE entre los cuatro candidatos a presidir el gobierno y el de esta noche en Atresmedia. Hay muchos análisis sobre la forma de presentarse en el debate, la tonalidad adoptada, la diferente posición de cada uno de los dirigentes de las cuatro formaciones que debatían. También sobre los silencios – no el que de manera tan afectada como forzada mencionaba Rivera en su “minuto de oro” que resultó un tanto patético – que emergían del debate, fundamentalmente el que hacía deducir que la opción de gobierno PSOE – Ciudadanos es una posibilidad muy real que maneja el PSOE frente a la cual solo cabe para los votantes de izquierda de este país consolidar un fuerte grupo parlamentario de Unidas Podemos, tal como se desprendía de la reiterada y no contestada pregunta de Pablo Iglesias. El caso es que todos y todas – o al menos una gran mayoría de la población -  comentamos y conversamos a partir de estas discusiones públicas directa o indirectamente, hayamos o no visto el espacio de gran audiencia televisiva que luego es replicado y comentado por todos los medios de comunicación.

Se dice que los debates televisivos buscan ante todo captar el voto de quienes aún no han decidido su voto, y este enfoque es uno de los que se resaltan en los comentarios – además de los detalles sobre la presencia y la presentación de los respectivos programas – de manera que se valora el mensaje emitido y la capacidad de convicción el mismo. Muchas personas seguimos viendo en este ejercicio democrático que debería normalizarse sobre la base del nuevo diseño del sistema de partidos ya nunca más bipartidista una forma de generar un conjunto de informaciones para que la ciudadanía pueda elegir conscientemente entre los diferentes proyectos de sociedad que se le ofrecen y votar en consecuencia a las formaciones políticas con cuyos programas esté más de acuerdo. Por eso muchos insistimos en la necesidad de que los debates aborden las cuestiones más importantes para el conjunto de la sociedad, que se discutan por tanto elementos centrales de su configuración estructural, en especial lo relativo a la regulación de las relaciones laborales, las condiciones de existencia social y la seguridad frente a los estados de necesidad, la lucha contra la injusticia social, más aún en un momento histórico como el actual en el que se puede y se debe valorar el efecto que las políticas derivadas de la gobernanza europea generaron sobre la población española en términos de incrementar la desigualdad, imponer una profunda devaluación salarial y recortar derechos sociales.

Sin embargo, no es esa la orientación que se aprecia por parte de las fuerzas de la derecha, entendiendo por tales a Vox (ausente ayer del debate salvo en las escasas referencias que hicieron Sánchez y, marginalmente, Iglesias), PP y Ciudadanos, este último convertido en un líder del nacionalismo español más recalcitrante. Estas tres formaciones políticas que ayer propusieron un gobierno entre las fuerzas “constitucionalistas”, en el que incluían sin nombrarlo a un partido como VOX y excluían expresamente – incluso impidiéndoles entrar en el parlamento español mediante una modificación de la ley electoral – a los partidos nacionalistas, a la izquierda y al PSOE,  mantienen un discurso plenamente irracional, porque nadie puede pensar que el presidente del gobierno  del PSOE sea un peligroso radical que ha vendido España a los nefastos independentismos, catalán y “proetarra”, flanqueado de perroflautas, feminazis y comunistas, como normalmente se refieren a Unidas Podemos. Al margen de lo ridículo de la imagen, este planteamiento es plenamente ofensivo de una visión democrática del pluralismo político, porque se niega existencia política a las ideologías con las que se confronta el ideario reaccionario de las derechas. Nadie puede creer que esas fuerzas políticas quieran representar a España, considerando anti español a más del 50% del electorado, insultando y mintiendo descaradamente en sus afirmaciones.

El eje del discurso irracional de la derecha se basa en datos falsos y en afirmaciones plenamente discordantes con la realidad, con detalles verdaderamente risibles si no fueran indignantes: definir los presupuestos pactados con el grupo confederal Unidos Podemos-En Comú Podem – En Marea y el gobierno del PSOE en octubre del 2018  como presupuestos “comunistas”, entender que gravar las rentas altas con un 50% es confiscatorio, o alegar el caso de un niño de diez años arruinado por no poder pagar el impuesto de sucesiones, como ejemplo que habilita la supresión de este impuesto, son unos cuantos detalles entre tantos otros de un debate público que causan vergüenza ajena por su pobreza intelectual y su sectarismo ideológico. No hablemos de la insistencia en el indulto de quienes aún no han sido condenados por rebelión/sedición o de la supuesta venta de España al independentismo sobre la base de haber entablado conversaciones con las autoridades de la Generalitat catalana, el insistente juego con los símbolos de la unidad patria, la enseña nacional y el resto de la parafernalia nacionalista y paramilitar en el que están incursos. Y el silencio – otro más – de estos partidos que se atribuyen la condición excluyente de “constitucionalidad” sobre el espionaje orquestado por un grupo de policías al servicio del poder público sobre Podemos para intentar alegar pruebas falsas sobre su financiación bolivariana o incluso iraní, que fue profusamente aireado por los medios de comunicación que no realizan ninguna autocrítica actual al conocer este hecho de manipulación instigada por el poder.

Cabe preguntarse si esta estrategia electoral que se apoya en esta exaltación irracional de falsedades y de imputaciones inexactas como pauta de actuación, alejándose conscientemente de un debate político sobre opciones de fondo tiene alguna razón de ser. Unai Sordo, en su muro de Facebook ha reflexionado sobre esta cuestión que suscita muchos interrogantes a la gente de izquierda, y ha entendido que este proceso busca promover una lógica del voto por negación en clave reactiva, en el que lo decisivo es votar contra algo, no en favor de un programa concreto. Lo explica muy bien de la siguiente manera: “Hay una reactividad latente, de emotividades, despolitizada porque ha segregado la idea con la que la persona configura su opción política (¿cómo organizamos lo común?) de su interés político (¿cómo me interesa a mí organizar lo común?). La información es fragmentada, sin relato continuo, dosificada a través de una especie de “puntillismo” virtual que a diferencia de los cuadros impresionistas no busca un resultado final armonioso, sino una especie de zafarrancho permanente. Ruido. Por eso cualquier majadería de barra de bar ha pasado a ser casi categoría política. Hay quien va a ir a votar como quien va a una cruzada contra la anti-España. Es decir contra quien creen que cuestiona el marco de seguridades, de simbologías, de certezas. Marco que el neoliberalismo, el individualismo, el nihilismo, la despolitización, han puesto patas arriba en las últimas décadas. Pero que lejos de identificar “el culpable” en esa hegemonía postmoderna del liberalismo globalizado, lo busca en su catálogo de enemigos que cuestiona sus certezas porque rompen algunos elementos de las mismas”.

Este hecho hay que ponerlo  en relación con la pulsión antifeminista que aparece en los discursos electorales de las tres derechas, con mayor énfasis en Vox, pero con importante seguimiento en los programas de gobierno de la Junta de Andalucía o en el propio argumentario del PP y de Ciudadanos, en el que se por otra parte se confronta un feminismo liberal al anticapitalista, una de las pocas veces en las que la noción de anticapitalismo asoma de manera explícita al debate. Este antifeminismo – a cuyas militantes Vox y Hazte Oir denominan directamente feminazis – supone un rasgo caracterizador único de la situación política española. En otras naciones de Europa en las que están irrumpiendo con fuerza posiciones nacionalistas de extrema derecha, el tema clave es el de la inmigración – y el discurso fundamental el de la xenofobia – pero nunca se ha comprometido contra el feminismo como sucede en la derecha española. Ésta pone más énfasis en la defensa del patriarcado que en la xenofobia racista. Es evidente que el elemento de transformación personal y a la vez con dimensión política más potente que hoy en día existe es el feminismo, y, que éste, como señala también Unai Sordo, cuestiona roles para quien no está preparado a asumir los nuevos modelos de masculinidad, de manera que negar, degradar y restringir el alcance de ese discurso feminista es clave para oponerse a todo aquello que puede poner en riesgo la estructura de poder básica en las relaciones privadas y personales, “nuestra forma de vida como españoles”. Y esa reformulación patriarcal de un lenguaje agresivo se desplaza hacia la reivindicación de elementos antropológicamente pintorescos y retrógrados, la religiosidad ante las imágenes sagradas, el desfile de los legionarios ante un cristo yacente, la quema de Judas en la Semana Santa, que se une a la exaltación de la caza, las corridas de toros. Una forma de construir el relato político muy alejado de los parámetros de la racionalidad política que domina las fuerzas de izquierda.

Lo importante, en realidad, es que en este contexto las propuestas socioeconómicas de las derechas están pasando casi inadvertidas. El despropósito en el que éstas incurren respecto a la bajada (y eliminación) de impuestos es evidente, con lo que esto significa de carencia de financiación de las prestaciones sociales y de los servicios públicos. Si lo llevaran a efecto, provocarían un nuevo descenso de los recursos públicos para luchar contra la desigualdad y pondrían en riesgo importantes partidas de los presupuestos sociales. Realmente este programa económico, cuyas consecuencias se falsean voluntariamente en un patético ejercicio de falsedad e ignorancia, conduce a la contracción violenta del Estado social y a la reducción significativa de programas y prestaciones sociales. No hablan tampoco explícitamente de la debilitación de las garantías de empleo y la consolidación de la precariedad laboral – y social – como base del modelo económico que se quiere promover, pero este es el eje de su programa, que sin embargo no se pone al descubierto. La intensidad neoliberal de este proyecto de las derechas quiere profundizar en los aspectos más regresivos de la reforma laboral del 2012, sin que a su vez, por parte del PSOE quede clara la voluntad de modificar de forma radical el cuadro normativo en materia de relaciones de trabajo.

Se está construyendo una realidad virtual alimentada de fogonazos inconexos y de información segmentada, sesgada e intencionalmente falsa, que se relaciona con los miedos, recelos, inseguridades o fallos que cada cual, individualmente, alimenta en este tiempo de post-crisis del que no se vaticina fácilmente la salida colectiva. El análisis de la situación actual no lleva consigo una hipótesis de transición social articulada en torno a un nuevo sujeto político que trascienda la forma partido, ni se prevé un proceso de subjetivización nuevo más allá de las categorías abstractas y formales que tienen una categorización político-democrática pacíficamente aceptada, como la de ciudadanía, pero a su vez dotada de enormes problemas de determinación desde la complejidad de una clase – la clase trabajadora – en mutación. El espacio electoral hoy se encuentra sometido a una serie de pulsiones que construyen el relato y la resultante elección política muy alejados de las coordenadas de un pensamiento democrático todavía anclado en la modernidad tardía del siglo XX. Ya veremos en qué medida este hecho influye en las elecciones del próximo domingo.

Mientras lo comprobamos, no cejemos en solicitar el voto. La participación democrática siegue siendo un eje central en la construcción de nuestros sistemas políticos. Y escuchemos / visionemos el debate de esta noche para seguir construyendo el relato progresista e igualitario que el país necesita pese a la irracionalidad reactiva y emocional del discurso de las derechas. Continuará / à suivre…




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