miércoles, 18 de diciembre de 2024

LABORALISTAS. PRESENTACIÓN DEL LIBRO

 


La editorial Bomarzo ha publicado el libro Laboralistas. Una década utópica, que ayer, 17 de diciembre se presentó en la sede del Instituto Cervantes, en Madrid ante un audiencia muy numerosa que sobrepasó además el aforo del local de manera que el acto pudo ser seguido en streaming.

El acto fue presentado por el director del Instituto, Luis García Montero, que trazó el contexto histórico en el que se desarrollaba el libro y la importancia que para gente de su generación tuvo el asesinato de los abogados de Atocha. Tras él intervino Yolanda Díaz  como Vicepresidenta y Ministra de Trabajo, que resaltó su condición de abogada laboralista y su relación familiar con el sindicalismo en un contexto, la década de los 70 que el libro define como un espacio de generación de utopía, pero que a su vez fue una época de represión y de lucha. Tras estas dos intervenciones que enmarcaron el período y la relevancia de la acción jurídica como eje de la consecución de las libertades democráticas, comenzó el turno de intervenciones de las personalidades que componían la mesa, con Cristina Almeida como portavoz y moderadora de la misma. La primera en intervenir fue Ana Ferrer, magistrada de la sala de lo penal del Tribunal Supremo que hablo de su marido, Javier “Tito” Martínez Lázaro, líder estudiantil y luego abogado laboralista de la rama del metal, que posteriormente se haría juez por oposición, vocal del CGPJ y finalmente magistrado de lo penal en la Audiencia Nacional hasta su prematura muerte, a los 63 años, en septiembre de 2017. Esta evolución de muchos abogados y abogadas laboralistas hacia la judicatura fue subrayado por Ana Ferrer, como una señal del proceso vital de quienes lucharon por lograr la democracia y luego, conseguida esta, se aplicaron a preservarla y garantizarla mediante la garantía de esos derechos, renovando el aparato judicial que había salido indemne en la transición democrática de sus adherencias a la dictadura franquista.

El segundo en intervenir fue Tomás Duplá, abogado laboralista del despacho de Españoleto y posteriormente en el servicio exterior del Estado muy comprometido con la causa palestina, que aparece como “narrador” del libro cuya gestación comentó. Se trataba de un proyecto de construcción lenta, que parte de la sensación compartida por muchos de los protagonistas de aquella época que su experiencia no había sido dada a conocer pese a que había una cierta bibliografía sobre esa época. Lola González Ruiz involucró a Duplá en las reuniones de abogados comunistas que se dieron el sarcástico nombre de “Momias en activo”, donde se diseñó recoger en un libro las vivencias experimentadas, un proyecto que siguió adelante impulsado posteriormente por una carta de ocho antiguas abogadas laboralistas y que culminó en la recogida de 20 entrevistas grabadas y transcritas y 8 testimonios escritos, un proceso de producción acometido por Carmela Cantó, Cristina Almeida, Emilia Graña, Héctor Maravall, Jacinta Valdés, José Gómez de Miguel, Jose María Mohedano y Tomás Duplá, que este último, como “narrador” ha enhebrado en un libro estructurado en torno a una serie de apartados qe pretenden dar cuenta desde el origen, la formación, la militancia política y el feminismo, la manera de trabajar y la actividad desarrollada por los despachos, hasta la barbarie fascista de Atocha, la transición y “el final de la utopía y la vida después” con la que termina. Como el texto está en su mayoría formado por las entrevistas que se mezclan en torno a los temas abordados, hay un índice en las primeras páginas que identifican las voces que se reproducen. Ya se advierte que al tratarse de vivencias colectivas que cuentan las voces de los protagonistas, “las memorias son inciertas, los puntos de vista no coinciden y a veces hay imprecisiones, errores y contradicciones”, pero no importa porque lo que se ha privilegiado es la memoria colectiva que se expresa con muchas voces.

A continuación intervino Paquita Sauquillo, que recordó que en el despacho de Lista – encuadrado en la ORT, partido situado a la izquierda del PCE -  se formaron muchos abogados y abogadas y además de la defensa laboral y penal que era la actividad cotidiana de los laboralistas, en la magistratura y en el TOP, también se extendió al movimiento de los barrios en defensa de viviendas dignas para la clase obrera, y también a la defensa de los últimos consejos de guerra del franquismo con el fusilamiento en septiembre de 1975 de cinco condenados a muerte. Este fue otro de los elementos recurrentes, el reforzamiento de la represión y de la violencia de la dictadura justamente en su etapa terminal, que se desencadenó además acudiendo a la actividad asesina de grupos fascistas parapoliciales en la transición política antes de la legalización del PCE y la convocatoria de las primeras elecciones, y que continuó como resistencia latente a la democracia hasta el golpe de estado del 23 de febrero de 1981.

Manuela Carmena reivindicó el aspecto emocional y cultural de la experiencia vital de las y los abogados laboralistas. La alegría y el compromiso con la solidaridad entre las personas como un elemento fundamental en la valoración de lo que definió como un proceso a través del cual fluyó esta forma de encarar la vida desde la libertad, el feminismo y la defensa de la igualdad hacia la sociedad en su conjunto, derrumbando el marco de plomo de la dictadura. Cristina Almeida por su parte finalizó el acto con su tradicional simpatía, contando numerosas anécdotas, y recordando no solo el tiempo de libertad sino de alegría, en un contexto general sin embargo de represión y de lucha. Los momentos de descanso, el Pub de Santa Bárbara, El Junco, y el descubrimiento de la libertad sexual como algo natural frente a un marco religioso y político que ahogaba cualquier iniciativa de emancipación de la mujer y de la identidad sexual de las personas. Recordó a las y los compañeros laboralistas de aquella generación que habían muerto, además de los que fueron asesinados en Atocha en enero de 1977, Luis Ramos, Lola González, Nacho Montejo, Nacho Salorio, Juan Cristóbal González.

En muchas intervenciones se insistió en que el libro no era solo un texto de memoria histórica, sino que pretendía que las jóvenes generaciones que no vivieron ni siquiera conocen ahora lo que implicaba la dictadura, tuvieran un ejemplo de cómo crear un espacio de libertad y de igualdad colectiva, incluso en condiciones extremadamente adversas, y que extrajeran de sus páginas una lección del optimismo de la voluntad que se construye a través de la acción colectiva de las personas que luchan por sus ideales. Cristina Almeida trajo a colación la influencia que había tenido la serie televisiva Las abogadas como forma pedagógica de lograr el interés de una parte del gran público sobre esta experiencia. Dio el dato de que la serie – que había constituido un éxito rotundo de RTVE -  había sido vista fundamentalmente por jóvenes menores de 25 años. Para añadir que sería óptimo que ahora al menos una buena parte de estos televidentes compraran el libro para conocer mejor y de manera más real la experiencia de laboralistas.

La memoria de los y las abogadas laboralistas se ha preservado fundamentalmente a través de CCOO y la Fundación Abogados de Atocha, que cada año rememoran el recuerdo de aquella acción asesina de los fascistas alentada por los órganos del Estado. En el acto de ayer la presencia de Alejandro Ruiz Huerta y de otros miembros del patronato de la Fundación, testimoniaban este vínculo. Y al acto asistieron tambien Paloma López, como secretaria general de la USMR-CCOO y Carolina Vidal, secretaria confederal de la Mujer de CC.OO.

Hay a partir de la segunda década de este siglo algunas obras que tratan sobre el particular o sobre aspectos de la misma. El trabajo de Juanjo del Águila sobre el Tribunal de Orden Público (La represión de la Libertad (1963-1977), ha tenido dos ediciones, pero se centra en la labor de los abogados laboralistas en su defensa ante el TOP de militantes y activistas obreros – y estudiantes – que eran imputados por delitos de opinión o de asociación. Otros textos muy interesantes provienen de las memorias de alguna de estas personalidades. La editorial Península publicó en el 2017 una biografía de las tres abogadas laboralistas que dirigían los despachos de Madrid más conocidos ( I. Díaz, J. Alén, R. Vega,  Cristina, Manuela y Paca. Tres vidas cruzadas en defensa de un compromiso, Península, Barcelona, 2017). La editorial Bomarzo ha publicado dos obras muy importantes al respecto. Las memorias de Maria Luisa Suárez, la primera abogada comunista especializada en derecho laboral del despacho de la Calle de La Cruz (Recuerdos, nostalgias y realidades. Sobre la defensa de las víctimas del franquismo, Bomarzo, Albacete, 2011) y las de Manolo López, reconocido abogado laboralista comunista ( Mañana a las once en la plaza de la Cebada, Bomarzo, Albacete 2009 )  son excepcionalmente valiosas, pero la bibliografía sobre este tema no ha sido por tanto muy numerosa, como indicaba con razón Tomás Duplá en su intervención.

Laboralistas es por consiguiente una obra que se inscribe en esta recuperación de una experiencia rica y valiosa no sólo desde el punto de vista histórico. Aunque limitada en su radio de acción a los despachos laboralistas de Madrid, el libro muestra desde esa aproximación a la memoria viva de sus protagonistas, un modo de organizar colectivamente a la clase trabajadora, una forma de comprender y sentir la profesión de la abogacía como un compromiso con la igualdad y la justicia, y una manera de vivir emancipada de las coerciones sociales y de la estructura opresiva de un marco cultural e ideológico que negaba la identidad sexual y el feminismo. Asomarse a sus páginas es un regalo en este fin de año que anuncia tiempos oscuros frente a los cuales es obligado oponer escenarios de luz y de emancipación colectiva.

 


 



1 comentario:

Anónimo dijo...

Bonito e interesante comentario. No he leído el libro todavía pero creo hubiera sido interesante (dada la finalidad del mismo en relación a las nuevas generaciones) haber intentado hacer mención de los distintos despachos laboralistas que seguro existieron en todas las capitales de provincia, y que contribuyeron al mismo objetivo de defensa de los trabajadores y consecución de una sociedad democrática. La experiencia de Madrid no fue, creo, algo aislado y excepcional