La
editorial Bomarzo ha publicado el libro Laboralistas. Una década utópica, que
ayer, 17 de diciembre se presentó en la sede del Instituto Cervantes, en Madrid
ante un audiencia muy numerosa que sobrepasó además el aforo del local de
manera que el acto pudo ser seguido en streaming.
El acto fue presentado por el
director del Instituto, Luis García Montero, que trazó el contexto
histórico en el que se desarrollaba el libro y la importancia que para gente de
su generación tuvo el asesinato de los abogados de Atocha. Tras él intervino Yolanda
Díaz como Vicepresidenta y Ministra
de Trabajo, que resaltó su condición de abogada laboralista y su relación
familiar con el sindicalismo en un contexto, la década de los 70 que el libro
define como un espacio de generación de utopía, pero que a su vez fue una época
de represión y de lucha. Tras estas dos intervenciones que enmarcaron el
período y la relevancia de la acción jurídica como eje de la consecución de las
libertades democráticas, comenzó el turno de intervenciones de las personalidades
que componían la mesa, con Cristina Almeida como portavoz y moderadora
de la misma. La primera en intervenir fue Ana Ferrer, magistrada de la
sala de lo penal del Tribunal Supremo que hablo de su marido, Javier “Tito”
Martínez Lázaro, líder estudiantil y luego abogado laboralista de la rama
del metal, que posteriormente se haría juez por oposición, vocal del CGPJ y finalmente
magistrado de lo penal en la Audiencia Nacional hasta su prematura muerte, a
los 63 años, en septiembre de 2017. Esta evolución de muchos abogados y
abogadas laboralistas hacia la judicatura fue subrayado por Ana Ferrer,
como una señal del proceso vital de quienes lucharon por lograr la democracia y
luego, conseguida esta, se aplicaron a preservarla y garantizarla mediante la
garantía de esos derechos, renovando el aparato judicial que había salido
indemne en la transición democrática de sus adherencias a la dictadura
franquista.
El segundo en intervenir fue Tomás
Duplá, abogado laboralista del despacho de Españoleto y posteriormente en
el servicio exterior del Estado muy comprometido con la causa palestina, que aparece
como “narrador” del libro cuya gestación comentó. Se trataba de un proyecto de
construcción lenta, que parte de la sensación compartida por muchos de los
protagonistas de aquella época que su experiencia no había sido dada a conocer pese
a que había una cierta bibliografía sobre esa época. Lola González Ruiz involucró
a Duplá en las reuniones de abogados comunistas que se dieron el
sarcástico nombre de “Momias en activo”, donde se diseñó recoger en un libro
las vivencias experimentadas, un proyecto que siguió adelante impulsado
posteriormente por una carta de ocho antiguas abogadas laboralistas y que
culminó en la recogida de 20 entrevistas grabadas y transcritas y 8 testimonios
escritos, un proceso de producción acometido por Carmela Cantó, Cristina
Almeida, Emilia Graña, Héctor Maravall, Jacinta Valdés, José Gómez de Miguel,
Jose María Mohedano y Tomás Duplá, que este último, como “narrador”
ha enhebrado en un libro estructurado en torno a una serie de apartados qe
pretenden dar cuenta desde el origen, la formación, la militancia política y el
feminismo, la manera de trabajar y la actividad desarrollada por los despachos,
hasta la barbarie fascista de Atocha, la transición y “el final de la utopía y
la vida después” con la que termina. Como el texto está en su mayoría formado
por las entrevistas que se mezclan en torno a los temas abordados, hay un índice
en las primeras páginas que identifican las voces que se reproducen. Ya se
advierte que al tratarse de vivencias colectivas que cuentan las voces de los
protagonistas, “las memorias son inciertas, los puntos de vista no coinciden y a
veces hay imprecisiones, errores y contradicciones”, pero no importa porque lo
que se ha privilegiado es la memoria colectiva que se expresa con muchas voces.
A continuación intervino Paquita
Sauquillo, que recordó que en el despacho de Lista – encuadrado en la ORT,
partido situado a la izquierda del PCE - se formaron muchos abogados y abogadas y
además de la defensa laboral y penal que era la actividad cotidiana de los
laboralistas, en la magistratura y en el TOP, también se extendió al movimiento
de los barrios en defensa de viviendas dignas para la clase obrera, y también a
la defensa de los últimos consejos de guerra del franquismo con el fusilamiento
en septiembre de 1975 de cinco condenados a muerte. Este fue otro de los
elementos recurrentes, el reforzamiento de la represión y de la violencia de la
dictadura justamente en su etapa terminal, que se desencadenó además acudiendo
a la actividad asesina de grupos fascistas parapoliciales en la transición
política antes de la legalización del PCE y la convocatoria de las primeras elecciones,
y que continuó como resistencia latente a la democracia hasta el golpe de
estado del 23 de febrero de 1981.
Manuela Carmena reivindicó
el aspecto emocional y cultural de la experiencia vital de las y los abogados
laboralistas. La alegría y el compromiso con la solidaridad entre las personas como
un elemento fundamental en la valoración de lo que definió como un proceso a
través del cual fluyó esta forma de encarar la vida desde la libertad, el feminismo
y la defensa de la igualdad hacia la sociedad en su conjunto, derrumbando el
marco de plomo de la dictadura. Cristina Almeida por su parte finalizó
el acto con su tradicional simpatía, contando numerosas anécdotas, y recordando
no solo el tiempo de libertad sino de alegría, en un contexto general sin
embargo de represión y de lucha. Los momentos de descanso, el Pub de Santa
Bárbara, El Junco, y el descubrimiento de la libertad sexual como algo natural
frente a un marco religioso y político que ahogaba cualquier iniciativa de
emancipación de la mujer y de la identidad sexual de las personas. Recordó a las
y los compañeros laboralistas de aquella generación que habían muerto, además
de los que fueron asesinados en Atocha en enero de 1977, Luis Ramos, Lola
González, Nacho Montejo, Nacho Salorio, Juan Cristóbal González.
En muchas intervenciones se insistió
en que el libro no era solo un texto de memoria histórica, sino que pretendía
que las jóvenes generaciones que no vivieron ni siquiera conocen ahora lo que
implicaba la dictadura, tuvieran un ejemplo de cómo crear un espacio de libertad
y de igualdad colectiva, incluso en condiciones extremadamente adversas, y que
extrajeran de sus páginas una lección del optimismo de la voluntad que se construye
a través de la acción colectiva de las personas que luchan por sus ideales. Cristina
Almeida trajo a colación la influencia que había tenido la serie televisiva
Las abogadas como forma pedagógica de lograr el interés de una parte del
gran público sobre esta experiencia. Dio el dato de que la serie – que había
constituido un éxito rotundo de RTVE - había sido vista fundamentalmente por jóvenes
menores de 25 años. Para añadir que sería óptimo que ahora al menos una buena
parte de estos televidentes compraran el libro para conocer mejor y de manera
más real la experiencia de laboralistas.
La memoria de los y las abogadas laboralistas se ha preservado fundamentalmente a través de CCOO y la Fundación Abogados de Atocha, que cada año rememoran el recuerdo de aquella acción asesina de los fascistas alentada por los órganos del Estado. En el acto de ayer la presencia de Alejandro Ruiz Huerta y de otros miembros del patronato de la Fundación, testimoniaban este vínculo. Y al acto asistieron tambien Paloma López, como secretaria general de la USMR-CCOO y Carolina Vidal, secretaria confederal de la Mujer de CC.OO.
Hay a partir de la segunda década
de este siglo algunas obras que tratan sobre el particular o sobre aspectos de la
misma. El trabajo de Juanjo del Águila sobre el Tribunal de Orden
Público (La represión de la Libertad (1963-1977), ha tenido dos
ediciones, pero se centra en la labor de los abogados laboralistas en su
defensa ante el TOP de militantes y activistas obreros – y estudiantes – que eran
imputados por delitos de opinión o de asociación. Otros textos muy interesantes
provienen de las memorias de alguna de estas personalidades. La editorial Península
publicó en el 2017 una biografía de las tres abogadas laboralistas que dirigían
los despachos de Madrid más conocidos ( I. Díaz, J. Alén, R. Vega, Cristina, Manuela y Paca. Tres vidas
cruzadas en defensa de un compromiso, Península, Barcelona, 2017). La
editorial Bomarzo ha publicado dos obras muy importantes al respecto. Las
memorias de Maria Luisa Suárez, la primera abogada comunista especializada
en derecho laboral del despacho de la Calle de La Cruz (Recuerdos,
nostalgias y realidades. Sobre la defensa de las víctimas del franquismo, Bomarzo,
Albacete, 2011) y las de Manolo López, reconocido abogado laboralista
comunista ( Mañana a las once en la plaza de la Cebada, Bomarzo,
Albacete 2009 ) son excepcionalmente
valiosas, pero la bibliografía sobre este tema no ha sido por tanto muy numerosa,
como indicaba con razón Tomás Duplá en su intervención.
Laboralistas es por
consiguiente una obra que se inscribe en esta recuperación de una experiencia rica
y valiosa no sólo desde el punto de vista histórico. Aunque limitada en su
radio de acción a los despachos laboralistas de Madrid, el libro muestra desde
esa aproximación a la memoria viva de sus protagonistas, un modo de organizar colectivamente
a la clase trabajadora, una forma de comprender y sentir la profesión de la
abogacía como un compromiso con la igualdad y la justicia, y una manera de
vivir emancipada de las coerciones sociales y de la estructura opresiva de un
marco cultural e ideológico que negaba la identidad sexual y el feminismo. Asomarse
a sus páginas es un regalo en este fin de año que anuncia tiempos oscuros frente
a los cuales es obligado oponer escenarios de luz y de emancipación colectiva.
1 comentario:
Bonito e interesante comentario. No he leído el libro todavía pero creo hubiera sido interesante (dada la finalidad del mismo en relación a las nuevas generaciones) haber intentado hacer mención de los distintos despachos laboralistas que seguro existieron en todas las capitales de provincia, y que contribuyeron al mismo objetivo de defensa de los trabajadores y consecución de una sociedad democrática. La experiencia de Madrid no fue, creo, algo aislado y excepcional
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