Acaba de publicarse en Insight un interesante trabajo de Tarso Genro, gobernador de Rio Grande do Sul y un competente intelectual de izquierda del PT brasileño, que lleva por título La crisis actual y el futuro de la democracia como idea socialista, que se puede leer en su lengua original, el portugués, en A crise atual e o futuro da democracia como ideia socialista. El texto ha interesado a sectores de la izquierda española y nuestro amigo y apreciado colaborador de la blogosfera de Parapanda, Giuliano el Apóstata (ma non troppo), ha procedido a su traducción. El texto tiene catorce páginas, de forma que de momento sólo publicamos las cinco primeras, como aperitivo de una posterior - o posteriores - entrega con el resto. Creemos que se trata de una propuesta interesante para el debate.
LA
CRISIS ACTUAL Y EL FUTURO DE LA DEMOCRACIA COMO IDEA SOCIALISTA.
Tarso Genro
Para entender tanto la crisis del sistema
financiero global, iniciada en 2008, como sus consecuencias sobre los sistemas
democráticos del mundo, es recomendable una reflexión más humilde y modesta que
las promovidas desde el ímpetu que anuncia una crisis final del sistema
capitalista. La izquierda que se limita a pensar el mundo conforme a las
categorias usadas antes del final del socialismo real debe ir más allá de los
análisis que apuntaban las disyuntivas clásicas: transición pacífica o ruptura,
reforma o revolución, socialdemocracia o socialismo proletário, teoria de la
dependencia o revoluciones nacionales democráticas, en aquel período, con apoyo
soviético.
La contra-revolución (o contra-reforma )
neoliberal, iniciada en los años setenta, además de haber resultado victoriosa,
ha obtenido una ventaja estratégica adicional: agudizar “una tensión entre
democracia y capitalismo resultante, por un lado, del carácter expansivo de la
democracia que, en su inicio, excluía a las mujeres y también a los
trabajadores del juego democrático (.....) y, por otro lado, la relativa
inflexibilidad del capitalismo (...) que permitía concesiones que no amenazasen
su reproducción ampliada de largo plazo.[[1]]
La situacion creada demuestra que la cuestión democrática pasa a cobrar su
vigencia en un plano superior y el ataque al tipo de Estado que puede
garantizar la democracia política deriva de la contra-revolución neoliberal.
Sugiero
que pensemos la defensa de la democracia hoy, no a partir de la teoria de la
lucha de clases en el terreno económico-social, sino a partir del conflicto de
clases que se expresa entre subjetividades emancipatorias democráticas,
de un lado, y, de otro, tentaciones autoritarias de derecha, cuyos
agentes ya están construyendo formas de gobernar intentando hacer viable una
salida a la crisis dentro de los moldes neoliberales.
Es más el
momento del “18 de Brumario” que el de la “Ideología alemana”. Las tentaciones
de derecha ya están configuradas en la oposición extrema ( presente en el
escenario político europeo ), entre democracia política y una nueva especie de
fascismo que emerge en la sociedad civil, que se aproxima al control del
Estado. Ello combina rentismo, control mediático y autoritarismo de los
Ejecutivos.
Pensemos
en la necesidad de una humilde reflexión: las crisis han provocado menos
avances em el contrato social europeo generando más retrocesos en este
contrato, con independencia del resultado derivado de la realización de elecciones
políticas em lós países de democracias consolidadas. La petición de humildad
parte del reconocimiento de que “estamos en una Unión Europea en la que la
‘crisis es sistémica’, luego la contaminación es general y la respuesta debe
ser de todos, aunque se exprese de formas diferentes según las culturas o las
realidades sociales (...)”[[2]].
La advertencia se hace doblemente importante si consideramos que las pautas de
las salidas de las crisis, a través de procesos democráticos legítimos, son
dictadas por los propios promotores de la crisis.
Pensemos en la necesidad de una
reflexión más modesta, reconociendo los límites de las interpretaciones
economicistas del capitalismo, e interponiendo, en la reflexión, nuevos
elementos para analizar. Hagámoslo a partir de desafíos que amplíen los
horizontes más allá de las disyuntivas ya señaladas, para lidiar con categorias
no testadas hasta el momento. El objetivo: dar “sentido” a una nueva revolución
democrática, que transite desde las premisas de
1789 a la efectividad de los derechos políticos y sociales por los que
se combatió en mayo de 1969, en la primavera de Praga y en la primavera árabe.
Esta puede transformarse rápidamente por citar a John Steinbeck, en el otoño de
nuestra desesperación.
Se
trata, por lo tanto, de enfrentar en el terreno de la política, el capitalismo
“financiarizado” actual y considerar las posibilidades del “constitucionalismo
transformador” (Boaventura), del nuevo “capital cultural” del sur y la
capacidad de liberarnos de la “violencia simbólica” del sistema actual
(Bordieu). Es el propósito de dar fuerza a las luchas, ya en curso, contra la
“colonización” de la política por los
“media” neoliberales y, principalmente para activar a partir de los partidos de
izquierda y de las políticas de estado, las capacidades ya demostradas por el
pueblo- particularmente el latinoamericano- de incitar nuevas prácticas, por
dentro y fuera de los gobiernos de izquierda, antineoliberales.
Con
este objetivo, las luchas en torno a la cuestión democrática no pueden operar,
exclusivamente, con las posibilidades inscritas en las constituciones formales.
Ni con las determinaciones puras de la economia. Y no pueden limitarse, cuando
la izquierda asume gobiernos, apenas a las generalidades de las políticas de
“inclusión social”. La construcción de una subjetividad democrática común solo
se consigue mediante la combinación de las luchas sociales con acciones de
gobierno que, mediante sus respuestas, disuelvan las barreras que separan el
estado del ciudadano común.
El
rescate de los valores políticos y morales del socialismo, tales como la
igualdad, la solidaridad, la liberación de las opresiones y de los prejuicios
es hoy también una lucha por la superación de la dominación mediática y de la
violencia implícita ( presente en la cultura de la sociedad de mercado ), es lo
que puede dar “sentido” a un nuevo proyecto democrático, de sociedades
“conscientemente orientadas”, dentro de la democracia y de la república.
No es irrelevante, para analizar las
democracias actuales y pensar en su futuro, constatar que la expansión del
dominio del capital financiero globalizado viene acompañada por la implantación
de regímenes con democracia política, con un cierto grado de
constitucionalización de derechos. Luego
está en disputa el sentido que un régimen democrático formal imprime a
la vida común, pues lo que está en juego es el “contenido posible” del proyecto
político moderno, no tanto su forma.
Las
actuales inflexiones autoritarias de los regímenes democráticos son, al mismo
tiempo, mediaciones para la compatibilización de la democracia con la tutela
del capital financiero y por tanto mediaciones para reducir las resistencias
populares a la eliminación de la protección social. Pero los regímenes
actuales son, principalmente, decadencias destructivas de los Estados de
Derecho democráticos y de las conquistas de la social-democracia. Ello
implica una vieja ironia: la destrucción de los aparatos institucionales de
control y aseguramiento de derechos, en el propio mercado ( incluso contra los
intereses inmediatos de la mayoría de los capitalistas “internos” ) es
promovida por la propia burguesia mundial, unificada en la tutela del capital
financiero.
El
positivismo-naturalista, que estuvo presente en la version del marxismo de la
“Academia de Ciencias de la URSS”, siempre presentó uma version del capitalismo
como una especie de secuencia “natural-fatal” de la Historia, cuya sucesión,
también “natural-fatal”, sería el socialismo. Por ello, cuando he hablado de
“modestia”, me refiero a que, históricamente, tanto los socialistas-marxistas
como los socialdemocratas de izquierda nunca dieron relevancia a la formulación
de una auténtica Teoria del Estado y del Derecho que no fuese apenas una
réplica economicista de las tesis del iluminismo.
De
igual modo, el capitalismo dejó de ser abordado como una auténtica
“civilización”[[3]] con una enorme “riqueza de
sentidos”, incluso portador de capacidad de “expropriar” la subjetividad obrera
y transformarla. En esta expropiación, la clase obrera deja, históricamente, de
ser una presunta clase-sujeto de la revolución, para afirmarse en la vida real
como clase contratada por el orden, pero cuya preservación de los derechos
conquistados depende del mantenimiento de la democracia política. Este
contrato, al mismo tiempo que la ha mantenido como clase relativamente pacifica
e integrante del orden, en las llamadas sociedades de “clases medias”, también
la hace sujeto “llave” de la “nueva
revolución democrática”, ya que sin ella es imposible construir uma
salida para el desorden neoliberal, que precisa avanzar sobre los derechos de
los trabajadores para viabilizarse.
La
defensa de la democracia amenazada por el desorden neoliberal es el único
terreno que puede sostener una ofensiva para la constitución de otro orden
democrático efectivo. Un orden que controle la aparente espontaneidad del
capital y lo domine, fuera de las instancias financieras autónomas, es decir,
dominio por la expresión política de la sociedad civil, para que ella ejerza el
control sobre los bancos centrales y sobre la distribución del dinero emitido.
(À suivre)
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