Quizá algunos de los lectores
piensen que no es muy razonable opinar sobre lo acaecido en Catalunya este
domingo situándose el comentarista no en su posición política, sino geográfica,
más aún si se precisa que se trata de La Mancha, emblema del pensamiento
mesetario. Pero recuerden que Don Quijote fue derrotado y obligado a retornar a
su pueblo precisamente “en la playa de Barcino / frente al mar” como cantaba Serrat
hace demasiado tiempo y estas citas justifican por sí solas el
comentario presente.
1.- Los números. No es
frecuente visionar las cadenas generalistas de Televisión, y mucho menos las
nefandas Tele Madrid o Tele Castilla la Mancha, con sus panegíricos entusiastas
de las virtudes del gobierno central y de los respectivos gobiernos
autonómicos. Pero siempre es oportuno saber qué dice la 1 del 9-N. Dejando de
lado los exabruptos habituales, lo que más llama la atención es la elaboración
de porcentajes y precisión de cantidades. Es decir, dados los dos millones
doscientos mil votantes, cómo hacer
entender al país que esta es una cantidad no relevante. Para ello se descuentan
de este total a jóvenes de 16 a 18 años e inmigrantes, sujetos ambos que
sabemos que carecen de capacidad para tomar decisiones políticas sobre un
proyecto de sociedad, y la cantidad restante se compara con el censo total
señalando que son una minoría. Dentro de ellos, los votos al si-si se aíslan y
se descubre que en total han votado esta opción tan sólo el 29% de los
catalanes.
Los números lo soportan todo,
ciertamente, pero el argumento es peligroso si se extrapola. Los criterios para
la deslegitimación de la votación del 9-N sirven también para calcular el
porcentaje de votantes que sostiene la mayoría del Partido Popular. Si se sabe
que sólo votaron en el 2011 un 60% del censo y el partido popular obtuvo el 40%
de los votos de éste, se deduce claramente que el gobierno del Partido Popular
que ejerce con mano de hierro su mayoría absoluta representa realmente a una
minoría de españoles. El sistema parlamentario se nutre de estas ficciones
mayoritarias, no conviene ponerlas en duda desde un gobierno que está en plena
crisis de legitimación, con independencia de su mayoría en las Cortes y de la
apropiación partidaria de las instituciones de control constitucional. Así
pensamos en La Mancha.
2.- Las “consecuencias jurídicas” del
9-N. Todos coinciden en que la consulta del 9-N no tiene consecuencias
jurídicas. La presidenta de la Comunidad Castellano Manchega habla de
“simulacro” y se comprende al instante que no se le dan bien las palabras, como
cuando habló del despido “en diferido”. Un simulacro es, según la RAE, una
ficción, imitación, falsificación, pero también una “acción de guerra fingida”.
No hay que recordar que la consulta del 9-N ha sido prohibida por el Gobierno y
sus organismos de consulta, debiendo resaltarse especialmente la interdicción
expresa que ha hecho el Tribunal Constitucional. Así que las consecuencias
jurídicas son evidentes. La movilización ha sido un gran acto de desobediencia civil
pero también de resistencia a la aplicación de la norma estatal. Una “acción de
guerra”, aunque solo en su significado simbólico.
El incumplimiento debe producir consecuencias jurídicas
negativas – normalmente bajo forma de sanción administrativa o penal – pero en
casos como éste problema es el número y
la previsible respuesta a la sanción. El
número, porque la desobediencia civil ha sido muy extensa, dos millones
doscientas mil personas, de manera que la represión de esta conducta es
prácticamente imposible desde el punto de vista material. Como sucede en los
supuestos de huelga, la respuesta represiva se centra en lo que la
jurisprudencia pre-democrática llamaba “los cabecillas” de la misma. Pero mientras
que en la huelga éstos son trabajadoras y trabajadores sólo cualificados por su
pertenencia a un sindicato, en el 9-N son autoridades del Estado – porque eso
es el Presidente de la Generalitat y su Gobierno – lo que plantea el tema en
términos estrictamente políticos de ruptura de la institucionalidad que
aceleraría la separación del territorio catalán del Estado español tras la
apertura de un proceso de inestabilidad política y social de fuerte intensidad.
Y ello por no considerar las consecuencias internacionales y en la propia Unión
Europea. El problema de optar por las soluciones represivas es que éstas no
puedan aplicarse. Por eso siempre es preferible dejar espacios abiertos para la
negociación y el compromiso. Así se ven las cosas desde esta meseta.
3. La narrativa del proceso a la
independencia. Todo proceso histórico se presenta como una sucesión de
acontecimientos con significación política relevante. En este caso, es muy
frecuente entender que se ha llegado a este momento de afirmación de una soberanía
nacional que requiere una forma estatal correspondiente, ante el cierre del
modelo constitucional que ha implantado una visión unitarista del Estado. En
este relato, que se puede compartir en líneas generales, se hace mucho hincapié
en el cambio que han sufrido los partidos de la transición, lo que se focaliza
en el PSOE. Alguien tan cualificado como Lluis
Llach se lo contaba a Jordi Évole el
domingo por la noche en la Sexta. El PSOE pedía en 1977 la autodeterminación de
los pueblos y las naciones que componían el Estado español, pero esa postura fue variando a partir de 1982 con
la llegada al gobierno de Felipe González y el bipartidismo ha hecho el resto.
La verdad es que a gente de mayor edad como el titular de este blog se le hace
difícil recordar esa postura del PSOE de defensa enérgica de la autodeterminación de los pueblos en
aquellas fechas, pero debe ser que la memoria flaquea si la cosa se afirma con
tanta rotundidad.
Sin embargo, de lo que si nos
acordamos es de un sujeto político que tuvo una importancia excepcional en la
etapa de la transición en Catalunya, cuya memoria parece borrada. Era el Partit Socialista Unificat de Catalunya, el PSUC, que defendía un Estado Español
formado por territorios y naciones con altas dosis de autogobierno en una
integración federal. Que se haya olvidado la propuesta del PSUC es razonable,
porque nadie habla en este país de los desaparecidos en combate, pero al menos
sería interesante una reflexión sobre cómo esa perspectiva de federalismo
asimétrico no ha encontrado continuidad en el pensamiento de la izquierda
catalana, hoy actualmente volcada sobre el soberanismo, y si esta forma de
aproximarse al problema de las naciones sin estado, por reproducir el libro
clave en este asunto de Montserrat
Guibernau, tiene alguna virtualidad como propuesta política en un escenario
diferente de recomposición del proceso mediante la convocatoria de una consulta
y las condiciones de la misma.
4. La apertura de un proceso
constituyente en Catalunya. Ciertas cantidades suponen un cambio de
cualidades. Dos millones doscientas mil personas movilizadas contra la decisión
de los órganos de gobierno del Estado español, ejerciendo su derecho a decidir,
suponen un salto cualitativo respecto de situaciones anteriores. En una crisis
general de legitimidad democrática, que se expresa en la quiebra de tantas
seguridades y pautas de conducta, la izquierda social y política en Catalunya
ha impulsado el proceso independentista como una forma de abordar la apertura de
un proceso constituyente. Mirando con simpatía la situación en el resto del
Estado español, una situación más líquida y que se deberá sustanciar no sólo
pero fundamentalmente mediante los resultados que se desprendan de los procesos
electorales en curso, la izquierda en Catalunya se aísla de éste y aborda por
separado un camino más cierto en la medida en que converge con otras fuerzas
del centro político (centro izquierda y centro derecha) y una sólida
representación de sectores económicos subalternos respecto del gran capital
industrial y financiero español. El objetivo es forzar el conflicto para a
partir de allí lograr un nuevo pacto social y político que sitúe a la izquierda
en una posición influyente en el nuevo proyecto de transformación social que se
abre a partir de éste. La convocatoria de elecciones constituyentes –
sustituyendo así la consulta
ciudadana - es el primer paso para ello.
La izquierda catalana entiende
que su proceso constituyente favorecerá y dinamizará en una suerte de feed back el curso de las cosas en el
Estado Español y el avance de las posiciones de resistencia y reforma social,
junto con el decaimiento del bipartidismo y la forma de Estado propias del
régimen constitucional de 1978. Desde la Mancha las cosas no se ven de la misma
manera, no sólo porque como se ha dicho la situación es aún muy líquida y puede
decantarse de manera diferente a la proyectada, sino porque el discurso
constituyente en Catalunya complica la comunicación entre la izquierda social y
política con los ciudadanos del resto del país, y le impide ir más allá de la
defensa del derecho a decidir de los ciudadanos de Catalunya, puesto que la
iniciativa federalista no tiene prácticamente arraigo – un 10% - en el movimiento
que ha desencadenado el 9-N y porque ciertamente la voluntad de la mayoría de
los ciudadanos que ´la izquierda aspira a representar es partidaria de que
Catalunya y la nación catalana forme parte, libremente, del Estado español.
1 comentario:
Querido Antonio:
Gracias por esta entrada tan especial y empática. A veces hay que ir a las raíces para poder entender ciertos procesos de desafección de la política española y de los partidos que juegan en ese tablero de ajedrez. Yo creo que la izquierda, sencillamente, no es nacionalista -ni catalana ni española- sino internacionalista. Y que solo el encuentro en el afecto y en la diferencia genera sentimientos de pertenencia. Un abrazo.
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