Las elecciones andaluzas serán
objeto de análisis en los medios de difusión del pensamiento dominante.
También, felizmente, en los intersticios de la comunicación libre que todavía
existe. Lean el análisis de Javier Aristu en su blog En campo Abierto Vencedores y vencidos. Y en
éste, a modo casi de telegrama, las reflexiones que nos sugieren los resultados
de las elecciones andaluzas.
La primera, la progresión de las
distintas sensibilidades del arco político que se sitúa desde la izquierda
oficial institucional, la izquierda alternativa y la nueva izquierda emergente.
Respecto de las elecciones del 2012, la cantidad de votos que PSOE, IU-CA y
Podemos han cosechado suponen un 57,19%, frente al 50,91% que se recogieron
como suma de los sufragios de IU y PSOE en aquellas elecciones. Es decir que la
posición política de los votantes andaluces se escora hacia la izquierda, y el
rechazo más firme a las políticas de austeridad se fortalece, sumando el 21.73
de los votos. Esta profundización electoral de las perspectivas de resistencia
a las reformas estructurales y a los recortes sociales es muy significativo de
cara a los próximos procesos electorales.
La segunda cuestión es la derrota
abrumadora de la formación política que ha `protagonizado prácticamente en
solitario – con el apoyo de CiU solamente – la política de austeridad durante
estos cuatro años. El PP tuvo su oportunidad de oro en el arco temporal que
inició en mayo de 2011, pero su apuesta en marzo de 2012 por arrebatar
Andalucía al PSOE fracasó ante la respuesta de la ciudadanía que
mayoritariamente – casi un 51% - se inclinó por la izquierda, por lo que pese a
que la candidatura de Javier Arenas
fuera la más votada, sólo reunió el 40,67% de los sufragios emitidos,
1.570.833. Ahora el PP ha descendido a un score
difícil para un partido que detenta el gobierno a nivel estatal, un 26,76 %, y
ha perdido 506.000 votos, aproximadamente el 32% de sus electores. Naturalmente
es un aviso importante para las elecciones de mayo. El Partido Popular reduce
enormemente su influencia, se contrae a un núcleo de seguidores más
restringido. El incremento de Ciudadanos parece ser un elemento importante en
la explicación de esa pérdida de votos y por tanto en muchos medios se habla de
trasvase de votos – y equilibrio por tanto de vasos comunicantes – un poco como
estaba sucediendo con UPyD. Pero aun sumando ambos polos como parte común del
mismo pensamiento conservador y de defensa de la salida autoritaria y
antisocial de la crisis, la reducción de su fuerza electoral es muy
significativa.
La tercera cuestión tiene que ver
con el desplazamiento de una parte importante del voto a la izquierda
alternativa clásica en Andalucía, IU, hacia los nuevos espacios de protesta y
de resistencia emergentes, personificado en Podemos. IU ha perdido el 40% de
sus votos, 164.445 personas, que previsiblemente se han volcado en las listas
de Podemos. Ambas formaciones políticas comparten presencia en los movimientos
sociales, están acostumbradas a la movilización social, aunque IU tiene una
marca institucional – su presencia en ayuntamientos, su inserción sindical –
que no ha sido valorada positivamente como “hecho diferencial” en la elección
que deseaba un cambio real de la situación política y social de la región. El
PSOE se desembarazó de la presencia molesta de su socio en el gobierno al
convocar estas elecciones, y los electores han preferido marcar su predilección
por posiciones de mayor confrontación, novedosas, gestionadas por personas nuevas.
Reformular por tanto una relación entre el trabajo político serio que lleva a
cabo IU y su nuevo equipo de dirección en Andalucía y estos nuevos fenómenos
emergentes, será el objeto de las tareas a realizar en los próximos meses,
siempre bajo la tensión de los diversos procesos electorales que hay que
afrontar.
La cuarta cuestión se relaciona
con la hegemonía ideológica y política del PSOE en este territorio. Aunque
pierde votos – casi 120.000 – esa cantidad es una sangría pequeña porcentualmente
hablando respecto de las pérdidas del PP y de IU. Ha pasado de tener el 39,56%
de los sufragios emitidos al 35,46 %, un 4,1% menos. Pero se mantiene como
partido guía de forma ininterrumpida desde hace más de 30 años, y sus
resultados permiten un gran respiro al PSOE en sus próximas citas electorales,
impidiendo por tanto hablar con propiedad de una crisis del bipartidismo en
Andalucía. Las denuncias por corrupción en la que tanto han insistido los
medios de difusión empotrados en el poder económico, no han conseguido su
propósito, posiblemente porque no afectan a la percepción que una buena parte
de los ciudadanos andaluces tienen de una institucionalidad cercana, próxima,
con al que tienen un fuerte sentido de pertenencia y con la que identifican al
PSOE como sujeto de la misma. Es posible pensar que a lo largo de estos años se
ha ido construyendo una imagen según la cual PSOE e instituciones de
autogobierno andaluz son la misma persona, y que por tanto no cabe separar el
gobierno y su organización capilar del partido que lo ocupa. Este conglomerado institución
pública – partido político puede generar problemas desde una perspectiva de
transformación social y de unidad de la izquierda, pero simultáneamente es la
clave del éxito electoral y de la fuerza del socialismo andaluz.
Los movimientos sociales y los
sindicatos han sido protagonistas del resultado electoral en lo que supone un
fortalecimiento global de las posiciones de rechazo a las políticas de reforma
derivadas de la austeridad. En esta nueva situación deben seguir impulsando en
la realidad concreta y cotidiana del conflicto soluciones a la situación social
desastrosa en la que nos encontramos. La vivienda, el desempleo, la ayuda
social, son los ejes centrales por los que debe seguir discurriendo la presión
y la negociación social. Ahora en Andalucía hay más recorrido político para
presionar en ese sentido.
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