miércoles, 22 de abril de 2015

EL REY FELIPE Y EL TRATADO TRANSATLÁNTICO DE INVERSIONES Y DE COMERCIO ENTRE LA UE Y LOS EE.UU.



Inmersos como estamos en tantas noticias llamativas y en lo que Alberto Garzón denomina “espectacularización” de la política, hay actos que revisten un gran significado simbólico que se nos escapan. Como el acto de enorme relevancia consistente en que el rey Felipe VI haya celebrado ante el cuerpo diplomático, la conveniencia del TTIP y el CETA.

A la blogosfera de Parapanda nos ha puesto sobre aviso el comentario del siempre inteligente Javier de Lucas a través de su muro de Facebook. El profesor de filosofía del derecho de la Universidad de Valencia lo ha dicho de manera muy clara: “Que el rey, hablando ante el cuerpo diplomático, es decir, en un acto oficial, defienda el TTIP es un gravísimo error. Lo es del Gobierno (del Ministro de Asuntos Exteriores) que probablemente le impone ese discurso. Lo es del rey por aceptar esa imposición. El TTIP está sujeto a fortísimas críticas por parte de muchos ciudadanos y organizaciones sociales que detestamos buena parte de su contenido y objetivos y que encontramos inaceptable por antidemocrático el secretismo que los EEUU han impuesto sobre el Tratado en cuestión. Aquí vale lo de Kant: si no puede ser público, ese Tratado no es legítimo”.

El video en el que se recoge este momento de elogio se encuentra en este enlace


En él, el monarca, tras un encendido panegírico de los Estados Unidos como nación – a cuyo nacimiento contribuyó decisivamente España, recuerda el rey – establece categóricamente que “España apoya con firmeza y esperanza el TTIP”.

De manera que la persona que ejerce la Jefatura del Estado por vía hereditaria, de cuyo papel arbitral y moderador se hacen lenguas todos y todas sus partidarios, multiplicados recientemente ante la sucesión habida tras la abdicación de Juan Carlos I, se posiciona netamente a favor de una opción política extremadamente discutida no sólo por las fuerzas políticas y sociales españolas, sino por una buena parte de la sociedad europea y sus representantes políticos.

Las manifestaciones contrarias al Tratado que se han celebrado el 18 de abril en toda Europa cuentan con el impulso de organizaciones tan relevantes como la Confederación Sindical Internacional a nivel global o la CES a nivel europeo; las críticas al TTIP se suceden no solo desde la izquierda radical europea, sino desde facciones muy importantes de la socialdemocracia de estos territorios. Hay una Iniciativa legislativa ciudadana auto-organizada en Europa que está caminando hacia los dos millones de firmas.  La consideración secreta de casi un 30% de las prescripciones del Tratado, que todavía permanecen opacas pese a la presión política que ha obligado a las autoridades europeas a ir liberando algunos de los capítulos que mantenía en la oscuridad, invalida en términos democráticos la posibilidad de que este texto internacional pueda ser adoptado, y ello al margen de las consideraciones de fondo sobre sus contenidos, suficientemente criticados como se sabe. (En este mismo blog, cfr. http://baylos.blogspot.com.es/2015/04/las-clausulas-sociales-en-el-libre.html )

En España, que es el país en el que Felipe VI es rey, el sindicalismo español se opone decididamente al TTIP, y lo ha mostrado públicamente en múltiples documentos, y en convocatorias de actos y manifestaciones. También otros movimientos sociales, en especial los que están conectados con las reivindicaciones ambientalistas. En el área de la representación política, sólo coinciden en una apreciación positiva del TTIP el partido del gobierno y últimamente Ciudadanos, de manera que no solo la izquierda emergente como Podemos o IU, sino el propio PSOE, junto con otros muchos grupos políticos nacionalistas, han mostrado posiciones críticas – de mayor o menor intensidad, pero en todo caso contrarias – tanto al procedimiento con arreglo al cual se está desarrollando el proceso como a sus contenidos.

¿Sobre qué ciudadanos se asienta la monarquía “renovada” de Felipe VI? ¿Sobre los que aplauden la exorbitante protección a los inversores y a las empresas transnacionales que impiden que sus actos ilegales sean juzgados por los tribunales nacionales, que desactivan cualquier impulso normativo que limite su actuación? ¿Sobre los grupos económicos que perciben como un estorbo para sus ganancias la democracia y las decisiones populares, cuestiones de las que se debe prescindir? ¿Es éste el Rey que apoya “con firmeza y esperanza” la desregulación del espacio social europeo, considerando gran parte de las normas de tutela de los derechos de los trabajadores como un obstáculo al comercio y a la inversión, y la intervención de las autoridades públicas en el control de éstas como impedimentos burocráticos que deben ser removidos?


El rey Felipe se ha posicionado por tanto frente a una amplia base de la ciudadanía española que se identifica con los ideales de igualdad y de protección social y que entiende que el sistema democrático debe siempre prevalecer frente a la opacidad criminal de las grandes multinacionales y la violencia del poder económico que fuerza cada vez mayores dosis de desigualdad y de exclusión social. Con ello se deslegitima profundamente más allá de las convicciones republicanas o monárquicas que cada uno tenga. Su papel institucional se devalúa, porque se convierte en el rey de las fuerzas del privilegio económico que afianzan la injusticia y la desigualdad. Su imagen abierta en la que posiblemente le gustaría personalmente asentarse, ha sufrido un desgarro muy importante. Intentar enmendarlo sería inteligente, sobre todo porque el potencial desaire se lo haría a un gobierno cada día más desahuciado por la opinión pública.

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