Conocemos por la prensa digital – Eldiario.es, luego
replicada en Infolibre y Público – los comentarios que en un chat que agrupa al
“turno de noche” de más de 100 policías municipales de Madrid, se han vertido
sobre la alcaldesa, Manuela Carmena,
a la que deseaban una “muerte lenta y agónica” además de desear que hubiera
sido asesinada por los pistoleros fascistas en el despacho de Atocha en enero
de 1977. Los policías municipales continuaban con insultos a Podemos y a Pablo Iglesias, así como a los
periodistas de la Sexta Pastor y Ferreras. En el grupo, con el
protagonismo de unos cinco o seis “animadores”, se exaltó la figura de Hitler como autor del holocausto y se expresaron terribles
opiniones sobre los inmigrantes y los “moros” para los que se deseaba su
exterminio. Este chat y sus comentarios han sido conocidos gracias a una
denuncia del delegado de CC.OO., policía municipal, que participaba en el
mismo. Tras expresar su oposición firme a estos comentarios, fue amenazado de
muerte repetidamente y expulsado del chat. Actualmente tiene protección
policial, él y su familia. La jueza está investigando el caso.
No es una exageración afirmar que el desarrollo de la “cuestión catalana” a
partir de la convocatoria y realización del referéndum y los eventos
posteriores hasta la destitución del gobierno y la supresión del autogobierno
de la Comunidad Autónoma por la aplicación del art. 155 de la Constitución, ha
generado un amplio espacio de inmunidad para la expresión de la ideología
franquista y nazifascista sobre la base de la exaltación de la nación española
y su bandera. En el chat que se ha denunciado, los insultos despreciables a la
alcaldesa, el deseo de que hubiera sido asesinada como sus camaradas del
despacho laboralista de Atocha, y el resto de comentarios sobre otras
personalidades de la izquierda, surgen como consecuencia de la crítica a la
actuación policial en el referéndum del 1 de octubre y se disparan a
continuación, desencadenando una espiral de odio y xenofobia. Este es un primer
tema que conviene tener presente, porque la sensación de impunidad que tienen
los portadores de esta ideología nazifascista permite que se exhiba
públicamente como forma contundente de detener – y tendencialmente suprimir –
las posturas políticas democráticas que expresa una buena parte de la
ciudadanía agrupada en torno a las opciones de izquierda o en el caso de Madrid,
en la candidatura ciudadana que gobierna la ciudad.
El segundo punto a destacar es que las personas que hacen público su odio y
aversión democrática y que exaltan el genocidio nazi como una forma apropiada
de tratar la inmigración – “comida para peces”, “cacerías para guarros” – son
empleados públicos de un cuerpo armado, que por tanto deben garantizar el
cumplimiento de los derechos y libertades de la ciudadanía, justo lo contrario
de lo que afirman y mantienen. Es por tanto inconcebible que estas personas
puedan seguir siendo policías municipales. La seguridad y la libertad de todos
aquellos que residimos en Madrid exige que se les suspenda de empleo y sueldo,
se les abra expediente sancionatorio y se les expulse del cuerpo.
Otro aspecto remarcable es el silencio institucional ante esta noticia. Ni
el ministerio del interior, tan celoso en el control de las comunicaciones en
las redes sociales, ni la fiscalía – previsiblemente preocupada por la
sustitución del Fiscal General tras su inesperado fallecimiento en Buenos Aires
– han juzgado oportuno emitir un comunicado de condena. Y el Partido Popular de
Madrid, que no puede soportar ninguna toma de postura ante el Ayuntamiento que
no sea negativa, ha comparado las expresiones nazifascistas de odio que aparecen
en el chat de la policía municipal con la protesta política que unas entonces
estudiantes convocaron frente a un acto religioso dando a entender que para ese
Partido uno y otro hecho son parangonables y mostrando públicamente cual es el
sentido de la democracia que campea en ese partido que es el que gobierna el
Estado español.
Pero más llamativo es el silencio de los cien policías del chat que no han
cuestionado – ni desde luego denunciado – estas expresiones. Según las
informaciones que aparecen en la prensa, la mayoría de ellos cree que se trata
de un chat “alegre y divertido” de forma que lo que se dice en él hay que
interpretarlo como una broma o desahogo sin trascendencia política o
profesional. Y mucho más la actitud de los sindicatos de la policía municipal
de Madrid, que han afirmado que no comparten las expresiones del chat, pero no
se han sumado a la denuncia de CC.OO. e incluso manifiestan su contrariedad por
la misma.
Este es el punto doliente de la cuestión. La conversación del chat ha sido
denunciada por un delegado de CC.OO. – que, como se ha dicho, resultó
inmediatamente amenazado de muerte y que recibe protección policial ante la
verosimilitud de tales amenazas – y asumida por la sección sindical de este
sindicato. Pero ante una buena parte de la plantilla – y la opinión del resto
de sindicatos – la denuncia no debería haberse producido, porque genera una
imagen pésima del cuerpo de la policía municipal madrileña de manera que estos
casos deberían haberse resuelto discretamente mediante la vía disciplinaria
interna sin hacerlo público. En este caso, el corporativismo funciona como un
elemento potente de desautorización del impulso democrático.
Eso es lo que han puesto en marcha el delegado y la sección sindical de
CC.OO., un impulso democrático al considerar con razón que era incompatible con
el desempeño de la función que tienen que llevar a cabo como empleados públicos
con ese tipo de expresión pública – en un ámbito colectivo de un centenar de
policías – de ideologías esencialmente antidemocráticas, violentas y
políticamente incompatibles con el marco constitucional español. Esta mediación
sindical en favor de la democracia ha supuesto que el delegado que lo denunció
ha tenido que arrostrar un riesgo personal, y como organización sindical, se enfrenta
a la desautorización corporativa de una parte de los integrantes del cuerpo y
la incomprensión y la falta de solidaridad de los otros sindicatos que actúan
en él. Cuando tantas opiniones se vierten contra los sindicatos sobre la base
de su “egoísmo” reivindicativo, la actuación de CC.OO. en la policía municipal
de Madrid, reclamando el respeto a la democracia de sus componentes como
condición de ejercicio de la función pública debería ser resaltado y valorado
de forma unánime como una actuación ejemplar y ciudadana.
Es muy frecuente escuchar que la única manera de que los cuerpos de policía
cumplan con su misión de defender la libertad y la seguridad de los ciudadanos
es la de privarles de sus derechos sindicales para – se dice – evitar su “politización”.
El caso del odio y de la trama nazi de la policía municipal de Madrid demuestra
precisamente lo contrario. Solo un sindicato de clase, que incorpora en su
ideario una visión sociopolítica de la actuación sindical y que está orgulloso
de su consideración democrática, es capaz de hacer cumplir la ley y defender
los derechos fundamentales de la ciudadanía que están en la base de la libertad
y seguridad que debe garantizar como empleados públicos.
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